viernes, 24 de abril de 2015

Mujeres Divinas

Transcurren los días en una vorágine de emociones,  ups and downs y todo tipo de inesperados.  Me embarqué en un viaje hace ya casi un mes y haciendo recuento sólo puedo agradecerle a Dios la experiencia.

Me veo en el espejo y siento que una máscara más ha caído.  Después de muchos años de práctica uno también puede ponerse la máscara de la "yogini",  esconderse con maestría detrás del asana,  ejecutar todo tipo de parafernalia espiritual para no mirarse en la llaga.  Requiere mucho valor ir más allá de los conceptos y adentrarse en la selva oscura y la noche del alma. 

Mi valor no ha venido de la nada.  He estado rodeada por guerreras durante los últimos veinticinco días.  El efecto de tener semejantes mujeronas de talla mítica tan cerca me ha permitido comprender que mi fuerza está presente y que puedo confiar en ella.  La fuerza que una vez sentía que la vida me negaba por estar en un cuerpo de mujer.  

He podido sentir la fuerza de las lágrimas,  el poder del dolor bien canalizado y la bendición diaria de la compasión y el compañerismo.  Dentro de cada momento he encontrado camaradería,  amistad y conexión.  Los momentos grises han sucedido, por supuesto,  como en cualquier aventura espiritual.  Pero todas hemos podido entregarnos y creo que esa es la marca de una mujer:  la entrega y la creación de espacios nuevos.

Todas somos mástiles de barcos familiares y profesionales y cada una de nosotras influye profundamente en su entorno.  Si estamos abajo,  todo se cae.  Si nos mantenemos ecuánimes,  todo fluye.  Al menos por el día.  A veces no.  Pero sin embargo,  continuamos creyendo,   practicando,  anhelando.  Compartimos una pasión y una visión y el efecto sólo puede ser expansión.

La vida pulsa en contracciones y expansiones continuas.  Personalmente estoy viviendo una contracción mayor.  Pero sé que sólo Amor me espera a la vuelta de la esquina.   Por más intenso y difícil que se sienta el momento presente.  La compañía de estas mujeres lobas,  todas llenas de la más inmensa ternura y al mismo tiempo conectadas a sus llagas con valentía y realidad me han hecho un espejo poderoso.  

Será que yo también puedo ser tan valiente y real?  

Será que puedo atravesar cualquier miedo?  

Será que la vida es ese intercambio sublime entre el dolor y el éxtasis permeado de esperanza sin garantías?  

Puedo sostenerme en el limbo de no saber y aún así,  abrazar?

Termino la semana agotada físicamente pero con el corazón radiante.  A pesar de los sinsabores,  a pesar de la dualidad.  Creo que cada uno de nosotros es un emisario del Amor en la tierra y cada experiencia de tristeza nos recuerda que somos lo opuesto.  Cada ser que nos hiere es un mensajero que nos recuerda que podemos siempre escoger entre la oscuridad o la Luz.

A cada una de estas mujeres las llevaré impresas en mi alma por el resto de mi vida.  Cada una ha soltado sus máscaras,  ha tenido la inmensa valentía de sostenerse y no abandonar el barco.  Soy una testigo viva de que existen guerreras,  diosas,  dulces como niñas e implacables como Kali.  Con la Gracia de Lakshmi y la sapiencia de Saraswati.  Mujeres que viajan en tigres de Bengala con espadas en la mano listas para darle la estocada final al Samsara Hala hala.

Y mientras haya gente así,  sólo puedo agradecer mi trabajo.  

Mientras el miedo se cruce con el valor en esa intersección llamada corazón,  ahí estaré en nombre de lo que más amo.

domingo, 19 de abril de 2015

Danza

Pasé un fin de semana en compañía de siete mujeres,  cada una de ellas un ejemplo extraordinario de fuerza y resiliencia.

Viajamos a un lugar en mi tierra que llamo mi paraíso personal.  Un lugar mágico,  un universo paralelo lejano a la ciudad,  rodeado de verde vegetación y un mar turquesa y esmeralda que refleja el cielo y las nubes.  Viajé al lugar donde quiero vivir muy pronto y que ya tengo plasmado en mi agenda de vida.

Soy tan afortunada que este lugar quede en mi país.  Miles de turistas vienen de todas partes del mundo a recibir el aire húmedo,  la tierra fértil y los olores a lluvia y cacao de esta tierra santa.   La población negra le da al lugar un feeling de relajación y sabor.  La arquitectura es sencilla con pocas excepciones:  casas camufladas en la selva que apenas alteran el paisaje.

Cocos,  patis,  plantintá, rice and beans...

Los rostros de mis siete mujeres atravesaron todo tipo de emociones en el viaje.  Emociones detonadas por un bus de varias horas atravesando mi pequeño país hasta la perspectiva de un escorpión en la cama o de hormigas rojas que se internan en la piel y permanecen invisibles.  La plenitud de la suave piel de un perezoso,  la caricia del mar y el agua fresca de un océano infinito.

Una de ellas hizo body surf sin saber nadar:  cualidades escondidas saliendo a la luz.  Otras anduvimos en bicicleta intensamente hasta que las piernas nos dolieron a más no poder.   Cantamos,   fumamos la pipa de una ceremonia de paz y luz.  Una abuela Lakota nos inspiró a enviar nuestras plegarias con el humo sagrado y a encontrar el balance entre nuestro yin y nuestro yan.  Nos habló de una cruz al norte que tiene su extremo sur exactamente en Costa Rica y de la profecía del cóndor y el águila que incluyen este lugar de ensueño en sus enseñanzas desde hace muchos años.

El sonido de los grillos nos arrulló al anochecer.  Las chicharras y los monos congos nos dieron la bienvenida.  La lluvia nos sorprendió dormidas en medio de la madrugada y amanecimos a una tierra fresca y olorosa a vida en este amado Caribe costarricense.  La vibra del lugar empezó a calar poco a poco en nuestras mentes citadinas,  desordenadas y caóticas.  Las mentes que piden en vez de dar,  que critican en vez de solucionar,  que se separan olvidando que somos la tierra misma,  el océano y el amor encarnados,  todas retazos de un todo indispensable.

Todas hermanas.

Los viejos rollos mentales amenazaron por unas horas el barco.  La ilusión tiene una forma de esparcirse como un virus e intentar sabotear cualquier intento de luz.  A mí misma me costó muchísimo estar presente con procesos personales muy dolorosos que amenazaron con sabotear el viaje interno y externo.  Pero la Luz siempre prevalece.  Dios nos manda ángeles cada día para cuidarnos y darnos seguridad de que estamos en el camino correcto.

Estas mujeres regresamos todas transformadas.  Cada una  vivió en tres días una muerte y un renacimiento.  Sucede así en cada viaje que hago a este mágico lugar.  Me voy una y regreso otra:  más clara sobre las prioridades,  sin tanto rollo mental,  abierta y agradecida de poder sentir tanto amor en mi corazón simplemente porque sí.   Entiendo las palabras de mi maestro:  todo es Dios.  Todo es amor para mí después de Puerto Viejo.

La noche del viernes fuimos a bailar.  Tenía mucho tiempo de no entregarme a la música en meditación.  Bailé y bailé hasta que me dolieron los pies.  Había una negra divina moviendo sus caderas de la forma en que sólo ellas saben:  llegó su negro amoroso y su danza me cautivó.  Comprendí en ese momento que esta danza entre luz y oscuridad fluctúa en nuestro interior y que colocarnos en lugares bellos ayuda a conectarnos más fácilmente con quién somos. La ciudad es un virus.  El sistema también.  Trato de recordar los días lejanos en que me sentí a gusto en el tráfico o disfruté de los entretenimientos banales de un lugar sobrepoblado:  ya no puedo.  Ya no son parte de mi realidad. Me cierro,  me lleno de temores.  Me asusto y pienso demasiado.  Pero luego,  siguiendo mi intuición y esa voz que me salva siempre,  parto y regreso con mi ser renovado.

Las siete lobas y el Caribe me dieron hoy un regalo inmenso:  en mi práctica de yoga hay una secuencia que amaba y que tuve que soltar a raíz de mis tres últimos embarazos.  Es un secuencia que me trae una gran alegría.  Ocho años sin lograrla.  Hoy que practicamos juntas,  abrazadas por las mariposas,  el canto lejano de un pavo real y los jilgueros,  pude lograrla sola sin esperarla.  Me inspiró la fuerza de estas mujeres de todas las edades y formas,  de muchos países y pasados,  con dolores inmensos en sus corazones y que a pesar de todo,  se atreven.  Me inspiró su ternura, su complicidad, su inmenso deseo de libertad.  Pulsé con sus lágrimas y sus sonrisas y me conmovió verlas ayudándose y apoyándose incondicionalmente.

Me dí cuenta que es un regalo estar en este cuerpo de mujer y que finalmente puedo relajarme sabiendo que todo lo que es para mí va a llegar a su debido tiempo.   Que mi fuerza viene de la máxima vulnerabilidad y que estoy cuidada y protegida por mis guardianes a cada momento.

Soy tan afortunada de dar mis pasos en la mejor compañía. Camino descalza entre palmeras y ranitas esmeralda en busca de ese océano que me llama y que ya escucho cada noche desde mi cama en la ciudad.

Pronto,  mi mar... 

muy pronto.


martes, 14 de abril de 2015

Resistencia

Los martes son días intensos en el mundo del yoga.  En Mysore,  nunca recibís una nueva postura ese día.  Aquí en Costa Rica decimos "en martes, no te cases ni te embarques"...

Busco en internet y me dice que los martes son regidos por el planeta Marte.  Parece que es un día en que los ánimos están caldeados y observo como,  efectivamente,  olas amenazan a mi alrededor.

Intento visualizar de dónde viene la resistencia.  No que la sienta en mí misma:  hace mucho ofrecí mi vida para lo que se me necesite y mis maestros me han enseñado a ir más allá de la zona de confort.  Se siente como terreno conocido para mí y quisiera que así fuera para todos los seres humanos.  A  todos se nos enseña a huir de lo "incómodo",  de lo "difícil" y nos convertimos en estas criaturas adictas a parafernalia que nos ayude a olvidar,  aunque sea momentáneamente,  nuestra precaria condición humana.

Recuerdo varios talleres de meditación que hice en California por muchos años.  Salir de un estado de conexión interna a un lugar tan artificial,  donde toda imperfección se tapa de una forma tan ágil que parece que no existe era una experiencia surrealista.  Venía de días de estar en contacto con el miedo, la muerte,  el apego y el dolor,  temas vitales y profundos, rodeada de maestros y gente muy seria y dedicada y me resultaba especialmente chocante.  Del otro lado del espectro,  India y su capacidad de mostrarme por doquier la paradoja de mi propia humanidad:  desde el paisaje más sublime hasta un cadáver en una estación de tren que nadie determina;  desde la gloria de los ojos dulces de un niño hasta una familia que vive en la calle y cuyos bebés defecan frente a mis ojos;  desde lo sublime de un desierto hasta la violencia de ataque de una pandilla a una mujer inocente.

Prefiero mil veces India que California, aunque no puedo negar que es placentero pasar unos días al norte cuando el camino se pone muy intenso. Son como una especie de vacaciones en la "ilusión":  carreteras,  casas y jardines perfectos,  gente linda y feliz por todo lado,  playa,  shopping,  etc., etc...sin embargo,  sé que ya nunca más voy a poder estar satisfecha con ese grado de superficialidad y consumismo.  Sé que el longing que tengo en mi alma desde que recuerdo no se puede llenar con los zapatos más chivas ni con nada que me ofrece el mundo del samsara.

India me ha enseñado a aceptar que la imperfección de la vida es parte de un combo que incluye lo santo,  lo puro y lo bello.  He aprendido a través de mis viajes que los cambios de planes son deseables y que sólo sufro cuando me resisto.  Cuando insisto que lo que yo creo es lo correcto.  Cuando acepto lo desconocido con confianza y gratitud recibo exactamente lo que Dios quiere para mí,  más allá de mi yo pequeñito pero arrogante.  Todos esos recobecos me han traído a este momento y comprendo que ni por un segundo contemplé este desenlace.

La resistencia viene de creer que sabemos.  Cuando estamos en ese lugar de "yo sé" nos perdemos de todo lo que podría ser.  El sauce se mueve con el viento y se adapta,  por eso sobrevive.  El árbol rígido se quiebra.  He visto tantos árboles sacados de raíz de la tierra porque no tuvieron la sabiduría de fluir.

Me tatué hace tiempo el símbolo del agua en mi hueso sacro.  A través de todos mis embarazos pude comprobar que nunca me sentí más feliz que cuando me rendí a la realidad de albergar a un ser dentro de mí por nueve meses.  Resistirse era absurdo,  extrañar lo que se iba también,  entre muchas  cosas mi práctica de asana.  Pero recibir a estas almas y traerlas al mundo ha sido para mí la experiencia más bella en esta humilde humanidad.  Sé que mi cuerpo se ha expandido y contraído siete veces y aún así hoy se siente con más energía que hace veinte años.   Su sabiduría es para mí simplemente mágica.  Sé que la resistencia que sentí en algún momento no tenía nada que ver con la realidad de la experiencia.  Así que aprendí a soltar y confiar en que las cuarenta y pico libras de más que subía cada vez valían la pena.

Hoy mis motivos de vida corren por la casa en medio de risas y sólo puedo agradecer a esa parte dentro mío que superó la resistencia y se entregó a su destino.

Y cada alma tiene un destino.


                                                                              Ya encontraste el tuyo?

domingo, 12 de abril de 2015

Recuperar el instinto

El instinto femenino va exactamente en contra del condicionamiento que todas las mujeres llevamos dentro de agradar a otros.

El instinto es ese sexto sentido que nos guía en momentos de duda y confusión.  El que está conectado con nuestra sabiduría eterna y que es nuestra garantía de encontrar en cada situación vital lo que necesitamos vs lo que los otros creen que necesitamos. 

Por esta razón,  el instinto ha sido atacado y degradado,  especialmente en las mujeres como algo peligroso.  Sí,  peligroso porque atenta contra el status quo.  Peligroso porque al cuestionarnos probablemente nos neguemos a continuar hábitos y patrones que no nos hacen bien.  La mujer moderna es un torbellino de actividades:  vivimos presionadas para ser todo para todos.  Recuperar el instinto requiere de mucho valor y una sensación de estar hartas de estar secas,  cansadas,  frágiles, deprimidas,  amordazadas,  avergonzadas,  desempoderadas,  bloqueadas e inertes.  Salir de estos estados requiere ya sea una voluntad de hierro o  pedir ayuda.

Exactamente lo que nos han enseñado a no tener y no hacer.

Por lo tanto, recuperar el instinto va en contra de nuestro propio instinto de preservación.  Se nos ha enseñado desde niñas a ser "nice",  bien portadas y sensatas.  Una niña precoz e hiperactiva se tacha de incontrolable (lo digo por experiencia propia).  Desde pequeñas se nos infantiliza y menosprecia,  con muy pocas excepciones,  tan raras que realmente no conozco ninguna.  Se nos ha tratado como propiedad de los hombres en vez del eslabón hacia el despertar de la consciencia que realmente somos.

Así que es nuestra responsabilidad con nosotras mismas y con nuestras hijas "salirnos" de lo normal.  Aunque se nos tache de "malas",  de "locas",  de "incoherentes".  Por supuesto y en buena hora!  Lo contrario es vivir con hambre del alma,  famélicas en un mundo que pide todo de nosotras y no nos da nada.  Lo que encontramos es porque nosotras mismas lo buscamos.  Así de intenso es encarnar en cuerpos de mujeres.  Hemos vivido como criaturas escondidas,  reprimiendo nuestras canciones y usando tacones altos y maquillaje para agradar a no sé imagen tergiversada de quién somos.

Triste y patético a la vez.

Las palabras regresan a nosotras cuando reclamamos nuestra alma de vuelta.  Por eso que escribo.  Porque hay una voz que calló por más de cuarenta años y mi espíritu siente ahora la libertad de decir lo que le dé la gana.  Lo que piensen los demás no importa.  Es una faena personal que de alguna manera toca otras almas que vibran a la misma frecuencia.  A otras las detona.  Pero el resultado está más allá de mis manos.  Sólo sé que los temas vitales son los únicos que realmente me interesan en esta etapa de mi vida:  el Amor,  la práctica espiritual,  la familia,  el fuego creativo y el camino de lo Femenino que apenas estoy empezando a recorrer.

Los temas del alma no se resuelven amoldándonos a una forma aceptable definida por una cultura ignorante.  Se resuelven armándonos de valor para decirle a nuestras parejas que necesitamos tiempo solas.  Tiempo lejos de nuestros hijos para nutrirnos y recordar quién somos.  Tiempo con nuestros maestros y maestras.  Tiempo,  sólo tiempo.  El tiempo que nosotras mismas rendimos pensando que así seríamos eternamente amadas.  En vez de volver nuestros ojos hacia adentro,  saber primero quién somos y qué hacemos aquí y luego, desde ese lugar nuevo,  dar sin miedo.  Sin expectativas ni apegos.  El verdadero dar,  el que no depende del agrado de los demás sino de una convicción profunda de su inevitabilidad al realizarnos.

Recuperar el instinto significa a veces un tiempo de soledad inevitable mientras lo de afuera se adapta a nuestra nueva perspectiva.  Significa ahondar en esa hambre del alma y tocar una puerta de memoria a nuestra parte salvaje,  absoluta e innegable. Cuando digo salvaje no me refiero a excesos ni extremos de ninguna clase.  La energía femenina sin control es algo más bien muy triste y patético. No.  Me refiero a una mujer conectada con la fuerza de vida,  relación que hasta ahora yo misma he encontrado difusa porque nadie me la enseñó.  La palpé con dificultad en pocas mujeres que he conocido,  pero realmente hasta ahora puedo decir que entiendo esa parte mía que durante tanto tiempo tuve domesticada e incomprendida y a quién extrañé inefablemente llorando por las noches y confundiéndola con parejas,  profesiones equivocadas,  amores mediocres y soledad amarga.

La línea Alfa Matrilineal es una línea de poder con sabor a lo salvaje.  Podemos accesarla en nuestros cuerpos, en nuestros embarazos, lactancias,  crianza de lo hijos,  relaciones de amor,  jardines y pasiones.  Es un destino para algunas de nosotras, ojalá cada vez para más.  Las visiones de una vida plena nacen de ella teñidas de belleza y dolor por doquier.  Está en la música,  la danza,  el llanto,  la poesía y los sueños.   Está del otro lado de esa mujer asustada,  sin dirección,  llena de dudas y ansiedad que somos y pronto dejaremos de ser.

Cuando nuestro cuerpo colapsa es un excelente momento para reencontrarla.  Cuando el que "era"  nos deja,  es el momento perfecto para recuperarla.  En ese vacío de la transición,  la mujer restablece su territorio,  reencuentra a su camada y comprende qué significa habitar este cuerpo con orgullo y dignidad.  En esos momentos donde todo lo de afuera es insignificante para llenar ese hueco negro,   la consciencia e intuición emergen,  la fuente de todo:  de la vida y la muerte,  del gozo y la realidad.   Pero hay que pasarlo,   con fuerza y fe hay que atravesarlo casi como un anillo de fuego que va a quemar todas las ilusiones de que "algo" lo llene,  de que "alguien" lo provea.  Sólo cuando entendemos que somos vehículo y destino de nuestra búsqueda es que la encontraremos de vuelta.

Hay una epidemia de mujeres tan tristes que se enferman.   Mujeres bellas en todos los sentidos que sucumben a tumores,  infertilidad y ambivalencia.  Esta es una invitación para vos que me estás leyendo a saber que no tenés que vivir más así.  Hay otra vida y es posible para todas.  Sólo necesitas un deseo ardiente de ver,  de abrir tus ojos.  Y todo lo que anhelas se irá manifestando.  Pero necesitas el valor de decir:  " lo tomo".

A tu alma femenina,  a tu ser verdadero.
A la Fuente que somos.
Al Amor.
A la Luz.

A la Fe.


miércoles, 8 de abril de 2015

Cantos y flores

Me contaba un amigo querido que fue a un museo en DF y a la entrada la inscripción le llegó directo al corazón:

Qué nos llevamos?
Sólo cantos y flores.

Me gustaría poder ver pronto esas letras con mis propios ojos.  Sé que lo único que voy a llevarme de este mundo cuando me toque dejarlo son las buenas acciones y el amor.  Sé también que hay amenazas por doquier que quieren sacarme del camino y engancharme de nuevo con ese ser viejo y cansado que me cansé de actuar.


La que estaba llena de miedos...
La que se justificaba constantemente...
La que no podía respirar....


Tengo en mi la posibilidad de dejarme llevar por mi ser más pequeño o aspirar a actuar según el Amor.  El Amor trata al otro como a uno mismo e intenta hasta lo imposible no dañar al de la par.  Si soy violenta,  a la primera que daño es a mí misma...aunque no parezca.  Me cansé hace tiempo de vivir desde ahí y el yoga me ha ayudado inmensamente a encontrar ese lugar interno de paz donde todos los comportamientos poco amorosos van quedando poco a poco atrás.

Porque sí:  aspiro a dejar un rastro de cantos y flores.  Aspiro a que mis acciones sean lo más precisas e inteligentes posibles y movidas por mi corazón.  Ya no puedo con comportamientos inconscientes,  ni míos ni ajenos.  Si alguien intenta alguna de sus jugarretas,  automáticamente quedan fuera de mi círculo.  Y esto porque lo contrario es amenazar lo que más aprecio en esta vida que es mi paz mental.

El yoga nos invita a mostrar indiferencia ante aquellos que amenazan con quitarnos la paz.  Hay gente realmente malintencionada,  pero creo en la bondad innata del ser humano y siento que muchas veces actuamos simplemente por despiste o inconsciencia y afectamos a nuestros compañeros y compañeras de camino sin siquiera darnos cuenta.

El yoga nos ayuda a despertar de esta amnesia espiritual donde  lo único que importa somos nosotros.  El yoga es unión hacia adentro y hacia afuera y si alguien sufre por mi culpa,  yo también sufro.  Si alguien sonríe,  yo también sonrío.

Así que me preparo para dar lo mejor que tengo durante la tarde de hoy.  Sé que el enemigo acecha y sé también que el Misterio de Dios es más grande y poderoso que cualquier energía venenosa.  Mi práctica y mis maestros son el antídoto para cualquier amenaza que intente penetrar mi mente.  Y sé como decía mi maestro:  todo es mental.  Mi energía conmigo,   Dios con todos y poco a poco,  todo lo que no sea Amor va a caer sin duda alguna.

Recibo hoy un poderoso aliciente de una de mis queridas estudiantes:  me envía la homilía de Pascua del Papa Francisco,  ser que admiro y respeto.  Habla de ir profundo para comprender el Misterio,  habla de nuestra capacidad de asombro cada instante,  la capacidad de escuchar el silencio y sentir en ese hilo de silencio la presencia sagrada de Dios.  Para ello,  tenemos que  ser despiadadamente realistas y vernos con honestidad cruda.  En vez de seguir huyendo de nosotros mismos,  de nuestras limitaciones humanas y continuar negando los problemas.

Entrar en el misterio nos exige romper con la pereza y la indiferencia que nos frenan y buscar la verdad con pasión y gozo.  Buscarle a la vida el sentido que nos ha eludido y encontrar la única respuesta no trivial que nos llene el alma.  Mil crisis amenazarán nuestra fe pero todo lo que necesitamos ya lo tenemos por dentro.

Cantos y flores.

Buenas acciones.
Amor por los demás.
Respeto.
Coherencia.
Integridad.
Servicio.

Corazón.

domingo, 5 de abril de 2015

Yo también fui crucificada

Domingo de resurrección.

Después de una práctica intensa,  me reúno con una antigua amiga del alma.  Hablamos del pasado,  de las encrucijadas.  Hablamos de las decisiones y sus consecuencias.  Recordamos juntas una época oscura,  donde amigos y gente muy cercana,  ella y yo,  vivimos en vivo y a todo color una experiencia cumbre que puso todas las enseñanzas del yoga en el tapete.

Y nos preguntamos si realmente comprendimos en ese entonces lo que el Yoga significa.

Creo que ese momento ninguno de nosotros tenía ni la más remota idea de cómo poner en práctica la supuesta compasión de que hablábamos en clase.  Compartíamos cada día sobre el significado del yoga:  la aceptación radical del momento presente.  Practicábamos con ahínco,  creía yo también con devoción.  Y sin embargo,  cuando vino el examen todos nos quedamos.


Hablo por mí misma.  Sé que fui por mucho tiempo pararrayos de proyecciones ajenas que no tenían nada que ver con quién yo era y me mantenían cautiva invisiblemente.  Por supuesto,  no tenía ni la menor idea de que existían hasta que amenacé con romperlas.  Todos los discípulos ponemos a nuestros maestros en un pedestal y no perdonamos su humanidad.  Me sucedió personalmente con uno de mis maestros y me duele cada día el juicio amargo y duro que puse sobre él.

Así que después me tocó a mí vivirlo en carne propia.  De una forma cruel, vi los ojos de mis "amigos" convertirse en mis más duros verdugos.  El otro día hablaba con mi madre y resulta que se enteró por terceras personas de muchos sucesos personales míos que andaban en boca de la gente en quién supuestamente yo confiaba.

Dura lección trajo ese momento y al mismo tiempo,  como compartía ahora con mi amiga,  este evento sirvió como una purificación muy profunda de presencias non gratas en mi vida,  en mi estudio y en mi casa.  Pude discernir en esos momentos de crisis el abrazo cordial de corazón y también aquel y aquella que se alegraban por mi desventura.

Desventura que no fue tal.  Al contrario.  Porque sin ese suceso no estaría escribiendo aquí hoy.

La vida y esta ola gigante se llevaron a mis verdugos y ahora vivo una vida libre,  sin gente alrededor que amenace con ahorcarme con sus propias proyecciones de lo que es ser "buena" o "mala".  Vivo mi vida en libertad guiada por la voz de mi corazón.  Y pienso en Jesús:  en este día de Resurrección, de reconexión con el poder divino que todos llevamos.   Pienso en su dilema inmenso de servir a su Padre incondicionalmente,  a pesar de la incomprensión de sus detractores y de la envidia de los fariseos.  Fariseos siempre habrán en el camino:  gente que pone cara de santo pero que a la hora de la verdad se vende al mejor postor,  niega a sus hermanos o se acomoda donde mejor pueda.  Sin embargo,  el poder del Redentor están tan por encima de estas presencias pequeñitas y su Amor es tan grande que incluso alcanza para cubrirlos.

Mi vida es ahora un millón de veces mejor que cuando estaba rodeada por estas presencias que succionaban energía de mí sin yo darme cuenta.  Me siento realmente protegida a muchos niveles y sé que esa crucifixión sangrienta era parte de mi camino personal hacia el despertar.   No juzgo a mis enemigos porque sé que en su mundo pequeño no podían pensar de otra forma.  Y sin embargo,  deseo que todas las almas en todos los planos encuentren la felicidad verdadera y la libertad.

Cada uno en su momento.

Este domingo de Pascua me trae a la memoria esos sucesos lejanos como si se tratara de la vida de alguien más.  Entiendo que fue la mía propia que en algún momento sirvió de chivo expiatorio para no sé qué energías oscuras que necesitaban moverse.    No puedo entender por qué pero sí entiendo que este cuerpo tiene un destino y que el destino involucra rendirme diariamente a un Poder más Grande y confiar.  Igual que hizo Jesús a través de su sufrimiento,  calvario y muerte.

Hoy resucitó el Señor y yo también siento que resucito a una mejor comprensión de esos grises en mi vida.  Mi enseñanza fue esa necesidad imperativa y urgente de que dejemos de juzgarnos entre nosotros.  En mi país somos educados para juzgar al otro desde la cuna.  Crecemos y vivimos en un constante dime que te diré.  Cuánta gente pendiente de otros desperdiciándose día a día en un océano de envidias y  celos ante las realizaciones ajenas.

Pero para los que rompamos este patrón,   vidas nuevas se abren.

Como si hubiéramos resucitado.


sábado, 4 de abril de 2015

La muerte se suaviza con la vida

Después de varios días sin sentir la necesidad de escribir,  hoy me dieron ganas otra vez.

Escribo sentada en una montaña que amo, lejos del ruido de la ciudad,  en sábado santo.  Escribo en  unión con mujeres de todo el mundo que han venido a Costa Rica a reencontrar algo que habían perdido en el camino.  No sé como describirlo porque yo misma no sabía que lo había perdido hasta que lo encontré.

Dicen que lo que uno busca también lo está buscando a uno.   Sé que el camino ha sido duro y lleno de espinas y he querido tirar la toalla una y mil veces.  El trabajo diario de una yogini-madre-estudiante es privado,  monótono y a veces se siente intrascendente.  Pero de pronto me veo rodeada de gente de una profundidad y seriedad espiritual impresionante, cuyo discurso mental y psíquico tiene una madurez privilegiada.  Entiendo que todo el camino recorrido me ayudó a llegar a este momento vital y comprendo que todo lo que la vida me pidió soltar fue porque necesitaba crear espacio para el ahora.

El día está pleno de sol,  aquí en la montaña la brisa nos acaricia y arrulla.  La luna llena de anoche me habló verdades que hace días no escuchaba:

me habló de instintos perdidos...
de sensibilidad y fuerza unidas.

me habló de valentía a pesar del miedo...
de caminar más descalza.

me habló de muerte y de vida y de un hambre que sentí toda la vida que está finalmente empezando a ser saciada.  

me habló de tocar una puerta que traiga de regreso lo que más amo:  mi conexión profunda con una sabiduría ancestral irrevocable,  absoluta y innegable.  

Las visiones se suceden y se mezclan con los eventos diarios.  Sueños y realidad son una a la luz de la luna.  Esa sustancia primaria que anhela expresarse de mil formas y que finalmente está encontrando su liberación.  Ese pasado camuflado en que me sentía siempre seca,  cansada,  frágil, deprimida,  confundida, amordazada,  asustada y sin inspiración.

sin alma
avergonzada
sin dirección
bloqueada

llena de dudas
desenfocada
inerte
ansiosa

Todos esos ángulos del miedo se sienten con una nube del pasado que ya no tiene fuerza. Ese constante anhelo de agradar sustituido por una seguridad interna en el camino y una transformación de la ambivalencia en medicina.

La muerte era necesaria,  era imperativa para cerrar ciclos.

Y la vida florece frágil y confiada en que la senda es segura.





                                                                 El camino florece.