lunes, 19 de enero de 2015

Cumpleaños feliz

Despierto a un montón de mensajes de todo el mundo.

Familia,  amigos,  estudiantes de muchos lugares.  Mi corazón se siente muy bendecido,  muchísima gratitud.

Afuera todavía está oscuro.  Hoy es luna nueva y día de descanso.  No para nosotros:  vamos a hacer fotos a un templo a dos horas de Mysore.  El chofer todavía duerme cuando le tocamos el vidrio y nos lleva a través de calles oscuras,  gente en bicicleta,  hombres cubiertos y el silencio de la noche.  India al amanecer es apasionante.  Se siente un silencio profundo,  más allá de los ruidos del día a día.  Mi cuerpo está tan adolorido que no pude dormir bien.  Pero qué mejor forma de celebrar que hacer lo que amo.

Llegamos al sitio y el día está frío y oscuro.  La luz todavía no llega.  Sin embargo, intentamos un rato.  Mi cuerpo tirita,  el viento helado.  No soy muy buena con las temperaturas bajas.  Las imágenes de India son tan hermosas que hago otro intento.  Duele,  pero está bien.  Trato de ir más allá de las sensaciones físicas,  de la incomodidad.  Todo es mental y al mismo tiempo,  no lo es.  Empiezo a estornudar y me doy cuenta que no es tan mental.  Pero sonrío por dentro porque sé que vale la pena.

Es igual con nuestra práctica.  Cuando estoy sudando y mi cuerpo entra y sale de las posturas bajo la mirada atenta de mi maestro,  siento que ya voy a tirar la toalla.  Me sucedió igual el año pasado en mi vida fuera del mat.   No me gustaba para nada la postura en que me puso el karma:  se sentía asfixiante,  deprimente y me dejó unos meses sin rumbo.   Hoy la vida se siente muy diferente.  No sé exactamente cómo llegué de allá a aquí,  no sólo a este hermoso país,  a mi maestro,  a una vida apacible y serena.

Sólo sé que no he dejado de practicar,  tormenta tras tormenta. 

Recibí también la noticia que querido amigo dejó su cuerpo en Costa Rica.  Ser lleno de luz y de amor,  lo vi unos días antes de venirme y  me abrazó con el mismo cariño de siempre.  Nunca sospeché de su grave enfermedad:  nunca dejó de sonreír.  Cuando uno muere,  sólo se lleva el rastro que deja en su vida:  él me dejó un fragante bouquet de sonrisas,  una camaradería extraordinaria y el ejemplo de una espiritualidad  humilde y sincera.

Así que entre una mezcla de sentimientos de melancolía por mis seres amados,  dulce impermanencia por la muerte de mi amigo y celebración por poder festejar un año más de esta vida mía,  hoy me llevan a cenar a uno de los hoteles más tradicionales de Mysore,  el Metropole.  Ahora una siesta para recuperarme de la levantada tan temprano,  un poco de comida ( no mucha que mañana en la madrugada me arrepienta en el shala).  Lavar la ropa en esta extraña lavadora india,  destaquear el fregadero.  Extrañando las voces de mis hijos y mi amado hogar mientras hago todo esto.   Sé que en pocos días estaré de vuelta y añoro el reencuentro también con aquellos  que se toman esto en serio, que puedan y quieran recibir esta energía fresca de Mysore que les llevo.  Sé que todos los encuentros en esta vida ya estaban planeados y sé también que los desencuentros son a veces el mejor regalo que Dios nos puede dar.

Libre,  serena,  inspirada,  enamorada.
Me encuentra este cumpleaños en mi Tierra Prometida,  en muy buena compañía y con el corazón lleno.

Antes del Zen, las montañas eran montañas
y los árboles eran árboles.

Durante el Zen,  las montañas eran tronos de los espíritus y los árboles eran las voces de la sabiduría. 

Después del Zen,  las montañas fueron montañas y los árboles fueron árboles.




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