martes, 25 de febrero de 2014

La magia

Hay días en que todo transcurre con calma y sentimos que vamos en la dirección correcta. Otros en que nos cuestionamos qué diablos estamos haciendo  y realizamos lo efímero de esta aventura llamada vida.

Creamos la vida con nuestras decisiones.

El proceso de tomar decisiones requiere de una dosis grande de ecuanimidad y sabiduría.  No es fácil evitar dejarse llevar por emociones, para ninguno de nosotros.  Las emociones nos señalan la mitad de la dirección:  la otra mitad depende de nuestro buddhi o Inteligencia Superior.

Me han costado años y dolores aceptar que una decisión exclusivamente emocional muchas veces tienen consecuencias nefastas para la gente cercana.  También he tomado decisiones frías a pura cabeza que me han dejando sintiéndome vacía y triste.  El balance es imprescindible.  Somos una mezcla caleidoscópica de colores y texturas y a la vez,  somos espíritus en cuerpos anhelando una unión más profunda con el Amor.

Cuál es la mejor decisión?
La que crea más Amor.  No necesariamente la que más nos gusta.

Cómo sabemos que una decisión crea más Amor?  Porque al tomarla nos sentimos en paz con nosotros mismos.

Cómo sabemos que una decisión es errónea?  Al tomarla sentimos que nos falta la magia,  que la luz del día se oscurece un poco y que la brisa ya no nos acaricia el rostro con tanta ternura.

Paz vs magia...mmmmm....

A través de estas decisiones diarias  creamos a cada minuto la pintura de nuestra vida.  Podemos ser creadores diarios de miseria o éxtasis.  Las decisiones son colores en un canvas,   colores eléctricos o más opacos, todo dependiendo de nuestro valor.

Le preguntan a varios moribundos que cuáles son sus últimos deseos.  Todos coinciden en que se hubieran atrevido a ir más allá de sus miedos, no hubieran vivido su vida de acuerdo a los demás y que hubieran disfrutado más y reído más...

Quisiera tener el valor de un águila y tomar sin miedo las decisiones que mi corazón me pide.  Hacia ahí estoy encaminada.  Tengo miedo a herir a aquellos que amo tomando decisiones erróneas,  no quiero ser un elemento de dolor sino de armonía.   Temo herirlos y a la vez,  deseo enseñarles a no tener miedo.  La paradoja de ser consecuentes nos obliga a encontrar un lugar adentro donde podamos estar en paz con nosotros mismos.   Y a ese lugar sólo puedo llegar cuando el Amor me invita a entrar.

Es el Amor mismo la magia genuina.  El Amor  que me pide valentía,  me abraza y contiene.  Porque ese Amor no depende de la unión física,  tampoco de aplacar el torbellino emocional.   Ese Amor siempre es,  esté  adonde esté.  Somos Amor,  es nuestra esencia y es lo único que realmente podemos compartir.

Amor de día.
Amor de noche.

Amor de desayuno y de cena.

Amor con risas.
Amor con lágrimas.



Y el resto se irá definiendo solo.
    

sábado, 22 de febrero de 2014

Serendipity

Ayer tuve una experiencia mágica que me sacó,  por unos instantes, del metódico devenir de mi vida y me empujó a un lugar nuevo.  Fortuito.  Inesperado.

Me sentí reconocida y amada por esto que llamamos Vida-  en el sentido más amplio y puro del término.  Realicé que Dios sabe exactamente cómo me siento en cada instante y amorosamente me envía emisarios de amor a recordármelo.

A menudo pierdo mi rumbo entre tantos deberes- shoulds les llamo.  Como buena latina que soy,  mi ser se rebela ante la cotidianidad repetitiva y árida.  Aún en medio de la vida más cómoda y satisfactoria   me falta la magia. A veces quisiera haber nacido en otras culturas más frías, más metódicas donde el sentir no es parte de la operación y todo funciona con eficiencia y precisión.  Pero después me pregunto qué sería de mi alma sin esa ventanita para respirar y explorar nuevos horizontes.

La capacidad que tengo de atreverme.

Lo interesante del caso es que sólo noto que me falta cuando sucede.  Y  sucede cuando no la esperamos.  La eterna paradoja.  En mi quehacer cotidiano,  un viernes en la tarde es sinónimo de calma.  Ayer,  la tarde de verano culminó en un espejismo que todavía no logro descifrar con mi mente.  A mi mente le cuesta mucho abrirse a nuevas posibilidades y la siento todavía luchando el toque generoso de la Gracia.

Nuevas puertas han de abrirse y debo permitir la entrada de la luz y el amor a raudales.  El esfuerzo que conlleva vivir una vida limitada por el should me deja con una sensación de vacío y dolor en el alma.  Es imprescindible para mí-  y me atrevería a decir,  para todo ser humano-,  explorar su capacidad de sentir al cien por ciento.  Si no sentimos,  no vibramos,  no nos atrevemos, la vida se vuelve una repetición insulsa de actividades sin columna vertebral.  La columna vertebral es lo que nos diferencia de otras criaturas:  la capacidad de sentir conscientemente.

En este sentir diario que he titulado "Carpe Diem" (vive este día al máximo,  como si fuera el último),  cierro mi sábado- un sábado diferente,  con alas en los pies y ganas de tocar mi piano-,  de la mano de un músico que supo plasmar en sus notas los acordes profundos del alma.  Mientras mis dedos se deslizan por las teclas,  comprendo con él que el anhelo por sentir viene de un deseo del espíritu de salirse de las casillas de la mente y sus expectativas.  La mente como aliada en vez de la mente como obstáculo.  El alma como norte en vez de alma sofocada.

Y Piazzolla me acuna mientras escribo estas letras,  doy gracias a la Vida por recordarme lo importante y me rindo a los sueños de una vida más plena y no tan llena de shoulds.




miércoles, 19 de febrero de 2014

Volver a empezar

Me escribe gente de muchos lugares del mundo y me cuenta que de algo les sirve lo que escribo.

Decía Hemingway que para escribir con profundidad lo único que hace falta es tener la valentía de escribir la verdad.

Hoy llegué a mi mat arrastrándome,  en lágrimas sollozando.

Ese espacio amoroso siempre me recibe sin juicios,  en silencio.  Hice mi práctica con un agradecimiento tan grande:  de no estar esa alfombra ahí probablemente hubiera salido a la calle con la energía desubicada o peor de todo,  se la hubiera pasado a mis bebés y a mis amigos.

Now i know better....

Nuevamente,  mi alfombra fue testigo de un bache en el camino.  Uno más entre los muchos que he pasado y  los muchos que vendrán.  Y en ese compás efímero y tan corto que es la vida,  mi alfombra permanece como mi santuario.   El lugar para soltar y recargarme de las olas  y curvas inesperadas.

Hoy llegó a su fin una relación de muchos años.  Tuve innumerables señales en el camino de que era tiempo de move-on.  No sabía exactamente cuándo sería el día.  Ese día llegó.   El desenlace de un rompimiento siempre es doloroso.  Pero como leí ayer en un post muy sabio- palabras por cierto que mi abuela siempre me decía:  es mejor un final horroroso que un horror sin fin. 




La tarde de verano muestra sus colores diáfanos:  un cielo azul eléctrico cubierto por unas cuantas nubes grises y mucho sol.  Se fue la luz en mi casa todo el día así que me vengo a un café a pensar y escribir.

Cuántas veces en la vida realizamos que cada final es un nuevo comienzo?  Casi nunca.  Siempre me he enfocado en lo que pierdo en vez de lo que inicia.

Hoy decido probar lo nuevo.

Cada final es la oportunidad que nos da la vida de volver a empezar.   Igual que llego a mi alfombra y la observo como si fuera la primera vez:  cálida y fuerte al mismo tiempo, inmóvil y receptiva.  Llena de espacio.  Abierta a quién soy y cómo estoy cada día en mis debilidades y fragilidades.

Mi alfombra observa mientras las lágrimas caen sobre ella y la mojan.  Al final de mi práctica soy un mar de agua por todo lado.  Termino mi práctica recordando las palabras sabias de mi maestro:

Todo viene...

Y me pregunto qué es lo que vendrá par mí de hoy en adelante.  Me llena un sentimiento de alegría y emoción por lo que sea que la Vida me tiene reservado, como cuando estaba pequeña y mi abuela me llevaba al mercado.  Cada ida al mercado era un maravillarme continuo antes los colores y la gente.  La comida y los rincones.  En mi pequeño tamaño recuerdo muchas piernas y pies,  pero también recuerdo el sabor de los helados de sorbetera y el aroma de las tortillas y bizcocho recién horneados.

En mi pequeña figura de cinco años ya sabía qué se siente estar segura y protegida de la mano de un ser amado.  Confiando en que cada paso que daba estaba siendo cuidada y amada.

Tengo que decir que hoy me siento así de nuevo.  Y que puedo observar el mundo sin miedo, con la anticipación generosa de una vida que está lista para sorprenderme...

... a la vuelta de cada esquina.

sábado, 15 de febrero de 2014

Vórtex de amor

Una semana de estar en casa después de Mysore.
No ha sido nada fácil...

Uno viene de India con otros ritmos internos.  Se siente el cambio en la ciudad:  el estrés en la gente,  el tráfico,  los deadlines,  la ansiedad general.

Comprendo todavía mejor la necesidad vital de encontrar mi espacio de práctica en este medio.  No sé adónde estaría sin mi oasis.

India empieza a difuminarse como un sueño.  La extraño.  Me duele.  Pero ya sé que es parte de esta gran enseñanza que me da cada vez de estar y luego soltar.  La ley de la vida.  Así que suelto con amor,  anhelando la próxima vez.  Y me enfoco en estar aquí presente a todas las maravillas que también hay en este lugar.  Algunas son muy obvias,  otras más camufladas.

Esta semana,  mientras hacía vueltas de escuelas,  mandados y rides,   me puse a observar a la gente.  Trabé conversaciones muy interesantes con tres de ellos,  extraños en un inicio,  casi amigos al terminar.

El primero mi amigo el dueño de la tienda de cuadros.  Llevé dos lienzos de Ganesh y Lakshmi a enmarcar.  Obviamente el colorido llamó la atención y empezó a preguntarme de dónde venían,  qué hacían.  Me contó de su momento presente,  la ansiedad de una separación,  el deseo por ir más profundo.  Un hombre pleno a sus sesenta años,  quería saber si era demasiado tarde.

"Por supuesto que no es tarde!  Venga!"

Sus ojos fluctuaban entre la duda y la certeza y a la conversación se unió su asistente.  Ella sí había practicado yoga una vez y tomó mi tarjeta con firmeza.  "Yo llego."  A esta estoy segura que la veré en algún momento en el Estudio.

La siguiente conversación fue en un café.  Entré  y de inmediato noté la presencia de una muchacha joven rubia.  Me senté y me puse a trabajar.  Pero de nuevo mi indumentaria me delató:  andaba un collar de Navarata,  un collar indio que une las fuerzas de los nueve planetas.  Le llamó la atención y me habló... terminamos hablando de mil cosas,  entre ellas de su capacidad de percibir la energía de la gente.

"Apenas entraste,  vi que eras un alma blanca,  un alma buena"- me dijo.

El tercer amigo lo encontré por casualidad en una librería mientras compraba los lápices de color,  borradores,  tijeritas y materiales de escuela de mi hijo Gael.  Estaba contándole a la cajera que se había pegado un gran susto:  que casi no cuenta el cuento.  Que había estado muy grave en el hospital.  Cuando llegué a pagar lo ví:  un hombre de unos cincuenta años,  muy fuerte y vital.  En sus ojos leí el miedo y me nació hablarle del Yoga.  Hablamos del impacto que tiene el estrés en nuestras vidas, de cómo afecta la salud.  Escuchaba con mucho interés, como si esta conversación fuera la respuesta que había estado esperando en medio de su crisis.

"Qué interesante.  Definitivamente,  el estrés..."

Y además de estos amigos,  esta semana llegaron tres estudiantes nuevos al Estudio.  No sé todavía sus historias,  pero sé que todos los que terminamos en esto compartimos corazones rotos,  alas quebradas,  sueños truncados y ansiedad diaria.  Los veo iniciarse con dificultad,  mucho esfuerzo y un atisbo de esperanza.  Pienso en todos los seres que hoy caminan por esas calles,  perdidos en preocupaciones,  añorando un poco de paz.  Pienso en todos lo que algún día nos sentimos perdidos y hoy estamos encaminados.  No que se ponga fácil,  siempre es un reto.  Pero hay una luz y hacia esa luz es que damos pasitos cada día.

Y sí,  creo que tengo que estar aquí.  Aquí es mi lugar.

Me preparo para celebrar el cumpleaños número seis de mi hijo número cinco,  Gael.  Y la vida de alguna manera se integra en un caleidoscopio de amor,  alimentado por la magia de Mysore y mi maestro,  Mysore y mis amigos,  Mysore y el suelo indio que amo.

El vórtex me alimenta,  aún a miles de kilómetros de distancia.







lunes, 10 de febrero de 2014

Epifanía a las tres de la madrugada

3 am.

Me despierto por el jet lag y no puedo volver a dormirme.
Es demasiado temprano,  ni loca practicar a esta hora!

Después de un rato de divagaciones sin sentido,  me levanto.

Empiezo mi práctica en el shala vacío.

Extraño a mi maestro.  Extraño la camaradería silenciosa del shala en Mysore. Extraño a mis amigos, a mi esposo....extraño a mis estudiantes que vienen a practicar a esta hora.  Extraño a mis hijos grandes...

Ay,  cómo me duele la espalda!

Encuentro una lámpara de sal para los Open Studios.  Ilumina un poco más que las velas y al mismo tiempo, su luz es cálida y suave.  Enciendo un poco de incienso y se lo ofrezco a mis maestros.

Surya Namaskar 1.

Afuera todo es silencio.  El viento agita los árboles gigantes frente a mi casa.  Arboles plantados por mi padre cuando yo era muy pequeña.  Compañeros de camino,  ahora los únicos compañeros en esta madrugada.

Mientras practico,  me vienen imágenes de India,  caras conocidas y queridas,  conversaciones,  realizaciones.  Qué importante es este espacio de práctica para decantar la vida!  Hoy reinicio el frenesí cotidiano de mi vida en familia:  niños que levantar,  alistar y alimentar,  llevar al kinder,  enseñar,  resolver el día a día,  no dejarme atrapar por el corre corre de esta ciudad.

Mientras practico,  todo eso se siente tan lejano.  Como la vida de alguien más.

Y de pronto,  en el Ardha Matsyendrasana,  algo me golpea por dentro.   No puedo explicarlo.  Sólo siento que los ojos se me llenan de lágrimas.  Algo me alcanza,  algo muy antiguo, de muy atrás.  Tiene que ver con una ansiedad camuflada de estar presente,  totalmente presente en el aquí y el ahora.  No lo busco,  llega.  No lo sabía hasta esta madrugada.  Me doy cuenta de que estoy aquí en esta vida,  totalmente sola,  totalmente viva.  No hay ninguna distracción.  Sola con mi cuerpo,  mi espíritu.  Sola y a gusto.  Sola y sin miedo.  Las lágrimas brotan:  ya no tengo que correr a ningún lado. Puedo relajarme.  Puedo estar aquí.  No hay nada allá afuera que pueda tocarme.  Estoy a salvo.

Estoy. Soy.  Respiro.

El instante de epifanía pasa.  La mente entra en el lago cristalino de una paz nueva.  La práctica es dura a nivel físico: veintrés horas de vuelos y aeropuertos dejan su huella.   Normalmente hago la Segunda Serie en una hora:  hoy me toma dos.  Termino cuando los pajaritos se están levantando.  El nuevo día se anuncia.

Es un nuevo día en San José.  Mis enanos ya están despiertos.

Es un nuevo día para mí también.


martes, 4 de febrero de 2014

Cuando el alma está lista

Hemos estado en este mundo dando vueltas por muchas vidas,  más de las que recordamos.

Dicen aquí en India que nos imaginemos una montaña muy alta y un pájaro con una seda en el pico.  El número de veces que el pájaro tiene que tocar la montaña y gastarla con la seda hasta que no quede nada es el número de veces que hemos dado vueltas por aquí.

En India se habla de las Yugas,  millones de años que tienen una energía específica.  Estamos en el Kali Yuga,  una época de oscurantismo a nivel espiritual.  Hay muchos obstáculos,  es muy complicado mantenerse enfocado.  Es todo un reto para nosotros,  seres humanos de estos tiempos modernos,  voltear nuestra mirada hacia adentro.

Cuántas distracciones.

Por eso es que cuando un alma hace el "click" me siento tan afortunada de ser testigo.  No sé qué karma tendrán los jóvenes que vienen a India a temprana edad,  pero sí sé que son almas sabias y amorosas.  Qué hubiera dado yo porque alguien me mostrara esta visión de la vida más tempranamente,   esta forma de vivir lejos del condicionado bienestar occidental y sobre todo,  el Yoga.

Cuando sea que uno encuentra esta práctica encuentra tantas bendiciones.  Pero decía un maestro querido- que por cierto, ya no está en este mundo-,  que si uno lo encuentra a temprana edad encontró una mina de oro.

Mientras empacamos,  lavamos ropa, limpiamos el apartamento y botamos cosas,  reflexiono con mi hijo sobre el impacto de este viaje.  Ya sé que su vida no será nunca la misma: sé que en sus momentos de soledad tendrá un punto de referencia.  Con su sensibilidad,  no me extrañaría que decida regresar muy pronto.  Hay algo en India que nos llama directo al alma. Y una vez que hemos escuchado ese llamado,  es para siempre.

Regreso con mi corazón adolorido por la ausencia de mis seres queridos.  El stretch interno que significan para mí estas separaciones duele mucho.    El precio que tengo que pagar por seguir mi camino es bien caro.  Y todos tenemos historias que contar sobre la determinación que requiere ser fiel a uno mismo.  Pero siento que esta vez ha valido la pena,  más que por mí por el impacto en su vida.

Le digo a Ariel que nos vamos pero no nos vamos.    Ya se abrió una ventanita que no se va a cerrar tan fácilmente.  Quién sabe:  tal vez en el futuro India sea para él sólo un recuerdo.  O quizá,  sólo quizá,  haya recibido algo que llevará en su corazón hasta el último día de su vida.

Como me pasó a mí.

Si hay una imagen clara en mi mente es la de mi cuerpo caminando por las calles de India en éxtasis,  canas en mi cabeza,  mi cuerpo más liviano y una sonrisa en los labios.  No sé cuándo llegará esa visión futura, pero sé que quiero pasar más tiempo aquí.  La vibración de este lugar me hace sentir en casa.  Aunque Gokulam sea una especie de California un poco artificial para mi gusto,   mi escuela hace toda la diferencia.  Es importante aventurarse fuera del perímetro seguro de este barrio occidentalizado.   La India de allá afuera tiene muchas lecciones para darnos:  la alegría de la gente a pesar de las limitaciones económicas,  la devoción del día a día y la calidez humana.  También enseña a domar la paciencia y a comprender los cambios de planes inesperados.  Saca a menudo resistencias e incomodidades que todos en Occidente estamos acostumbrados a esconder.  Nos pone el caos de la vida en la cara  y nos abofetea con nuestros intentos vanos de controlar.  Nos enseña a ser amables- a veces, a la fuerza.

India toca el alma si uno está listo.
Dicen que cuando uno está listo el maestro aparece.

Y sí,  Ariel estaba listo y el efecto se verá más adelante.
Aunque en realidad,  tengo que decir que lo estoy viendo desde ahora.


sábado, 1 de febrero de 2014

Dreams come true

Ultimo sábado en Mysore.

El atardecer cálido me sorprende entre maletas y equipaje por hacer.

Las memorias de estas semanas por aquí se arremolinan en mi corazón.  Es difícil explicar con palabras la dimensión de la transformación que sucede en el shala,  con los amigos,  en el coconut stand.  Es hasta que uno va de regreso en el avión que comienza a realizar que India,  cada vez- no importan cuántas- le llega a uno al corazón y se lo vuelve al revés.

La experiencia ha sido intensamente hermosa.  Primero,  el sueño de traer a mi hijo Ariel ha colmado mi copa:  ha cumplido con creces y esfuerzo la tarea diaria de levantarse a las 6 am (un milagro para un adolescente de 17 años),  alistarse, tomar su scooty e irse a practicar solo.  Practicamos a horas diferentes y en shalas distintos.  Pero el enfoque aquí es contagioso. Tanto que él y su amigo Félix de Australia de 15 años no han faltado a casi ninguna práctica.

Ha tenido la disciplina y coraje de aventurarse a las calles indias con su guitarra en la espalda y su scooter y buscar entre las callejuelas a su maestro de música.  Hasta tuvo un pequeño accidente en las calles caóticas llenas de vacas,  rickshaws y buses monstruosamente alocados.  Un talento a flor de piel que ha visto su amanecer por estos lados.   Una visión nueva de la música como camino espiritual en sí mismo,  pleno de esfuerzo,  dedicación y devoción y de la mano segura de un maestro serio y comprometido en su propio camino.

Mi viaje personal ha sido bendecido con una amiga querida.  Compartimos maternidad,  profesiones y sueños.  Obtuvo su autorización en este viaje, después de numerosos esfuerzos desde Australia hasta Mysore por más de diez años.  Es un ser jovial y generoso en todos los sentidos.  Aquí cada persona tiene detrás una historia que inspira y conmueve.  A veces creemos que estamos solos con nuestros rollos, obstáculos y miedos: pero uno viene aquí y se da cuenta que el shala está lleno y que cada uno de esos seres fuera de lo común han vencido las voces dentro de su cabeza que les dijeron que no podían.

Y pudieron.

Para colmar todavía más la copa,  este lunes llegan a Mysore dos queridas estudiantes y amigas. Cada una atravesando el mundo para encontrar un sueño:  salirse del molde,  romper esquemas viejos, saborear de nuevo su libertad interna.   Su práctica constante las ha preparado,  calmado y sostenido en medio del general:

"Estás loca!! Pero cómo se te ocurre? India? Ahí todo el mundo es pobrísimo y enfermo.  Y además es suciiiiiísimo!!"

Ja ja

Tantas veces que he escuchado esas palabras provenientes del miedo ajeno. Y he aprendido a verlas con compasión y como manifestación de una vida que tal vez no tuvo las oportunidades de vivir con todo.   Por aquí dicen que es Karma.  Pero sé que esas proyecciones  no tienen nada que ver con mi realidad y más bien me inspiran un deseo profundo de que ellos también lo logren en la siguiente ronda.

Cuál es la receta para cumplir un sueño?  Mientras reviso las publicaciones de una revista que hemos venido pensando por varios meses y que hace dos días salió al aire mientras estoy aquí en Mysore lo confirmo:  una dosis grande de audacia,  pasión,  esfuerzo,  talento, destreza, técnica,  compromiso, disciplina,  fe, intención, enfoque y mucho amor.  Y cómo hace uno para que todo eso le llegue?  Imposible uno solito.  Sola mis miedos me vencen,  me doblegan,  las dudas me aturden y me quedo hecha un puño...

De la mano de mis maestros siento que sí puedo.

Es como cuando uno se enamora y siente que puede lograr cualquier cosa.  El miedo se va,  de pronto la vida brilla y nos vemos mutuamente en todo nuestro potencial.  El otro es un ser perfecto que brilla en su mayor esplendor.  El maestro nos refleja esta posibilidad: nos indica el camino que él o ella han recorrido y sobrepasado.  Nos habla de seguir adelante, de no rendirnos ante los mil y un obstáculos que vamos a enfrentar.  Cree en nosotros,  nos invita a soñar en grande.

Despertar es lo más difícil que hay y todo en este mundo se confabula para mantenernos adormecidos: pensando eternamente en el próximo placer- que pronto termina-, y sigue el ciclo interminable: deseo y frustración.

Cuando comprendemos que este ciclo eterno del samsara- así lo llamamos en Yoga- es un espejismo,  nuestra mente atrapada en mil quimeras imaginarias que no van con quién somos,  ese es el día que el Maestro aparece.  Aparece de las maneras más increíbles y extrañas:  a veces ni lo notamos y siempre lo hemos tenido cerca.  De pronto, nuestros ojos se abren y lo podemos ver,  lo podemos apreciar y ahí es que todo cambia.

Y no se trata sólo de encontrarlo sino de sostenernos con ellos,  muchos años.  En los momentos difíciles,  su ejemplo de vida nos iluminará el camino.  Aunque se equivoque- como es posible en todo ser humano,  su capacidad de recuperarse, su resiliencia y fe en su propio maestro lo hará continuar y esto nos hablará de las capacidades que ha encontrado con su práctica,  algo real y aplicable a la vida diaria y a los mil y un problemas que como seres humanos del siglo XXI todos tenemos.

A ese vacío que todos sentimos cuando todavía no hemos encontrado el sendero.  Ese sendero que nos llevará inevitablemente al último día de nuestra vida:  el día en que tengamos que soltar.

Soltaremos con terror o soltaremos en paz.  Inevitablemente soltaremos y en esos instantes llegarán a nosotros todas las realizaciones que buscamos en vida.

O sentiremos el miedo de nos saber qué viene.

Y sí, mi sueño es soltar en amor,  en gratitud,  en alegría.  Soltar recordando a mi querida India,  a mis maestros amorosos- tal vez no en gestos sino en acciones-,  a mis amigos,  a mis seres queridos.  Soltar sabiendo que viví con todo, que no dejé de hacer nada que amaba,  que pude compartir todo el amor de mi corazón,  que no me dejé nada adentro.

Si ese día es mañana,  estoy lista.  




Y si es mañana o dentro de cincuenta años es igual.

Mientras tanto,  los sueños es posible realizarlos.  
De eso sí puedo dar testimonio.