jueves, 19 de marzo de 2015

No hay profeta en su tierra

Ya en el aeropuerto:  México me espera de nuevo.  Estoy muy emocionada de regresar:  he conocido gente realmente amorosa del norte aquí en mi país y mi primer viaje allá me marcó para toda la vida.

Anticipo un fin de semana que muy probablemente va a romper todas mis expectativas.

Alejandro se despierta muy temprano.  Logística,  niños, compras,  carros al taller.  El día anterior al viaje siempre hay mil detalles que cubrir.  Ya en el aeropuerto la sensación es de soltar,  de dejar atrás y confiar en que el planeamiento funcione.  Mi vida en familia implica coordinar niñeras,  rides a las escuelas y kinder,  comidas,  clases y visitas familiares.  A veces,  esta administración me hace sentir importante.  Pero sé que si yo en algún momento faltara todo retomaría su rumbo sin mí.  Cuando me siento indispensable sé que la vida se mueve más allá de mis planes y agendas.

Me voy sabiendo que mi labor en este momento consiste en divulgar lo que amo y practico,  más allá de las fronteras de mi país.  Sé que cuento en Costa Rica con un núcleo de practicantes serios y comprometidos,  joyas raras en este mundo de yoga empaquetado y comercial.  Sé que el camino es estrecho y que muchos quedan en el camino.  Tantos que no llegan.  Que continúan convenciéndose que no pueden.  Sé que mi maestro ha creído en mí incluso cuando yo no creía poder.  Y sé que casi nadie tiene siete hijos,  trabajo y tantas responsabilidades como yo.  Así que si yo he podido,  todos pueden.  Creo en todos los que sienten el llamado con todo mi corazón.

México llama y siento la energía llamándome.  Todavía no conozco los rostros de Guadalajara,  pero ya siento el grupo.  Todos listos para entregarse sin miramientos,  sin quejas ni arrepentimientos.  Así es esta práctica.  Saltar hacia atrás desde el primer saludo al sol: nada de caminar para calentarse.  JUMP!  La mente se resiste y se inventa mil excusas.  Eso es lo que las mentes de la mayoría hacen.  Más cuando se llega a los Marichiasanas.  Y hay días buenos y días malos,  como en todo.  No se trata de ser el mejor,  se trata de intentarlo con todas las ganas a pesar de la imperfección.

Yo hubiera querido formar un centenar de ashtangis costarricenses para que mi maestro viniera a mi país.  "You get 100 people and i come"- me dijo hace muchos años. Pero me doy cuenta de que el puñado que hay es más que suficiente: el resto del centenar se verá completado por los demás países de Latinoamérica,  algo que yo en esos días nunca contemplé.   Ya hay semillas muy resistentes en Argentina,  Chile,  Brasil y Perú al sur.  Centroamérica se agita con el despertar de Guatemala,  pronto El Salvador y Nicaragua.  Panamá ya va sobre ruedas.  México ya tiene una tradición formada y es cada día más alto el nivel de practicantes.  Realizo que mi plan original era pequeño comparado con lo que está sucediendo y puedo entender que mis maestros se mueven en grande.

Más allá, mucho más allá de mí misma.

Lo irónico de esto es que el trabajo diario de base es muy silencioso,  solitario y a veces espeluznante.   Cuántas veces me he cuestionado seriamente lo que hago,  no sólo a nivel físico,  sino mentalmente.  El otro día en una clase una de mis estudiantes senior decía en voz alta:

"Esta postura me da ganas de salir corriendo!" (kapotasana por supuesto..)

Y le contesté:  "Y adónde vas a correr?"  Adónde?"

Y ahí me dí cuenta,  en ese preciso momento supe que mi alma no se va a sentir satisfecha con nada más.  La convicción fue instantánea y la realización muy clara y contundente.

Ojalá todos los seres humanos encuentren esa respuesta clara sobre su propio camino,  en lo que sea.  Sé que todos vibramos con distintos colores y que cada alma tiene su camino trazado y su destino lo espera.  Pero también sé que el destino se forma a través de las decisiones diarias y que a veces lo que parece veneno al inicio se torna en miel al final...

o al revés.

Así que parto de nuevo,  respondiendo al llamado de un grupo anónimo que ya siento que conozco.  Animada por un fuego interno que me dice que esto vale la pena compartirlo.  Ya desprendida de expectativas en mi propia tierra por múltiples decepciones en el camino:  comprendo que las almas tienen un karma más allá de lo que yo pueda anticipar y que a nadie se puede forzar a un encuentro íntimo consigo mismo.


Pero los que sabemos que tal es nuestro anhelo,  el camino del guerrero nos espera.  Duro,  punzante a veces.  Dulce,  amoroso y lleno de éxtasis en otras.  Lo cierto es que somos los que somos,  desperdigados por esta tierra cálida de América Latina y compartiendo corazones intensos y calientes.  Compartiendo también un deseo de libertad que viene de muchas generaciones atrás.  Y dispuestos a apostarle a guías que con su ejemplo nos muestran que el verdadero sentido de la vida radica no en tener más,  sino en poseer todo aquello que no puede comprarse con dinero.

Ese el camino de fuego de un yogi:

Veneno al principio y la más dulce de las mieles al final.



lunes, 16 de marzo de 2015

La cola de la ballena

En el sur de Costa Rica varios kilómetros de playa nos dan la bienvenida.  Llegamos a un parque nacional donde habita el arrecife de coral más grande en la costa pacífica de América Central y que han nombrado  Marino Ballena por ser uno de los lugares preferidos de estos mamíferos para aparearse y dar a luz. 
Llegamos a mediodía bajo un sol incandescente.  El paisaje me deja perpleja:  las montañas azules y verdes descienden hasta una playa con forma de cola de ballena.  La marea baja va despejando el montículo y veo como se dibuja perfecta.  Muchos turistas llegan de todas partes del mundo:  escucho hablar inglés,  francés,  alemán e italiano.  Me doy cuenta de lo afortunada que soy de vivir en este paraíso.
Toda mi vida fui entrenada para tener una vida "limpia y pulcra".  Ser la mejor de mi clase,  las mejores notas,  la que iba bien peinada y con las uñas cortas.  Mis enaguas nunca fueron de ruedo recogido ni usé maquillaje en el colegio.  Directamente iba de mis escuela al Conservatorio por muchos años,  los libros seguidos por horas frente al piano.
Creí que seguir este orden  de alguna forma me resguardaría de los dolores y sinsabores de la vida. Cuán equivocada estaba.  Como a todos, surqué los mares tempestuosos y dolores viscerales añorando un sostén que desconocía.  Fui como esa ballena que anhela un lugar para aparearse y darle la bienvenida a su retoño sin interrupciones ni violencia.  Pero aunque el anhelo estaba,  no sabía cómo vivir.
Mi mente recuerda esos días de confusión como un eterno devenir entre deseo,  satisfacción efímera y más deseo.  Luego arrepentimiento.  Luego más confusión.  El mar de mi mente estaba dominado por un sinnúmero de temores y anhelos que no lograba plasmar.  Sabía que había algo para mí en esta vida,  pero no sabía hacia adonde apuntar. Apunté a los idiomas,  a la literatura,  al arte,  a la maternidad y al ejercicio.  
Soluciones parciales a una tema infinito.    Intentos banales ante un grito ahogado del alma.
Aprendí a controlar mi entorno pensando que así podía controlar mis sentimientos.  Odiaba los imprevistos.  Deseaba las menores variables posibles.
Este fin de semana,  en el entorno salvaje e imprevisible de mi querida jungla costarricense,  aprendí que está bien que una iguana le brinque a uno encima,  que la ola que me revuelca sólo me sacude un poco ese miedo perenne y que los lugares mágicos existen más allá de mi vida citadina.  Aprendí que la selva permite que el sol atraviese los árboles para hacer nacer las semillas más escondidas y que Dios es tan grande que nos regala playas con formas de ballena simplemente porque sí.  Después de habitar en mi país por tantos años,  fue hasta ayer que conocí un lugar que es visitado por miles de extranjeros de todo el mundo.  Gentes que habitan entre cemento, trenes diarios y frío espantoso y que anhelan sus tres semanas de vacaciones  anuales para venir a internarse en el corazón de la tierra.  
Mi país.
Una pareja de suizos nos hablaron de sus aventuras en el volcán,  la playa y el bosque nuboso.  Sus vidas en Europa quedaron atrás por unos pocos días y sus ojos se notaban llenos de vida con la expectativa de enrumbarse hacia Cahuita en la costa atlántica, su última parada en este viaje.  No les gustó Manuel Antonio- demasiada gente.  Y me pregunté cómo hacemos nosotros que vivimos día a día en un tumulto y aquellos que esperan con ansias el fin de semana para ir al Mall y llevar a sus hijos.  Me dí cuenta de que esta vida está colmada de belleza pero tal belleza no es aparente a los ojos.  Necesitamos soltar tantos hábitos y condicionamientos para poder accesar la magia de lo desconocido.
Cuando la iguana me saltó encima,  tiré la taza de café y pegué un grito.  Pero también sentí una alegría,  una sorpresiva llamada de atención a ese mi mundo controlado y a veces tan solitario.  Siempre planeando,  siempre asegurándome de que todo esté "bien" y en su "lugar".  Y me dí cuenta de cuánta energía se me va en esto en vez de simplemente vivir cada día con la seguridad de que todo lo que venga a mi regazo es perfecto.  Cuando la ola me revolcó llevándose mis anteojos y mi sombrero acababa de cruzarme un pensamiento de esos memorables:
" Me gusta mucho esta playa...es tan tranquila!"....
y ZAASSS....
Esa ola gigante para mi miedo me batió por dentro y me dejó en un puro temblor. Pero también me preparó para ver,  de  verdad VER,  la cola de la ballena resguardada por kilómetros de bosque virgen,  apreciar mis pasos en la arena y la mirada amorosa de mi compañero otro maravilloso día más.   Ola bendita que me sacudió por dentro y por fuera como una lavadora. 
Ola de bienaventuranza y despedida paulatina de ese mundo controlado que ya cada día parece difuminarse más...


miércoles, 11 de marzo de 2015

Beauty is in the eyes of the beholder

There used to be a time when i had opinions on everything and everyone.  I used think i knew what was best for someone else:  partner,  practice,  job.  My life revolved around my judgments about everyone and everything and the truth is  i was busy outside trying to deny what was going on inside of me.

My regular yoga practice has taken me through peaks and valleys.  When the valley comes a fog descends in my brain and heart and somehow i feel superior,  more spiritual, more evolved.  I´ve learned to know that is pure ignorance.  When i feel a peak- like right now-,  my mind is calm but still i know this is not permanent.  The valley will follow.  And the peak.  Endlessly because i live in this plane of duality.

We are all gifted with certain talents.  Is not up to us to judge someone else´s gift or dharma.  We come to this earth to enjoy these bodies,  learn to survive and maybe,  find our bliss.  But the truth is life is mysterious and we are free to choose every step of the way how we want to manifest our energy,  our unique,  precious and individual energy.  The more i practice,  the less i want to be on top of others.  The less i feel i know.  I have barely started to understand the depth and incredible beauty of just being alive,  a second to second miracle that should not be taken for granted.

So i appreciate any craft that celebrates Life.  May it be painting, photography,  cooking,  any art brings to the world the energy of their creator and that is a one time manifestation. Who are we to think we know what "should" be done in this or that case?  The teachers are the lighthouse in this world of confusion and samsara and number one teaching is Shanti. If my words hurt someone,  if my truth means separation and criticism,  is that yoga?  I have fought a lot with this one in the last few years.  My lawyer´s mind always looking for the opportunity to find "justice".  But i´ve realized my mission is to do what i do the best i can,  even though this may not suit someone else´s point of view. If i believe God will be happy,  i do it.  And i follow through with perseverance and trust.

So i congratulate those of you that know when to stay quiet and when to speak as i´m learning.  I really feel the yoga world today is a big example of samsara hala hala and yet, in the midst of all the confusion and marketing,  there are true artists,  teachers and students out there who are longing with sincerity for a new vision.  To make a contribution from the bottom of their hearts.  What is definitely true is that we are all longing for more kindness.  I really don´t care what you think if you are kind to me.  We can have totally different visions and still be friends.  We don´t have to impose our views to anyone because they are only that:  our views.  Maybe better to keep them quiet and maybe share them in an intimate space with friends.  But universal truth is a rare item in this world of duality. We all have bits and pieces of the mystery and we don´t own the right to prescribe anyone else what to do and how to do it.

Tradition is a touchy subject.  If tradition hardens your heart,  is that yoga?   If tradition makes you bitter,  are you doing your practice?  If traditions makes us feel entitled,  superior,  spiritual or whatever,  is it really worth it?  Yoga is evolving as we are.  We live in an era of connection and that cannot be stopped. Why not celebrate everything,  like Guruji used to say:  it´s all God anyway.

Beauty is in the eyes of the beholder.

So let´s try our best to be in harmony supporting each other´s path. I have learned this from a wonderful friend and certified teacher in  Mysore.  I was bitter from fighting a teacher that taught away from tradition.  My life was hellish.  I felt i was right and defended my position with my teeth and claws.  What he was doing was awful,  unfair and disrespectful.  I was obssesed with finding support for my position.  My friend smiled at me with so much love and compassion and just told me to chill out.  It´s been three years since that conversation and it really made a difference.  The non traditional teacher is still teaching but now i have peace of mind.  I don´t need to be anyone´s judge.

I would rather be everyone´s friend.

So i choose to support my brothers and sisters around the world.  Because we all have something to share,  even if it´s not perfect.  But it´s the embodiment of our energy,  our prana, our divine breath.  And that beauty is everywhere if we know where to find it inside.

I am sure  this one all the great masters would agree upon.







lunes, 9 de marzo de 2015

Mujer

Crecemos en familias disfuncionales,  somos hiper-responsables.  Aprendemos a no imitar a nuestra madre:  desde muy pequeñas sabemos que hacerlo implica que nos pongan el pie encima.  No vamos a repetir su docilidad,  absurda y anacrónica.  Su dependencia.  Nos proclamamos seres independientes desde que tenemos cinco años, listas para hacer lo que sea para no reproducir a esa mujer débil.

Así que buscamos un modelo que signifique para nosotras poder.  Poder físico,  mental, económico y moral.  La sociedad ayuda:  la religión también.  Incluso el establecimiento médico.  Hombres con poder diciéndonos qué hacer.  Hombres que parecen fuertes y sólidos.  Hombres que sólo más tarde comprenderemos compensan todas sus inseguridades a través de la violencia solapada y una apariencia de fortaleza que no es tal.

No es fácil ser mujer en estos tiempos.  La mayoría de nosotras ni siquiera sabemos qué significa.  Mientras crecimos,  ser mujer significaba ser plato de segunda mesa,  satélites de un macho impredecible,  mujeriego y machista.  Ser mujer significaba ser víctima.  La peor idea.  Así que aprendimos a ser hombres:  educadas,  profesionales,  inteligentes,  enfocadas.  Mujeres con cuerpos femeninos pero psiquis masculinas.  Mujeres que no nos dejamos y que inconscientemente alejamos a ese hombre que tampoco es tal.

Nuestro cuerpo nos delata.  La lucha es infame contra las curvas que amenazan salir a la superficie.  El prototipo es una mujer sin grasa,  sin caderas,  absolutamente delgada y masculina.  Sin senos ni ningún tipo de acumulaciones.  Puro músculo.  Pura fibra.  Pura dureza.  Por todo lado vemos imágenes que nos invitan a seguir negando nuestros cuerpos que imploran que los dejamos ser.  Por todo lado bombardeadas con imágenes falsas de lo que es ser XX,   cuerpos femeninos que han perdido su femineidad por no sé qué cánones externos que ninguna sabe de dónde salieron.

El cuerpo llora.  En muchas,  llora negándose a concebir.  Un porcentaje de grasa menor al 10% implica que el cuerpo no menstrúa.  La infertilidad crece.  La frustración también.  El macho no puede embarazar a otro macho.  El ciclo se vuelve más profundo y doloroso:  las relaciones se machacan,  las inseminaciones invitro crecen.  El cuerpo grita y lo ensordecemos con más ejercicio, menos comida,  más maquillaje.  El alma se muere.

Cuántas de nosotras queremos seguir viviendo así?  El control es sólo el patrón masculina que aspira domesticar nuestra alma salvaje.  Hay muchas disciplinas y todas pueden utilizarse con consciencia o pueden ser regidas por el patrón.  El trabajo es diario,  cada pensamiento que nos devuelve al insconsciente volverlo consciente.  Y permitir que nuestra alma de mujer se muestre en todo, incluso en una curva de más.

Existen tantos conceptos de lo que es ser mujer que sólo nos mancillan y nos torturan.  Qué tal empezar de cero?  Qué tal aceptarnos en esta encarnación sin pretender agradar a nadie?  Permitir que estos cuerpos florezcan como un jardín salvaje y darles rienda suelta de manifestarse como son.  No inmiscuirnos más.  Y cualquier disciplina que sigamos, seguirla con suavidad,  con amorosidad y compasión.  Las arrugas bienvenidas,  los pliegues amados.  Las curvas acariciadas y la mirada viva.  Sin pretender parecernos más a ellos.

Y el cuerpo nos va a guiar.

Porque un cuerpo suave,  un cuerpo aceptado trae como resultado una mujer feliz.  Ya no hay que agradarle a EL.  Ya no importa lo que EL piense.  EL llega y nos toma como somos....o no.  Y nada pasa.  EL llega y acaricia lo que es y somos nosotras las que primero nos gustamos.  Más allá de su opinión.  Bienvenidos los cuerpos llenos,  las pancitas,  los senos grandes,  los muslos fuertes.  Bienvenido al jardín de mi ser físico...con todos los regalos que hay por dentro.

Porque lo físico es sólo físico, pero también es un espejo.  Mi alma se ve reflejada por este cúmulo de huesos y músculos, por esta piel morena que decidió recibirme.  Agradezco cada uno de mis cabellos y cada sensación que me traen mis poros.  Recibo el aire y el viento y permito que me traspase.  Suave al tacto,  como un animal dócil que ya no aspira a verse de ninguna forma.  Porque toda forma es perfecta si la habita un alma de mujer.

El cuerpo que nos recibe en esta vida es el cuerpo perfecto para aprender.  En cada célula llevamos la historia completa del planeta,  de nuestros ancestros.  Y somos un testimonio de que,  generación a generación,  todo se renueva y profundiza.

Qué así sea en estas mentes precoces que aspiran a controlarlo todo...porque lo contrario era morir.  Pero ahora es tiempo de vivir y de abrazarnos tal y como somos,  con la gratitud completa de una mujer libre.


jueves, 5 de marzo de 2015

Infringir e infligir

Una de las huellas que dejó en mi la escuela de Derecho fue una ortografía bastante exigente.  Sé identificar con una sola palabra mal utilizada el background cultural de una persona y si realmente es como dice ser.

Por ejemplo,  mi maestro de Introducción al Derecho,  querido Rodolfo Montiel,  insistió tanto en que no confundiéramos las palabras infringir e infligir:

Uno infringe la ley.
Otro inflige en mí dolor.

Así que es muy interesante la diferencia si de lenguaje se trata.  Y así muchas otras curiosidades del lenguaje, especialmente aquí en Tiquicia.

Vistes la última película!
vs
La viste?

He topado hasta supuestos periodistas,  locutores y colegas que confunden estas palabras por doquier.  Y por supuesto, en la calle por todo lado.

Sin embargo,  he aprendido también con la vida que las palabras se toman de quién vienen.  Conozco gente tan dulce y honrada,  gente de buen corazón cuyo lenguaje no es perfecto.  Y también conozco aquellos que juegan de ser muy cultos y educados y sus palabras los delatan.

Creo que es igual en la vida con nuestros corazones.  Algunos corazones aparentan ser abiertos,  generosos y dulces sólo por fuera.  Otros son más toscos pero contienen una sustancia infalible,  lo que realmente me enamora:  eso se llama honestidad.

En mi camino vital he encontrado de todo. Ya no me impresiona la gente llamativa y vistosa.  De hecho, me repugna.  Voy detrás de esos seres anónimos y puros,  sin mucho aspaviento.  Esos que en su día dejan un rastro de dulzura y cortesía,  seres inmensamente buenos que el mundo tal vez juzgaría como poco valiosos, como locos incurables,  utopías encarnadas.

Pero sé que su valor es inconmensurable.  Sé que lo que llevan por dentro es oro puro.  Aspiro a tener un poco de su integridad y valor y dejar atrás tantos "deberes" que aprendí incorrectamente.  Entre ellos,  juzgar a las personas por su apariencia y pedigree.  Algo que lastimosamente todavía impera mucho en nuestras culturas latinoamericanas.

Me alegra profundamente entender a estas alturas de mi vida que todos somos iguales,  no importa si vivimos en una favela o en un edificio de un millón de dólares.  Todos anhelamos amor,  buscamos a Dios a nuestra manera.  Todos estamos destinados a morir y podemos decidir hoy qué tipo de rastro queremos dejar en el mundo.

Si decidimos dejar odio,  odio viene en camino.
Si decidimos dejar amor,  más amor viene...

Así que algo de amor habré dejado porque estoy recibiendo dosis inimaginables de amor cada segundo.  Anoche mientras veíamos la luna llena,  símbolo importante para mí y mi pareja,  pensábamos lo afortunados que somos de estar juntos.  Este tiempo corto y efímero que se va entre los dedos como el agua.


Alguna coincidencia vital nos puso en el mismo país, en la misma ciudad y milagrosamente,  en el mismo curso de meditación.  Las coincidencias que no son tales y que yo llamo Karma.  La dicha de saberse amado por Dios a través de encuentros significativos.



Y en estos casos,  más allá de cualquier divagación mental,  ahí sí que no importan las palabras.


miércoles, 4 de marzo de 2015

Decisiones

Mi maestro siempre reitera la importancia de la práctica para encontrar estabilidad.

Cuando llega algún estudiante nuevo al estudio me hace recordar mis primeros pasos en esto.  El cuerpo tiembla,  no logran sostenerse en las posturas,  hacen un esfuerzo muy loable,  están tensos y poco a poco,  día a día,  mes a mes,  voy viendo como logran relajarse,  como la respiración empieza a ser predominante,  como el cuerpo comienza a establecerse en un lugar nuevo y su mente se va calmando.  Nuestro cuerpo es como una antena que está sometida a infinidad de estrés:  el sólo hecho de vivir en estos cuerpos nos obliga a buscar un techo,  comida,  necesidades básicas para nosotros y nuestras familias.  Nos pide andar en bóvedas metálicas en las calles,  frágiles como papelitos en caso de un accidente.  La vida urbana está llena de necesidades y rituales.   Y el cuerpo es el receptor de todas estas variables.

El asana busca un balance entre estabilidad y relajación.  El cuerpo comienza a sentirse fuerte.  Me imagino que es algo así como crear un escudo protector tipo super héroe.  La fortaleza es interna:  nos ponemos más jóvenes y saludables.  También externa:  rechazamos fácilmente cualquier ataque de almas más bajas.  Todos tenemos gente alrededor que nos envidia,  nos ataca de formas sutiles y no tan sutiles.  El escudo protector está conectado a los maestros y ahí radica su efectividad.  Es por eso que no cualquier yoga funciona.  En esta época de yoga de denominaciones personales por doquier,  la tradición rompe con cualquier imitación y se impone como el único camino inteligente si queremos comprometernos con una práctica espiritual.

Además del Ashtanga,  hay muchas tradiciones espirituales que vienen directamente de la Fuente. Y es India la raíz del cacho.  En este país se ha rezado,  implorado,  peregrinado y cantado por miles de años para atrás.  La vibración en India es palpable para todo ser que ande buscando verdad y amor en este mundo,  más allá de su realidad material.  Otros simplemente ven la pobreza y la suciedad y se pierden de recibir este río de sabiduría.

Karma.  Decisiones.

En mi caso personal sé que esta práctica me ha dado una estabilidad que jamás soñé.  Estuve casada en primeras nupcias con alguien que amé muchísimo pero quién sufría un grado serio de alcoholismo.  Recuerdo momentos de tanta angustia donde me sentía como un barquito perdido en medio de una tormenta.  Mi formación católica sinceramente no me sirvió de nada en esos momentos de angustia y dolor por la enfermedad de un ser amado.  El alcoholismo es infame y se lleva entre las patas vidas y familias.  Fue mi caso. Salí del naufragio a duras penas y me dediqué a buscar algo que me diera luz.  Terminé en lugares interesantes pero que al final no eran de verdad.  Fue hasta que puse un pie en India que comprendí que mi búsqueda había terminado. Eso fue hace quince años.  Tenía 33.

A los 33 años supe que la vida tenía un sentido y que podía relajarme.  Antes de eso,  sentía que daba vueltas sin sentido y que algo más allá de mi control me ponía continuamente con la nariz en el polvo.  No sentía fuerza ni entusiasmo.  Me sentía deprimida y a merced de las decisiones de otros.  Era efecto y no causa.  Mi vida no era genuinamente mía.

Después de comenzar a practicar el reto aumentó.  La práctica lo lleva a uno a los lugares más dolorosos para revisarlos y sacarlos a la luz.  Tengo que confesar que si no fuera por la presencia amorosa de mis maestros no estaría aquí.  Aún en los momentos más difíciles (no sólo en posturas físicas, sino en encrucijadas vitales),  he podido encontrar recursos dentro de mí que no sabía que tenía antes.  Gracias a la práctica sé que soy fuerte más allá de mí misma:  una fuerza nueva recorre mis venas. Sé que es la fuerza de mis maestros que viene de sus maestros y ahí para atrás miles de años.  Sé que soy sólo un canal y entiendo que mi cuerpo se ha transformado.

Esta transformación que casi llamaría celular ha permeado también mi mente y mis emociones.  El año pasado tuve una prueba muy fuerte:  después de siete años en una relación sufrí una traición muy dolorosa.  No la esperaba.  En el segundo intento uno siempre pone toda la carne en el asador.  Sin embargo,  todos tenemos que lidiar con las decisiones de otras personas,  no controlamos a nada ni a nadie.  Este dolor agudo por la mentira fue una prueba muy difícil.  Sentí en algún momento que flaqueaba. Sin embargo,  la Gracia de nuevo se manifestó en mi vida.  El año pasado estuve en India, Holanda,  Estados Unidos,  Alemania, España,  Argentina y México enseñando.  Nunca he viajado tanto.  Nunca he agradecido tanto a Dios lo que hago como el año pasado.  Mi corazón roto viajó por todo el mundo y gracias a toda la gente linda que conocí en estos viajes,  amigos del alma muchos de ellos,  fue sanando esa herida que supuraba sangre y pus,  el dolor más lacerante y el rencor más amargo.  Hoy puedo decir que casi un año después de la bomba mi vida es mejor que entonces.  Vivir en una relación mediocre sólo nos deja sinsabores.  La bomba fue la culminación de algo que yo misma decidí construir pero que no tenía  interlocutor.

Decisiones,  decisiones, decisiones.

Dicen que todos los encuentros nos dejan algo: ya sea una bendición o una lección.  El año 2014 me dejó a mí ambos.  Por un lado,  aprendí que no importa lo que yo haga,  cuánto esfuerzo ponga,  cuánto me entregue y dé,  siempre existe la posibilidad de que la otra persona ande en otras.  Aprendí también que puedo quedarme pegada en rencor y dolor como me sucedió en mi primer matrimonio por 25 años.  Es hasta ahora que puedo ver a mi primer esposo con un genuino amor y comprensión.  En esa segunda relación estoy soltando más rápido.  Sé que esta persona hizo lo que pudo dentro de sus posibilidades.  Sé también que yo dí todo lo que tenía.  Hay una profunda satisfacción cuando uno da todo y es traicionado.  Casi lo veo como un señal divina de que por ahí no era la cosa.

Casi un año después estoy en una relación nueva donde estoy recibiendo tanto.  Se me había olvidado lo que era tener una pareja que esté dando también todo.  Me siento renovada,  abierta y feliz.  No es una felicidad fácil:  viene de la herida más profunda,  esa que inflinge aquel que uno amó.  Pero en el camino del yoga todo son enseñanzas y aprendemos a ver cada una con gratitud y desapego.

Qué he aprendido de estos 15 años de práctica continua?  He aprendido que nada es seguro en este mundo. Como escribía hace un par de días,  cualquier cosa puede pasar hoy.  Desde lo más sublime hasta lo más espantoso.  Y no controlamos nada ni a nadie.  Un día nos aman,  otro día somos indiferentes.   Pero hay algo que he encontrado y es muy mío:  un lugar adentro.  Es como un fueguito que ha ido creciendo con los años,  un fuego que encendió mi querido Guruji en el momento que lo vi y practiqué con él la primera vez.  Que Sharath mantiene vivo a pesar de lo estricto y serio que es con sus maestros.  Que no voy a perder nunca, no importa lo que me suceda en el camino.

Ese fuego interno lo vale todo:  todos las veces que mi corazón se rompió,  todas las traiciones,  todas las mentiras.  El camino espiritual es áspero e incomprensible para la mente muchas veces.  La vida externa no dice nada,  sino lo que cada uno de nosotros encuentra a solas con Dios.  La estabilidad de una conexión profunda no tiene precio y es lo único que realmente sé que no me abandonará nunca.

De aquí voy al hospital a ver a mi padre recién operado.  Luego, a mis hijos amados.  Más tarde,  quién sabe.  Pero sí sé que hoy es un día para agradecer de nuevo que encontré mi camino de regreso. Un día para ver el sol,  sentir la brisa y escuchar a quién amo. Un día más en esta noria que llamamos vida que no tiene ninguna garantía.  Sólo la garantía de que somos Amor en su expresión más pura y que todo lo que no sea amor se irá alejando de nosotros...

Si hacemos nuestra práctica.
Si la hacemos con devoción,  constancia y mucha, mucha fe.


Fotografía:  Alejandro Ramírez.
Sringanapatna,  India.
Enero 2015.

lunes, 2 de marzo de 2015

Héroes personales

A menudo sucede que la vida nos sorprende con imprevistos.

Desde una llanta del carro baja hasta un cáncer.  Desde una operación sencilla hasta un estado de coma.  Desde un apagón hasta una muerte.

Estamos en esta tierra en una ruleta rusa.  No sabemos con certeza qué va a traer el día.  Los momentos e instantes son tan valiosos e impermamentes y vivir es para mí estar despierta a todos ellos,   efímeros y por ello,  únicos.  No hay nada predecible en esta vida.  Y nada ni nadie nos es indiferente.

Soñé hace un par de días con una pareja de amigos muy queridos.  Estuvimos muy cerca en algún m momento y las vueltas de la vida y sus dramas se encargaron del resto.  Sin embargo, aún en la distancia las conexiones de alma sobreviven.  En el sueño,  él estaba muy enojado conmigo.  Iba a su casa y me recibía muy serio y enojado.  En su casa todo era blanco:  el sofá,  la colcha de la cama.  Y después me percataba que su esposa ya no estaba aquí con nosotros.  Salía muy triste y me encontraba en un patio oscuro y tenebroso,  tratando de explicarme la razón de tanto dolor.

La ausencia de un ser querido es algo que todos tememos.  El vacío que puede sentirse es un misterio y un dolor para el resto de nuestros días.  Aprendemos a convivir con él,  al igual que aprendemos a convivir con la ausencia de un ser querido por distancia física u otras razones.  No se va.  Siempre estará ahí.

El yoga nos ayuda a estar presentes ante estos dolores agudos.   En vez de catapultarlos hasta que nos enfermen,  anhelamos que salgan a la superficie.  El novio que nos dejó,  la novia que nos traicionó,  el hermano que nos abandonó,  el padre o madre que no nos escuchó.   Todo lo llevamos por dentro y está en nosotros abrazarlo o rechazarlo y negarlo.  Hay procesos muy buenos para accesar estas heridas,  sin embargo,  el yoga nos permite observarnos cada día,  veinticuatro horas.  La práctica formal es sólo el inicio de una consciencia en observación perenne.

He practicado muchos caminos,  he explorado tanto con el deseo vehemente de encontrar algo verdadero.  Me he topado caminos muy exóticos,  otros muy profundos,  pero al final veo como la oscuridad siempre intenta inmiscuirse aún en los intentos más serios.  Dicen que el camino cada vez se vuelve más estrecho y empinado y que eventualmente soltamos todo,  incluso el camino.  Cada maestro que he topado me ha enseñado algo,  incluso lo que no quería.  Y ahora puedo decir que estoy enfocada en un método,  un maestro y una práctica.

Hasta que uno da el sí a algo es que realmente ve los cambios.  Dar un sí total no es fácil,  incluso cuando todo los pide que digamos que no.  Cuán difícil puede ser acompañar a un ser amado a morir. Cuán doloroso.   Pero hay gente que no abandona,  seres con una fortaleza interna mayúscula que no se acobardan ante el peso gigante que la vida a veces pone en nuestros regazos.  Mis amigos son unos de esos seres.  Los admiro y respeto como admiro y respeto a mis maestros.

La vida es muy corta y para los que anhelamos verdad,  el tiempo apremia.  La muerte nos espera a la vuelta de la esquina, sino a nosotros todavía a aquellos que amamos.  Hagamos de este día un día que cuenta, lejos del barullo mental,  los dramas y conflictos.  Que este día sea una muestra de cómo sería el último si fuera el caso.

Y pensemos todos en esos seres tan valientes y fuertes que enfrentan hoy una quimioterapia,  una cirugía,  una agonía, un coma....todos ellos nosotros mismos muy pronto o quizá más adelante.  Ellos nuestros padres, hijos, hermanos y amigos. Ninguno está a salvo de este predicamento en el plano material.  Y sin embargo,  aún en medio de tanto sufrimiento hay posibilidades más allá de nuestra mente racional.  La Gracia es tan real como nuestro cuerpo y nuestra respiración y siempre está disponible para nosotros.

Que donde sea que estemos hoy seamos un canal de Gracia y no de rencor y miedo.  Y que podamos así accesar la fuerza y generosidad de nuestros héroes personales,  aquellos que nos impulsan a dar lo mejor que tenemos aún en medio de los misterios vitales.