sábado, 31 de enero de 2015

Confía

El taxi ya casi llega para llevarnos a Bangalore.  Tres horas de viaje para tomar nuestro avión.  Siento una mezcla de nostalgia y anticipación por ver a los míos.  Treinta horas de viaje para abrazarlos.  Me voy sin postura nueva en mi serie,  pero con una nueva ubicación en mi vida.  Sé que tengo que dejar atrás lo que me frena,  aunque siga siendo tan difícil de poner en práctica cada día.

El dharma es aquello para lo que nacimos.  Cumplir con nuestro dharma requiere una mega dosis de valor,  muchos ovarios y enfoque.  Hay mil cosas que van a tratar de sacarnos,  de frenarnos,  de impedir que suceda.  Pero está en nosotros hacer caso omiso o engancharnos y perder el tiempo.

Me sucede que siguen apareciendo en mi camino fantasmas de mi pasado.  Me dejan tranquila por unos días y luego arremeten con fuerza.  Sé que escucharlos sólo problemas me va a traer.  A veces sucumbo a su llamado y me doy cuenta que todo está en mi mente.  Ayer hablaba con un amigo de la diferencia entre una mente fuerte y una débil.  La mía sigue fluctuando y sé que mi práctica consiste en encontrar una estabilidad profunda.  Inconmovible. 

Sé que,  a diferencia de otros muchos acá,  tengo mil y una variables en mi vida.  A veces quisiera ir donde mi maestro y explicarle todos los detalles:    cómo compara una madre de siete hijos con gente soltera sin obligaciones.  Mi cuerpo de cuarenta y tantos años con otros de veinte.  Mi situación geográfica tan lejana.

Mi... mi... mi.

Pero sé que tengo la situación perfecta para la evolución de mi alma.  Sé también que mi alma es fuerte y que por eso Dios me manda pruebas más difíciles.  Sé que todo lo que tengo lo estoy recibiendo de mis acciones pasadas y espero que mis acciones presentes creen otro tipo de consciencia a futuro.  Sé que lo que hago afecta a mucho gente a mi alrededor, gente que incluso todavía ni conozco en persona.  Así que cuando me da un down,  rezo mucho y pido ayuda.

Como ahora que tengo que dejar este lugar que amo.

Anticipo del encuentro con mi familia y eso me da alas para cruzar el mundo.  Sé que si no tuviera familia en Costa Rica viviría aquí, cerca de mi maestro,  haciendo lo que amo y rodeada de gente como yo, un poco locos,  locos lindos.   Pero también sé que todo lo que tengo en mi regazo me ha permitido encontrar una profundidad en mi práctica que no hubiera accesado sin mis experiencias de vida,  especialmente aquellas más dolorosas e incomprensibles.

Dejo India esta vez con mucha dificultad.  Vuelo a Costa Rica con el corazón roto.  Sé que allá me esperan retos diarios difíciles de enfrentar y sé que ahí está la verdadera prueba.  La tercera serie es pan comido comparado con el reto de encontrar armonía en mis relaciones,  seguir perdonando a aquellos que insisten en atravesarme el caballo y cultivar el hábito de la paciencia.

Pero les digo:  no me voy a dar por vencida.  Como dijo uno de mis maestros alguna vez,  tal vez esa sea la única cualidad que tengo.

Never give up.




No importa qué suceda sé que volveré a los pies de mi maestro y a mi amada India. 

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