sábado, 28 de septiembre de 2013

Theo



No eliges el pensamiento que se presenta en tu cabeza, la existencia te lo impone,  asociado a cierta vibración emocional.

...

Sabía que era el día.

Sentía que ya mi panza iba a explotar.  El bebé ya casi no se movía por falta de espacio.  Cuando me hacía sentir su presencia sentía su codito en mis costillas y me hacía cosquillas.

Ya dormir era casi imposible.  Lo hacía practicamente sentada.  En el medio de la noche,  las continuas idas al baño cargando aquel peso y caminando como podía me tenían agotada.  Pero al mismo tiempo,  tan ilusionada por conocer a mi sexto retoño.

Las olas comenzaron...

La historia de Theo es la más hermosa que puedo contar.  Convencí a mi esposo de un hermanito para Gael después de múltiples meses y súplicas.   Cuando al final decidimos mandarnos,  sabía que Theo traería a mi vida algo nuevo.  No anticipaba cuanto.

...

Llegamos a la clínica a medianoche.  Mi hija me ayudó a caminar los últimos pasos al cuarto mientras Marco parqueaba el carro y traía el equipaje.  Me sentía confiada y muy feliz de poder compartir con ellos esta experiencia de vida.

En el cuarto,  las enfermeras me recibieron amorosamente.  Me dijeron que descansara.  Nos acostamos los tres a dormir unas horas entre contracción y contracción.  Marco durmió en el suelo.

A las cuatro de la mañana,  sentí la cabecita bajar.  Inconfundible.  "Ya viene."  Después de cinco partos naturales,  uno ya identifica el momento.  La certeza de que en pocos minutos iba a conocer a esta ternura me emocionó.   Feliz desperté a todos.  Y la acción empezó temprano ese cuatro de febrero hace tres años.

Si hubiera anticipado la crudeza de lo que venía,  tal vez no hubiera estado tan feliz. Pero Dios nos da la fuerza de levantarnos cada día sin saber lo que viene....y aún así,  esperar lo mejor.

...

Conocí la belleza más profunda de la vida ese cuatro de febrero.  Vida que raya con la muerte y se confunde en un instante en este universo anaranjado en que se volvió mi mundo al traer a Theo.

De pronto,  las voces a mi alrededor se oían como en tercera dimensión.   Llevaba ya mucho tiempo en la piscina.  Mi doula,  mi doctor,  mi marido,  mi hija y mi cuñada mostraban en sus rostros señal de preocupación.  Acuclillada y en medio de tremendas olas que no mostraban progreso-  la cabecita no salía-,  entré en un estado entre sueño y vigilia, teñido por hormonas y expectativa.  El agua calientita, eso sí lo recuerdo.  Demasiada gente en ese cuarto,  eso también.

De pronto,  varias manos me levantaron y me sentaron en una silla.  Frío intenso. Olas profundas.  Y de pronto,  el miedo.  Ese miedo que congela,  que hiere,  que me viene de no sé dónde en este momento glorioso.  NO corresponde.  No lo quiero.  Alguien habla de un anestesista.  Yo sigo conectada a mi bebé.

Adónde estás?  Salí para conocerte.

...

La luz de la mañana ilumina el cuarto de cortinas anaranjadas.   Ese  cuarto de hospital que de pronto se vuelve un enjambre de gente que entran y salen apresurados.  No escucho nada.  Estoy profundamente hacia dentro,  totalmente entregada a esta alma que aún sigue en mi cuerpo.  Somos uno y así será para siempre.  Si nos vamos,  nos vamos juntos.

De eso no tengo la menor duda.

...

Las agujas invaden mis brazos,  mis manos.  No escucho nada.  Sólo veo el rostro de mi querido doctor,  amigo,  compinche,  guardián.  Los otros rostros desaparecen.  Escucho gritos en sordina,  todo comienza a nublarse.  De pronto,  veo mis rodillas en mis orejas y a mi lado,  mi esposo en cámara lenta me grita:  "EMPUJA!!!"  La suspensión del tiempo es sustituida por una presión gigante en mi abdomen.  Me empujan,  me hieren.   Cuidado con mi bebé!  pero no puedo defenderme.  Adónde está mi fuerza?

Estoy a merced de algo que no entiendo.

...

Todo queda atrás.  Estoy en paz.  Veo los cuerpos,  veo al doctor sacando a mi bebé con unas paletas metálicas.  Ya no estoy ahí,  floto por encima de todos.  No tengo más miedo.  Quiero abrazarlos.  Adónde estoy?

Cómo hago para regresar?  Veo a mi esposo,  a mi hija.  Cómo los amo!  Cómo deseo decirles que estoy bien,  que abracen mucho a este bebé.  Que todo es perfecto.  Que esta catástrofe es una bendición. Mi esposo está llorando.  El bebé ya salió.

Adónde estoy?

...

Regreso al terror de un cuerpo herido.   Y aún en medio de la sangre y las lágrimas,  conozco la perfección,  la magia,  el amor y la oportunidad de regresar a este campo de batalla.  Siento una cabecita pequeña, mojada, caliente que mi esposo coloca en mi garganta.  No veo nada,  sólo siento ese calorcito.  Lágrimas caen en mi cara.  No son mías.  Yo estoy bien.

Todo está bien.
El está aquí.

...

Se llevan al baby y empieza el instante profundo.  El aire se va,  no puedo respirar.  Pierdo el control,  me aterrorizo.  Empiezo a temblar.  De dónde este miedo?  El miedo de regresar a la vida?   Y aquí es dónde entiendo el miedo a la muerte.  Ya no quiero irme,  amo demasiado.  No, por favor,  no quiero irme todavía.  No me dejés conocer esta belleza y luego tener que soltarla.

Dame otra oportunidad.

...

Mientras escribo, Theo llora en las escaleras.  Ya tiene tres años y todavía veo en él esa criaturita asustada que me pusieron en la garganta ese día de febrero mientras el sol iluminaba de anaranjado nuestros cuerpos.   Cuerpos frágiles,  cuerpos que se deshacen y dejan de respirar.  Cuerpos tiernos y fuertes a la vez que nos enseñan de la vida y de la muerte.

El nacimiento de Theo me cambió por completo,  pero en ese momento no lo sabía.  Es hoy,  tres años después,  mientras escribo esto que puedo entenderlo.   La vida brutalmente honesta que puede tocarnos con la ternura de un látigo ardiente.  El amor que nos invita a abrirnos por completo y a perder el control totalmente.

Ese amor que un día se va a desvanecer en este cuerpo, en un instante incierto.

O será que nunca se desvanece?

Ese día que mi bebé y yo casi nos fuimos de este mundo-  yo sé que yo sí me fui-,  ese día lo cambió todo.   Cambio radical en mis neuronas después del tsunami anaranjado.  Theo,  regalo de Dios.  Theo, ternura y sabiduría.   Theo,  dulzura absoluta de la muerte columpiándose con el amor en un sólo instante vital.

Generosidad y abundancia del Universo en la copa de un útero que se abre al mundo.  Dudoso porque no quiere soltar su tesoro.  Porque sabe que soltarlo es poner el pie del otro lado.  Inexplicable intuición de madre que no quiere perder su cachorrito.

Sabia violencia sin calamidad,  gracias a Dios.


...

Nunca sentí tanta violencia en mi cuerpo y tampoco tanto amor.   Quedé relativamente afectada físicamente por una cadera desgarrada pero mucho emocionalmente con una depresión post-parto de seis meses.   Pero también fui tocada por esa Muerte que pude ver cara a cara y no temer más.  Agradecida hasta el alma por siempre porque me permitió regresar y abrazar a mi bebito y a todos los seres que amo.  Y este fue mi momento de realización,  ahora lo entiendo,  de mi responsabilidad de servir.

Quedé lúcida,  presente,  viva.   Y en tres años,  esta experiencia ha decantado hasta el día de hoy de formas insospechadas.   Me he vuelto más paciente,  menos demandante.  He aprendido a respirar de verdad.  Cada abrazo de mis hijos se siente como el cielo porque no sé si será el último.  Cada mirada que encuentro me recuerda la alegría y el gozo de ser.

Theo,  Theo,  Theo.
Quién iba a saber todo lo que me ibas a regalar?



miércoles, 25 de septiembre de 2013

Hagamos la diferencia

Quienes aspiramos a tener más consciencia en este mundo a veces nos sentimos defraudados y decepcionados por la epidemia de confusión que nos aqueja, por dentro y por fuera.

Hoy tuve un día lleno de retos.  Entre mi PMS,  mi cuerpo que se sentía como cemento mientras practicaba,  el señor de las canoas que hizo un pésimo trabajo y dejó todo patas arriba,  problemas de comunicación con colegas,  falta de claridad en mi mente y una mezcla de cansancio y hartazgo,  exploté.

Mi pobre esposo fue la víctima del ataque,  aunque no tenía nada que ver en el asunto y él mismo anda con sus propias tensiones por una carrera muy demandante que tiene dentro de un mes.  Mi propia humanidad me traicionó.  Se me subieron las hormonas.

Entre este imperfecto mundo material y  una profunda ansia de ver más allá,  me doy cuenta que a pesar de mis intentos de practicar la consciencia 24 horas al día,  todavía me falta mucho.  Humildemente reconozco que la perdí.  Que me sentí por unos instantes genuinamente harta de lidiar con el patrón tico -costarricense de hablar por detrás y no dar la cara al otro.

El señor de las canoas le dijo una cosa a mi marido,  otra a mi muchacha y otra a mí.  Terminó haciendo diametralmente lo opuesto a todo lo que le pedimos.  Dejó un caos en la casa y una estela de vibración negativa.  Una persona muy humilde,  ya ahora más calmada puedo comprender su ignorancia y desorden.  Pero qué decir de otras personas que supuestamente tenemos cierto conocimiento,  que hacemos un esfuerzo genuino por despertarnos e igual,  la "cosa"  nos agarra y nos revuelca?

Mi única respuesta es mi derecho a echarme una buena llorada,  soltar cualquier expectativa y seguir adelante.  Las emociones luchan por volcarme,  pegarme y dejarme morada en el piso.  Me niego a ser su títere.  No me siento nada bien,  pero sé que va a pasar.  Por suerte,  después de disculparme con mi marido por la pataleta,  fuimos a almorzar a un lugar plácido en esta tarde asoleada,  vimos a nuestro enano feliz en el brinca brinca y celebramos sus obras de arte en el kinder.  

Regresé a una casa sin señores de las canoas...ja ja

Y dentro de un rato voy a verme con un amigo a tomar un café.
Además, la noche cierra con mis hijos grandes... tengo muchas ganas de verlos.

Así que tal vez no todo sea tan horrible hoy como amenazaba esta mañana.

Tal vez,  estas fluctuaciones que por un rato se sintieron pesadas y dolorosas,  muten en unas más tranquilas y serenas.

De hecho,  con sólo escribir esto ya me siento mejor.

Hagamos la diferencia,  no importa cuán malo haya sido nuestro día:
Hagamos la diferencia y no nos dejemos revolcar por esas olas que a menudo amenazan con volcarnos.
Hagamos la diferencia y tratemos,  con la motivación del amor,  de no ser la causa de olas de confusión en otros.



domingo, 22 de septiembre de 2013

Amor que incendia el corazón

Leo esta frase y me da escalofríos.

Me he enamorado tres veces en mi vida.  Y las tres han sido momentos cúspide.   En el momento de mi muerte,  esas tres almas desfilarán frente a mis ojos,  en mi memoria.  Y agradeceré a la Vida infinitamente por habérmelos puesto en el camino.

Trato de visualizar mi vida sin amor.  Se ve como un paisaje triste y desolado.  No que haya sido fácil:  para nada.  Pero en cada intento,  una parte mía que ni yo misma conocía se ha manifestado.  La parte que tiene fe,  que es espontánea y audaz, que no teme equivocarse,  que le apuesta a la alquimia inevitable de mezclar nuestras energías con otro ser.  Y ser transformados los dos en el intento.

Percibo un nihilismo muy crudo en el mundo actual.  Por doquier,  escucho comentarios de gente que se declaran libres e independientes.  Que no necesitan de nadie.  Que han entretejido sus vidas de una forma tan precisa y no tienen espacio para ningún otro.  Las necesidades personales sobre el amor.  Egoísmo sobre entrega?

Este nihilismo se cuela en posts en internet,  en películas,  obras de teatro,  en las conversaciones y hasta en mi trabajo.  Hay una generación que parece no conocer el Amor.  Parece que han sido vacunados contra él.  No son como los irresponsables de la mía que nos mandábamos al precipicio,  a veces sin ninguna precaución.  Generación sobre-cautelosa.  Generación perdida?

Me gustaría comprender sus puntos de vista y poder responder a la pregunta que tengo constante de por qué hay tanta gente linda,  creativa,  emprendedora, exitosa y hermosa que están solos y solas.  Una parte mía comprende que las relaciones son un reto muy grande para el ego y que demandan mucho trabajo:  mucho soltar,  comprender,  compartir,  compasión,  paciencia,  tolerancia y todo lo que nos cuesta más.

Otra simplemente cree que la capacidad de enamorarse ha caído en desuso.  Ahora,  todos padecemos de una anacronía mental epidémica,  donde los pensamientos han superado a los dictados del corazón.  Todos nos andamos protegiendo, un poco paranoicos.  Y cuando osamos meter el pie en el agua,  subimos todas nuestras defensas.  El resultado: mandarse al carajo rapidito para no tener que hacer el trabajo duro de desenmascarar la sombra.

En mis primeros dos intentos, estaba demasiado ensimismada en mi propio mundo color rosado para siquiera notar al otro.  El amor era unilateral por completo.  Ya el tercer intento me enseñó que no se trataba sólo de mí:  que el otro era yo misma reflejada en sus ojos y su corazón.  Aprender a verme fue al principio sumamente vergonzoso:  percibí todo mi narcisismo,  egoísmo y auto-absorción.   Lo que quería era que la relación me sirviera y no servir.  Después de años de intentos en vano de salir del círculo vicioso,  una experiencia cumbre logró derrumbarme mi bien establecida estructura de años para no amar.  Porque amar podía traerse todo al piso.  Era demasiado peligroso.

Dicen que el amor lo escoge a uno y no al revés.  Pues a mí me dio un golpe para despertar y todavía ando medio atontada.  Poco a poco,  empecé a darme cuenta de que salirme de mí misma ampliaba las posibilidades de mi mundo.  Había vivido tan sola por tanto tiempo.  Y ese pequeño orificio que se abrió en mi corazón fue como un rayo láser que empezó a derretir un corazón congelado.  Y cada gota de agua que cayó fue una lágrima más para comprender mi propio aislamiento y soledad,  muy bien justificadas.

No sé si el amor es un destino o una decisión.  En mi caso, fue ambos.  Estoy donde estoy por escogencia,  pero también he tenido un deseo profundo de saber si  el amor existe en este mundo.  Esa fue mi pregunta clave durante muchos años de búsqueda.  Aunque las experiencias pasadas me la negaran.  Aún así, pudo la fe.

Ese amor que incendia el corazón,  que nos hace palpitar,  que nos pone de rodillas y a veces,  nos pide gritar de dolor.  Ese amor sublime que nos llega a la médula del alma,  que no puede explicarse con palabras,  que nos asusta y retrae para luego bautizarnos con flores y espinas.  Ese amor sin el cual no seríamos ni la mitad de lo que podemos ser.



Ese amor existe.
Quién se arriesga?

miércoles, 18 de septiembre de 2013

La vida nos lleva

Días de mucha reflexión.

Ayer estuve en un grupo muy interesante de gente y estábamos hablando sobre la importancia de balancear las energías femeninas y masculina en nuestras vidas profesionales y personales.   El común denominador es que todos sentíamos que hacíamos demasiado...en vez de SER más.

La energía femenina es la energía del hemisferio derecho.  La que nos permite soñar,  relajarnos,  tener visión.  A veces estamos todos tan ocupados haciendo que se nos olvida para donde vamos.  Me pasa continuamente.

Parar en seco y darse un tiempo para simplemente SER ...es difícil.

Sobre todo en esta sociedad occidental que tiene la eficiencia,  la productividad y el éxito material como  valores de vida.  El arte que practico me invita a detenerme,  a no engancharme en la actividad continua de la mente y a no identificarme con ella.

Muy difícil.  Bastante desconocido para todos nosotros.

La mente es una actividad más que una cosa. Es como caminar:  basta detenernos para que ella también desaparezca.  Pero al inercia de años, décadas de hacer,  como hámsters en su jaula,  nos han hecho identificarnos con la actividad.  A tal punto que nos sentimos perdidos sin ella. Y cuesta mucho empezar a observarla y salirse un rato.

Los viajes me permiten recobrar perspectiva y compartir con gente que me ayuda a retomar el paso correcto.  Aspiro a vivir una vida donde el cambio sea la constante,  donde me sienta guiada por una voz superior,  por una aspiración más grande.  He constatado innumerables veces que apegarme a "my way"  a veces no es tan sabio.  Voy en automático y no logro disfrutar del camino.  Fijo mi mirada en la meta y olvido las flores del  trayecto.  Me sobre-enfoco y me pierdo del viaje.

En este meditar de perspectivas y búsqueda del discernimiento,  me llegan "omens",  o como diríamos,  coordenadas vitales.  Una de ellas son las sensaciones corporales.  Comienzo a percibir en mí sensaciones de tensión y resistencia que antes no sentía.  Es hora de cuestionarse la dirección. Y tal vez momento de hacer cambio de curso.

Lo hermoso es que sé que en cualquier situación que me encuentre, no estoy sola.  Siento una profunda calma de que a veces lo que anticipo como lo peor que puede pasar,  es en realidad una forma en que Dios tiene de sacarme de la noria y colocarme en un lugar más íntegro.  Un lugar donde pueda respirar con calma,  estar más feliz y plena y agradecer cada amanecer.  Un lugar distinto al que estoy viviendo.

Bienvenidos los cambios que se avecinan.  No es fácil desprenderse de lo que nos frena el vuelo.  Pero las decisiones meditadas tienen una forma de salir a la luz en el momento correcto.  Y la virtud de hacernos sentir que estamos en el lugar que es,  rodeados de la gente correcta y las vivencias que necesitamos para continuar nuestra evolución.

Todo el resto se disuelve como una nube de polvo en el horizonte.

Es hora,  nuevamente,  de recomenzar.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Wake up

Todavía muy jet-lageada.  No es fácil el cambio para el cuerpo.  Ganas constantes de dormir,  indigestión y una sensación de estar out.  Dieciocho días afuera significan dieciocho días de re-adaptación a Costa Rica.  Y no sólo al cambio de hora.

Ver las cosas desde afuera me ayuda mucho a tener perspectiva y visión.   Compartí varios días con gente realmente comprometida,  gente que tiene fe en algo y vive por eso. Gente que no se rinde fácilmente ante los obstáculos,  que hacen que las cosas sucedan.  Gente valiosa,  de una honestidad contagiosa.  Te dicen un no cuando es necesario y no se andan por las ramas.  Me acostumbré por unos días a no usar máscaras.

A mi regreso,  puedo observar con compasión los patrones en mi país y mi gente- incluyéndome, por supuesto.  No es el caos vial,  es el caos existencial.  Es la mentira,  la corrupción.  Los políticos que dicen algo y hacen lo opuesto.  Un mar de caretas que aparentemente está  ya por fin resquebrajándose.  Igual que deseamos que con el Yoga se rompa todo lo que no somos.

Los ticos tenemos una forma particular de ser que cada día comprendo un poco mejor.  Por mi profesión,  me toca conocer mucha gente y tenemos una personalidad que busca,  a toda costa,  echarle la culpa al otro cuando algo nos sale mal.   Estamos muy poco dispuestos a asumir nuestra responsabilidad en los asuntos y somos expertos en justificarnos.

Así no se llega a ningún lado.

Mi maestro tiene una forma rotunda y contundente de ser.  Hombre de pocas palabras,  le da a uno la oportunidad de entrar a su mundo.  Mucha gente le tiene miedo.  Yo le tengo un gran respeto.  Será porque lo conozco desde hace años y sé que  " he is walking his talk".  Los ticos,  en cambio,  nos echamos un montón de "habladas" y a la hora de demostrar nos quedamos muy cortos.  Se nos olvida el compromiso.  Buscamos y encontramos la excusa perfecta.  De nuevo,  culpamos a los otros por nuestras propias deficiencias.  No nos asumimos.

Esa gente ante mi maestro saldría disparada de la escuela.  No aguantaría ni una semana. Se necesita cierto tipo de personalidad para no rendirse ante los obstáculos.  Todavía no sé si es terquedad o tal vez un deseo profundo de salir del atolladero en que nos encontramos.

Será por eso que las calles,  postes,  cables y personas nos estamos literalmente derrumbando en esta pequeñita ciudad de San José.  Hasta los ríos,  hartos de ser invadidos con basura,  han decidido desbordarse.  Ya es mucho lo que estamos tratando de tapar y no está sucediendo.  Qué hacer ante la inminencia del desastre?

La actitud valiente-  esa actitud de la cual estamos a años luz la mayoría de los ticos-,  es aprender de nuestros errores,  dejar de buscar portillos para escaparnos de nuestra realidad y ser reales.  Ser reales significa, por ejemplo,  asumir responsabilidades asumidas.  No dejar las cosas colgadas a medio palo y luego,  ver cómo hacemos para zafarnos el tiro.  Es ser total y crudamente sinceros con nosotros mismos y nuestros fallos y buscar enmendarlos. Sólo así saldremos de los patrones tan anquilosados en nuestra sociedad.  Ah!  Pero ay del quién ose llamarnos la atención!  Ese sale trasquilado como sí él o ella hubiera sido el de la metida de pata.  Víctima de chismes,  dimes y diretes por la espalda. Y para peores,  nos "resentimos"  con todo aquel que nos llame la atención e intente espavilarnos.   Como dicen,  no hay forma de quedar bien con el costarricense.

Soltar esos patrones tan comunes en nuestra sociedad tal vez inicie ese cambio social que necesitamos desesperadamente.  Mientras todos en este país sigamos viviendo de imágenes creadas por nosotros mismos para proteger nuestros egos,  nada va a cambiar.  Cuando escuchemos al que nos dice:  "Mirá,  te equivocaste.  Estás causando daño a tu alrededor, espaviláte! "- tal vez ahí merezcamos todos tener un país más consciente.

Mientras tanto,  la inconsciencia colectiva amenaza con ahogarnos en un mar de autos y buses con conductores desesperados,  calles que colapsan y puentes que se rompen,  ríos que se salen del cauce y se niegan a seguir siendo contaminados,  políticos corruptos e ignorantes que ya no saben cómo más robar y no proponen nada valioso para sostener esta sociedad que se derrumba.

O cambiamos o nos lleva p....

Quién está lo suficientemente harto de estos patrones para cambiar?

Ojalá seamos aunque sea un puñado que busquemos mayor consciencia y manifestar en nuestras acciones ese deseo de transformación.

Y si no es por nosotros,  hagámoslo por nuestros hijos y las nuevas generaciones.  Ellos se merecen progenitores y adultos maduros que de una vez por todas dejen de  echarle la culpa a los demás de sus fracasos.

Adultos que finalmente decidamos ser consecuentes.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Un jardín

La vida se mueve a veces con fluidez,  a veces con dificultad.

Nos sentimos abiertos un momento; al siguiente,  totalmente cerrados.  Vemos al otro como el ser más bello del universo y luego,  queremos ahorcarlo.  Fluctuamos entre el apego y el repudio,  el amor y el odio.  La mente nos juega pasadas y caemos de nuevo en la trampa.

El yoga que practico es el yoga de la honestidad.  No es el yoga del éxtasis o de la iluminación.  Es ese que nos lleva exactamente adonde no queremos ir:  a los lugares que duelen.

Todo va muy bien mientras somos niños, inocentes, abiertos,  relajados.  Hasta que llega ese día en que nos damos cuenta que tenemos que "gustar".  Que si no nos comportamos de cierta forma,  ni papi ni mami nos quieren.  Y ahí comienza la pesadilla:  hacemos hasta lo imposible por gustar y agradar y se nos va tanta energía en complacer,  sin sentir quién realmente somos.

Aprendemos a usar caretas,  a llevar máscaras.  Nos ponemos vestidos ajenos que no nos quedan muy bien,  caminamos incómodos,  nos caemos.  Nos damos cuenta de que no lo estamos logrando, sin embargo, seguimos intentándolo porque nadie nos enseña nada mejor.  Nos rompen el corazón.

Cargamos esos lugares y los tapamos con  mil y un métodos de compensación: comida,  dinero,  parejas,  cosas,  etc.  Hablaba con un amigo que hace un tiempo encontró el yoga,  y me contó que ve como sus amigos de años continúan buscando alivio al dolor profundo del alma en caminos sin sentido y los ve insatisfechos- aunque no quieran parecerlo-,  tristes,  desmotivados.  El placer alcanza hasta cierto punto,  pero no llega a la raíz de la añoranza.

Algunos estamos listos para renunciar a los caminos falsos, arremangarnos y decir de una vez por todas:  quiero verdad.  Algunos lo intentan,  pero la amenaza del cambio es demasiado aterrorizante.  Y otros huyen a toda velocidad.  Todos eventualmente llegarán a ese estado de hartazgo por lo falso y terminarán descubriéndose.  Todos a su tiempo.  Todos cuando estén listos.

Hoy tuvimos un motín en el retiro.  Bueno,  no exactamente,  pero digamos que los ánimos estaban ya caldeados por tres días de práctica intensa.  Algunos andaban sensibles,  ansiosos y asustados.  Otros, por el contrario,  estaban felices y abiertos,  receptivos y agradecidos.  Todos en el lugar que necesitan. Todos dando lo mejor que tienen para descubrir ese mundo nuevo,  aunque ya sea conocido,  de su interioridad.  Todos comprometidos con ellos mismos,  inspirados,  y también,  algunos rebeldes. Incómodos.  Pero ahí siguen y desearía con el corazón que algo les quede de esta semana.

Una semillita.  Pequeña,  frágil,  débil.  Que tendrán que cuidar para que no se la lleve el viento,  el agua ni las tormentas.  Y tal vez,  sólo tal vez,  esa semillita florezca,  crezca y eche raíces.  Tal vez,  sólo tal vez.

Será que se convertirá en un hermoso árbol,  frondoso y bien plantado?

No lo sé y tampoco lo espero.  Pero sí sé que en el cuarto ya hay varios árboles bien avanzados en su crecimiento que me inspiran a morir.  Veo las semillas,  veo los árboles fuertes y estables y ansío de corazón que las semillitas no se den por vencidas.  Que anhelen la solidez y el follaje frondoso,  no por como se ve,  sino porque desde ese árbol la vida se siente diferente.  Que le apuesten a este proceso difícil,  espeluznante  y lleno de éxtasis de crecer,  amar y dejar ir.

Tengo un jardín de árboles y semillas en mi clase en este retiro y me siento tan afortunada de contribuir de alguna forma a que este jardín crezca y se expanda por el mundo.  Pienso en el jardín rebosante que me espera de regreso en Costa Rica:  árboles,  rosas,  lirios,  girasoles.

Cada vez más bellos y perfectos en la consciencia de que todos estamos en camino y de que cada alma tiene su tiempo.


lunes, 2 de septiembre de 2013

La puerta

Creo que hoy tuve uno de los encuentros más conmovedores en toda mi carrera.

Tengo este hermoso estudiante en mi grupo.  Hoy era su primera clase de yoga.  Su actitud:  una de las más avanzadas que he encontrado.  Su cuerpo:  todavía en proceso de apertura.  Su mente:  luchando por soltar.

Es increíble como una buena actitud desencadena todo tan rápido.  Después de la clase de hoy,  me acerqué a él porque lo sentí conmovido.  Tenía los ojos llorosos.  Me dijo:  " No sé qué me pasó.  Desde la primera respiración sentí estas ganas incontrolables de llorar,  como si hubiera estado sosteniendo una puerta toda mi vida y ahora la puerta se abría y yo no podía detenerla."  

Le dije que no tenía que detenerla.  Que dejara que se abriera por completo.  Me dijo:  "Pero es que hubiera llorado toda la clase."  Y le dije:  " Por favor."

Tomó una caminata en el bosque y le aconsejé que se permitiera sentir todo lo que había detrás de esa puerta.  Que no la retuviera más.  Que llorara entre los cipreses,  los olivos.  Que no teníamos ese privilegio de sentir en nuestras vidas ajetreadas.  Que aprovechara este regalo.

Estos encuentros son joyas en mi camino.  Sumamente agradecida por la honestidad de este estudiante,   mi día ha consistido en observar qué puertas sigo sosteniendo dentro de mí.  Como muy bien dijo Osho una vez,  nada necesita de tu sostén,  deja que todo caiga.  Si algo no cae, es porque era para ti.  Lo demás, olvídate.

Qué gran alivio saber que no tengo que malgastar más energía en preocuparme sin sentido!  Y esto que digo no es indiferencia ni apatía ante otros seres,  no.  Es un amor tan grande y una confianza total en que hay un Jefe moviendo todas las piezas y que sabe exactamente adónde colocarme y con quién.  Yo simplemente tengo que permitir que me muevan.  Igualmente,  sabe adónde colocar a mis seres amados y cómo ayudarles a hacer su propio camino.  Y mi papel es de observadora amorosa y fiel confianza en su destino.

Así fue como llegué a esta isla. Así fue como encontré este camino.  Así es como me siguen guiando.

Y yo qué tengo que hacer?  Estar lo suficientemente suave y vulnerable para escuchar.  Estar lo suficientemente alerta para actuar y también lo más receptiva posible para recibir la sabiduría ancestral de gente como este querido estudiante...

que hoy abrió más mi corazón.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Los verdaderos maestros

La villa nos acoge entre sus olivos y viñedos.  La piedra de las casas y el silencio de los alrededores nos hace sentir a todos más unidos,  menos distraídos por nuestras vidas cotidianas.  Los campos de trigo color oro reflejan la luz del sol y después de bañarnos en un mar azul turquesa sorprendentemente tibio,  cerramos la noche con una cena al aire libre,  una mesa llena de niños,  pequeños y grandes.

El grupo es numeroso y muy interesante:  una estudiante vasca, varios ingleses, italianos y españoles,  hasta una irlandesa que se ríe junto a un peruano y un brasileño.  El alemán habla perfectamente español y los holandeses están empezando a practicar.

La heterogeneidad del grupo me invita a empezar todo de cero.  Los nuevos van a estar bien cuidados y los "avanzados" ya saben que no hay nada que saber,  así que todos estamos en la misma página.  Les doy las recomendaciones usuales de cuidar su cuerpo,  dormir e hidratarse bien.  Y si quieren más movimiento, quitar azúcar,  café,  cigarros y alcohol.

Un retiro es una experiencia muy personal para cada participante.  No sólo están aquí para hacer yoga:  están de vacaciones,  con necesidad de mar y de sol,  con deseo por la compañía de nuevos amigos y entusiasmo por la novedad.  Así que la disciplina férrea del ashtangi por ahora está on hold.  Quiero que se sientan libremente inspirados a dosificar la intensidad.  Y sé por experiencia que cada uno de ellos es un universo a explorar,  con temas diferentes que abrir.

Tenemos cuatro bellísimos niños en el grupo:  tres niñas y un guapo.  Todos andan entre los ocho meses y los cuatro años de edad.   Hermosos maestros de servicio incondicional y consciencia minuto a minuto.  El grupo va a tomarse turnos para cuidarlos.  Y todos van a participar de esta oportunidad:  papás y mamás y todos los demás,  aunque no tengan hijos propios.

Al final del círculo de apertura,  una pareja se me acerca tímidamente a compartir que quieren tener un bebé y que se están preparando.  Que sus vidas son demasiado estresantes y que han comprendido que necesitan bajar el ritmo para concebir.  Ambos están emocionados y con muchas dudas.  Les digo que el Yoga los va a poner más felices y que todo será como tiene que ser.  El brillo en sus ojos se llena de esperanza.

Los niños son los verdaderos maestros esta semana.  Varios padres y madres se me acercan muy contentos por tener la oportunidad de venir a practicar con ellos.  Me extraña saber que no los han aceptado con sus niños en otros retiros.  Que la gente pide silencio,  enfoque y cero distracciones.  Que dicen que los niños interrumpen y molestan.

Creo que toda esta gente todavía no entiende que ellos son los verdaderos maestros.  Tanta gente en el mundo que toma el Yoga como una excusa más para aislarse emocionalmente del resto de la vida y se crean un sub-mundo desconectado del Amor.  Todos ellos realmente necesita pasar un tiempo con estos chicos.  Sus carcajadas- y a veces,  lloros-, su inocencia y su alegría interna,  esas son las cualidades que los grandes vamos perdiendo y que ellos nos recuerdan con su presencia.  Su capacidad de jugar sin juzgarse,  de disfrutar cada minuto sin preocupaciones,  su espíritu libre y entusiasmado por la vida:  esas son las cualidades de un yogi de verdad.

Así que tomaremos turnos para estar en su presencia.  Y todos nos empaparemos de su amor permanente. Yo misma tengo el privilegio de dormir con el niño cada noche en la misma casa que sus padres.  Me siento feliz de tenerlo cerca y constato lo feliz que me hace su cercanía. Hoy nos cantó todo el camino de regreso a casa. Alternaba entre cantar y tocar su flauta:  tiene dos años y esa era su forma de decirnos que había sido un buen día y que estaba feliz y tranquilo.

Maravilloso. Día 1 fue un éxito.  Leo lo confirmó.

Y mientras veía las estrellas en la noche mallorquina- que aquí  se ven claras y brillantes-,  pensaba en lo afortunada que soy de tener a mis siete hijos-maestros que me han enseñado tanto y me siguen enseñando sobre la vida.

Sin ellos,  todo esto sería una pose,  una performance,  un viaje narcisista hacia mi propia "iluminación".

Pero gracias a ellos he aprendido que lo más importante en la vida viene en empaques pequeños.  Seres de luz que a veces se ponen intensos,  a veces nos llevan la contraria,  otras nos hacen preguntas insondables o nos invaden el alma de amor.  Que nos dan el privilegio absoluto de estar cerca suyos y de alguna manera contribuir a que despleguen sus alas y vuelen libres.

Todos necesitamos a los niños.
Todos somos sus pupilos.

Y aunque no los tengamos biológicamente,  hay tantos allá afuera que estarían felices de compartir un rato con nosotros.