viernes, 31 de enero de 2014

A propósito del Año Chino del Caballo

Cuando me di cuenta de que era un Caballo de Fuego en el horóscopo chino me asusté.

Sucede cada 60 años. Escuché historias de terror de que los chinos ahogaban a los pobres niños que nacían con este signo.   Que podíamos usar nuestro potencial para causar mucho bien o mucho mal y por ello, preferían evitarse el riesgo.

Mi vida se divide en dos:  creo que la primera parte podría describirse como un dar palos de ciego.  No sabía quién era,  para dónde iba.  Sólo reaccionaba, la mayoría de las veces impulsivamente y sin pensar ni sentir.

Tuve la inmensa dicha de materializar mi ego- como decía Osho- casándome en primeras nupcias con un Caballo de Fuego igual que yo.   Inmenso aprendizaje a una edad muy temprana que me ayudó a sacudirme y despertar de la modorra juvenil.

El cambio llegó cuando empecé a buscar algo,  doblada por el dolor pero no sabía muy bien qué.  Sabía que seguir hacia afuera sólo sufrimiento me iba a generar,  a mí y a los demás.

La energía del Caballo es catalítica,  activa,  poderosa.  

Sin consciencia somos un huracán para cualquiera,  especialmente para nosotros mismos.  Podemos causar mucho daño. Pero también podemos generar mucho cambio y afectar positivamente a nuestros seres más cercanos invitándolos a moverse.  Todo depende de la consciencia.

La impulsividad,  pasión, intuición y habilidad para generar cambios crea un dinamismo constante en nuestras vidas y grandes saltos hacia adelante.   Buscar en nuestras almas nos permite comunicarnos más honestamente,  desarrollar más compasión y comprensión a nivel emocional y responsabilizarnos de nuestras decisiones.

Esto ha tomado mucho tiempo.  Este símbolo es resistente,  resiliente y tal vez esta sea la única razón por la cual puedo escribir esto hoy.  Muchas veces he pensando en mandar todo a volar,  pero hay una voz interna que me grita no claudicar.

La energía del Caballo nos invita a todos a ser más intuitivos y a confiar en nuestro gut feeling.   Nada apasiona tanto a este símbolo como la libertad y claridad de visión.  Nos pide a todos realizar qué queremos de nuestras vidas,  planear los pasos hacia nuestros sueños y volar con el viento hacia mayor consciencia.

El tema personal más importante para mí en este vida ha sido el de la confianza.  Me ha costado mucho confiar.    Siempre creí que necesitaba un hombre a mi lado para ser.  Pero a través del Yoga he realizado que necesito la Gracia para ser y de ahí,  las relaciones adecuadas se manifiestan y evolucionan naturalmente,  sin ansiedad.

He aprendido a confiar en otros para apoyarme.  Estoy aprendiendo a dialogar:  el Caballo puede ponerse muy salvaje y no escucha un carajo.   He suavizado mis picos emocionales a través de mi práctica, encontrado una estabilidad que no conocía.  Por supuesto que tengo mi momentos...pero de alguna forma he logrado un a des-identificación con ellos.  Los veo venir,  los siento,  los lloro y pataleo y luego continúo.  Los episodios son cada vez más cortos, menos dramáticos.

El Yoga nos pide Verdad.  Todos tenemos un poder interno que crece a medida que crece nuestra integridad.  La solución al acertijo en mi caso ha venido de no seguir lamentándome de mis errores pasados, tomarlos como lecciones e intentar soltar los patrones nocivos.  Este Caballo interno me invita a aventurarme a un lugar donde tales patrones no tienen lugar.

La energía del Caballo es la de cabalgar a pelo,  entrando en la oscuridad para encontrar la Luz.
Nos urge a compartir lo que hemos encontrado con nuestros hermanos y hermanas. 
Nos recuerda los regalos del Amor y la importancia de balancear el trabajo con alegría y gozo.
Nuestro verdadero poder radica en recordar quién somos.

Y así voy día a día:  estoy aprendiendo a defender lo que creo,  a usar mis talentos con humildad para crear más conexión con los demás.  Estoy intentando cumplir con integridad mi misión en esta vida.  Cada día es un paso hacia adelante.  Ya no me lanzo al galope tan fácilmente-  a menos que vea a lo lejos algo que realmente amo.

Mis pasos no han perdido pasión pero son menos impulsivos.  Medito y cuando sé que tengo que correr,  no corro....vuelo.

Tal vez ser Caballo no sea tan malo después de todo.

Tal vez nacer en Costa Rica en vez de la China tenía un propósito más grande que sólo hasta ahora estoy empezando a comprender.







miércoles, 29 de enero de 2014

Espiritualidad o conformidad?

Nuestra naturaleza humana es un caleidoscopio de emociones,  deseos,  intenciones y pensamientos mezclados que a veces se vuelve totalmente irracional  porque palpita en un universo de tejidos,  huesos y piel:  la realidad innegable de estos cuerpos.

A pesar de que se nos ha educado para preservar la cordura sobre la emocionalidad,  pueden haber mil detonantes que hagan que nuestro cuerpo adquiera el dominio completo sobre nuestros sentimientos y nuestra percepción del mundo.  Cuando nos sentimos frágiles,  emotivos,  necesitados y tristes... cuando nos sentimos amados,  reconocidos y apreciados.  Cuando la muerte toca la puerta de la casa.  Cuando el amor toca las fibras más íntimas de nuestra alma.

El cuerpo es como una antena que detecta vibraciones de todo tipo y calidad.  Es increíblemente perceptivo ante el amor,  el miedo,  los celos y la serenidad.   E igualmente preciso para prevenir el peligro- físico o emocional-,  cambiar su rumbo en caso de catástrofe o cantar viajera en caso de terremoto.

Significa esto que cada percepción que tenemos está teñida en primera instancia por este cuerpo?  En mi experiencia vital así es,  aunque he tenido que recorrer un largo camino para desembarazarme de uno y mil conceptos que me impedían ver y sentir claramente.    A todos nos enseñaron a negar las emociones y reacciones naturales y a ser "juiciosos" pasara lo que pasara.  Hemos aprendido a etiquetar a la gente,  las circunstancias y los acontecimientos de acuerdo a nuestra crianza, educación y el deber ser. Hemos perdido contacto con nuestra capacidad visceral de saber cuándo algo anda bien o mal. Nos hemos convertido en róbots  tristes que siguen un programa ajeno que alguien anónimo nos insertó.

Hemos negado el poder de nuestras percepciones en aras del orden y la cordura.  Y me pregunto entonces: puede la espiritualidad resucitar tales capacidades innatas en vez de caer en el mismo patrón cultural de acomodar todo para que calce con el statusquo?  Una espiritualidad así para mí  es la única posible.

El  papel de la espiritualidad es devolvernos el derecho humano a sentir esta vida sin filtros de por medio.

El ethos de esta vida en sociedad nos obliga a acomodarnos a la voluntad de la mayoría.  Nos pide ser duplicados exactos de un modelo inventado por alguien que no somos nosotros.  Nos pide conformidad.  Si vemos la espiritualidad como la única respuesta a todos nuestros anhelos de amor,  relación,  profundidad y felicidad,  ésta debe necesariamente convertirse en un antídoto para este veneno.  Sino,  sólo la estaríamos usando para perpetuar el patrón anquilosado en nuestro ADN por generaciones ciegas.   Generaciones que aceptaron todo sin cuestionarse.  Que bajaron la cabeza antes los dictados de alguien más porque no estaban lo suficientemente despiertos para cuestionar.

Cuál es la respuesta a esta tensión perenne que todos llevamos por dentro y que nos mantiene aprisionados?  Mi opinión personal es que nuestro cuerpo es un gendarme sabio a quién podemos confiar nuestra evolución.  Sin él estamos perdidos.  En vez de verlo sólo como un envoltorio de nuestra mente,  podemos aprender a escucharlo en su autenticidad y arcoiris emocionales sin tanto juicio.    Cada emoción tiene un efecto corporal.  Nos hace saber cuándo estamos frente a alguna contradicción o paradoja,  inevitable en las relaciones con otros arcoiris emocionales.  Nos dice también con mucha precisión cómo resolverla,  a veces sólo abrazarla. El poder de las hormonas,  las emociones y la piel nos jala en mil direcciones,  inconclusas en su mayoría por nuestro miedo heredado a perder la racionalidad a que se nos ha acostumbrado.

No será la posibilidad de aceptar que el 99% de las veces somos inauténticos la puerta de salida?  

Cuestionarnos por qué reprimimos tanto de lo que sentimos,  negándonos a dar crédito a lo que estos cuerpos (ojos, narices,  manos,  piel) nos dicen.   Insistimos en buscar una respuesta que calce con nuestro esquema mental.  Obviamente que es necesaria cierta represión para vivir en sociedad y para la salud mental de todos y el funcionamiento decente y ordenado de la sociedad...

Pero no estaremos cayendo en una falacia al pensar que podemos controlar el caos químico que somos?    Somos seres paradójicamente incoherentes.  Y una espiritualidad que no acepte esta incoherencia cae de nuevo en el patrón represivo y en la desnaturalización del ser humano.   Cuántas veces hemos construido castillos de cristal en un caso particular según nuestras ideologías en vez de escuchar a nuestros corazones. Todo intento que no siga los dictados de nuestro ser más profundo está condenado a fracasar.

Somos una fuerza cósmica,  poderosa e infinita más allá de  nuestros propios conceptos.  Fuertes y definitivamente amenazantes para esa "historia de nuestra vida" que tercamente nos empeñamos en actuar. Estamos hechos del mismo material que el cielo,  las galaxias,  los agujeros negros,  estrellas que explotan y volcanes que arden. Somos agua, aire y tierra amalgamados en estos cuerpos negados por tanto tiempo.

Otro será nuestro destino si decidimos habitarlos de nuevo.  Nuevos encuentros y paradigmas surgirán sin referencia al pasado.  Y por primera vez en mucho tiempo,  tal vez incluso en generaciones de generaciones,  podremos reconocer en otros ojos un instante de eternidad.

Abismo sin fin que surgirá de ese hoyo profundo y lleno de éxtasis que se llama un alma en un cuerpo.

lunes, 27 de enero de 2014

Martes de milagros

Martes en  Mysore.

Podríamos decir que aquí en India los martes son de mala suerte.  Los indios creen que los martes hay que quedarse quieto,  esperar a que pase y no hacer mucha alharaca.  En el shala,  los martes son los días en que no se dan posturas nuevas,  uno hace su práctica con cuidado y espera salir lo antes posible,  sano y salvo.

Hoy tuve una epifanía bellísima en mi práctica.  Pude entrar a las 4:30 am,  es muy hermoso practicar a esa hora porque todo está en silencio.  El hombro me estaba doliendo:  estos arm balances son mortales.  Mi mente se sentía pesada y lista para abandonar.  Sin embargo,  ya al final en los tic-tocs- esos que perdí entre los embarazos y partos y que les tengo terror de hacer sola-, un ángel vestido de asistente vino a mi rescate.  Me ayudó a dar las tres vueltas y me dio varios consejos.  El dolor de hombro se me olvidó.

Se fue.

Será realmente como decía Guruji que toda resistencia es mental?

Estaba tan fascinada de poder sentir de nuevo mi cuerpo en el espacio, moviéndose libre:  es como volar.  Ir montada en un rayo láser,  sentir un disparo de energía,  puro prana en movimiento.  Me fui a hacer el cierre conmovida,  sorprendida.  Era mi mente que le estaba dando energía al letargo y al dolor.  Mi mente que todavía no comprende a veces que aquí estamos hablando de algo tan sutil,  delicado y fuerte al mismo tiempo.

Ella, pobrecita,  todavía no entiende.

Esa mente que hoy decidió rendirse y darle paso a esa energía.  Soltar el supuesto dominio que según ella ha tenido sobre este ser,  sobre este cuerpo y corazón.   Se hace a un lado convencida de que ha perdido su hegemonía,  con cierta alegría de soltar el control y permitir que el prana haga de las suyas conmigo.  Mientras tanto,  yo me siento como una espectadora de todo esto:  la materialidad al servicio del espíritu.   Maravillada de poder ser partícipe de tal acontecimiento.

Mientras escribo cierro los ojos y puedo ver mi cuerpo moviéndose en los tic-tocs con la ayuda de mi amigo.  Siento algo que no había sentido desde hace muchos años después del tsunami de mis bebés.

Y puedo decir que aunque sea martes, los milagros están a la vuelta de la esquina.

Gracias,  querido A. por ser mi ángel esta madrugada.

domingo, 26 de enero de 2014

Serenidad Sublime

Suena el despertador.

Salgo de un hermoso sueño donde estoy rodeada por aquellos que amo.  Siento tanta alegría de estar con ellos,  risas y abrazos,  me siento acompañada...feliz.  

La alarma suena y mi cuerpo hace lo que tiene que hacer.  Me levanto,  lleno el balde,  me baño y alisto.  Agarro mi mat y me aventuro a la oscuridad de la noche.

Llego al shala y mi mente todavía está dormida.  De nuevo la salida del baño de hombres...la verdad,  qué más da.  Mis preferencias han disminuido considerablemente en estas tres semanas de práctica.  Mis pretensiones se han suavizado y casi desaparecido.

Baño de hombres OK.

Practico junto a una querida amiga y su energía y compañía me ayudan a pasar por el túnel oscuro de los arm-balances.  Cuando salgo es como si se abriera un claro en el bosque:  Purna Matsyendrasana y Viranchyasana A y B se sienten fáciles, igual que los handstands finales,  el escorpión y el catching.

En el baño de mujeres desenrollo mi alfombra todavía en la oscuridad de la madrugada.  Afuera los primeros pajaritos se despiertan y todo es silencio.  Mis brazos van a explotar.  Me relajo y entro en un savasana profundo.  No sé cuánto rato estoy ahí.

A pesar de la intensidad de mi práctica diaria aquí en Mysore y de todos los obstáculos mentales que pueda estar sobrepasando para hacerle frente a una serie y tres cuartos de la otra,  realizo que esto es un juego de niños comparado con la vida.

Esta vida única y efímera en la cual podemos pretender ser alguien que no somos o definitivamente y de una vez por todas aceptar y soltar todas nuestras pretensiones de imagen, forma o color.   Todos estamos apegados a miles de etiquetas que hemos inventado para no sentir el dolor de estar vivos.  La incertidumbre diaria.  Las posibilidades abiertas de catástrofes a cada instante,  dolorosas y no dolorosas.

Recuerdo hace siete años,  estaba sola por aquí en Mysore,  acababa de salir de una relación muy mediocre y me sentía libre y feliz,  lista para escribir mi futuro con letras de oro.  En medio de tal high,   recibí un correo de Costa Rica de alguien que quería practicar conmigo.  No le contesté.  Era un viejo amigo y de alguna forma, mi alma creo que anticipó una catástrofe.  Regresé a Costa Rica,  no lo llamé.  Pero terminó llamándome e invitándome a almorzar.

Catástrofe matrimonial.  

Podría decir que mi segundo matrimonio y tres niños terminó con mi práctica de Tercera Serie que iniciaba precisamente en ese momento.  Se trajo todo abajo,  desde los mismos cimientos.  Quedé en un descampado donde no sabía quién era sin mi práctica,  no entendía este cuerpo que crecía y decrecía sin mi control y tampoco podía comprender las ramificaciones a futuro de semejantes acontecimientos.

Y aunque en el momento pareció catástrofe,  en los últimos siete años he encontrado el yoga más profundo y difícil de todos.  He tenido que abandonar mis pretensiones de ser la mejor yogini del mundo,  la  más fuerte y flexible.  Todo se lo llevó el tsunami de mis tres pequeñitos.  En su lugar quedó un cuerpo destrozado,  física y energéticamente.  Una especie de trapo que tuve que lavar con cuidado y tender al sol de la mañana.   Curar sus heridas internas y con mucha paciencia y cariño hacerle saber que estaba bien sentirse tan mal.   Que estaba bien sentirme defraudada,  perdida y sin rumbo.  Que estaba bien no poder hacer cosas que antes podía fácilmente hacer en mi alfombra.

Tuve que decirle a mi mente que estaba bien que todo se atrasara.  Que los tiempos del amor no son siempre los tiempos del ego.  Que estaba bien asumir nuevas responsabilidades familiares después de muchos años de criar a mi primera camada.

Y estaba bien también abrirme a la posibilidad de amar de nuevo.

El precio de este nuevo amor no lo anticipé nunca.  Mi práctica,  con la cual estaba totalmente identificada,  dejó de ser mi escudo protector.  Mi auto-imagen de yogini perfecta quedó perdida entre pañales,  teta y malas noches.  Mi cuerpo controlado dio paso a un monstruo en forma de ballena que tres veces se llenó y vació de formas inconcebibles.  Y la vida se abrió paso a través mío: vida hiriente,  plena y devastadora todo a la vez.

La transformación que anhelaba vino pero no en la forma que yo creía.

Y aquí estoy,  retomando donde dejé.  Sintiéndome torpe,  inútil y desfasada.  Viviendo algo que tenía que haber sucedido hace  5 años según mis planes,  no aquí y ahora,  tan tarde.  Y a pesar de toda esta alharaca mental que me dice continuamente: "y si no hubieras ido a almorzar con él aquella vez...", a pesar de ella encuentro en mi práctica dura y estéril,  desierto sin agua salpicada por dolor constante,  encuentro pequeñas luciérnagas de serenidad sublime que nunca pude conocer en ese entonces.

Mi alma estaba demasiado tapada por imágenes irreales de un yoga que percibía sólo en la dimensión física.  Un yoga que de alguna forma contribuía a ensalzar mi ego.   Pero tenía que pasar por el filtro arrollador de tres embarazos y el molino del amor para realizar esto.

Hoy sentí por primera vez la serenidad sublime de saber que cada paso que me ha traído hasta aquí ha sido perfecto.  Mi mente todavía se queja de lo que pudo haber sido, he aprendido a oírla hacer su pataleta y mientras tanto, yo me dedico a saborear las gotas de sudor y sangre que hacen de mi mat mi lugar preferido en este mundo.

Y sobre todo,  las luciérnagas.


miércoles, 22 de enero de 2014

Kindred Spirits

I´m writing in english today.

Today i basically died in savasana.  Had a horrible night,  full of nightmares and worries.  Barely slept. But still i went to the shala and having my friends around,  did it all one more time.   All of us breathing together and going through every pose made me feel  not so alone.

There is a certain type of spirit that enjoys this intense practice.  It kneads us,  makes us pliable inside and outside.  Breaks our ambition,  our goals and expectations.  Is like being bare naked in front of a room full of people.  Bone to bone with uncertainty.  Breath to breath with pain.

Maybe those of us who do this had some intense karma to burn through.  That was our conclusion today.  I had a breakdown after my savasana.  Tears wouldn´t stop.  Heavy stuff i´ve been carrying inside for months coming out of my system.  Feeling so fragile and tender.  It helps to know many of us are going through this barriers and that we can support each other in our transformation.  It seems so tough sometimes.

My God.  So tough.

I used to think i could do it,  used to think i was strong enough.  So many labels and explanations in my mind to try to make it a little easier.  Today i realized it is just a matter of acceptance and gratitude for my wounds.  Deep wounds that bleed  in the right places.   I wouldn´t have the courage to open them by myself.  Don´t even know where they are.   But prana knows.  It can access the unworthiness,  the solitude and  the grief trapped in  my tissues,  cradled in my bones for years and years.  I know i come here to heal and restore.  With no hidden agendas but the unspoken realization of basic goodness beyond my mind.

A dear teacher once said to me:  You don´t need to justify to anybody what makes you grow.

The clock is ticking and i am getting ready for bed.   Things are moving inside and i feel uncertain and small like a little baby taking her first steps.  Steps toward reality,  truth and Love.  Steps that feel like climbing the Everest without any oxygen.

My kindred spirits will be there tomorrow,  i know that for sure.  Maybe they are going through something similar.  Maybe their lives are falling to pieces with each drop of sweat and tears as mine is.   Maybe they also have a faith  that this is something special.  Few places in the world i know where i can let my guard down.

With a profound intention to stay this open...
always.


Simple and unprotected.  Alive and hurting.  Alone and real.  For this practice is cleansing my soul and making my feet light for the flight.  And when that time comes i will be ready.

I swear to you,  i will be ready.

Thank you B.

lunes, 20 de enero de 2014

Saliendo del bosque

Hoy me costó muchísimo levantarme.  Cometí el error de tomarme una pastilla para el dolor anoche a las 8 pm antes de dormir,  creo que tenía algún somnífero porque el despertador sonó y no podía moverme.  Muy mala idea. Empecé a rezar y finalmente logré llegar al baño y al balde.  Para colmos de los colmos algo le pasó al agua caliente así que tuve que hacer mi baldazo con agua fría.

A las 3:30 am eso no se sintió muy bien.

Tomé mi mat y mis cosas y me aventuré en la oscuridad de la calle. A esa hora todo duerme.  Escuché el sonido de una moto acercándose.  Por si acaso,  agarré mi mat y me preparé a darle con todo a cualquier indio que se atreva a acercárseme.  Por suerte eran sólo dos amigos yogis que también iban temprano para el shala.

Todo bien.  El susto pasó.

Mientras esperaba en el vestíbulo empecé a soñar despierta, literalmente.  El shala está calientito en contraste con el frío de la madrugada.  Aunque mis ojos estaban abiertos,  más de una vez cabeceé.  Los martes son días difíciles energéticamente:  por eso es que nunca nos dan posturas nuevas.

"One more!"  escuché la voz como si viniera de otro mundo.
"ONE MORE!".  Wake up, María!!

Me levanté de un solo y por más que abría los ojos no podía ver el lugar vacío donde se supone debía acomodarme.  Tomó una regañada del Boss:  "You come,  HERE!" y finalmente vi el lugar.  Oh no!  La zona de tránsito pesado otra vez!!  La salida del baño de hombres.

Qué se va a hacer.

Empecé mi práctica con dificultad,  principalmente mental.  Entre el sudor, los pies de muchos en mi mat y el pelo en la cara que no me dejaba en paz,  sufrí por la primera media hora.  Sufrimiento literal.  Anticipando las dos horas que me faltaban,  sin encontrar los recursos internos, perdidos a esa hora del Brahmamuhurta  entre mil ideas,  voces y dudas mentales.

Y después de un rato  fue como que apagaran un radio con estática en mi cabeza,  todo se calló y comencé a escuchar mi música.  Los acordes en el piano me trajeron de vuelta.  Ayer pasé toda la tarde escuchándola y hoy vino a salvarme.  Comencé a fluir con menos esfuerzo,  más serena y relajada.

Backbending.  Tan rápido? El Boss se acomodó frente a mí y estaba tan sudada que las manos se me resbalaban en el catching.  Pero al levantarme me vio a los ojos y me preguntó:

 "What pose you do?" 
"Ashtavakrasana, Sir."
"Ok, ok.  Tomorrow you try Purna Matsyendrasana."

&%$·"!?=_:*¨^???
4!=")(/·&$%?Ñ_¨:^Ç!!!!!!

Y fue como si el camino tortuoso y largo que he recorrido en estos casi tres años después del nacimiento de Matías se abriera en un claro del bosque.  Saliendo de la oscura maraña de los arm balances me da un empuje para no claudicar.  Aunque el dolor en mis brazos sea todavía casi inaguantable,  aunque mi mente insista en decirme mil pavadas sin sentido,  llegó un ángel que me jaló literalmente fuera de la resistencia.

Mi querida meseta de tres años, esa meseta que aprendí a querer y aceptar con casi cariño,  ha empezado a desaparecer.

Vendrán muchas más,  pero tal vez,  sólo tal vez,  mi mente haya encontrado un poco más de música en vez de estar perdida entre tanto "too much thinking" y pueda reafirmar,  como lo hice hoy de nuevo,  mi fe.


Sólo música

La música vuelve a mí desde un lugar ancestral.

Mis primeros años de vida estuvieron siempre llenos de práctica.  Práctica diaria de escalas,  arpegios,  pequeñas fugas.  Práctica repetitiva,  monótona a veces.  Meditativa incluso,  a pesar de mi corta edad.

Mi piano se volvió mi refugio en un hogar destrozado por la violencia y la emocionalidad desbordada.  Fue mi barquito donde aprendí a resguardarme de la incertidumbre de cada día.  Mi maestra mi ángel guardián,  quién me acompañó por muchos años.  Su muerte se sintió como una orfandad y desde ella no pude volver a tocar en serio.

Aquí sentada en esta tarde india,  reviso varios regalos virtuales que recibí ayer y me encuentro varias piezas.  Una de ellas la mía,  mi preferida,  mi tesoro:   el concierto más hermoso y apasionado que he escuchado.  En mis últimos años universitarios cometí la osadía de comprar la partitura para dos pianos y soñar que algún día en esta vida podría acariciar con mis dedos las teclas de un piano de cola negro y brillante hecho especialmente para mí.  Así me visualizo en los últimos años de mi vida cuando mi cuerpo ya no pueda moverse y tenga el silencio como compañía.  La visión es clara y la música sólo esta.

De pronto,  puedo conectar los puntos.  De hacer música con mis dedos pasé a hacer música con mi cuerpo.  Es la misma genuina expresión en forma diferente.  Me lleva al mismo lugar seguro y cálido en mi alma.  Pleno de fuerza y suavidad simultáneamente.  Entre el sudor que casi me impide ver,  el miedo a entrar a ese lugar de riesgo e intensidad,  el temblor que sacude mis músculos que gritan ya no más...esta misma música recorre mis venas.  Quiénes compusieron estas partituras (música y asana) sabían que todo era lo mismo:  la humanidad compartida que todos llevamos por dentro y que se presenta en miles de formas,  colores,  expresiones y rostros.

Unidad en movimiento.
Silencio expresándose.

Todos los artistas saben de qué hablo. Un lenguaje inefable a los ojos de la mente.  Una vida paralela siempre presente,  no importa la periferia que estemos viviendo en ese momento.  Se suspende en instantes de luz y oscuridad,  danza y fluctúa.  Se esconde y se muestra.  Se enciende y se apaga...o parece apagarse hasta que explota de nuevo.

En estas mañanas de Mysore llego a un shala lleno donde todos somos una orquesta y cada uno muestra sus acordes y sonoridad  única y perfecta.  Sin comparación con ninguna otra.  Absoluta y relativa,  compartida hasta la médula y los huesos.  Cero máscaras,  todos frágiles danzando este instante vital protegidos por una mano generosa que nos invita a no dar un paso atrás.

La mano del Amor?

Siempre hay más:  más belleza, más profundidad,  más integración.  Orgánicamente crecemos en un paisaje habitado por miles de seres humanos que supieron encontrar el sentido de esta vida.  Y de alguna forma quiero pensar que nuestra quimera infecta al resto,  a aquellos que todavía tal vez anden un poco tristes y solos.

Porque no hay tal.  No hay soledad.
Hay sólo música danzando en nuestras venas.

domingo, 19 de enero de 2014

In Love


Sin dudas,  abordamos el autobús hacia Hampi.  El pronóstico son nueve horas a bordo.  Comienza la aventura.

El bus se mueve acelerado entre el paisaje indio que comienza a amanecer.

Nos sentamos en primera fila,  mi amiga y yo y los dos chicos atrás.  Mala idea.  El pito del camión suena unas diez veces por minuto.  Aquí los vehículos se mueven más por oído que por visión.  El amanecer continúa y una bola anaranjada se levanta majestuosa por entre la niebla matutina.   Observo con atención y respeto las figuras que se levantan con sus dhotis,  saris y turbantes en el frío de esta mañana de enero, saboreando el chai y todavía un poco adormilados.

Hampi.

Paraíso o infierno? No tengo idea.  Sólo sé que hay que ir ahí.  El camino tortuoso-  en el que varias veces tengo la seguridad de que vamos a chocar frente a frente con un camión o autobús o atropellar una vaca,  cabra o tuc tuc-,  nos lleva finalmente a nuestro destino.   Rocas gigantescas se levantan por kilómetros entre templos de piedra edificados hace miles de años.  Arrozales de agua fresca nos dan la bienvenida y mientras camino entre ellos pienso en que hace mucho no me siento tan feliz.

La simpleza de la vida en este lugar,  donde tomar un bote para cruzar un río se vuelve una aventura, al igual que observar la maravilla de una elefanta bañandose o de niños pequeños con sus pies descalzos y pulseritas que suenan.  Los ojos de todos:  curiosos,   investigándonos,  intentando conectar con estos foreigners extraños,  mujeres en pantalones y tatuajes,  rostros más pálidos que los suyos.

El murmullo del bazar da paso a un río sereno que da paso a unas rocas masivas y a una luna llena completa y brillante.  Practico al amanecer sobre una piedra masiva que me transmite no sé qué historias y leyendas de otro tiempo y a la vez me da la bienvenida a este lugar sagrado.  Una familia de monos se une a nuestra práctica observándonos con interés.  En el cielo,  los celajes iluminan los templos que amanecen y a lo lejos se oyen los cantos legendarios dándole la bienvenida a Surya,  el sol que nos mantiene vivos y que nos regala otra mañana.

India me subyuga,  me sorprende y me regala todos los días algo nuevo.  Los días pasan volando entre arrozales y piedras gigantes y ofrecemos el ascenso al templo de los Monos.
La cúspide nos regala la magnificencia de un paisaje que no termina y que de algún modo se conecta a nuestro paisaje interno...ese que tampoco termina.

Al igual que no termina mi fascinación con este lugar.

Quedamos tan enamorados de Hampi que prometemos volver.  Claro,  en tren probablemente o en un bus nocturno.  Ya casi al final del trayecto de regreso- que termina siendo de más de once horas-,  vuelvo a ver hacia atrás y sobre Ariel hay un bebé,  una viejita de unos cien años y varios paquetes.

Sin embargo,  sus ojos me sonríen.

Ya sabe que aún en medio del caos se puede encontrar la paz.
Esa es la lección más importante.  


Todavía adolorida después de tantas horas de viaje,  encuentro mi cama en el apartamento como la alcoba de un palacio.  El contraste entre la suavidad de las sábanas,  el silencio y la oscuridad me hacen recordar los huecos,  el escándalo y el gentío con una sonrisa en los labios.

India....ay mi querida India.
Seguís enamorándome.


lunes, 13 de enero de 2014

Santosha

Varios días sin escribir.

El efecto de la segunda y tercera series de Ashtanga Yoga combinadas...más el cambio de horario de 8 am a 5 am.  me tienen bastante averiada.  El dolor físico ya lo anticipaba.  Internamente,  la necesidad de silencio es muy grande.

Y necesaria para el reto que tengo entre manos.

Este reto significan veinte días más de una levantada a las 4 am para estar en el shala a tiempo.  A esa hora el silencio es total.  Sólo se escucha la respiración.  Sharath sale y hacemos juntos la invocación.  La energía comienza a subir,  más gente empieza a llegar.  Afuera está totalmente oscuro y frío,  el shala es como un útero calientito que nos protege y conforta.  No importa la locura de postura en que uno esté.

Mi mente entra silencio después de un rato.  Dejo de pensar si Ariel se despertó para ir a practicar,  en los planes del día,  en mi familia en Costa Rica.  El sonido de las respiraciones juntas,  interrumpidas de vez en cuando por golpeteos en el piso, saltos y el clásico UGGGHHH,  pasa a un trasfondo.  La concentración se vuelve cada vez más cerrada.  Hoy me tocó en una zona de paso así que además de lidiar con el cansancio y el sudor,  me tocó tener muchos pies en mi alfombra.

Santosha.

Mis brazos se siente como si fueran a explotar.  La conjunción del Nadi Sodhana y el Sthira Bhaga tiene un sentido muy claro:  uno está muy cansado cuando empieza Tercera y no tiene más remedio que acudir a recursos internos para sobrepasarla.  El cuerpo ya no responde.  Los músculos cansados y el dolor generalizado me pide ir más profundo.  Y cuando todo termina siento como si Dios me hubiera amasado... amansado y abrazado.  Tiemblo como un conejo de pies a cabeza. Salgo del shala después de saludar a mi maestro,  profundamente agradecida por esta experiencia límite,  cada día nueva,  cada día más intensa y sutil al mismo tiempo.

Gracias por ayudarme a conocerme mejor.  
A realizar que sí puedo aunque mi mente diga que no.  
A no darme por vencida. 

Afuera, la calle está todavía silenciosa.  Me tomo dos cocos cor cor,  casi sin respirar.  Y camino de regreso a la casa como levitando,  con una sonrisa de oreja a oreja.

Será que ciertas almas necesitamos tocar el límite para sentir a Dios?
Será que estamos hechos de otro material?

No sé las respuestas a estas preguntas.  Sólo sé que hoy,  martes catorce de marzo,  soy profundamente feliz.

Aunque me duela hasta el pelo.
Aunque tiemble mientras escribo esto de pies a cabeza.

viernes, 10 de enero de 2014

Breaking Bad or Breaking Good?

La paradoja de la vida a menudo nos presenta esta humanidad llena de contradicciones. He aprendido que esta vida no es ni blanca ni negra y que el dogmatismo que separa lo "bueno" de lo "malo"  sólo nos hace perder la perspectiva de la simbiosis inexorable que hay entre todo lo que vivimos.

Fui capturada por una serie de televisión.

Walter es un maestro de química.  Toda su vida ha bajado la cabeza y no se ha pronunciado.  Uno de los mejores en su generación,   científico brillante,  no tuvo el mismo éxito profesional que sus colegas y se encuentra condenado a una vida mediocre como maestro en un colegio donde no se le aprecia y con la carga de otro trabajo en un lavacar.

Vive con su esposa y su hijo.  Ella está embarazada y él tiene una enfermedad grave.   Se aman muchísimo, pero la vida material es dura y para empeorar la situación,  Walter está enfermo.  Le diagnostican cáncer de pulmón y tiene poco tiempo de vida.

Life basically sucks.

En todo esta trama tan triste,  la humanidad del personaje de Walter hace que nos sintamos él en todos los momentos de la serie.  Su angustia es la misma que todos hemos sufrido ante las curvas de la vida,  su dolor es nuestro,  la incertidumbre se siente.  Cada capítulo nos obliga a identificarnos con lo que está viviendo y a comprenderlo por encima de todo pensamiento racional.

Qué haríamos nosotros si estuviéramos en sus zapatos?
Somos quién para juzgar lo que un ser humano es capaz de hacer por el bienestar de aquellos que ama en una situación límite?

Creo que todos vivimos en un sistema despiadado al cual nos hemos ido acostumbrando y que quizás se vuelve más crudo cuando vienen épocas de crisis.  Ahí es donde sabemos quién está cerca,  quién nos ama y quién nos juzga.

Ahí es cuando conocemos quiénes son nuestros amigos y quiénes meros conocidos.

Walter enfrenta lo que todos hemos enfrentado en este mundo y seguiremos enfrentando:  la paradoja de ser consecuente con sus principios o seguir el dictado de su corazón.  Es una ecuación difícil de despejar, para él y para cualquiera de nosotros.

Y es también imposible anticipar el desenlace de una coyuntura tan compleja y personal.

Será precisamente por eso que Breaking Bad me tiene en la orilla del asiento desde hace un par de días.  Porque siento que Walter soy yo, somos todos y que no podemos juzgarnos sin herirnos mutuamente.

Nadie sabe qué es bueno para uno y qué no.

Nos corresponde hacer nuestras propias decisiones y luego vivir con sus consecuencias.  Amar con todo el corazón de la forma en que humanamente podamos.  Muy probablemente con errores.  Definitivamente con muchas equivocaciones.

Pero tal vez al final de todo lo que es realmente importante es tomar nuestras propias decisiones.  Ser totalmente fieles a quién somos.  Y de ahí,  cada ser humano pinta su vida como necesita.

Con los colores perfectos.
Con las posibilidades que cada momento nos ofrece.

miércoles, 8 de enero de 2014

You relax

El día empieza temprano.  Afuera,  los primeros rayos de sol iluminan el cielo.  Las cobijas se sienten calientitas cuando suena el despertador.

Un día más en Mysore.

Llego al shala veinte minutos antes de la hora asignada- shala time.  No cabe un alma.  Somos varios esperando en el vestíbulo en silencio.  Son tantas las veces que he estado aquí acuclillada y todavía no deja de sorprenderme ver a la gente practicando.  Cada uno me enseña algo,  me inspira un poco más. Hay gente de todas las edades- aquí con Sharath no tan jóvenes como donde Saraswati-.  Todos los niveles juntos- pero no hay principiantes.

Cuando uno se registra lo primero que le preguntan es "Who is your teacher?".   Ya desde ahí se sabe si la persona es un principiante o no.  A todos los beginners y sin maestro los mandan donde Saraswati.  Aquí se quedan los que saben cómo se come Marichyasana D.

Espero y espero casi por una hora.  El tiempo se pasa rápido y mi mente vuela a Costa Rica.  Pienso en mis estudiantes que estarán pronto aquí.  El Boss parece muy estricto y lo es.  Pero hay una parte suya que le he visto pocas veces y que sale muy de vez en cuando.  No anticipé que hoy sería uno de esos días.

"One more!"-  llama con vos apremiante.

Uno tiene que entrar decidido,  estar listo a mostrar su tarjeta en el momento y no dudar.  Algunos entran un poco perdidos,  se tropiezan entre la gente.  La energía es muy intensa: es como entrar al vórtex mismo del Yoga en el mundo en este momento.  No sé cómo explicarlo.  Hay que dar paso firme,  sin titubeos.  Y cuando le pregunten a uno algo,  contestar con voz fuerte y decidida.  También hay que estar listo a que lo llamen por su nombre,  muy presentes en el momento.  Definitivamente, aquí no es un lugar para gente medio dormida- no importa que sean las 4 de la mañana.

"You! Mariaaaaa!!"-esa soy yo.
No hay forma de que diga Mariela y ya sé que aquí me llamo así.

Entro y el calor me recibe con bondad.  Todos sudan y sudan y sudan.  La medicina está en acción.  No se escucha nada más que la respiración y algunas palabras de Sharath en el cuarto.  Los asistentes están en absoluto silencio y presencia.  Los estudiantes en su propia alfombra.  Nadie está divagando hacia ningún lado.  Aquí hay que estar pilas o de inmediato el ojo del águila te encuentra.

Muchos vienen a India por ser un lugar exótico y lejano que ofrece palacios,  monumentos y elefantes decorados.  No he dicho que no sea hermoso- lo es y lo he hecho varias veces.  Pero lo que  me trae de vuelta cada año es este maestro mío,  cubierto de piel de lobo pero con corazón de oveja.  Este maestro que está durmiendo tres horas diarias durante este high season y que todos los días se levanta a las una de la mañana y abre el chinamo a las cuatro para trabajar seguido hasta la una de la tarde y luego enseñar de nuevo.  Este maestro que levanta y levanta y levanta gente como yo de los arcos y que nos pasa,  a cada uno de nosotros por igual,   un chorro gigante de energía.  El mismo que te regaña si te equivocaste en la secuencia o agregaste una postura sin que te dijera.

Así que concluyo que soy un poco masoquista.  
Como dice una querida amiga:  aquí en Mysore estamos todos locos.  
De remate.

En fin,  dejo mi alfombra en el lugar asignado por él y me voy al baño.  Me cambio,  alisto y regreso al shala.  Hoy es todavía suave:  sigue la semana de Primera Serie.  Todo fluye sin contratiempos.  Cuando llego al cierre,  inexorablemente lo encuentro parado frente a mí.  Tiene la habilidad de tele-transportarse en el shala de un extremo a otro en segundos-  seguro parte de los siddhis o super-poderes yoguis.  Me ayuda en el backbend más extremo...pero antes de entrar me dice suavemente:

"Relax,  María.  You relax".

En todos estos años de estudiar con él es la primera vez que me dice algo tan certero.  Mi cuerpo sigue la instrucción como por arte de magia y con facilidad mis manos van adonde no habían estado antes y se quedan ahí pegadas,  sin esfuerzo.  Esto a pesar de que hoy andaba con un short corto y normalmente me resbalaría por el sudor copioso.   Mi columna se dobla como una cobra y ya no es mía:  está viva.  Se dobla sin esfuerzo,  sin dolor.  Me quedo en ese lugar de relajación por unos segundos y el koan funciona:  la mente se silencia.


"Act without any final goal."
" Do your best at whatever holds you back."
"Seek not perfection,  but authenticity."
"Discover the inexhaustible in the silence of the ego."
"Abandon all expectations."

Con sus manos le dice a mi cuerpo todo esto en no sé qué idioma y a través de la simple palabra RELAX.

Salgo del shala y mi mente sigue en blanco.  Los acontecimientos del día no inmutan ese lugar interno.  Me encuentro de nuevo a Marie Magdalene:  la pobre lleva un buen rato tratando de cruzar una calle muy transitada sin éxito.  Me lanzo sin pensarlo a ayudarle y de pronto,  los carros, motos y rickshaws se detienen.  Todo cambia de ritmo: estamos en media calle y no hay nadie.  Como en el Matrix.

Por todo es que sigo viniendo tan lejos.
Porque aquí suceden cosas que ni yo misma puedo luego creerme. 

Espero que algún día alguien me ayude también a mí a cruzar esa calle.  En esta India alocada,  impredecible  e inexplicablemente perfecta.



martes, 7 de enero de 2014

Smell the flowers

El encuentro fue en francés.

Bueno,  en lo que me queda de mi francés.  

Empezamos a hablar no sé ni cómo.  A ella le cuesta el inglés,  así que le dije que me hablara en su lengua natal.  Puedo entenderla pero no hablarla muy bien.  Ya poco queda de mis cinco años en la Alianza Francesa hace mucho tiempo cuando soñaba con irme a estudiar Historia de Arte a París.

Pero feliz de que pude entenderla.

Marie Magdaléne tiene setenta y ocho años y una cadera rota.  Es,  sin embargo,  uno de los seres más dulces y amorosos que he conocido.  Me contó de su accidente hace tres años que la dejó inválida.  Me contó de sus aventuras por India sola- ninguno de sus hijos y nietos se aventurarían jamás con ella.  Me pidió ayuda para encontrar su próximo destino:  un ashram donde pueda refugiarse,  rezar y sanar.

Marie Magdaléne nos pidió a Ariel y a mí que la acompañáramos hoy a un Ashram.  Curiosamente estaba muy cerca de Gokulam, el barrio donde estamos.  Es el Ashram de Rama Krishna, uno de los santos más santos de India.  Llegamos al lugar y ella quería quedarse a vivir.   Pero en mi francés rudimentario le expliqué que no tenían programas de pensión.  Sólo hay pujas abiertas en las noches y una serie de conferencias en sánscrito y kannada (el dialecto local en Mysore).  Así que la exploración no tuvo mucho éxito por ese lado.

Pero sí por otros inesperados.

A su pasito lento y con su bastón,  recorrimos las instalaciones del lugar-  que en la tarde calurosa de Mysore estaba vacío.  Encontramos un salón grande y hermoso para ceremonias y uno de los jardines más lindos que he visto en mi vida, pleno de flores de loto,  marigolds y rosas.  Ariel estaba feliz.  Ella también.

Me dijo que no entendía cómo habiendo dedicado setenta y cinco años de su vida a ayudar a otros-  es maestra de yoga-,  su vida había sido truncada tan súbitamente por este accidente.  Cree que necesita encontrar un astrólogo kármico que le explique cuál es la razón de este cambio de planes.  Tiene fe en poder comprender.

Marie Magdaléne rezó con nosotros a los ángeles (todo en francés), nos contó de su familia,  de su nieta y de sus viajes por el mundo. Nos preguntó mucho por Costa Rica,  diciendo que Francia es muy frío para ella en invierno y que necesita calorcito.  La invitamos a venir a visitarnos.  La escuchamos.  Por un rato,  suspendimos nuestros planes del día para acompañar a esta anciana dulce y simpática.

Y me puse a pensar en el destino de estos cuerpos,  todos condenados a la enfermedad y la vejez.  Qué es lo que va a perdurar a pesar de los cambios que nos esperan?  Quién nos va a escuchar cuando estemos maltrechos,  adoloridos y con poca esperanza?

Y más allá de los cuerpos,  pensé en la soledad de tantos ancianos que se han vuelto prescindibles para sus seres queridos.  Que sin embargo conservan lucidez en su mente y claridad en sus palabras y sienten la vida igual que nosotros los más jóvenes...sólo que en un carro un poco desvencijado por el tiempo y sus circunstancias.

Creo que hoy tuve una de las lecciones de amor más bellas de mi vida con Marie Magdaléne.  No en vano su nombre.   Me dijo una de las cosas más certeras que he escuchado en cuanto a mi familia:

"Siete hijos?"-  
Siete chakras.

Y en su pequeña figura- que se veía todavía más pequeñita a la par de mi muchacho-, partió en su rickshaw de regreso a su casa en Mysore,  no sin antes admirar las flores del jardín.

Tal vez un poquito más acompañada.
Tal vez,  y ojalá así haya sido...un poquito más feliz.


domingo, 5 de enero de 2014

El Principito

Hoy recuerdo al Principito y su sabiduría. 


Tuve contacto con ese libro a los doce años y desde entonces,  me identifico totalmente con las ansias de este niño por conectarse con lo que ama.  Su intensidad y especialmente la parte cuando le pide al piloto que le dibuje al cordero y se frustra con sus bocetos.  Ninguno da en el clavo.  

Siento que es lo que nos sucede cuando tratamos de entender al otro:  damos un montón de palos de ciego y nos equivocamos a cada rato, por buena que sea nuestra intención.

Así me ha sucedido con este hijo mío amado, León de Dios.  Desde pequeño,  sentí una conexión de alma profunda,  al igual que con todos los demás.  Nació solo,  el doctor ni se había vestido. Vino al mundo en forma contundente,  sin dudas,  sin pedir permiso.  Ha sido un espejo total en intensidad,  inquietud,  energía y corazón.  Al mismo tiempo,  tenerlo tan cerca reflejó también mis propias sombras y heridas y recuerdo con tristeza que fue el único con quién en algún momento la perdí y le dí un par de nalgadas.

Cómo me duele.


Los años adolescentes hicieron que todo ese amor contenido en ese cuerpo que crecía empezara a salir como bombetas, un poco caótico.  Llegó el momento en que la cosa se puso muy intensa:  como podría ser un duelo entre un León y un Caballo de Fuego.  Ninguno quería dar su brazo a torcer.  Y ahí fue que empezaron los enfrentamientos: dolorosos para los dos,  hirientes en lo más adentro de lo más adentro.

La separación fue necesaria.  Hace ya dos años que vive con su papá.  El cambio era imperativo, pero no fue fácil. Parte de la sabiduría de ser padre o madre consiste en saber exactamente cuándo es que uno tiene que soltar.  

Ni antes ni después.

Y el resultado ha sido perfecto.
Tal vez no a la vista de muchos,  pero sí a la mía que lo conozco como la palma de mi mano.

Los principitos nos rodean continuamente.  Son seres sensibles,  amorosos y les cuesta mucho adaptarse al sistema. El sistema quiere endurecernos a todos,  hacernos esclavos de una visión condicionada.  Algunos principitos desde muy jóvenes se rebelan...y con mucha razón.

Aquí en Mysore,  con mi cachorro,  estoy empezando a entender su rebelión que en algún momento juzgué como innecesaria.   Estoy escuchando, aprendiendo. Puedo decir que tengo dos maestros en este viaje:  Sharath en el shala y el otro aquí en la casa.

Yo misma nunca tuve la fuerza de rebelarme ante lo que me oprimía.  Siempre bajé la cabeza y me adapté.  Hasta que llegó el día que mandé todo al carajo.  Tal vez haya otra forma: tal vez se pueda crecer observando con cuidado qué es bueno para nosotros y qué nos daña.

Tal vez podamos crecer también a nuestra edad en discernimiento y sabiduría.  Como este adolescente que ya tiene un sabio adentro.



sábado, 4 de enero de 2014

A la novena es la vencida

Dicen que a uno le llegan las cosas cuando está listo.

Pues me tomó nueve viajes a este lejano país para descubrir los baños de aceite de castor.  Hoy tuve una de las experiencias más hermosas en este maravilloso país que no deja de sorprenderme.  

Hoy recibí una tonelada de amor.

Las tres hermanas- o Three Sisters-,  son una leyenda en Mysore.  Una de ellas estudió catorce años con Guruji en el viejo shala de Laxshmipuram.  Las otras dos son unos personajes.  Me recibieron en su casa- para mí una de las más hermosas que he visto en esto lugar,  puro indian style-,  y me explicaron lo que iba a suceder.

Guruji recomendaba los baños de aceite de castor para todos los ashtangis una vez por semana en el día de descanso. Cuando uno hace esta práctica,  genera mucho calor y a veces se queda en el cuerpo. El aceite lo saca.

En el día del baño de aceite hay que llevarla suave.  Nada de práctica,  ni baile, ni mucho relajo.  Tranquilos.  Recibí la explicación de una hermosa mujer muy fuerte y asertiva en un perfecto inglés indio,  rodeada por sus otras dos hermanas.

Empezó la ceremonia.  Toda la ropa afuera.  Me quedé con un taparrabos muy interesante y me acostaron en un plástico en el piso.  Luego,  agarradas del techo,  entre dos de ellas se me treparon encima!  Todo el masaje lo hacen con los pies.  Tengo que decir que es uno de los masajes más intensos que he recibido- y eso que me dijeron que hoy iba suave por ser mi primera vez.

Mientras sucedía conversamos un montón.  Una de ellas- la ashtangi-,  acaba de tener gemelos.  Los bebés se oían adentro haciendo ruiditos.  Estaba preocupada por cuándo podía recuperar su práctica.  Después de catorce años con Guruji la extrañaba.  Me contó que él la mandó a enseñar a China y Singapur por varios años y que tiene su shala a la par de su casa.  Pero con los gemelitos todavía no está full de regreso.  Casi se caen cuando les dije que yo tenía 7!

Empezaron a interrogarme sobre mi edad,  la edad de cada uno, cada parto...ja ja
creo que no me creyeron...

Me dijeron que me habían calculado máximo 35.

"35 es que estoy yo- me decía a mí misma-, aquí tirada en el piso muerta de frío con estas dos indias caminando en mi espalda!" (en Costa Rica,  estar 35 es estar completamente loco).

Pero después de un buen rato de conversar con ellas, la verdad es que empecé a sentir una camaradería inusual.  Cuatro mujeres en esa casa (la mamá y las tres hijas) más dos bebés de seis meses.  Recordé cuando por unos años estuve yo así,  con mis cuatro chicos mayores pequeños...y tan sola.  Cómo me hubiera gustado tener a mis hermanas y a mi mamá viviendo en la misma casa,  apoyando,  acompañandome.  Creo que esto del sistema india de vivir en familias extendidas no es tan malo como creí.

Hablamos también de lo importante de tener hombres buena gente- buenas parejas y buenos papás- dentro de la casa.  Y que sino mejor solas!  No comprendían cómo en América las mujeres se atreven a tener hijos solas, sin pareja o de bancos de esperma.  En India se las comerían vivas- a ellas y a los niños!- me decían.  La gente no pararía de hablar.

Y acordamos lo injusto del "qué dirán".  De cómo vivir la vida genuinamente implica también ser diferente.  Sentí por un instante que podía contar con estas mujeres,  trabajadoras, inteligentes, madres,  tías y abuelas.  La camaradería entre mujeres es tan rara en nuestros países occidentales-  siempre estamos viendo cómo competir una con la otras y peor si hay hombres de por medio.

La hermandad entre mujeres es algo tan importante y sanador.  Los hombres no pueden darnos esa sensación de conexión y amistad entre seres del mismo género.  Así que al fin el masaje de aceite de castor fue mucho más de lo que andaba buscando: alivio para mis músculos cansados.  Fue un masaje para mi alma con mujeres amables y amorosas.

La ceremonia terminó con la entrada al cuarto de uno de los gemelitos, Vishnu. Uno de los bebés más adorables que he visto en mi vida.  Estaban muy preocupadas porque el papá no está presente en sus vidas:  creo que las dejé un poco más tranquilas diciendo que este bebé se notaba que estaba recibiendo todo el Amor del mundo y que con ese amor crecería fuerte y sano, igual que su hermano.

Y me fui de esa pequeña casa que otros considerarían un tugurio pero que yo veo como un palacio de Amor.  Me fui con el corazón lleno en la mañana en Mysore fría y asoleada y una sonrisa grande en los labios.

 Feliz de conocer nuevas hermanas y de compartir con ellas lo importante de la vida- que es lo mismo,  estemos donde estemos.

viernes, 3 de enero de 2014

Reflexiones


El estremecimiento que he experimentado en mi vida desde el 2012 no tiene parangón.   Será por eso que al encontrarme aquí, en mi Mecca,  llevo una calma serena en mi corazón y una certeza de que Dios está conmigo en todo momento y decide cuál es el siguiente paso.  No estoy preocupada ni ansiosa.

Serena,  inexplicablemente serena.

Este año inicia de nuevo en India.  Con India inició y con India termina.  En ese paréntesis he llorado,  añorado,  blasfemado y gritado.  He rezado,  maldecido,  meditado y practicado...cientos de veces.  Estos dos años han movido los cimientos mismos de mis relaciones y he terminado en mi regazo con aquello que realmente me pertenece.

La confusión de muchos momentos ha sido reemplazada por silencio interno.

Como si una niebla se despejara,  no sólo en mis sentidos físicos,  sino en mis emociones,  mis conexiones internas- conmigo misma y con los demás.  Desde ese lugar,  mientras escribo puedo ver,  sentir y casi tocar el árbol al otro lado de la calle que respira conmigo,   ver  agradecida el cielo con la luna creciente sintiéndome una con ella y y respirar,  hondo y profundo,  mi buena suerte.

Buena suerte de tener conmigo a uno de los seres que más amo en esta vida y de ver como sus ojos se iluminan ante la maravilla que es India.  Como si yo misma pudiera ver este lugar por primera vez.  Sabiendo que ya otros muy amados han tenido la misma experiencia y que vendrán muchos más.

Me gustaría retener esa sensación de que todo es nuevo, aunque haya estado aquí muchas veces.   Creo que he encontrado la receta:  share the Bliss.

Será que el amor todo lo transforma?  
Será que la alegría del otro puede ser más profundo y satisfactoria que la propia?  

Nuevas interrogantes. 
Nuevas realizaciones.

La tarde cae en Mysore y mañana practicamos muy temprano.

A saborear la placidez de saberme en el lugar correcto con la compañía correcta, por muy difícil que sea soltar los apegos y las dudas sobre el camino.


miércoles, 1 de enero de 2014

Regalos de India

No duermo un carajo.
Bueno, tres horas y luego,  imposible.

El cambio de horas tiene su efecto.  Sin embargo,  suena la alarma y arriba.  Ariel está igual:  durmió como una horas.  Nos vamos al shala.  El frío de la mañana nos despierta un poquito.    Llegamos casi a las 7 am y Saraswati ya lleva dos horas y media enseñando.  Esta abuelita me sorprende!

Empiezo mi práctica mientras el sol sale.  Llegan dos niños:  tendrán unos 8 o 9 años.  Abren su alfombra,  están bostezando.  Empiezan su práctica:  la conocen.  Me sorprenden gratamente!  Ya puedo traer a Gael! Bueno, tendrá que esperar unos tres años, pero ya puede venir.

Ariel a mi lado está todavía medio dormido.  La voz alerta y fuerte de Saraswati lo termina de despertar. En su inglés indio,  cuesta entenderle al principio.  Pero está feliz porque lo adelanta cinco posturas en la serie.  Todo va llegando.  Claro,  ayer pasó estudiando toda la tarde la secuencia.

Do your practice.  All is coming.

Mientras respiro y me muevo, mi compañera a la derecha está con un verdadero problema pulmonar.  Tose ruidosamente,  nada agradable.  Le envío energía para que se cure,  aunque la verdad me cuesta practicar a su lado.  Por un instante pienso en moverme de lugar.  El pensamiento pasa. Sigo mi práctica.  Veo como uno puede quedarse pegado en la resistencia y o decidir continuar y aceptar lo que es.

Gracias, compañera de práctica de hoy.

Saraswati me ayuda con los backbends con maestría y experiencia.  Me siento tan a gusto en su shala:  más pequeño, menos gente,  más relax.  El Main Shala es una locura.  Pero me toca de nuevo aceptar.  Así que disfruto cada instante de mi semana aquí.  Ya la entrante veré.

A la salida, me espera Ashok con sus pipas.  El "gangi" o carne del coco joven es la mejor comida después de practicar.  Me siento fuerte, despierta.  El dolor de cabeza se fue.  Encuentro a un vendedor de flores mientras camino de regreso al apartamento.  Compro flores para nuestro altar.  Paso por el orfanato y los niños  ya están afuera asoleándose.  "Don´t kill your baby"-bring it to us-  dice el rótulo afuera.  Cada vez que lo leo,  se me paran los pelos.

Todos niños preciosos,  sin papás ni mamás.  Aceptación total de lo que es.  Desearía adoptarlos a todos, darles lo mejor de la vida.  Esta India lo pone a uno contra la pared. Y a la vez,  sé que cada alma tiene su karma y las razones para experimentar esta vida en la forma adecuada.

Ariel me espera en casa con una sonrisa.  Me dice que se siente increíble.  La medicina empieza a funcionar.  Mañana le dan Marichyasana A.

Otro día en Mysore.  Los niños de la escuela cantan recibiendo el Nuevo Año.  Otras vidas,  otros karmas.

Pero los chiquitines del orfanato se quedan en mi corazón.


Yogi Party New Year´s Eve

Bueno,  esto es digno de contarse.

Nos invitaron a una fiesta de Año Nuevo.  Mi querida amiga Elena de Italia alquiló una hermosísima casa para los estándares indios:  nueva,  pisos de mármol,  baños full,  jardín interior,  cocina pro.  Llegamos a las 8 pm ya muertos de sueño.  El jet lag no perdona.  Empezaron a llegar amigos y conocidos y también muchos que nunca había visto antes:  un polaco en pantalones de cuadros a colores y camisa rosada;  una japonesa que se llama Yuki;  italianos por doquier,  rusos,  franceses,  finlandeses,  you name it.  Creo que es la fiesta más internacional en que he estado.

La pasta de la anfitriona empezó a desfilar.  Acostumbrados a una dieta muy frugal,  creo que los yogis estábamos un poco desubicados.  Un amigo de Italia me dijo que él sólo comía fruta,  que había subido cinco kilos y que necesitaba bajar de peso para el Marichyasana D:   Ja ja.  A los diez minutos,  lo ví con su plato lleno de la mejor pasta al pommodoro que he comido en mucho tiempo!

Además de la pasta,  ensalada y para coronar,  el famosísimo Mysore Pack.  El dulce tradicional de Mysore,  una especie de cajeta imposible de describir:  hecha por ángeles.  Después del atracón y como todavía faltaban dos horas para la medianoche- y la mitad de los invitados nos estábamos durmiendo-,  a Elena se le ocurrió invitar a dos amigos a hacer una meditación.

Los dos chicos habían estudiado con un discípulo de Osho, Tyohar,  en Italia.  De hecho,  Tyohar tiene una comuna cerca de Nosara,  en el norte del Pacífico costarricense.  Ya me olí lo que venía!  Las meditaciones son de Osho y bastante movidas.  El problema es que se hacen con el estómago vacío.

Ok.  A meditar!

Pusieron la música,  empezó el movimiento.  La sala estaba muy llena y el equipo no sonaba muy bien. Sin embargo,  la energía del grupo hizo que la meditación fluyera increíble.  Los ashtangis somos bastante estructurados,  pero a pesar de eso fue muy bueno verlos a todos soltar,  bailar, brincar,  reírse.  Terminamos sentados en el piso en silencio,  escuchando a los lejos las primeras bombetas en el cielo indio que anunciaban la llegada del 2014.

Ya un poco más despiertos,  Elena sacó todos los postres.  OMG.  Torta de fresas.  Torta de Chocolate.  Torta India.   Comimos más allá de todas nuestras expectativas.  Y ya casi a la medianoche,  empezaron a repartir las uvas.  Según una tradición que no conocía,  hay que comerse doce uvas antes del campanazo de la medianoche.  Eramos tantos que no alcanzó más que tres para cada uno y un poquito de jugo para brindar.  Casi nos atragantamos comiendonoslas,  pero finalmente brindamos por el Nuevo Año en este lugar lleno de gente tan diversa y heterogénea.

India no termina de sorprenderme.  Estoy segura que esta fiesta transportada a otro país no hubiera sido igual.  Al igual que la brisa india que cálidamente nos refresca,  el aire en este lugar nos pone a todos un poco más suaves,  más relajados.  Más dulces.  La fiesta terminó a las 12:01 am donde todos empezamos a irnos,  listos para dormir.  Para algunos que se acuestan a las 8 am para levantarse a las 3 am a practicar esta era una legítima trasnochada.

Lindo saber que podemos disfrutar lo mismo o quizás todavía más sin alcohol,  tabaco ni drogas.  Creo que esta fue una de las celebraciones más genuinas y tranquilas que he tenido del Nuevo Año en mi vida.  Escribo después de trece horas de sueño,  Ariel y yo caímos como plátanos y ahora, listos para el primer día del año nos aventuramos a las calles indias con una sonrisa en los labios.

Resueltos a vivir cada paso con alegría, integridad y enfoque- nuestras resoluciones de Año Nuevo-, y a permitir que la Vida ponga en  nuestro regazo las experiencias que necesitamos para estar-  indian style- cada día un poco más dulces y relajados.