sábado, 27 de octubre de 2012

Simplicidad

Ayer día blanco y frío.

Termino en la clínica con un montón de medicamentos.  No que sea muy fan de los antibióticos, pero cuando se necesitan,  bienvenidos.

La llegada a la clínica no es fácil.  El rent a car no tiene carros- no que fuera nuestro plan- por la gran nevada.  Las bicis imposible.  El taxi que llamamos se impacienta porque la enferma no se viste lo suficientemente rápido y jala.  Al fin,  nuestra landlady,  Susy,  con una infinita amabilidad y sus dos gemelitos resfriados de año y medio, nos lleva.  Lección importante de dar.

Todo me da vueltas.  Me atienden y sí,  estoy bien enferma.  Me voy para la casa con medicinas y la consigna REST.  Es fácil estar metidos como marmotas en el apartamento con tanto frío allá afuera!

Hoy,  el día está soleado e invita a salir.  Me levanto y cuando me veo en el espejo pego un grito: "Aaaahhhhh!!!".  Desde anoche,  sentía muy rara la cara,  estoy hinchada como una bomba,  probablemente alergia a tanta carcajada.

Después de una buenas carcajadas,  nos alistamos para regresar al hospital.

one step at a time....
let go of plans...
breathe and smile...

Ayer leí en una revista sobre la profundidad de las enseñanzas del monje Thich Nhat Hahn.  Sus escritos son sumamente simples:  el aire es puro,  la hierba es verde,  el cielo azul.  Me dispongo a aplicarlas mientras observo como una parte mía añora el plan que se deshizo en pedazos.  Con alegría,  contemplo la nieve blanca,  la bota sucia, el abrigo caliente.

Y agradezco a mi esposo paciente,  mi bici vieja y mi espíritu vivo.
Amanece en Boulder...

miércoles, 24 de octubre de 2012

Perdón

El vuelo es incómodo y largo.  Trato de descansar en medio del dolor de cabeza y calentura.  Es como si mi cuerpo hubiera decidido no participar de este viaje.  Se rebela y no acabo de tomar el primer vuelo cuando siento la fiebre subir muy alto.

Llegar a nuestra habitación en Boulder es una tortura.  Pero todo mejora hoy que voy a practicar.  Llego al estudio de Richard, una puerta con fachada amarilla muy sencilla. Abro la puerto y me encuentro con mi querida Mary,  su esposa.  Está guiando el Mysore.  El silencio es total.  Mis oídos reciben el regalo y me dispongo a abrir mi alfombra.  Mary me abraza sorprendida:  la última vez que me vio fue hace casi 3 años con la panza de 8 meses de Theo.  Viví un mes en Boulder mientras tomaba mi Teacher Training con ella y con Richard. Una de las experiencias más ricas y hermosas de mi vida.

El Mysore inició a las 6:30 am y ya son las 9 am.  Termina a las 10:30 así que no tengo mucho tiempo. Comienzo a moverme en medio de la fiebre y siento que floto. Marco me deja tranquilo sabiendo que esta es mi medicina.  Afuera está frío, aquí adentro tibio,  como el útero de una madre.  Me muevo a través de la Primera Serie con un profundo agradecimiento por estar con mi maestra.  La atmósfera en el estudio es de enfoque y profundidad.

Recibo sus ajustes con deleite.  En uno de los forward bends,  tengo una experiencia intensa.  Cuando subo del Ardha Baddha Padmotanasana- probablemente por una mezcla entre altitud,  fiebre y el viaje- de pronto,  me veo fuera de mi cuerpo.  Son instantes en que no sé adónde estoy.  Dura máximo 5 segundos y siento cuando entro de nuevo,  perdida,  desubicada.  "Seguro subí muy rápido y se me fue la sangre de la cabeza"-  me comento.  Y continúo,  sin embargo,  me invade una sensación de paz y silencio todavía más intensa.

Termina el Mysore y mientras camino por las calles de esta ciudad que amo,  empiezo a contemplar a todas aquellas personas que no he perdonado en mi vida.  Mi abuelo,  mi madre,  varias ex parejas que todavía recuerdo con dolor,  amigos que me han "traicionado",  gente que no ha llenado "mis" expectativas.  La suavidad y silencio internos producto de mi práctica de pronto me abren una ventanilla chiquitita de perdón:  realizo que sola nunca voy a poder hacerlo.  Soltar el dolor y sentir que los suelto a ellos.  Sin embargo,  si tan solo me rindo a esa fuerza del perdón-  que es mucho más grande que yo- y que está disponible para que yo la accese,  entonces puedo sonreír desde el fondo de mi corazón y realmente vivir esta vida.  Realmente vivirla.

Me preparo para ir a mi segunda clase en día,  esta vez con Richard.  Va a dar una clase de Detailing the Primary Series.  Emocionada,  feliz,  me coloco una a una las capas de ropa para que mi cuerpo tropical no colapse todavía más antes los 9 grados de hoy.  Me siento diferente.  Más abierta y dispuesta.

Los regalos de la práctica apenas inician...

lunes, 22 de octubre de 2012

La montaña


Mientras me preparo para tomar el avión a Boulder,  Colorado,  reflexiono sobre este año 2012 que ha traído tanto movimiento.

A escasos 2 meses del final de la trágicaprofecía del fin del mundo,  escucho ya en boca de mis amigos y astrólogos toda clase de conjeturas sobre el 21 de diciembre y el fin de esta era.  Me siento un poco escéptica ante tanta expectativa:  que hay que irse a una montaña alta,  almacenar provisiones,  prepararse para un terremoto grado 15 o un tsunami, bla bla bla..

Creo que semejantes catástrofes no se comparan al estremecimiento que he experimentado en mi vida desde enero pasado. Será por eso que llevo una calma serena en mi corazón y una certeza de que Dios está conmigo en todo momento y decide cuál es el siguiente paso.  No estoy preocupada ni ansiosa.  Serena,  inexplicablemente serena.

Este año inició en India en una fiesta de celebración con indios que brincaban y bailaban,  alegría por doquier.  Con India inició y con India va a terminar.  Quién iba a imaginarse la clase de remezón que me esperaba!  En ese paréntesis entre enero y enero, he llorado,  añorado,  blasfemado y gritado.  He rezado,  maldecido,  meditado y practicado...miles de veces.  Este año ha movido los cimientos mismos de mi propio ser y mis relaciones y ahora contemplo en mi regazo aquello que realmente me pertenece.

La confusión de muchos momentos ha sido reemplazada por silencio interno. A tal punto ha crecido ese silencio que hoy en la mañana, mientras practicaba, puse un disco que mi hermana me regaló hace muchos años.  Sentí que por primera vez podía escucharlo. El sonido de los instrumentos,  las voces, el significado de las canciones.  La poesía de Rumi entre la sítara y el tambor...de pronto,  sentí que podía palpar a los músicos,  escuchar su respiración y apreciar todo su esfuerzo y éxtasis al crear esta obra de arte,  una de las mejores que me han encontrado.

Como si una niebla se despejara,  no sólo en mis sentidos físicos,  sino en mis emociones,  mis
conexiones internas,  mi software personal- siento como habito un lugar nuevo conmigo misma y con los demás.  Desde ese lugar,  mientras escribo puedo ver,  sentir y casi tocar el bambú al otro lado de la calle,  ver y agradecer al motociclista que toma su moto y está con vida- me ha tocado ver tres accidentes en las últimas semanas con muertos a la vista-,  y simplemente disfrutar el hecho simple y profundo de estar viva este día.

En mi vida ajetreada,  tan llena de gente,  hijos,  estudiantes y mundo interior,  siento cada viaje como una ventanita para ver todo desde afuera y contemplar el avance de mi vida.  Es como subir a la cima de la montaña y realizar la magnitud del paisaje y el cielo.  A veces,  tan metida en el día a día, en la rutina y el trabajo,  olvido contemplar el rostro de cada ser que topo en mi camino,  sentir la calidez de un abrazo o un beso y agradecer la voz al otro lado del teléfono.

En Boulder, las montañas son majestuosas.  Invitan a subir a lo más alto.  El aire es puro y limpio, la ciudad llena de yogis y personas conscientes de su ambiente y su naturaleza.  Y lo más lindo de todo,  ahí está uno de mis más queridos maestros.  El miércoles en la noche lo veo:  Richard da una clase de Introducción a la Primera Serie.  Me siento tan afortunada de poder simplemente estar en su presencia.  Podría no decir nada, ni una sola palabra,  que para mí sería suficiente estar cerca suyo.  Y si habla,  es el paraíso.

Agradezco haber coincidido en el tiempo con él.  Igual que con muchos de mis maestros,  amores y dharma.  Cada día es una oportunidad para subir internamente a la cima de la montaña y hacer un recuento de nuestros días vividos.  Y de saber que aunque el tsunami o terremoto sucediera hoy,  estamos a salvo siempre.

La montaña se sostiene en el silencio del cielo y los astros. Serena y silenciosa,  lleva por dentro el peso de la tierra y en su superficie,  la caricia de los árboles y las plantas. Permite que caminemos sobre ella y nos sostiene mientras la escalamos.  Nos acoge,  nos arropa en sus entrañas.  Y desde su cumbre,  recordamos que somos su misma esencia y savia. Que al igual que nosotros,  aspira a la inmensidad de las alturas-,  respira y palpita y   desde ahí todo se contempla con mayor claridad.

Camino a Boulder,  espero escribirles muy pronto.
Namasté.-