domingo, 31 de mayo de 2015

Música

La música me ha acompañado toda la vida.  Desde muy pequeña,  mis manos todavía regordetas fueron obligadas a tocar una teclas que se interponían entre yo y mis patines.  No las amaba entonces.  Me subía a los árboles de mango de la casa y me escondía para no asistir a mi lección semanal de piano.  Mi madre,  insistente y muy perseverante,  de alguna forma logró domar mi indómita naturaleza a esa edad.  Sin embargo,  mi maestra era una señora muy viejita y la clase era bastante caótica:  me tomaba la lección de otras niñas más grandes y obviamente yo no la sabía.  Así que salía de mi clase regañada injustamente y para peores,  con las manos rojas porque me pegaba:  rastros de la edad mezclados con su impaciencia ante alguien que supuestamente no estudiaba.

Pero sí lo hacía.  Tenía un enorme piano viejísimo que mis padres adquirieron para probar si yo servía para la labor.  Era un gigante oscuro y sonaba muy profundo.  Con él,  aprendí mis primeras escalas y arpegios bastante desafinadas por cierto.   Me escuchó horas interminables en mis estudios de Czerny.  Escuchó con paciencia mis dedazos y finalmente,  fue cambiado por un piano nuevo vertical traído especialmente de Estados Unidos para mí porque sí,  parecía que la chiquita estaba dando la talla.

Mi mundo cambió cuando conocí a mi maestra,  mi querida maestra.  Era un examen de admisión que no recuerdo,  pero sí recuerdo su rostro.  Una joya del piano en Costa Rica,  con fama bien ganada de estricta pero con un don para enseñar:  con ella aprendí a amar la música,  aunque el reto diario de sus tareas interfiriera toda mi adolescencia con los jolgorios de mis amigos,  las salidas y la fiesta.  Todos los días desde que tenía doce años hasta los veinticinco abrí mi piano.  Lo abría en el Conservatorio después de mi escuela y colegio.  Lo abría en la casa y todavía no entiendo la paciencia de mi familia de escucharme muchas horas al día.  La lección de un pianista clásico es interpretar de la manera más fidedigna los deseos del compositor.  Cuántas veces soñé con un Beethoven enamorado de su Julietta Ricardi mientras componía el Claro de Luna.  O me imaginé en una Francia lúdica de la mano de Debussy,  o perdidamente enamorada como Chopin y George Sand mientras interpretaba los nocturnos.   Cómo desee ser Bach para no tener que estudiar los preludios a tres voces que eran un acertijo matemático.  Cómo temí mis exámenes,  más que a nada que haya hecho en mi vida hasta el día de hoy.

Todos estos años frente a mi piano,  sola en su mayoría, me enseñaron el poder de la música.  A él iba cuando me sentía sola,  desamparada en medio de una familia disfuncional que no iba ni para adelante ni para atrás.  Lejos estaba de comprender que mi capullo y mi piano eran una sola cosa y que fue él el que me salvó y resguardó incondicionalmente.   Mi música me salvó, mi maestra me inspiró un respeto y una devoción como nadie en ese entonces.  Cuando me mostraba una pieza y veía sus dedos fluidos,  relajados y sentía el profundo amor que sentía por la música,  era todo lo que necesitaba en mi cuerpo y mente de adolescente para continuar.  No sabía bien hacia adónde iba, pero sabía que iba acompañada por grandes maestros,  vibraciones sagradas y un ritual diario que me hacía sentir viva y segura,  aún en medio de tanta incertidumbre familiar.

La muerte temprana de mi maestra mientras yo sacaba mi segunda maestría en Derecho en Italia me rompió el corazón.  Regresé ufana por los méritos alcanzados a una Costa Rica donde ya no estaba a quién más deseaba volver a ver.  Desee con toda mi alma ser concertista,  sin embargo,  en mi familia el arte nunca ha sido apreciado así que a tan temprana edad opté por una carrera juiciosa pero muerta.  Intenté llevar el primer año de Derecho y el primero de piano,  pero me quebraron.  Imposible,  dijo mi maestra.  Y Mariela perdió ahí mismo un pedazo inmenso de su corazón.

Su muerte me dejó desamparada.  Intenté estudiar con otra gente pero no había química.  Intenté cambiar de estilo y explorar otros horizontes,  pero mis clásicos eran inimitables en mi corazón.  Así que con tristeza,  a mis veinticinco años y después de dar un concierto público de dos horas frente a un jurado muy selecto y ganar mi examen,   después de casi veinte años de mover mis dedos en las teclas diariamente,  cerré mi piano y lo dejé llenarse de polvo.  Vinieron más niños,  después vino el yoga y mi piano silencioso habitó mi casa como un fantasma pasado que se quedó mudo.  El el afán de la vida lo veía de vez en cuando y lo traveseaba sin mucho interés.  Me sentaba cuando acontecía algo que me dolía,  cuando estaba sola,  cuando estaba triste y sentí siempre un compañero leal,  siempre dispuesto a recibirme no importa en qué condición me encontrara.

Y esta semana que pasó volvió a sonar. 

No puedo describir con palabras lo que sentí cuando lo escuché de nuevo.  Las manos que con maestría lo tocaron todavía resuenan en mi corazón.  Mi piano revivió y con él,  una parte mía que quedó sepultada entre el día a día,  las obligaciones y el ajetreo.  Mientras escuchaba su dulce melodía,  sentía como si me estuvieran quitando una camisa de fuerza.  Sentía que mi propia música volvía a la vida.

Hoy,  mientras escribo esto ya planeo afinarlo,  desempolvarlo y amarlo.  Amarlo con todo el amor contenido en tantos años de tenerlo abandonado,  no por displicencia sino por simple vida que estaba sucediendo.  Comprendo que la vida me está abriendo espacios nuevos para volver a lo que amo.  No sabe mi amigo lo hondo que calaron sus dedos en mi alma.  Porque yo soy este instrumento:  soy esas teclas un poco desvencijadas y flojas,  esas cuerdas que claman por un diapasón,  esas felpas que necesitan calor.  Soy la música escondida entre los blancos y los negros,  la melodía inconclusa que siento cada instante de mi vida y el calderón sereno que me indica que puedo descansar.

En inglés,  los silencios se llaman "rest".  Así estoy:  en una meseta vital ojeando el horizonte,  dándole la bienvenida a las sorpresas lindas que me está regalando esta vida frágil,  sabia y misteriosa.  Soy ese piano que va a sonar tan bien dentro de pocos meses,  regalando su música a quién desee escucharla.  Entregándose en cuerpo y sangre sin dejarse nada adentro.

Porque somos música,  soy música...cada una de mis células en constante expansión y vibración. Y mientras respire,  sólo quiero vibrar de la forma más potente posible de la mano de esos amigos incondicionales que nunca se van...

cómo él.

jueves, 28 de mayo de 2015

Se busca un Segundo Corazón

Mi vida consiste en ser testigo de todo,  encontrar la poesía en cada instante.  Mi cerebro funciona como una especie de cámara que tiene un detector de belleza.  Desde siempre fui altamente sensible a la estética en todos los sentidos.  Estética que se muestra en miles de formas:  hoy,  por ejemplo,  en un atardecer de colores brillantes- desde el rosa hasta el amarillo encendido,  miradas cariñosas,  abrazos cálidos,  música divina,  sensaciones y emociones.

Podría decir que mi trabajo consiste en rescatar,  dentro de toda la maraña incansable del día a día pesado y rutinario,  un espacio libre de ruidos.  De alguna forma misteriosa he podido encontrarlo,  aún en medio de responsabilidades y quehaceres que en otro momento de mi vida me parecieron incómodos y absurdos.  El absurdo existencial del que me quejé muchas veces se ha tornado una bandada de pájaros alegres.  La única explicación que tengo a este fenómeno que yo misma estoy aprendiendo a entender es mi práctica espiritual.

Cuando hablo de espíritu no lo separo de mi cuerpo físico,  de mi mente o de mi corazón.  Todo en esta vida es espiritual porque somos espíritus encarnados.  Todo lo que tocamos,  como el Rey Midas,  es un canal para conocernos mejor y conocer al otro.  Estamos dotados de consciencia de vida,  además de la vida en sí misma.  Es un privilegio poder cuestionarnos para qué vivimos y por qué habitamos este planeta.

En algún momento de mi vida me cuestioné seriamente si estar viva era para mí.  Una marejada de dolores mal manejados,  incluyendo separaciones muy dolorosas de parejas con niños pequeños de por medio, infidelidades,  inconsciencia y sufrimientos propios y ajenos dieron al traste con mi ilusión de que la vida era un lugar seguro.  Recuerdo vivir en una carrera perenne para escapar de ese encuentro con algo dentro mío que no conocía pero que no hablaba ni se mostraba.  Siempre estaba "on the run".  Siempre ocupada, siempre estudiando,  haciendo, moviendo,  viajando.

Ahora,  mis actividades son bastantes parecidas a ese entonces.  El día a día en una casa-estudio con tres niños pequeños requiere logística, administración,  presencia y mucha paciencia.  Mi trabajo es un deleite y más bien trae a mi vida una culminación a nivel humano.   Pero los to do de mi lista siempre están incompletos:  siempre queda más por hacer.  He llegado a la conclusión que mi lista nunca se va a vaciar y he aprendido a tomarme las cosas con más calma.  Lo verdaderamente importante ha sustituido a lo urgente y cada día me aseguro de hacer algo nuevo,  romper algún miedo y conectar con alguien que amo.

No sé ni siquiera cómo llamar a esta entrada.  Tal vez deba llamarse Renacimiento.  Esto por cuanto desde hace ya varios meses siento como si hubiera salido de una crisálida que me aprisionaba.  Creo que eran todas esas ideas en mi cabeza de cómo tenía que ser mi vida y que si no cumplía con mis planes y requisitos no podía ser feliz.  Estoy encontrando precisamente que el soltar todo me ha ayudado a dar pasos nuevos, genuinos,  sinceros,  en una camino que desconozco pero en el cual confío plenamente.  Es el camino de ser yo misma,  sin máscaras,  sin pretensiones de ningún tipo.  El camino de mostrarme,  de equivocarme,  de explorar y  a veces,  de darme un trastazo en la cara sólo para entender mejor mi propia humanidad.  Los trastazos pasan,  pero puedo decir que me tengo más compasión.  Me juzgo menos,  me quiero más.  Así como soy,  con mis muchos defectos y pequeñas virtudes.  La mayor virtud creo consiste en estar dispuesta a verme con sinceridad.  Contarse uno mismo historias ya está pasado de moda en mi mundo,  se siente anacrónico y sin sentido.

Maravillada observo como esta actitud en mi vida atrae seres maravillosos a mi lado.  Cada uno de estos seres son realmente únicos y super dotados,  diría yo.  Son muestras de seres humanos extraordinarios en sus campos, artistas virtuosos,  seres bondadosos que buscan ayudar a otros,  dar una mano,  romper los patrones.  Puedo decir que mis amigos y amigas son todos de una especie de ser humano que aspira a lo más alto,  a lo más puro y a lo más difícil:  la coherencia y la integridad.

Cuando hablo de coherencia e integridad quedan automáticamente por fuera muchos y muchas que conocí y que ahora son sombras y fantasmas sin alma ni rostro.  Hago una oración por ellos y comprendo que tuvieron que ser parte de mi camino para ayudarme a realizar lo que no deseo en mi vida.  Algunos de una manera cruda y contundente que rayó en el odio y el desprecio.  Pero ahora sólo siento una distancia y a la vez,  una paz que proviene de adentro,  ya no de ninguna confrontación,  juicio ni tampoco desilusión.

Preparo un viaje al Sur con emoción y anticipación.  El Sur,  el Norte,  el Este y el Oeste de pronto se iluminan en mi vida de yogini madre,  exploradora,  artista y soñadora.  Nunca creí  surcar los cielos en busca de almas por conocer.  Soñaba con conocer el mundo pero nunca me llenó la idea de ir a turistear a un lugar sin conectarme con su gente.   Tengo el gran privilegio de poner pie en tierras donde mi primer contacto es con mis amigos, amigos que me traen más amigos y ya mi corazón se siente pequeño para albergar tantas presencias amorosas en mi vida.

Así que tal vez esta entrada deba llamarse Se Busca un Segundo Corazón...y un tercero, y un cuarto.

Ad infinitum...

Tal vez  comprendo mientras escribo que el camino es replicar nuestros corazones hasta que nos broten por todo lado y se vayan volando al resto del mundo al encuentro de nuestras almas gemelas.


domingo, 24 de mayo de 2015

Cuando el maestro llama...

El espacio era difícil de describir.  Si lo intentara diría que era como un remanso de agua en medio del torbellino de la vida.  Un lugar sagrado donde nos tocaba exponernos:  el miedo máximo de todo ser humano.

Soltar las máscaras,  ir profundo,  hacer de tripas corazón y mostrarnos.

Comenzamos todos haciendo lo que sabemos:  el arte eterno y profano de la repetición.  La forma permite que nuestra mente esté quieta por un rato,  que se desacelere del ruido mundano.  De las dudas,  de la confusión.  De las proyecciones y demás basura energética que interfiere con nuestra vibración personal.  La respiración pausada y el silencio nos ofrecen un descanso y a la vez,  el reto diario nos pide darlo todo.

Mauricio entra al cuarto.  Su presencia es todo lo que la presencia de un buen maestro ofrece:    invisibilidad  y poder a la vez.  Sin más pretensión que dar una mano,  sin más deseo que movernos al límite.  O será que con su sola presencia solitos nos atrevemos a ir más allá de lo que consideramos normal.  Lo mismo me sucede con mi maestro en India:   basta que esté en el cuarto para que yo sienta todo mi potencial resurgir,  todas mis fuerzas juntas alegrarse.

Un maestro de lo que sea necesita,  primero que nada,  bondad.  Mientras practico traigo a mi memoria a todos aquellos que están trayendo bondad a mi vida en este momento.  Irremediablemente y por contraste,  reaparecen los fantasmas de todos los que han traído mentira,  poses falsas y pretensiones vacías.  Veo que el amor borra huellas amargas y las cicatrices reciben un bálsamo dulce que las invita a sólo ser  totalmente aceptadas y amadas en su simbología.  Cicatrices amadas porque su presencia significa que no fuimos derrotados en esa batalla y aquí continuamos.

El cuarto respira con almas determinadas.  Seres que no se andan por las ramas y que tienen claro que cuando el maestro llama,  hay que venir.  Es un llamado más profundo que todas las excusas que la mente pueda fabricar:  perderse al maestro equivale en el camino espiritual a estar ciego.  Por eso cantamos todos los días al Guru,  al que nos lleva de la oscuridad a la luz.

Pero tenemos que hacer nuestra parte. 

Nuestra parte consiste,  llana y simplemente,  en crear espacio.  Espacio para que su Luz penetre las configuraciones misteriosas y necias de una mente que dice "no puedo",  "no tengo tiempo",  etc. etc.  Rendirse al maestro es un acto de profunda confianza: entregamos nuestro ser completo a alguien en quien creemos,  escuchamos con fe lo que nos dice,  su guía es importante para nosotros en este momento de nuestra vida.   Obviamente no vamos a colocar nuestro espíritu en manos de cualquiera.

A algunos nos ha tocado aprender esto con mucho dolor y lágrimas.

Pero si practicamos con ahínco,  devoción y mucha fe,  atraemos la energía perfecta para el avance en este camino de obstáculos.  Sé por experiencia que sólo se pone mejor.  Sé también que mis esfuerzos muchas veces no son apreciados y he aprendido a estar bien con eso.   Sé que me gustaría que todo Costa Rica esté en este cuarto hoy que terminamos y no se vendan al mejor postor "yogi".  Pero sé también que esto es cuestión de karma y que irremediablemente vienen los que están listos.  

Sólo esos.

Apuesto al despertar inevitable que todos tendremos eventualmente y sigo luchando por abrir ojos y corazones.   Es fácil con el apoyo de colegas y amigos de la talla e integridad de Mau.  Hemos compartido un camino por más de una década,  dos maestros,  amistades y mucho India.  A los dos nos han dado palo y nos siguen dando palo cada día en el mat.  Pero hay una hermandad hermosa que surge de quitarte tu máscara en presencia de tus amigos.  Más allá de las palabras,  la conexión de la tribu viene de ese anhelo profundo y compartido por más Luz y más Amor.

Almas un poco fuera de serie que no nos conformamos con menos.
Almas para quien cruzar el mundo hasta India es ya una faena conocida y posible.
Almas que atraemos almas parecidas a nosotros.

Esas que están listas...
Sólo esas.


jueves, 21 de mayo de 2015

Frágil

Me siento a escribir y ni siquiera sé por dónde empezar.  La maravilla de la escritura es que ayuda a ordenar ideas y sentimientos.  A medida que las letras van apareciendo es como si el inconsciente saliera a la luz y puedo entender mejor la maraña de emociones en un día intenso como hoy.

La maternidad consiste en tener el corazón de uno caminando por el mundo.  En mi caso,  en catorce piernas que se mueven en estos momentos en Alemania,  México y Costa Rica.  Mi práctica más seria y profunda es poder sostener a mis cachorros desde mi corazón y entregarlos cada día a ese Poder que los creó en mi vientre,  que los formó perfectamente y que los hizo nacer en este mundo.  Cuando recuerdo la maravilla que fue cada embarazo,  cada parto,  cada mal noche que ahora parecen dulces desde lejos,  siento que puedo confiar en que mi corazón ande caminando allá afuera,  más allá de mi control.  A pura fe.

Sin embargo,  hay días en que la fragilidad de la vida se anuncia y por más que trato de no sentir en el momento (en la emergencia sólo queda correr y actuar rápido),  después me embarga un sentimiento de total resquebrajamiento.  Es como si mi alma crujiera literalmente.

Hoy Theo,  mi enano de 5 años,  decidió que quería curarse más rápido de la tos y se tomó completa la botella del jarabe.  La muchacha estaba limpiando como hace todos los días,  yo andaba dejando a otros tres en el kínder,  escuela y colegio.  Regresé a la casa,  tomé mi clase,  tuve una práctica bella y poderosa y luego empecé a escuchar los gritos.

Terminamos en el hospital por intoxicación.   Primera vez que me pasa en mis veinticinco años de mamá.  Siempre hay una primera vez para todo pero el incidente de hoy me dejó sensible,  con muchas ganas de llorar y repasando una y otra vez en mi mente qué pude haber previsto para que no sucediera.

Todos los días aprendo en esta vida dulce y maravillosa que es compartir con tres seres pequeñitos, llenos de sorpresas y maravillas.  En su lógica pequeñita él quería curarse más rápido,  cómo no entender su deseo?  En mi lógica adulta esa botella nunca tuvo que estar a su alcance.  Así que me he castigado todo el día sintiéndome culpable,  recordando cómo olvidé guardarla después que se la dí en el corre corre de la mañana.

El hospital fue una experiencia dura,  pero más dura ver a mi cachorro inerte y sin fuerzas.  El miedo a lo que ya todos sabemos que nos sorprenderá algún día (la muerte de quiénes amamos) sacó la cabeza y me mostró su lengua.  Acababa por cierto de estar en una postura  en mi práctica de yoga que supuestamente conquista el miedo a la muerte.  Ja!  Fácil la postura esa comparada con lo que pasé hoy.

Termino mi día llena de lágrimas pero al mismo tiempo tan agradecida de que la crisis pasó.  Mi maestro mandaba a todos sus estudiantes a hacer familias,  a tener hijos,  a ser papá y mamá.  El mismo sirvió muchas veces de casamentero.   Hay algo en la vida familiar,  en el día a día,  en la cotidianidad que nos ayuda a bajar a tierra las enseñanzas espirituales.  Por eso él llamaba a la familia la Sétima Serie:  la más avanzada.  Hay una espiritualidad calida y dolorosa en observar e intentar sostener nuestro corazón en un cuerpecito pequeño y frágil.  Es un recordatorio  tangible de nuestro papel como canales sin apego,  algo casi imposible por el amor tan grande que les tenemos.

Así que descanso en la paradoja:  ese encuentro contradictorio entre el amor humano,  tan poco aprehensible,  esquivo y lleno de miedo y el amor eterno que compartimos como almas,  ese que nos hizo terminar juntos en esta vida,  ese que nunca termina y que sé que sobrevivirá a estos cuerpos y al tiempo.  No sé cuánto nos quede pero sé que hoy pudimos estar juntos y cerca y que al final,  todo salió bien:  aprendí bien mi lección de estar presente y mi corazón se abrió un poco más con dificultad.

Lo escucho en el primer piso y le doy gracias infinitas a Dios por su vocecita dulce,  sus ojos soñadores y su ternura en mi vida.

Sé que hoy fue un buen día a pesar de los imprevistos.
Como lo es cada día de nuestra vida,  aunque el corazón duela. 



martes, 19 de mayo de 2015

Always in my head


Te pienso.

No he dormido nada.

Te pienso.
Creo que olvido pero no es así.

Mi cuerpo se mueve,  va donde le pido.
Pero aunque lo intento,  mi corazón permanece inmóvil.

Y mi boca pide ser alimentada.
Estás siempre en mi cabeza y esta es mi forma de decirte

que te he escogido entre todos.


lunes, 18 de mayo de 2015

Samurai

He estado meditando mucho sobre un tema en los últimos días.  El tema es la vida en sí:  la muerte.  Esa posibilidad remota que todos reconocemos pero que visualizamos lejos de nosotros y de todo lo que amamos.

No sé por qué coincidencias kármicas me llega la visión de un Samurai.  Guerrero valiente y honorable cuyo fin en la vida es vivir con dignidad y ante todo,  morir con dignidad.  Estos seres eran tan increíbles que su lema era:

"Quienes se aferran a la vida mueren,  quiénes desafían a la muerte sobreviven."

Para ls samurais,  la muerte significaba un asunto de honor y la muerte por vejez y por causas naturales no era deseable.  Una muerte joven,  temprana y violenta era para ellos una señal de predilección de los dioses.  Su idea era

"vivir bellamente y morir de manera hermosa".  

De allí que el símbolo del samurai sea  el capullo de la cereza,  emblema certero de lo bello y lo efímero.  Un día en este mundo es pleno florecimiento,  el siguiente un día de tormenta.

Mi mente vuela hacia Yukio Mishima,   prolífico escritor japonés.   Aunque venía de una familia burguesa,  se identificaba profundamente con la estirpe de los samurais.  Amante de las artes marciales y uno de los artistas más privilegiados de su época,  su tema de vida fue el respeto a las tradiciones y su critica a una sociedad sumida en el vacío espiritual y la decadencia moral.  Mishima se suicidó mediante el rito del Seppuku al grito de "Larga vida al emperador".

Todas estas figuras me invitan a la muerte de algo dentro de mí que ya está listo para transcender.  A veces siento que ya murió hace tiempo.  En mi arte les llamamos samskaras o huellas energéticas de otras vidas.  Otros le llaman venenos o samsara hala hala.  Me veo cada vez menos importunada por el Adversario,  como llaman en la Kabbalah al ego.  Mis días transcurren dentro de una serie de conexiones y relaciones que se desenvuelven con facilidad y armonía,  casi sin esfuerzo.

No hay paz más grande que saber que la Luz está dentro de nosotros.  No hay alegría más grande que entender que todas la proyecciones pasadas fueron intentos fallidos del Adversario.  La Luz es una realidad y el 99% de nuestro ser.  Que no podamos percibirlo con nuestros sentidos no significa que no esté ahí siempre,  lista a ser descubierta.

Sueño con encuentros de almas desde el 99%.  El 1% es bastante predecible y bastante aburrido:

"Cómo te llamas?
"En qué trabajas?
"Adónde vive tu familia?

etc
etc
etc

vs.

Qué amás?
Hacia dónde caminás?
Qué es importante para vos en esta vida?

Qué te hace genuina y absolutamente feliz?

Me duermo con estas preguntas en mi mente y comprendo que las respuestas ya están contenidas en ellas,  aquí ahora.  Me duermo repasando un día,  un fin de semana y una vida llena de Gracia.

Sí,  una simple vida extraordinaria.  Una vida extraordinariamente simple donde aquello que yace escondido palpita a un ritmo que sólo yo y Dios comprendemos.

Y de seguro aquellos que palpitan en esta  misma sintonía.




sábado, 16 de mayo de 2015

Milagros cotidianos

Llego al cuarto y está totalmente abarrotado de gente. Uno como canal de energía de los maestros sabe cuando algo intenso va a suceder.

Lo primero que hago es cerrar las ventanas.  Algo en el clima de este lugar que es perfecto para esta práctica.  Mientras explico la dinámica de la clase y les hablo de calma en la intensidad y respiración,  puedo observar que ya muchos de ellos están sudando- así sentados,  sin haber siquiera empezado.

Oh oh...

La energía comienza a subir.  Nunca planeo mis clases:  tengo una idea vaga sobre lo que se me va a pedir,  pero es siempre el grupo el que define hacia adonde vamos.  Una vez que siento el rumbo,  me encargo en la medida de lo posible de llevar el barco a buen puerto.

Y ayer,  mi nuevo grupo pedía a gritos una estrategia contra el miedo.

Cuando esto sucede es porque generalmente el cuarto está repleto de almas fuertes e intensas que ya están cansadas de seguir las reglas y necesitan una bocanada de aire fresco.  A pesar de que el cuarto se sentía como uno de Hot Yoga (pero este sin calor artificial),  pude probar yo misma ese acercarme al límite sin saber lo que va a suceder después.  Mientras hablaba y me movía mi corazón se aceleraba cada vez más.  El piso del salón estaba tan mojado que un par de veces me resbalé.  Los mats de los estudiantes y ellos totalmente empapados.

Supe en ese instante que ya no había vuelta atrás.  Y esta es la lección clara frente al miedo:  ese que nos mantiene amarrados cuando todo indica que nos lancemos.  Ese que nos dice que es peligroso arriesgarse a lo nuevo.  Ese mismo que nos frena cuando la luz verde es tan obvia.

Ese que nos hizo perdernos algo que anhelábamos por el qué dirán.
El mismo que nos hizo aliarnos con almas perdidas.

El que nos empujó a no escuchar nuestro corazón y en vez de eso conformarnos. 

Mis nuevos estudiantes (de todas las edades,  desde los veintes hasta los sesentas y todos con el mismo deseo de romper paradigmas de limitación mental y una fuerza imponente),   me dieron ayer una lección clara contra el miedo.  

La ola fue tan grande que nos llevó a todos sin siquiera avisarnos.

Así es el yoga y así es la vida.  Cada experiencia en mi mat corresponde muchas veces a experiencias similares fuera de la alfombra.  Personalmente he tenido en las últimas semanas una sensación mezclada entre miedo y hastío,  entre resistencia y sufrimiento,  todo mezclado con momentos de éxtasis y pureza que desembocan en una pregunta abierta:

...y ahora, qué sigue?

Pero en medio de toda esta incertidumbre que es la vida humana cada día,  rescato esa sensación de cuando algo nos conmueve profundamente sorprendiéndonos como a niños pequeños. Hoy es un día lleno de regalos,  lo presiento.  Más gente,  más yoga,  nuevos rostros,  viejas almas amigas.  Todos hemos buscado,  a todos el Samsara Hala hala nos ha negado la felicidad verdadera y hemos tenido el discernimiento de no darnos más contra la pared.  Hay una innegable paz que llega cuando uno deja de buscar en el mundo de lo falso y realiza que es yendo profundo en nuestra alma y en su conexión con Algo Más Grande,  el Misterio,  que vamos a encontrar de verdad.

Uno pone el deseo,  da el esfuerzo y luego suelta.  Si nos aferramos a un desenlace específico ya no funciona. No sabemos cómo es que la Gracia va a escoger manifestarse en nuestros días:  pero podemos sentirla cuando está en acción.  Ayer fue una de las clases más intensas que he dado en mi vida.  Cuando terminamos y estábamos en Uth Pluthi,  sentía que el corazón se me iba a salir del pecho.  No tenía aliento para el mantra de cierre.  El sudor corría sin cesar mojando mi alfombra:  hace mucho tiempo que no me siento tan despiadadamente feliz.

Una hermosa mujer se acercó a mí después que terminamos,  me agradeció y me dijo que gracias por ayudarle a asimilar la muerte reciente de su padre.  Se sentía mucho más tranquila después de practicar.   Otra me contó que el yoga la había transformado de un ser amargado y negativo en una persona nueva,  con ganas de vivir y de servir.   Un tercero no dijo nada,  sólo se me acercó y casi se pone a llorar cuando me dio la mano.

Yo también.

Mi quehacer implica enseñar una tecnología que ayuda a las almas a recordar. Es un quehacer que yo misma he aprendido a aplicarme a través de los años,  a través de muchos miedos y resistencias.  Ultimamente está sucediendo con mucha facilidad hacia adentro y hacia fuera y ni yo misma sé por qué es así.  Siento que más gente en este mundo está sedienta de Verdad y de Amor al igual que yo y esos son los únicos requisitos para ser un yogi.  Lo demás es sólo circo,  decía mi maestro.  Lo demás viene y va y es forma que no significa nada.

Me preparo para la faena de hoy y anticipo ya en mi cuerpo lo que voy a encontrar.  Sé que sólo tengo que estar disponible y que el llegar al lugar,  conectar las miradas,  conversar desde el corazón y movernos al ritmo del Prana va a hacer que suceda el milagro.

Milagros cotidianos aquí en esta hermosa Managua que amanece con colores pasteles,  pájaros cantores y yogis entusiastas. Milagros paralelos en Costa Rica,  el resto de Latinoamérica,  India,  Europa,  Australia,   Japón y muchas otras partes del mundo.

Milagros que no dejan de conmoverme.




jueves, 14 de mayo de 2015

Señales

He aprendido a moverme en mi vida por señales.

Parecen acertijos pero no lo son.  Son guías en mi camino que me confirman que voy por buena senda.  Son la mayoría de las veces inesperados y sorpresivos,  pero mi alma los recibe con certeza y alegría cada vez que aparecen y estoy aprendiendo a dejarlos entrar sin tanta duda mental.

Hoy fue un día especialmente lleno.

Mi pase de abordaje tenía mis números:  el 7 y el 22.  Antes de partir recibí la llamada de un amigo de hace muchos años:  me alegra tanto escucharlo bien, motivado, creando.  No hay mayor alegría en este momento de mi vida que saber que alguien que quiero está bien y su voz me lo dice todo.

Vuelo al norte con una sonrisa.

Encuentro a mi amiga y salimos a las calles de Managua donde veo cientos de árboles de luces iluminados:  los árboles de la Vida.  Una de mis películas preferidas sobre la vida y la muerte.  La Primera Dama ha llenado la ciudad de estos emblemas luminosos.

Y ahora escribo desde una hermosa habitación en una casa maravillosa.  Entro y lo primero que veo es una fuente repleta de kois, los peces japoneses de mi tatuaje.  Señal inmediata de que estoy donde tengo que estar.  Mi amiga y su familia me reciben amorosamente en un hermoso patio abierto.  La atmósfera cálida me muestra tonos azules y rojizos,  bellas artesanías de amarillos y ocres y  colores nuevos.

A pesar de extrañar a mis polluelos me siento en casa.

Mientras desempaco,  de un cuaderno brinca una carta:  una carta que no vi en su momento y que en este día,  aquí en Nicaragua,  me da el impulso que necesito para enseñar estos tres días ardiendo como una antorcha por todas estas almas que voy a conocer.  Siento el deseo de la gente por su práctica espiritual aunque todavía no haya visto sus rostros.  Siento ya en mis amigos nicaraguenses una alegría,  una jovialidad e intensidad característicos de este hermoso país.  He tenido últimamente oportunidad de conocer muchos yoguis y yoginis latinoamericanos y cada país, cada cultura trae a la práctica cualidades propias de sus lugares de origen únicos y maravillosos:

El ardor de los mexicanos.
El ritmo de los panameños.
La cordialidad de los guatemaltecos.
La elegancia de los argentinos.
La sabiduría de los bolivianos.

La dulzura de los salvadoreños.
La inteligencia de los venezolanos.
La belleza de los dominicanos.
La dedicación de los peruanos. 

El saudade de los brasileños.
El corazón abierto de los colombianos.

La intensidad sostenida de los ticos.

Es mi primera vez en este país y sé que cuando regrese el domingo a Costa Rica no voy a ser la misma.  Ya desde hace un mes que un grupo de mujeres extraordinarias me dio una patada gigante en el trasero y me invitó sutil y profundamente a alinearme.  El regalo más importante del Yoga no es la iluminación sino el discernimiento:  qué decisión es la más adecuada en cada momento?  cómo podemos ser consecuentes?  cuándo necesitamos poner límites claros y decir que no?  O que sí?

Mientras releo mi carta que me conmueve un poco más con cada lectura,  encuentro entre los libros de mi amiga un volumen de la Casa de los Espíritus de Isabel Allende.  Recuerdo a Clara y a sus mujeres:  todas seres sensibles con capacidades extrasensoriales,  videntes,  un poco hadas,  un poco brujas.  Me pregunto si ese libro no fue en su momento un oráculo de mi camino en la vida que en ese entonces ni siquiera imaginaba.

Y continúo siguiendo mis señales:  lunas llenas en la cumbre de volcanes apagados,  conversaciones compartidas desde corazones que anhelan abrirse,  música del alma,  risas y miradas profundas.  Golpes,  patadas,  ternura y curiosidad.   Todo confluye en este instante de mi vida y me invita a estar más viva,  más abierta,  más confiada en que no controlo nada.  En que tengo que rendirme al fluir incesante de la energía divina en mi ser,  cómo quiera que quiera moverme.  Intento escuchar ese río subterráneo que silencioso guía mis pasos y me da señales constantes de que estoy en el camino correcto.

Duermo soñando con nuevos horizontes,  ojos alegres,  óvalos de luz a la luz del alba y respiraciones compartidas entre gotas de sudor.   Sueño con un hilo de conexión entre todos los que amamos esto.  Con una tribu,  una familia,  un núcleo que se expanda por el resto del mundo y hable español.  Que sepa entender un abrazo,  que no tema mostrar sus lágrimas y que se atreva a reír a carcajadas a pesar de la vida y sus vueltas a menudo inexplicables.

Latinos unidos por una causa más grande: un corazón más abierto.

Y siento que mi vida tiene todo el sentido aquí y ahora en esta noche cálida de mayo,  en una tierra amorosa que hoy me acuna en sus brazos y que me recuerda para qué nací.




miércoles, 13 de mayo de 2015

De tigres y dragones

No fue posible explicar con su mente lo que sintió cuando dio el primer jab.

Fue una sensación de estar rompiendo paredes,  bloques sólidos internos que la rodeaban.  Sintió una liberación,  una salida,  un escape.  La intensidad de los golpes al aire, la torsión del tronco,  la fuerza que salía de su hara....todas memorias de un tiempo atrás cuando el kimono negro se sentía cómodo y la agilidad de su cuerpo era un arma mortal.

El Sifu explicaba con su voz serena y pausada:
" Y ahora péguenme aquí- dijo señalándose el plexo solar.  

Cada uno fue pasando, neófitos en el arte de usar brazos y manos pero con la intención clara de aprender y una eficiencia casi científica en ciernes.  Sentir el cuerpo del maestro  era como sentir una roca:  firme y sólida,  pero al mismo tiempo llena de paz.

A su memoria y de la nada,  vinieron imágenes de techos en A,  ojos rasgados y un olor a zacate húmedo.  Desfilaron por su mente la memoria del dolor de los nudillos,  hoy todavía demasiado débiles para golpear.  Intentó una  lagartija sobre ellos y su mente dijo el primer imposible.  Pero recordó que los imposibles sólo existían en el universo de las mentes débiles.

Recordó que había hecho esto antes.

El saludo invocaba la fuerza del alma y el escudo del espíritu.  Palabras y símbolos que llevaba por dentro desde hace muchos años.  La culminación de una etapa abría espacio a otra que a su vez complementaba la primera:  un círculo eterno donde los movimientos y formas se interconectaban porque venían todos del mismo origen.   Venían todos desde el espacio misterioso y lleno de magia cultivado por muchos maestros,  seres sabios,  guerreros dragones,  tigres valientes.  Todos con la idea de justicia y equidad grabadas en sus puños y la consigna de no atacar:  sólo defenderse.

Empezaron a patear.  Cada patada,  cada gota de sudor la acercaba un poco más a ese lugar recordado pero todavía un poco difuso.  Cuando él se puso frente a ella y le pidió pegarle,  algo le detonó por dentro.  El sonido de los golpes en sus manos,  la mirada fija y al mismo tiempo confiada;  la estabilidad interna buscando un lugar de libertad en medio de tantos pensamientos,  tantos ataques externos:  tanta dualidad dio paso a un oasis de silencio donde todo tenía sentido.  Donde la situación actual no era amenazante:  al contrario,  había sido creada por su propia mente para hacerla sentir el descontrol del que siempre había huido,  el descontrol que sólo en su mente creía manejar.

El caos dio paso a un potencial desconocido adentro suyo que encontró el canal perfecto a través de un uniforme negro con un tigre y un dragón bordados.

Un traje que decía MACHO.

Sabía que iniciaba un camino de paciencia,  dolor físico y confrontación.  Sabía que todas y cada una eran las lecciones que más temía en esta vida.  Entusiasmada y aterrorizada al mismo tiempo,  se dispuso a reencontrar la fortaleza escondida que radicaba en el equilibrio y que su maestro demostraba con cada paso, cada mirada,   cada palabra.  El conocimiento capturado en un cuerpo,  la esperanza en dos ojos y el respeto milenario por un camino que,  al igual que el suyo,  venía de mucho tiempo atrás.

Terminó temblando pero con una sonrisa de oreja a oreja.  Guardó su kimono con respeto y reverencia,  honrando a todos aquellos guerreros dragones que habían dejado en el dojo sus miedos y habían avanzado a pesar de su debilidad inicial y mente distraída.  Olvidó por un rato sus dolores internos, prisionera ahora de nuevos dolores físicos fascinantes que se transmutaron,  a medida que la noche avanzaba,  en sueños dulces y melodías amorosas.

                 El camino trazado se cruzaba con otro y ella sólo se sentía inmensamente feliz.


domingo, 10 de mayo de 2015

Cuatro obstáculos

Tantas preguntas en este momento de mi vida.



Por qué sucedió así...?
                                                                                             Por qué hizo eso?

                                 Qué fue lo que hice mal...                       

Por qué nos pasan cosas feas a la gente buena..

                                                                        Por qué la ingratitud?

                                                                                                          Por qué?


Me despierto a un nuevo día y lo último que deseo es levantarme.  El dolor en mis piernas y caderas ha aumentado.  A como puedo me pongo las tenis.  Esto va a doler.   Salgo a la selva y me recibe con pájaros,  vacas y hormigas indiferentes a mis músculos cansados .  Camino con esfuerzo.  Mi mente me lleva,  el cuerpo sigue.  Las preguntas revolotean.

Comprendo que tengo que enfocarme o estos diez kilómetros se van a volver cincuenta.

Regreso a casa y mientras alistamos todo para la playa encuentro un libro perdido que en otra época jamás hubiera tocado.  Me llama la atención poderosamente.  Mientras los niños juegan en la arena lo abro:  a pesar de que lo leí hace muchos años cuando se puso de moda,  la verdad no me acuerdo de nada.

Y llegan las respuestas,  más claras no podrían.

Dice el autor:

"Y poco a poco,  mis sueños se iban volviendo realidad. 

Cuál era el secreto de mi éxito?  La pura verdad:  no lo sé.  Sólo sé que tenía que seguir mi llamado personal.  Qué es el llamado personal:  es una bendición de Dios,  es el camino que Dios escogió para ti aquí en la tierra.  Cuando hacemos algo que nos llena de entusiasmo estamos siguiendo nuestra leyenda.  Sin embargo,  no todos tenemos el valor de confrontarnos con nuestros sueños.

Por qué?

Hay cuatro obstáculos.  El primero: nos dicen desde pequeños que todo lo que queremos es imposible.  Crecemos con esta idea y a medida que los años se acumulan,  también se acumulan las capas de prejuicios,  miedo y culpa.  Llega un momento en que nuestro llamado personal está enterrado profundamente en nuestra alma y se vuelve invisible.  Pero siempre sigue ahí.

Si tenemos el valor de desenterrar el sueño,  enfrentamos entonces el segundo obstáculo:  el amor.  Sabemos lo que queremos hacer,  pero tenemos miedo de herir a aquellos que amamos al abandonarlos por perseguir nuestro llamado.  No entendemos todavía que el amor es el impulso, el ímpetu,  no algo que nos impide seguir adelante.   Todavía no vemos que aquellos que genuinamente nos aman nos desean lo mejor y quieren que seamos felices y están preparados para acompañarnos en el viaje.

Una vez que aceptamos que el amor es más bien un estímulo,  encontramos el tercer obstáculo:  el miedo al fracaso.   El llamado personal nos pide apostarlo todo y nuestro corazón está de por medio.  Es necesaria mucha paciencia en los momentos de dificultad y entender que el Universo está conspirando a nuestro favor,  aunque tal vez no lo entendamos bien todavía.

El secreto de la vida es caer siete veces y levantarse ocho. 

Así que sí:  tal vez en el camino del llamado personal vamos a sufrir más que otros.  Pero una vez superados los fracasos-  y siempre se superan,  nos llenamos de una euforia y confianza sin precedentes.  En el silencio de nuestro corazón sabemos que estamos probándonos a nosotros mismos que merecemos el milagro de esta vida.  Cada día,  cada hora,  es parte de una buena pelea.  Vivimos con entusiasmo y placer.  El sufrimiento intenso e inesperado pasa más rápido que el sufrimiento silencioso de muchos,  ese que va por dentro por años y se come el alma y la amarga,  hasta que un día se queda con ellos por el resto de sus vidas.  

Desenterramos nuestro sueño,  usamos el poder del amor para nutrirlo y avanzamos llenos de cicatrices y de pronto notamos que eso que siempre anhelamos está ahí frente a nosotros,  esperándonos.  Y entonces viene el cuarto y último obstáculo:  el miedo a realizar ese sueño por el cual luchamos toda la vida.

Oscar Wilde decía:  todo hombre mata aquello que ama.  Es cierto.  La mera posibilidad de alcanzar lo que desea llena el alma de la persona ordinaria de una culpa inmensa.  Vemos a nuestro alrededor a todos aquellos que han fracasado y sentimos que no merecemos obtenerlo tampoco.  Olvidamos todos los obstáculos que atravesamos,  todo el sufrimiento que pasamos,  todo lo que tuvimos que dejar ir para poder llegar tan lejos.  

Este es el más peligroso de los obstáculos.  Pero si crees que mereces todo aquello por lo que luchaste tan duramente,  entonces te vuelves un instrumento de Dios y ayudas al Alma del Mundo y entiendes por qué estás aquí."


Miro el mar y sus colores azul turquesa me envuelven en una nube de paz y armonía.  Comprendo que he superado tres de los obstáculos:   he superado la idea heredada de los imposibles,  uso cada día el Amor como aliciente,  he fracasado mil veces y me he sacudido el polvo y continuado.  Y estoy en ese momento vital en que el cuarto obstáculo coquetea con mi mente:  realmente merezco todo esto?

Me voy de esta playa maravillosa entendiendo que estoy tan cerca de aquello que he anhelado toda mi vida.  Lo sé porque mi corazón está latiendo diferente y me está presentando oportunidades,  personas y experiencias que en otro momento no habría anticipado.   Siento la mano de Dios ayudándome diariamente en este difícil proceso que es soltar lo viejo y abrir espacio para lo nuevo.  Me sacudo la arena,  llamo a los niños y me enrumbo a San josé con una sonrisa.

Sé que mi sueño me espera. 



Fotografía:  Kaivalya.
Sandhya´s Home,  Mysore,  India.
Enero 2015.


sábado, 9 de mayo de 2015

De piernas y corazones

Algunos pensamos que sostenernos heroicos e inmutables nos vuelve fuertes,   cuando es más bien soltar lo que necesitamos.

Hoy mientras corría por la jungla en un afán consciente de aplacar el dolor de mis piernas (producto de un entrenamiento brutal adicional a mi práctica),  le pedí una señal al de Arriba:

le pedí que me indicara si lo que tenía que hacer en este momento de mi vida era luchar o soltar.

Después de media hora de correr y caminar intermitentemente,  empapada de sudor,  con los grillos y las chicharras despidiendo el día y mi corazón a punto de salírseme del pecho,  después de haber incluso olvidado que había pedido la señal la vi:

cruzó frente a mí,  
una criatura mítica,  surrealista,  imposible de describir con palabras.  

Había pensado en la bellísima Morpho que cruza normalmente por estos lados del Pacífico.  

Sin embargo, mi señal vino en forma de una mariposa púrpura,  el color morado más intenso que he visto en mi vida.  

Cruzó frente a mí apacible y su presencia por sí sola calmó mi respiración.

Recordé mi señal.

Me ha sucedido tantas veces que me confundo,  llego a una intersección vital y le paso por encima,  o le pongo una etiqueta,  o me rindo a mi miedo y no doy el paso.  También me he escondido,  escapado,  excusándome en mil justificaciones mentales que sólo yo y mi ego entienden.

Básicamente he sido muy cobarde.

Pero hoy nueve de mayo me dí cuenta que no puedo repetir este patrón en este momento de mi vida.  Tengo que sacar el amor a través del miedo,  los ovarios a través de los "mejor paso"  y darle mi voto de confianza a Quién me está poniendo en esta situación.

Comprendo que nunca hay garantías de nada.  La vida es el arte de despertarnos cada día con esperanza y esperar lo inesperado.  Es la confianza básica en que si estamos vivos,  por alguna buena razón será.  Hoy mi día recibió varios destellos de magia:  mis niños me sorprenden,  me llenan el corazón y me dejan con la boca abierta cada instante.  Corrí después de muchos años de no usar mis piernas de esa manera y mientras corría y sudaba a chorros en el clima húmedo y cálido de mi linda Costa Rica,  comprendí que la vida me está pidiendo que me salga de mi cuadrito seguro,  que pise tierra nueva.  Que dé un salto cuántico que me saque de mi comodidad y convierta todo en bandadas de pájaros alegres,  como hubiera dicho uno de mis más queridos poetas costarricenses,  Jorge Debravo.

Mientras escribo esto voy a la cocina por algo de tomar.  Las piernas no me responden.  Me duelen tanto que tengo que caminar muy lento y torpemente.  Hay algo de mágico en recuperarlas:  durante muchos años subieron montañas,  corrieron maratones y movieron bicicletas.  Siento que tienen que despertar de nuevo al aire libre y aunque adoloridas,  me están sonriendo.

"No sé que nos hiciste,  pero hacélo más por favor".

Y me pregunto si eso que le hice a mis piernas se lo podré hacer a mi corazón,  sediento de un amor profundo que no puedo siquiera anticipar.  Sediento del ataque despiadado y único del sable hiriente y lleno de éxtasis de la transformación amorosa.  Aquella que todos tememos:  la que nos hace nuevos.

Mis piernas duelen,  pero mi corazón está latiendo diferente.

Mañana las saco de nuevo a correr.  Guiadas esta por un corazón que está despavilándose para un encuentro incómodo,  incierto y aterrador al mismo tiempo. Mi fuerza radica en dejarme llevar,  en soltar amarras y entregarme a lo que la Vida ponga en mi regazo sin dudas ni remordimientos.

Pero sé que voy al encuentro de mi Fuerza.





miércoles, 6 de mayo de 2015

Compañeros de alma



El yoga consiste  en tomar la decisión correcta en el momento correcto.  Siempre tenemos una serie de posibilidades frente a cualquier circunstancia,  sin embargo,  hay una decisión que es la que se siente bien,  la que resuena con todo nuestro ser,  la que hace feliz a nuestro corazón.  Una decisión que hace bien a los demás,  que nos hace bien a nosotros y que está conectada a los principios de amor y compasión que todos conocemos por instinto.  Aprender a identificarla entre tantas voces de "deber",  "correcto e incorrecto", etc,  es todo un arte.

Tomando decisiones es como vamos tejiendo nuestra vida.  Adónde quiera que estamos hoy es producto de nuestras decisiones pasadas,  para bien o para mal.  Lo hermoso del despertar espiritual es que siempre se puede comenzar de nuevo con fe y esperanza.  Aprender de lo vivido y con la frente en alto intentarlo de nuevo.

Con corazón,  he ahí el secreto.

Cuando hablo de corazón,  yo misma he estado en muchas disyuntivas a lo largo de mi vida dónde no sé que es corazón y qué deseos superficiales,  soledad o simple desazón.   Corazón es la conexión con nuestra sabiduría interna,  no un capricho ni antojo temporal.  Es saber sentir nuestra alma y nuestro espíritu:  nuestro ser más profundo y su conexión con la energía eterna del Amor.   A veces tenemos que explorar el otro extremo para comprender qué es el Amor:  la amargura de la decepción,  la injusticia de la mentira,  la insensatez del egoísmo.  Pero aprendemos,  ojalá y cuando la decisión que tomamos cree una energía cálida en nuestro corazón espiritual,  se sienta bien,  se sienta en paz es que vamos a sentir que vamos por buen camino.  Cuando las decisiones nos dejan con un sabor a duda,  insatisfacción y mediocridad  es momento de recapacitar y probablemente cambiar de rumbo.

Siempre se puede empezar de nuevo.

Quiero ser lo suficientemente fuerte para decir mis "sis" y mis "nos" desde ese lugar.  No conformarme,  no quedarme a medias tintas sabiendo cuál es mi potencial total de vibración.  Soy un ser de luz igual que todos nosotros y es como un bombillo  con poca energía : casi no brilla.  Con todo el poder se enciende e ilumina el mundo y a los demás.  Es nuestra decisión reconocernos como un canal de la energía de Dios y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para alcanzar nuestro potencial de Luz.  La guía de un maestro o maestra es aquí crucial.  De lo contrario,  podemos perdernos en la oscuridad que tantas veces se disfraza de luz y que intenta ser lo que no es.  Muchas veces me ha confundido y por eso pido discernimiento cada día de mi vida para escoger bien,  a pesar de las innumerables veces en que me he equivocado.

Creo que en última instancia la vida es una aventura poderosa que tiene muchos regalos para quiénes nos entregamos a ella en cuerpo y alma y buscamos ser totales,    más allá de los miedos y sus aliados.  Hace muchos años fui guía en la montaña más alta de mi país.  Subía y bajaba y era tan feliz en esos viajes,  por más que tuviera que cargar salveques muy pesados,  mojarme en la lluvia, pasar fríos y a veces esperar pacientemente a mis clientes que no eran tan rápidos como esta cabra.  Subí muchas veces anhelando quedarme allá arriba para siempre, tan cerca de las nubes me sentía protegida.   Los lagos de la cumbre me invitaban a bañarme en ellos,  a pesar de estar casi congelados y era una orden que no podía ignorar.  La montaña me invitaba a caminarla una y otra vez,  como si estuviera por fin recogiendo a su hija pródiga.  Los árboles,  muchos de ellos devorados por incendios,  me hablaban aún en su agonía de poder y fuerza a pesar de la muerte.  Los picos me acogieron tantas veces con sus atardeceres y amaneceres.  El cielo más lleno de estrellas que jamás he visto en mi vida.

La luna:  guau,  la luna en Chirripó.

Así que intento vivir mi vida como una esa aventura en mi montaña:  mi forma de ser me invita siempre a escalar.   He sufrido decepciones espantosas por esta forma de ser mía tan confiada y un poco inocente.   Tonta diría en ciertos casos.  Pero también en mi tontera he conocido seres maravillosos como yo:  abiertos, confiados y un poco locos.  He aprendido con ellos que subir la montaña de la vida en buena compañía es una aventura diaria que se siente fácil.  Por más dura que sea la subida,  por más que las piernas quemen y el aliento muchas veces se quiebre.

Recibo con gratitud la compañía de seres amables,  serenos,  fuertes y llenos de anhelo que la vida me está trayendo y tan deseosos de  verdad y  amor como yo.  Sé que esta es la forma en que Dios me dice:  "todo está bien,  te estoy mandando refuerzos." Su cercanía tiñe mi vida de colores pasteles y me siento- a pesar de todos los sinsabores diarios de esta existencia-, me siento tan amada y acompañada.  Mi hogar se llena de buscadores serios,  genuinos y con una pureza de intención impresionante.  Atrás quedan los días de pupilos enrollados,  too much thinking,  traiciones,  mentiras y toda la parafernalia de la ilusión.  Sé que los estudiantes son la biografía de su maestro y me siento tan honrada de verme reflejada en estos momentos por gente tan buena e inteligente a quienes admiro y respeto profundamente.

Hoy me preparo:  mañana practicamos muy temprano y siento la energía in crescendo desde hoy.  Resabios de la Luna del Wesak que me volvió al revés.  Y mi casa que hace años es un templo para mis maestros y para todo aquel que se acerque con un corazón abierto y humilde,  cero ambición de nada y sobre todo,  mucha fe...mi casa también se prepara con inciensos,  silencio y muchas velas.   Practicamos al alba cuando todavía el mundo duerme y el silencio de la noche permea nuestros sentidos.  Practicamos mientras San josé apenas despierta.

Mañana es un día especial-  especial como se sienten ahora todos los días de mi vida y eso sólo significa que tengo una vida privilegiada:  mañana de nuevo me reúno con mis compañeros de alma.








viernes, 1 de mayo de 2015

Ciclos: Vida y Muerte

Decanto de un mes de vida en el más profundo sentido de la palabra:  un viaje de los más hermosos que he vivido,  con sus altos y bajos como cualquier experiencia en este plano...pero que arribó a buen puerto.  Cuando hablo de llegada,  de arribo,  de puerto,  me refiero a que mis compañeras de viaje dieron todos su mejor esfuerzo para que el barquito en que navegábamos no sucumbiera a las tormentas,  aguas oscuras e incertidumbre del trayecto.

Aprendí tanto en este viaje que necesito escribirlo para no olvidarlo.  Aprendí de camaradería entre mujeres: algo que no nos han enseñado.  Al contrario,  nos han programado para desconfiar de nuestras propias hermanas,  a pelar el diente y por detrás dar la puñalada.  Aprendí de lealtad y amistad en momentos difíciles,  de fuerza y resiliencia en medio de lo desconocido.  Supe que estaba rodeada de guerreras cuando sentí ayer todo el Amor desplegándose en todas las direcciones:  el único cierre que vale la pena en esta vida para cualquier aventura.

La aceptación de los ciclos:  una de las enseñanzas más valiosas para mí en este mes que pasó.  Comprendí que hay que poseer una sabiduría profunda para comprender que la Vida nos trae y nos quita por igual y que aceptar esta muerte diaria de lo conocido implica necesariamente un renacimiento.  Resistirse es inútil. En mi vida he renacido en todos los sentidos después de muchas muertes,  pero hasta ahora estoy aprendiendo a entender que salgo más fuerte de cada final,  más confiada y empoderada.  Sé que los adioses son crudos pero no por eso menos gozosos.  Decir adiós nos devuelve la libertad de sentirnos guiados por la mano de Dios,  más allá de nuestros planes personales.  Mis planes personales han quedado en último lugar últimamente y estoy viviendo el éxtasis de no saber qué va a pasar mañana.

Antes creía que podía controlar mi vida:  hoy sé que lo único que puedo hacer es agradecerla.  Al igual que la dulce compañía que aparece en cada momento.

Me retiré tres días del mundanal ruido a escucharme.  La montaña me recibe amorosamente con sus plantaciones de café, volcanes cubiertos de nubes,  flores,  pájaros y primeros abejones de mayo.  La luna casi llena me habló anoche de verdad e ilusión.  De realidad y falsedad.  Estoy entendiendo que cada ser que invito a mi mesa es un espejo poderoso de todo aquello que no he podido todavía comprender en mí misma.  Aprendo la lección,  dura y difícil pero necesaria.  Y con mucha emoción anhelo el próximo espejo, lista para verme con la certeza que no hay vuelta atrás.

Asimilo la idea de Muerte en estos días:  muerte de relaciones pasadas,  muerte de hábitos nefastos, muerte de ciclos que cierran a veces con sabor amargo y otros que inician con una fragancia exótica y serena.  La montaña me enseña de conexión con la tierra,  silencio y magia.  La magia que antes temía hoy se muestra en los pequeños detalles,  criaturas,  oxígeno,  verde y pies descalzos.

Ayer me escribieron algo muy hermoso:  me desearon que pueda brillar desde la energía del sol y la luz de la luna.  Creo que quién me lo escribió no sabe cuán directo al corazón me llegó esta instrucción.  Me alumbraron mi camino: el camino del balance interno,  del equilibrio y la ecuanimidad.  Vuelvo la vista atrás a los momentos en que la perdí,  me desesperé,  culpé,  acusé.   Los veo lejanos como un sueño pasado.  Hoy sólo anhelo la alegría de estar en este momento presente que sé que es mi mejor maestro.

Vienen muchos viajes,  externos e internos.  Cada paso más conectada con quién estoy aprendiendo a ser.  Reflejada en seres a mi alrededor que admiro y respeto.  Conocí a un maestro lleno de paz,  alguien que refleja el camino recorrido dentro de sí guiado por la mano sabia de su propio maestro.  Me está enseñando sobre el efecto de la confianza de años en un guía,  el saber que sólo alguien que nos quiere puede transformarnos.  Y sólo dando nuestra confianza absoluta es que podemos ser transformados.

El día transcurre en un silencio apacible que me susurra de nuevos horizontes:  me pide que sea determinada y me sostenga en mi verdad.  Me pide también que suavemente suelte sin resentimientos.  Todo lo que no vaya con esta verdad interna se disipa y desdibuja y sólo queda un rastro de Amor,  aceptación total de lo que ha sido y de lo que vendrá.

Muerte de lo que no me nutre,  vida a aquello que me haga florecer.  

Confiada.
Tan agradecida.

Anticipando Amor,  mucho Amor.