jueves, 15 de enero de 2015

Hambre del alma

Mi entrada de hoy va hacia nosotras las mujeres.  Y a todos aquellos hombres sensibles que están dispuestos a escuchar.  Y lo que escribo lo que escribo principalmente para mí misma, en un afán sincero de ver mi pasado para no recrearlo nunca más.

Romper moldes no es labor fácil.  No sé bien por qué me está tocando hacerlo,  nunca me lo propuse.  Será que tal vez cuando uno se sostiene por mucho tiempo en un camino algún impacto tiene a nivel del inconsciente colectivo.  No es fácil romper moldes,  especialmente en mi país:   un país católico con gente muy conservadora y una idea generalizada de lo correcto y lo "incorrecto".

Mi propia vida es testimonio de la situación en que se encuentran muchas mujeres hoy en día.  Ahora que pasé esa etapa difícil, puedo ver para atrás e intentar comprender.  Nosotras las  mujeres tenemos en este momento una responsabilidad muy grande con nosotras mismas,  con las nuevas generaciones y con el planeta:  tenemos en nuestras manos el poder de decisión para hacer de nuestras vidas muestras significativas de nuestras almas,  recuperar nuestra alegría esencial y nuestro valor.   O podemos también acoplarnos al status quo y continuar hambrientas en un sistema que nos utiliza,  siendo las víctimas diarias de algo allá afuera que no toma en consideración nuestras almas y anhelos.

Hice ayer una prueba y puse una foto un poco provocativa en mi perfil de Fb.  Me doy cuenta de que hay una percepción general de lo que yo tengo que ser y qué no.  Me interesa explorar eso.  Una como mujer puede ser lo que le dé la regalada gana en el momento que quiera.  El camino del yoga me ha etiquetado involuntariamente con un montón de atributos que no tienen nada que ver con quién soy.  Cómo tengo que verme,  vestirme,  comportarme,  con quién tengo que estar,  cómo tengo que hablar, caminar,  expresarme.  Me niego a ser parte del inconsciente colectivo ajeno.  Eso es una violación flagrante a la privacidad de cualquier ser humano,  una violencia inaceptable.

Si una mujer se adhiere a las convenciones se muere de hambre día a día.   Cuando una está muerta de hambre,  acepta cualquier cosa, incluyendo aquellos placebos inútiles que le chupan energía y no le sirven para absolutamente nada.  Sé que por muchos años perdí lastimosamente el tiempo,  enterré mis cualidades.  Extravié mi camino y rendí mi apasionada vitalidad.

Esta propia traición me llevó al fondo de los fondos.  Y desde ese fondo más oscuro es que pude sembrar de nuevo.  Aunque sea extremadamente doloroso,  encontré  el mejor terreno para cultivar.  Una no olvida nunca ese infierno y se promete que pase lo que pase,  suceda lo que suceda,  nunca más volverá ahí.

Estar en ese lugar de privación emocional y psíquica nos da una sabiduría valiosa.  Cuenta una de mis maestras la historia del saguaro,  un espléndido cactus que vive en el desierto.    Se los puede balear,  cortar,  aplastar y siguen vivos,  almacenando agua,  creciendo y poco a poco,  se curan solos. 

Sé por experiencia que lo que la gente llaman "fracasos" en el mundo material son enseñanzas que nos llevan a otro nivel de consciencia.  En ese sentido,  para un buscador espiritual son lo mejor que nos puede pasar porque nos obligan a despertar,  a poner atención.  Y eso es lo que es el Yoga.  Aprender y seguir adelante.  Uno aprende a ver entonces las trampas en el camino,  las jaulas y los cebos antes de caer en ellos y ser atrapada de nuevo.

Cuando una mujer ha estado sometida por mucho tiempo a la violencia (sea energética,  física,  psicológica,  la que sea),  su instinto de huída se adormece.  Me sucedió exactamente así.  Han hecho pruebas con un perro:  lo ponen en una jaula con electricidad en el suelo.  Primero,  encienden la parte izquierda de la jaula y él se refugia en la derecha.  Luego, encienden todo y ya no tiene adónde refugiarse.  Entonces simplemente se echa,  desconcertado y deprimido.  Y lo peor es que luego abren la jaula y el perro no sale.  Aunque puede salir no sale.  Se queda moribundo, sin fuerzas ni ímpetu para escapar.

Yo fui esa perra por muchos años...

Estuve en relaciones donde quería cantar viajera varios años antes de que la relación se disolviera formalmente.  Ya tenía mi decisión tomada.  Y soporté muchos años más  de continuas descargas que me fueron adormeciendo todavía más.  Una misma se cuenta muchas historias para negar el dolor,  el engaño,  la manipulación y toda sarta de cadenas a las que accedemos estar pegadas.    Una misma hace un montón de sacrificios en nombre de algo perdido:  sexo sin alma,  emociones superficiales,  presencia en una vida que realmente carece de significado porque una no está ahí completa.  Relaciones donde no se nos escucha y el yo creativo languidece.  La alegría decae. 

Se hacen intentos creativos y son topados con palabras llenas de juicios.  O sentimos una emoción muy grande al estar embarazadas y el otro responde con un llamado a un aborto.  Creemos en un sueño y la respuesta es no hay plata.  Y la alegría,  que es la sangre de la vida,  el alimento del espíritu y la razón del alma desaparecen.

Es en estos estados de hambruna en que tenemos que actuar.  Aunque parezca inmensamente difícil,  hacer algo.  Buscar ayuda,  llamar a otras mujeres.  Tomar una clase.  Salir a la montaña.  Escribir.  Pintar.  Y poco a poco,  esos instantes de luz a través de las rendijas... qué emoción tan grande.  Esforzarse,  soñar,  crear un algo,  un arte,  un alguien,  este momento.  Redescubrir el instinto creativo,  la esencia escondida.

Eso es lo que yo llamo Yoga.  El esfuerzo por salir adelante.  El Yatna.  El Yoga al mismo tiempo acelera todo este proceso y sin él,  es prácticamente imposible salir de la jaula electrocutada.  Yo no lo hubiera logrado sola.  El yoga es un río que ha fluido por miles de años antes que nosotras,  está lleno de la energía de muchos maestros que ahora confluyen con nosotras,  población femenina que somos mayoría.  Las trampas continuarán apareciendo,  pero nuestras facultades mentales,  emocionales y instintivas estarán más preparadas.  Ya no nos venderemos al primer postor en una desesperación sedienta ni apostaremos a una relación donde no se nos vea y se nos respete.  Ya no daremos oídos a incongruencias.  Recuperaremos el poder innato que somos: nada más y nada menos que las creadoras de vida en esta tierra.  Y podremos materializar lo que sea,  sin preocuparnos nunca más del qué dirán.

La conexión con el alma,  nuestros propios puentes internos estarán listos para unirnos por dentro cuando necesitemos.  Y una colectividad de mujeres parecidas que nos ofrecerán el apoyo máximo al desarrollo de una vida más auténtica.

Nuestra vida.  
Una vida sin hambre.


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