martes, 31 de diciembre de 2013

10 mil horas equals PASSION

India lo lleva a uno a un lugar nuevo cada viaje.

La oportunidad de compartir con mi hijo es un regalo invaluable.  Lo escucho,  me interesa todo lo que dice.  Acabamos de ver un video de TED sobre el talento.  Hablaba el experto de cómo se vuelve uno bueno en algo:  diez mil horas de práctica ininterrumpida,  sin distracciones,  con mucha disciplina.   Más o menos diez años. Y lo que sea,  lo que sea,  está a nuestros pies.

Me pregunto si para ponerle 10 mil horas a algo no tendremos que estar genuinamente enamorados de el tema.  Recuerdo mis primeros pasos como mamá:  mi bebé Hernán en manos de una casi adolescente que todavía no entendía cómo alimentarlo,  vestirlo,  cuidarlo.  Conejillo de Indias en manos inexpertas pero amorosas.  Y lo comparo con la facilidad y comodidad con que pude criar a mis tres retoños pequeñitos quince años después, sin miedo a que se quebraran.

Hay sido más de veinte años de ejercer el oficio sagrado de la maternidad.  No sin antes entender que no es para todos.  Decidir traer hijos a este mundo ha sido para mí una fascinación completa.  Me parece un milagro ser canal de tanto amor.  Cada uno de estos seres me ha maravillado desde el instante que supe que estaba embarazada.  Cada uno es un cúmulo de cualidades y sorpresas,  todos distintos,  todos perfectos a mis ojos.  Me han enseñado tanto sobre cómo salir de mi ensimismamiento.  Me han regalado la posibilidad de entender la vida desde una perspectiva más amplia.

Lo mismo ha sucedido en mi camino en el yoga.  No podría decir que soy buena en esto-  sé que hay gente realmente espectacular porque los tengo todos los días frente a mi mat aquí en Mysore.  Pero sé que le he puesto con todo porque me encanta.  Además de encantarme,  me ha dado tantos otros regalos:  sanación,  tranquilidad,  conexión,  maestros, buenos amigos,  sueños,  viajes.  Pero incluso si no existieran estos bonos lo haría de igual manera porque amo lo que hago.

Hoy conversaba con dos amigos de España y hablábamos de cuán subjetiva es la calificación de maestro en el mundo del yoga.  Gente con prácticas de asana increíbles pueden carecer de toda preparación pedagógica.  Personas con prácticas modestas pueden tener un genuino deseo de servir y ayudar a otros.  Creo que cada caso es único y he ahí donde radica la maestría de mi Guru para determinar quién está listo para estar bajo su ala.  Yo misma todavía no me lo creo que me haya acogido ahí y me siento sumamente afortunada.

Siento que esto de India y el yoga viene como una consecuencia de querer conocer,  desde que estaba muy pequeña,  todo lo que tenga que ver con Dios y sus santos en este mundo.  Mis libros preferidos eran  Juana de Arco y Bernadette.  Siempre escuché con alegría las historias de santos como el Padre Pío en Italia,  los tres pastorcitos de Fátima y Marisa la de Costa Rica.  San Francisco de Asís me fascinó y cuando puso los pies en Assisi en Italia sentí que llegaba a una Mecca.  Lo mismo cuando vine a India la primera vez.  Como si todos mis deseos de niña de sentirme cerca del Jefe estuvieran siendo respondidos.

Mi Jefe aquí en Mysore- el Boss-,  desencadena en mí sentimientos encontrados.  Por un lado,  un grandísimo respeto y devoción.  Por otro, un miedo atroz.  Comprendo su responsabilidad al sostener y continuar el legado de maestros de la talla de Krishnamacharya y su abuelo.  Veo su humanidad y no entiendo todavía cómo es que hace para sostener tanto.  Hablar con él me afloja las piernas y me asusta.  Estar en su presencia me conforta y me lleva al límite.

Así que estas primeras 10 mil horas en su presencia me han enseñando mucho y a la vez,  me tienen como una niña pequeña totalmente desubicada a sus pies.  Supongo que mi parte consiste simplemente continuar comprometida con lo que hago.  Ese es el mejor homenaje que puedo darle desde mi amor por el gran servicio a todos nosotros.

Dentro de un rato voy a ir a saludarlo y a presentarle a mi querido hijo.  Conmovida y contenta de poder conectarlos.  Así que creo que las 10 mil horas que he pasado en mi mat tienen el mejor corolario:  ser capaz de compartir lo que amo con quien amo.

Qué más puedo pedir?

lunes, 30 de diciembre de 2013

Cherry on the top

Jet lag espantoso.

ESPANTOSO.

Creo que fue demasiado. Tengo que dormir.  Pero no puedo conciliar el sueño,  el dolor de cabeza es intenso.  Me llegan mareos y náuseas,  como si siguiera montada en el avión- que por cierto,  tuvo muchísima turbulencia sobre el Atlántico.

India me recibe con su olor característico, mezcla de incienso,  sudor humano,  boñiga,  humo de quemas y curry.  Todo se arremolina para hablarme sin palabras,  recordando mil y una experiencias que me ha dado sin nombrarlas,  sólo a través de sensaciones y recuerdos  fugaces.

Me acuesto porque no estoy logrando desempacar.  Entre las carreras de inscripción a la escuela de mi hijo Ariel,  mandados básicos y un tour rápido de Gokulam,  me complace ver a mi cachorro feliz y emocionado. Como si siempre hubiera estado aquí. Enternecido con los niños,  jovial con los otros estudiantes y la gente de acá.  Se lleva el primer chasco cuando olvida settle the price con el rickshaw-wala  antes del ride y le cobra un ojo de la cara.   Lección que no olvidará.

Como muchas que recibirá en este viaje que lo obligarán a cuestionarse una y otra vez si venir aquí fue la decisión correcta. 

El frío de la mañana da paso a un caluroso mediodía, seguido por un atardecer donde titirito.  Mañana practicamos a las 7 am donde Saraswati y está oscuro y nublado a esa hora.  Me emociona acompañarlo y practicar juntos.  Una semana diferente,  una semana más tranquila.

El Main Shala está taqueado y no hay forma que me admitan para entrar antes. Así que dejo todo en manos del de Arriba y me dispongo a hacer cambio de planes.  La única constante por estos lados es esa.

Siento una gratitud absoluta por estar de nuevo acá.  Mientras devoramos un Jeera Lassi y un smoothie de fresas con banano,  una pareja de una rusa y un vienés se sientan a conversar con nosotros.  Nos presentamos y después de un rato la muchacha se me queda viendo muy raro:  "Usted es Mariela Cruz."

 "Sí."- le digo un poco sorprendida.

"Ella es una maestra internacional muy reconocida.  Acaba de escribir un artículo muy importante sobre la autorización."---le dice al resto de gente sentada a la mesa mientras yo deseo que la tierra me trague.  Nunca he sido buena para ser centro.

mirá vos.

No puedo evitar sentirme incómoda.  Ariel me vacila después que salimos del lugar.  La verdad,   uno de los regalos más lindos que me ha dado Mysore hasta ahora es el vivir de incógnito:  como si el mundo pudiera continuar sin mí mientras yo estoy en mi cuevita india.  Pero hoy ha sido distinto:  he topado a muchos amigos,  queridos amigos de aventuras y tragedias por muchos años.  La camaradería es palpable,  el cariño presente.  Esa es la conexión que deseo fortalecer,  el vínculo que me interesa conservar.  También hay mucha gente nueva:  muchos que vienen a Mysore pero no estudian con Sharath y para quienes el Main Shala es una leyenda,  un cuento de hadas,  una quimera imposible.

No desearía jamás cultivar la imagen de una Yoga Diva o Yogi Rock Star como hay tantas y tantos porque creo que esa parafernalia se queda muy corta ante la realidad contundente del Yoga.

Porque creo que hoy  la moda es ponerse las pilas,  el sonido de la respiración,  venir a India a ver a mi maestro (el shala tiene más de cuatrocientas personas entrando en estos días) y la calidad de las buenas amistades.  Más allá de eso....

la brisa de India.
el sol anaranjado y brillante.
los ojos dulces de una niñita recién nacida.

los aretitos de un bebé de tres años.
la trenza marchita de una bella mujer entrando a la edad de oro envuelta en un elegante sari. 

la sonrisa del guarda de mi edificio cuando se lo presento a Ariel como un "good friend"....

todos son el cherry on the top.


Querida Madre:   
Gracias por recordarme, una vez más,  lo importante.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Mamita siempre vuelve

Falta un día para mi viaje.

Entre logística,  administración,  equipaje y un hueco en el estómago, no pierdo de vista lo esencial.  Mi viaje implica,  en mi caso particular,  un desprendimiento que ya he hecho once veces y que todavía sigue doliendo.  Cortar el cordón umbilical de los hijos no es sólo cortar el de ellos:  es también sentir la nostalgia de extrañarlos uno más que a nada desde el otro lado del mundo.

El Yoga es un proceso duro para algunos de nosotros.   Nos pone sal exactamente donde más nos duele.  Nos invita a abrir de par en par heridas viejas que solitos no nos atreveríamos.  Pero siempre con la intención de vernos con honestidad y aceptarnos incondicionalmente.  En mi caso,  estar lejos de mis seres queridos es la parte más difícil del viaje.  Es la que me pone contra la pared en cuanto a fortaleza y me hace pedazos por dentro.

A veces quisiera que fuera distinto:  llegar a una meseta en mi práctica donde fuera fácil y llevadero por un par de años.  NOT.  La cosa se pone más difícil en mi mat cada día:  los obstáculos se suceden sin cesar.  Un día es mi mente que está agotada,  otro mi cuerpo que duele.  El siguiente es la añoranza de mi maestro,  y un día como hoy las ganas de no salir de mi casa pero ni a la esquina y no soltar a mis cachorritos.

Pero mañana me toca cruzar el globo de lado a lado y esta vez voy muy bien acompañada.  Mi hijo Ariel de diecisiete años es mi compañero de viaje.  A tan corta edad sentir el llamado de India no es usual.  Me emociona ser testigo de la expansión de su mundo interno.

Qué gran honor.

Lo que he podido comprender a lo largo de los años de práctica es algo abstracto.  No tengo nada que cambiar,  nada que mejorar.  Soy quien soy en esta vida y mi yoga es un espejo para reevaluarme cada día.  Sin él estaría perdida pues me ayuda a limar pequeñas asperezas que se han distorsionado por experiencias y miedos.  Pero la que soy está bien.  Antes creía que el Yoga me iba a redimir.  No.  En realidad,  me ha ayudado a apreciar más a este ser atrapado en este saco de piel.  Y a conocerlo mejor.

Pero cambiarme... no creo.  
Expandirme:  sí.

He logrado sentir más el Amor...y la tristeza.

Me he equivocado contundentemente...y he aprendido con creces de las metidas de pata.

He llorado y he reído con más ganas.

Sentido mucha rabia ante la injusticia y elevado mi voz para denunciarla.

Todas son características que ya eran mías desde siempre.  Con esta práctica simplemente me he vuelto más honesta.  Antes decía sí en vez de no,  sonreía en vez de sentir rabia,  hablaba con quién no quería hablar.  Hacía mil cosas para no quedar mal y el resultado era un manojo de energías encontradas que no tenían dirección ni meta.

Ahora hablo con quién realmente me interesa,  vivo con quién es cercano a mi corazón.  Digo no cuando es no y sí cuando es sí...y se siente tan bien.  No pretendo quedar bien con nadie.  Los amigos son pocos pero verdaderos.  El camino es solitario pero perfecto.

Y en esta quimera de una vida real que anhelo construir,  me aventuro de nuevo al vórtex que sostiene mi maestro.  Su energía palpita cada vez más fuerte.  Los sueños comienzan a dibujar un shala caliente donde se escucha sólo el sonido de la respiración.  Por las pequeñas ventanas se asoman las palmeras características del sur de la India, afuera se escucha los pitos de los rickshaws y las voces de los estudiantes y vendedores indios.  Un día más en Mysore y siempre tengo la misma sensación:  cuando estoy en Savasana en el baño de las mujeres,  lloro de alegría porque una vez más pude llegar hasta mi medicina.  Mi cuerpo tembloroso,  sudoroso y feliz,  absolutamente feliz.  Una felicidad que ni mi mente puede entender,  pero sí mi espíritu.  Un gozo total de sentirme viva y poder respirar.  Y desde mi alfombra,  siento el amor más grande por todos aquellos que han sido un stepping stone para que me encuentre aquí de nuevo,  en mi lugar sagrado.

Desfilan por mi mente rostros de amigos,  maestros,  parejas,  hijos,  mentores,  estudiantes,  amigos y enemigos.  Todos han puesto su grano de arena.  Todos han contribuido,  lo quieran o no,  a que yo esté aquí de nuevo.

Y sólo puedo sentir gratitud absoluta por cada uno de ellos,  aunque los regalos que pusieran en mi regazo algunos de ellos fueran bien amargos.   Todo se transmuta en este lugar y se convierte de forma mágica en guirnaldas de flores de jazmín perfumados,  marigolds doradas y rosas fragantes.

Comprendo la perfección de nuestro camino en esta vida,  pleno de lágrimas y rebosante de amor.

Estoy lista para tomar esa serie de aviones una vez más sabiendo que voy donde tengo que ir y que todo lo que suceda será lo que el Amor me tiene reservado.

Sin dudas.
Sin temores.

Al igual que tomaré ese vuelo final el día que la Vida me reclame de nuevo en su pecho.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Todo se vale

"En el camino del crecimiento,  todo se vale."

Leo esta frase en un libro que encuentro por ahí.  Me llega directo al corazón.

Observo mi mente como se inmiscuye y empieza a opinar:  "Jamás...cómo se te ocurre? No, no, no...uno tiene que adaptarse.  Si no le gusta algo,  pues seguir adelante,  no darse por vencido....bla, bla, bla..."

Me quedo con el hit al corazón.

Qué tal si para nuestro crecimiento necesitamos explorar lugares nuevos que nos asustan?
Definitivamente,  así tiene que ser.

O vegetamos en el día a día de una vida árida y triste...llena de qué pudo haber sido,  si sólo me hubiera atrevido...

o construimos un arco iris de colores brillantes lleno de escarcha,  donde cada segundo cuente.

Hace un año y pico que llevo una espina en mi alma.  No la he podido sacar.  Es la espina de saber que hay algo más que necesito vivir y no me estoy dando el chance.  El miedo a perder.  El miedo a no encontrar.  El miedo a equivocarme.

El sentimiento es perenne y trato de no darle mucha bola.  Darle bola implicaría cuestionar decisiones pasadas que tal vez ya no tienen vigencia.  Implicaría sacar chunches viejos almacenados llamados sentimientos y dolores.  Significaría darle una vuelta de 180 grados a mi vida y la verdad,  a veces lo que siento es pereza.

Pero hoy al leer esta frase sentí un hit de calor por dentro.   Sentí que alguien,  en algún lugar de este mundo,  me hablaba y me quería.  Sentí un lugar que no sentía hace mucho tiempo:  el lugar que me ha llevado a hacer cambios drásticos en mi vida cuando sentía que ya no podía respirar.  El Universo tiene una forma muy sabia de responder a mi hit: el día me ha respondido con una serie de sincronicidades perfectas.  Acontecimientos rutinarios desde afuera,  omens de buenaventuranza desde adentro.

Definitivamente,  uno es el creador de su vida.

Me responde finalmente mi libro de oráculo y me anticipa un milagro muy grande.  Me dice que me mantenga abierta y confiada,  que no dude. Que ya mi oyeron.  Que la espina es obvia para mis ángeles y mis guardianes.  Que aunque viva pretendiendo que no está ahí,  ellos saben.

Y yo sé.

Me aventuro a explorar la forma más creativa,  inteligente y menos dolorosa de extirparla--ja,  aquí va mi mente de nuevo.

No.
Me preparo para sangrar,  llorar y soportar el dolor.

Y asomarme al otro lado.
Porque sé que ahí es donde tengo que ir.

Porque sé que ahí alguien me espera.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Cuenta regresiva

Inicio hoy la cuenta regresiva para ese avión que me llevará al otro lado del globo terráqueo.

Inicio con la intención de pasar una Navidad diferente:  de ser más congruente,  más consciente y no evadirme-  como he hecho a menudo-, de la realidad de nuestro mundo y nuestro país.

Mi ofrenda para esta Navidad es intentar no caer en los atracones y excesos que caracterizan esta época.   Para eso,  necesito un plan alterno.

Primero,  estoy limpiando mi casa de toda la energía vieja.  Sacando basureros llenos,  libros viejos,  ropa,  trastos,  música,  de todo!  El deseo de crear espacio es más grande que aquel de recibir regalos materiales.  La sensación que va quedando después de vaciarme es de una paz hermosa.  La misma que uno siente cuando escucha "Noche de paz".

Segundo,  vamos a practicar non-stop en las madrugadas la próxima semana.  El club de los madrugadores ya está afianzado y el regalo de iniciar el día en el mat cuando todavía está oscuro y levantarse del savasana con los primeros trinos de los pajaritos transforma el día por completo.

Tercero, decidí abstenerme por unos días de la comida sólida.  Sí,  la peor época.  Tamales,  postres,  rompope,  queques,  dulces...todo seguirá recto.  No va a ser fácil,  lo sé.  Pero siento un impulso a observar todos estos ritos en que he participado sin pensar un poco desde afuera.  Con el ánimo de encontrar dentro de mí ese lugar donde pueda celebrar lo realmente importante esta época:  y que no tenga que ver con la comida.

Así que mi exploración consiste en descubrir que hay debajo de toda la parafernalia de cosas y comidas.  Mi tarea esta Navidad será de observadora.  En diez días mi vida cambiará por completo.  Me enfrentaré a un país que a uno lo recibe con las sorpresas más inimaginadas.  Regresaré a mi maestro que es un misterio profundo y fascinante para mí.  Con él,  uno nunca sabe qué le espera.  Espero mantener mi motto de bajar mis expectativas y soltar apegos para encontrar en medio de lo nuevo, de lo sucio,  de lo inesperado...libertad.

Libertad que me permita estar en conexión con todo lo que sucede en el mundo,  sin abstraerme en burbujas que dejan por fuera la humanidad de millones de seres humanos.  La consciencia que anhelo donde sólo podemos estar bien si todos estamos bien.  Sabiendo que siempre podemos hacer algo más,  dar un poco más.  

Desde ese lugar voy a vivir esta Navidad.  Y sí,  claro:  con tres niños pequeños que cuentan todos los días cuánto falta para que venga el Niño Dios,  disfrutaré de sus caritas iluminadas por los regalos,  la bendición de compartir con quiénes amo y la presencia de esos que siento cerca.

Ese lugar se irá conmigo hasta el otro lado del mundo y crecerá,  crecerá y crecerá por varias semanas.  No sé ni cómo llamarlo.  Sé reconocerlo cuando llega.  Sé añorarlo cuando lo pierdo.

Y sobre todo,  sé atesorarlo.

Porque en esta vida efímera y corta,  ese es el único lugar donde cada día- sea Navidad o no-,  toma un significado único.
  

domingo, 15 de diciembre de 2013

El otro lado de la vida

Comienzo a preparar con cuidado lo que necesito para mi viaje.

Ropa de yoga: número 1.  La más cómoda,  en la que me siento mejor.  Sé que se quedará en India, no regresará más a Costa Rica.  Después de varias semanas de practicar en el shala,  la ropa literalmente se deshace entre el sudor y la práctica.

Libros: número 2.  Buenas novelas.  Empaqué Cien Años de Soledad y estoy a la búsqueda de una Rayuela para releerla.  Dos horas al día en el shala lo entonan a uno para comprender mucho más allá de las palabras la sabiduría eterna de los clásicos.

Fotos:  número 3.  El paso de América a Asia amerita un testimonio en papel que acorte la distancia de medio mundo con mis seres queridos.  La nostalgia.  El primer rito que cumplo cuando entro al apartamento es hacer un altar.  Las fotos de mis queridos ya listas para adornarlo..

Ya sé que Mysore está hasta el copete.  No hay lugares donde quedarse.  Saturado.  Predecible.  Pero mis amigos me advierten que la escena no es tan terrible como al pintan.  No han habido más ataques a mujeres.  Esto me tranquiliza. 

Sin embargo,  más allá de las noticias,  de la muchedumbre y de la expectativa de todo viaje al país más energéticamente vibrante del planeta, aunado al vórtex de mi maestro y de mi escuela,   sé que me aguardan experiencias intensas  que me llevarán más allá de la zona de confort.  Mientras escribo esto en mi casa,  todo ordenado y cómodo,  todo limpio y en su lugar-  bueno,  aunque haya tres niños pequeños en la casa este caos no es nada comparado con una calle en India- sé que me esperan olores,  sabores,  encuentros y paisajes nuevos que expandirán una vez más mi consciencia hasta el límite.   Una mirada a la otra cara de la vida.  Una mirada a la otra cara de mi propio yo.

Cortázar hablaba que todo su interés en escribir radicaba precisamente en esa intención por descubrir la vida desde otro punto de vista.   Su famosa "contranovela" Rayuela aspira a que el lector no sea más un receptor pasivo del punto de vista de alguien,  sino que contribuya críticamente al desarrollo de la novela.  Incluso si el lector odiase el libro y lo lanzara por la ventana,  para Cortázar eso ya es un triunfo: un controversia,  un crecimiento,   un compartir para aprender más allá de los juicios.

Es mi deseo sincero descubrirme en otras perspectivas,  lejos de cualquiera en que yo misma me haya impuesto y otros me hayan encasillado.  Creo que circunscribir a un ser humano a una palabra, un concepto o una idea es tan inhumano como asesinarlo.  Somos seres mutantes que cambiamos de color como el camaleón:  merecemos el espacio para mostrar nuestros colores sin limitaciones propias o ajenas.  Ser quién somos.  Y este mostrar la otra cara,  el otro lado,  a veces implica lanzar por la ventana el "libro"- en todo el sentido de la palabra.  Bien hecho y bien merecido si viene de un deseo genuino por la verdad.  Al carajo el escritor mediocre!

Mi India me lleva a ese lugar interno donde puedo decantar todo lo pasado en el año en Costa Rica y arremeter con nuevos bríos el año que inicia.  Me da la perspectiva para soltar lo que ya no es predominante,  lo innecesario en mi mente y en mi corazón.  Me limpia, arraiga y alivia.  A mi regreso, nunca soy la misma.  Ni yo misma me reconozco.

Casi al borde de este nuevo período de asimilación e integración,  contemplo la gran dicha de poder tener ese tiempo,  lejos del bullicio mental y diario de lo cotidiano.  Agradezco inmensamente a todos los seres que con su amor me impulsan a seguir adelante y con ese amor me apoyan para dar el siguiente paso.  Inmersa en el día a día  pierdo perspectiva.  En la ausencia atesoro lo amado, extraño desde el alma lo querido y alimento lo prioritario.  Todo se despeja y me preguntaré,  como lo he hecho ya muchas veces,  cómo me dejé atrapar por nimiedades sin importancia.

El viaje se avecina y el alma está lista.  El cuerpo deberá cruzar el mundo en respuesta al llamado de un espíritu aventurero que no se conforma con ser una fama-  en el lenguaje de Cortázar, esos seres que se regodean en la rutina como si fuera un trofeo.  No.  Los cronopios tenemos otro destino y esa luz verde que ilumina nuestro espíritu tiene un camino trazado.

Esta cronopia continúa haciendo su equipaje.
El viaje es largo....
e imprescindible.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Resumen 2013


"Why fear?" - Sri K. Pattabhi Jois

El poder del maestro

Todos los días practico un par de horas.  Sin embargo,  no todos los días visito lugares nuevos que me asustan.

Cuando uno es pionero en algo el camino es solitario.  No sé por qué designios de la vida terminé haciendo lo que hago.  Sólo sé que es lo que tengo que hacer.  Pero al mismo tiempo,  mi camino ha significado una soledad constante,  imprescindible,  inherente a mi contrato sagrado.  A veces desearía que hubiera sido distinto: contar con alguien que me guíe,  me apoye y cuide diariamente,  como hacen muchos en el mundo que tienen maestros en casa.  No es mi destino.

No es mi Karma.

Así que cuando aparece un maestro en mi horizonte,  la sensación de acompañamiento sacia por unos días mi sed y mi soledad.  La energía de alguien que respeto,  admiro y que me inspira me ayuda a visitar en mi mente todos esos compartimentos que normalmente están cerrados por simple imposibilidad material y mental. Abrirlos es ir al miedo.  Sentirlos temblar como un conejo.

He tenido el regalo de cinco días con un amigo-maestro-colega en casa.  Estos cinco días han sido el mejor regalo de Navidad que pude haber recibido.  Después de un año movido donde tuve que soltar mucho,  sentía como que mi aura estaba llena de huecos.  La bendición de un maestro nos rellena energéticamente,  nos sana y completa.  Lo que sea que haya estado inestable se solidifica.  Los pensamientos innecesarios cesan.  Su energía es como un vórtex que me conecta a todo lo que él lleva atrás.  Y me devuelve la fe y la seguridad de que todo es perfecto.

Cuando siento que ya no puedo más sola,  sé que el camino es buscar un guía.  Estas personas llevan muchos años en el camino y ya han enfrentado todo y más de lo que yo estoy enfrentando.  Han visto como muchos inician y claudican.  Se han sostenido.  Han creído.  Han continuado.

El camino que el maestro nos abre no tiene precio.  Su compromiso es el que permite que más de nosotros nos atrevamos a abrir la gran caja de Pandora de nuestro dharma espiritual.  Sin su ejemplo,  somos plumas al viento.  Cualquier ventolero termina con las mejores intenciones.  Lo he visto a través de los años.  Este año especialmente me tocó presenciarlo muy de cerca en gente que creí genuinamente comprometida y que de pronto,  se rindieron.

Buscaron y encontraron excusas.

...

No sé si algún día estaré yo misma en ese lugar de tirar la toalla.  Espero que no.  Pero sé que no depende de mí.  Depende de una vida que ya estaba escrita incluso antes de que mi alma entrara en este cuerpo físico.  Ya estaba escrito quién sería mi maestro,  mi guía, mi pareja,  mi familia.  Ya estaba escrito si me tocaba o no transitar este momento vital.  Yo sólo puedo hacer mi parte y  creer:  Dios se encarga de mostrarme el siguiente paso,  el próximo viaje,  la próxima indicación,  el siguiente reto.  Mi papel consiste en estar abierta y escuchar. Y también en recibir y agradecer.  El resto viene solito.

Tener a uno de mis maestros cerca ha sido mi mayor regalo.  Regresar pronto al núcleo de yogis y yoginis en India también.  La vida de un buscador espiritual es a veces solitaria:  somos una especie de outsiders en este mundo.  Pero poder estar cada día y una temporada entre gente como uno nos alimenta el alma. Y así es que podemos continuar.

El camino es estrecho y muchos quedan atrás.  Algunos continuamos más que por voluntad propia por un llamado imperativo del Espíritu.  Es un destino que no todas las almas tienen pero que eventualmente todos seguiremos.  Está en nuestra naturaleza,  es el designio divino de todo ser humano.

Y mientras llegue ese día,  pido porque más lucecitas se acerquen.  Más gente con el corazón abierto dándolo todo en sus propias vidas:  creyendo,  viajando,  soñando,  transformándose.  Esos son los seres humanos que valen la pena.

Los seres humanos que nos dan el ejemplo.