martes, 25 de junio de 2013

Tarde de equinoxio

Hoy tuve un encuentro con alguien.  Un encuentro de esos que lo desintegran a uno en mil pedazos.

Una de las desventajas de ser uno un lobo estepario- en este caso,  una loba-,  es que somos seres que llevamos la procesión por dentro.  En mi caso particular,  mi confidente diario es mi mat de yoga y el de Arriba.  Y a veces me pasa que me quedo patinando y dando vueltas en mis propias percepciones...hasta que la vida me da la oportunidad y el regalo de compartirme genuinamente con alguien.

El encuentro en sí tuvo mucho de emotivo y doloroso.  La persona en cuestión comparte mucho de mi visión de vida.  De alguna forma,  creo que esos encuentros impredecibles suceden cuando hay una empatía latente que sale a la superficie normalmente en épocas de crisis.  No sé si será la luna,  el equinoxio o la bailada del sábado,  la cosa es que mis emociones no tardaron en aflorar y pude constatar que estar mucho tiempo solo le altera a uno la visión y la claridad.

Sufrí uno de esos momentos extraños en que uno no puede evitar las lágrimas a borbotones.  Por más que intentaba controlarme,  no dejaban de salir.  Lloré tanto que hasta tuvieron que ofrecerme un pañuelo! Y eso que yo sólo iba a conversar!  Me sorprendió tanto, pero ahora que escribo siento como si se me hubieran aflojado un nudo en el pecho.  Un nudo que yo misma intentaba mantener bien amarrado y en su lugar.

La vida me muestra que mi mente es incapaz de comprender mis emociones y mucho menos de controlarlas.  Por más que lo intente,  suceden cosas como la de hoy en la tarde.  Me siento sumamente agradecida de que tal incidente se desencadenara,  más allá de mi mente y su afán eterno por dirigirlo todo.  Tuve un momento de "debilidad"?  No,  al contrario.  Tuve un momento de realidad.

Ser reales no es fácil en esta cultura nuestra que alaba las caras sonrientes,  incluso las falsas.  Así como alaba partes del cuerpo postizas,  desde dientes pasando por pechos....hasta nalgas.  Vivimos inmersos en una fantasía que se alimenta por la publicidad y sus tentáculos.  Llorar no está bien visto,  tampoco estar triste.  Si no estamos "ON",  tenemos que "arreglarnos" lo más rápido posible.

Me rehúso rotundamente a "arreglarme".  Hay una parte en mi mente que desearía ser siempre una postal perfecta e insensible.  Pero soy demasiado humana para eso y me alegra.  No aspiro a ser una foto de nadie y mucho menos,  una muñeca.  Aspiro a ser lo suficientemente real para llorar sin parar cuando lo sienta.  Y en esos casos de afluencia de líquidos,  nada como agradecer la posibilidad de no ser juzgada y ser aceptada tal como soy.

Para eso,  se necesita una contraparte real y tan humana como yo.  Y me alegra saber que hoy en la tarde tuve un encuentro cercano con alguien así.  Alguien que también lloró conmigo y me hizo partícipe de sus emociones.  Alguien que no se averguenza de saberse frágil en medio de este mundo inhumano.

Alguien como yo que puede darse el lujo de ser un papelito.

Sin verguenza.
Sin dobles caras.

Y la ironía es que tengo que decir,  la verdad es que me siento más fuerte.
 

viernes, 21 de junio de 2013

Un corazón lleno

Las gotas de sudor caen sobre la alfombra, una tras otra.

Acabo de tirar por última vez sola la Demo de mañana.  Cada vez que hago una Demo,  me digo a mí misma que será la última.   Son los treinta minutos más intensos,  abrasantes y al mismo tiempo,  llenos de éxtasis que he vivido en mi vida.   Sin embargo,  aquí estoy una vez más,  dispuesta a extraerle a este cuerpo el jugo al máximo.

Mientras acomodo la secuencia con la música,  empieza a llover.  También empiezan a caer lágrimas en mi mat.  Añoro infinitamente a mis queridos maestros.  Imagino ya toda la gente que está en India en la escuela,  al otro lado del mundo- algunos de ellos amigos queridos.  En India ya es hora de levantarse para ir al shala.  Aunque estamos lejos estamos unidos.  Nos une un hilo profundo tejido a nuestro corazón que se llama Yoga.  Conecta millones de personas en todo el mundo en este momento y a mí personalmente me conecta con lo que amo.

Creo que han sido unas diez Demos en toda mi carrera de yogini, cada una más intensa que la otra.  Hace muchos años que no sucede una en Namasté,  mi escuela, mi cuna,  mi hogar.   Dos queridos amigos-estudiantes de años me van a acompañar y me siento muy honrada de compartir el stage con ellos.

 El:  uno de los primeros que confió en mí y se entregó con confianza a su práctica.   Qué responsabilidad!  Ahora que veo para atrás me doy cuenta de que en ese entonces yo no tenía más que pasión pura,  poco conocimiento técnico aunque mucha esperanza. Sin embargo,  él vino a clases mucho tiempo y ahora hace unos pocos meses regresó- luego de cumplir faenas familiares y laborales que apremiaban.

Ella,  una enamorada de su alfombra y de todo este mundo etéreo.   Un ser lleno de pureza y fuerza,  lista para dar el siguiente paso sin titubeos.  Tiene una de las prácticas más constantes que he visto, la veo en el Estudio 3 o 4 veces a la semana.  Mucho tiempo compartido en un camino que amamos.

Viene mucha gente mañana y estoy muy emocionada.  He estado recibiendo llamadas llenas de cariño, regalos amorosos,  emails y flores.  En algún momento de duda y zozobra pensé en dejar todo esto y dedicarme sólo a mi práctica personal que amo.  Confusa y decepcionada por tantos obstáculos me pregunté si enseñar era realmente mi propósito de vida  o si mejor,  sólo hacía mi propio trabajo espiritual sin preocuparme de nadie más.

Sin embargo,  nunca tuve una tregua para realmente desconectarme de la gente.  Seguían viniendo.  Durante los últimos doce años he tenido la sala de mi casa llena.  Sólo los meses en India me han despegado de este cuarto de piso de madera.  Sólo mis maestros que me han llamado al otro lado del mundo. Y cuando estoy allá,  pienso en todas las cosas que voy a poder compartir de regreso.  Así ha sido por doce años.

El año pasado y este año han sido años muy difíciles:  he tenido que decir adiós a gente en quién confiaba y amaba.  Hoy rescato un puñado de recuerdos lindos sepultados bajo una montaña de confusión y dolor.  No ha sido fácil.  Pero hoy que montaba la Demo y  sentía mi cuerpo dándolo todo,  la mente enfocada y el corazón emocionado, ya sintiendo todas las caritas que mañana nos van a ver-  - - supe que estoy en el lugar perfecto para mi alma.  

Esta práctica dulce y despiadada a la vez me ha enseñando lo más importante de mi vida:  a entregarme a algo por completo.  En ningún otro lugar he podido sentirme tan viva y tan feliz como en mi alfombra.  Y sé que eso es así porque mis maestros me cuidan y protegen siempre,  aunque esté tan lejos físicamente de ellos- uno en el cielo y  otro en el sur de la India.

Imagino las caras de mis estudiantes y amigos que vienen mañana.  Veo sus sonrisas,  siento los abrazos,  la alegría de reunirse con los amigos.  Gente que aprecio y respeto tanto y que me inspiran a darlo todo una vez más. A sobreponerme a cualquier dolor que mi corazón cargue porque las cosas no han salido como yo quería.   Mis ideas de cómo tuvo que ser quedan atrás.   Estoy viva,  estoy saludable y mi cuerpo es un instrumento poderoso para transmitir algo.  Sé que cada persona que venga recibirá algo diferente,  aún cuando la energía sea la misma.  Algunos percibirán tenuemente a través de sus cortinas de humo,  otros no oirán nada.  Pero algunos-  unos pocos,  un puñado-  ellos sabrán que esto es lo que su espíritu les pide y también se volcarán,  completos y sin titubear.

Ese puñado está en mi corazón siempre,  de día y de noche.   Recibo información diaria de cómo  guiarlos a seguir adelante.  A veces es tanta información que siento que me estoy volviendo loca.   Sé que lo más importante es hacer mi propio trabajo interno y sé que siempre tengo mi alfombra disponible.  En tardes lluviosas como esta,  mientras mis bebés juegan en el primer piso, me habla y me recuerda lo hermoso que ha sido el camino recorrido y me susurra que hay más,  mucho más por venir.

Más bello todavía de lo que mi mente pueda comprender en este momento.
Más pleno y profundo.

Hace una semana estaba meditando sola en el cuarto y se hizo de noche.  Me cuesta mucho desprenderme de mis pequeñitos y a pesar de que había pedido un time-out,  alguno de ellos se escapó y vino a buscarme al segundo piso.  Escuché la puerta abrirse, pero extrañamente cerrarse de inmediato.   Les he enseñando a respetar mi espacio de meditación y práctica.  Pero esta vez fue algo especial: al día siguiente,  Gael me dijo que había visto un hombre gordo,  que estaba como embarazado,  sentado junto a mí.  Como el cuarto estaba oscuro,  no supo distinguir quién era y se asustó.  Corrió donde el papá a contarle que mami estaba embarazada otra vez...no! o que había alguien grueso muy cerca mío.

Cuando me contó la historia,  supe que había un ángel conmigo y el único que reconozco bastante gruesito es a mi querido maestro.  Quiero pensar que vino a confortarme y a darme impulso para seguir adelante.  No sé cuánto tiempo más,  pero sí el tiempo que sea necesario.

Así que mañana celebro la apertura de un nuevo ciclo.  Con el corazón bien lleno y rebosante y eso es lo realmente importante.

domingo, 16 de junio de 2013

El tigre y la selva

Había una vez un tigre que siempre buscó algo en la selva,  aunque no sabía exactamente qué.

Desde que era un bebé,  sabía que la selva no era adónde pertenecía.  Lo supo desde muy pequeño,  cuando vio a su madre devorar una gacela y dejar los huesos pelados.   Aunque sus familiares lo veían extraño, desde entonces se negó a comer los supuestos manjares que sus progenitores cazaban para él y sus hermanos.  Prefirió vivir de bayas y hierba.

Cuando todavía era un infante,  le tocó ver a un cazador usar un árbol muy extraño que escupía fuego y  así fue como perdió a sus padres y hermanos.   Por ser el más veloz de la camada,  pudo salvarse... pero se quedó completamente solo.

En su deambular por la selva,  aprendió a escuchar a los demás animales y a bailar la danza de la jungla.  Comprendió desde muy temprana edad que no tenía más opción que seguir las reglas del juego o pronto estaría en el mismo lugar que su familia.  A pesar de las limitaciones,  sabía que su vida tenía un propósito y continuó buscando en lo infinito de la selva una respuesta.

Un día,  encontró un templo escondido entre los árboles.  Parecía abandonado hace mucho tiempo.  Entró y entre las piedras escuchó el correr de agua.  Tenía sed y se aproximó a beber.  El agua era la más fresca que había vivido en toda su vida y su corazón se llenó de alegría.  Aunque estaba completamente solo,  sabía que había llegado a un lugar importante.  Después de beber más,  se quedó dormido.  Se durmió y soñó.

Soñó que corría libre por la selva.  Que todas esas limitaciones que diariamente le impedían moverse en libertad no estaban más.  No estaba solo,  pero la jungla ya no estaba habitada por presencias amenazantes.  Por el contrario,  vio los pájaros más hermosos,  plumas de colores nuevos.  Escuchó sus cantos y era el sonido más bello que había escuchado jamás.  Vio manadas de animales mansos que no se asustaban ante su presencia- aunque él nunca les habría hecho daño de todas formas. Sus miradas eran confiadas y serenas.  Se sintió en paz y empezó a correr.  Supo entonces que tenía la fuerza para correr más rápido de lo que jamás hubiera imaginado.  Y no sólo corría,  podía brincar de un árbol a otro,  de una montaña a otra.  Podía remontarse al cielo y caer sin golpearse.  Sintió la caricia de las nubes en su pelaje y se sintió absolutamente feliz.

Atrás quedó cualquier resabio de soledad o tristeza por la falta de su familia.  En su sueño,  supo que estaban bien y que experimentaban esta misma libertad.  Descansó en una piedra regocijándose en el atardecer más colorido de toda su vida,  lleno de celajes azules y anaranjados.  La luna salió en el horizonte y era una luna gigante,  redonda y rosada.

El sueño parecía no terminar.  Bajo la luz de la luna,  se quedó dormido y soñó que estaba de nuevo en la selva,  atemorizado por sombras y criaturas desconocidas.  Soñó que vagaba perdido, con hambre y con sed y que extrañaba horriblemente a su familia.  Soñó y soñó y por fin despertó.  Y al despertar,  pudo ver la luna sobre sus hombros y comprendió que ese sueño no era real.

Ah...ahí estaba la luna.

La admiró con los ojos bien abiertos...
todavía con el corazón palpitando del miedo de que aquella pesadilla fuera realidad.

Y con la plenitud y certeza de que estaba protegido,  cerró sus ojos confiado en que pronto amanecería en aquel lugar nuevo.  Un lugar que sentía que recordaba.  Que lo albergaba y disolvía toda la oscuridad.

Para G.

martes, 11 de junio de 2013

Garuda

Hoy recibí la noticia de la muerte de alguien cercano y querido.   Un guerrero de esos anónimos que,  sin embargo,  me tocó con su presencia auténtica.

Siento el dolor de la pérdida y su ausencia me pone a meditar sobre otra de las cualidades del guerrero.

Este guerrero que ayer voló al cielo manifestó en vida mansedumbre y enfoque.  Le tocó sobrevivir la Segunda Guerra Mundial en Europa,  perdió a sus seres queridos en la guerra,  tuvo hambre y frío a muy corta edad y a pesar de semejantes vivencias rehizo su vida aquí en Costa Rica,  al otro lado del mundo.

Este guerrero poseía la fuerza y poder de no claudicar.  Tuvo que dejar ir cualquier esperanza al enfrentarse a la crudeza de Hitler y desde ahí,  se disipó su miedo.  Si uno desea algo con demasiadas ansias,  cuando no sucede se siente defraudado.  Pero si sucede,  entonces hay una sensación de satisfacción,  más allá de la duda.  Conoció el valor de la vida a través de la muerte.  Este señor tenía esa majestuosidad que se sentía tan real porque había surgido de las trincheras más frías y del miedo más lacerante.

Nunca tuvo intención de medirse con nadie.  Incluso cuando topaba con gente que podría haberlo hecho sentir amenazado,  siempre desplegó su señoría y gentileza.   Se sentía relajado incluso en la presencia de supuestos enemigos.

En mi práctica de Yoga,  estas cualidades las ejemplariza Garuda,  el águila tibetana que tradicionalmente se conoce como el Rey de los Pájaros.  El Garuda nace ya adulto de su huevo e inmediatamente se remonta a las nubes en pleno vuelo.  Abre sus alas gigantes,  más allá de cualquier límite.

Quisiera pensar que así se remontó el Atman de este querido ser que en mi familia sólo dejó una estela de generosidad y bondad.  Que encontró la libertad que tanto anheló en vida y que ahora su mente es vasta y amplia como el Universo.  Que puede realizar ya qué es falso y qué verdadero.  Y que ya nada puede obstaculizar su vuelo.

El espacio,  el cielo:  hogar de Garuda.  En este lugar no existe el miedo ni la imperfección.  Sólo una profunda compasión por los demás y la capacidad y deseo de ayudarlos,  incluso si nos han hecho daño,  traicionado y agredido.

Hoy sueño con que algún día tal vez pueda yo también cruzar ese umbral al vasto cielo y de alguna forma,  reencontrarme con él y muchas otras almas de guerreros valientes.

Serán tiempos de disfrutar de la espada resplandeciente y afilada del conocimiento.

Y terminarán los tiempos oscuros y la ansiedad por perder el rumbo o caer en manos del eterno devenir del samsara y sus sinsabores.


miércoles, 5 de junio de 2013

Fuera máscaras de dolor

Yoga es aquello que une en su acepción más popular.

Pero en el más estricto sentido de la palabra,  el propósito del Yoga no es unir,  sino desunir: desconectar lo falso de lo verdadero.

Leo estas definiciones en mi libro de Filosofía y me invitan a meditar sobre los acontecimientos de los últimos días.  Es difícil mantener el centro en medio de las olas,  a veces olas cercanas que no esperábamos ver romper en nuestra cara.  Y al mismo tiempo,  siento una profunda gratitud por el hecho de que Dios esté ayudándome a seguir aprendiendo para  poder hacer mi trabajo cada día un poquito mejor.

Las lecciones llegan sin pedirlas y uno aprende y agradece.

Trabajar en esto implica estar sometido todos los días a energías de mucha gente.  A veces encontramos almas puras y sedientas de verdad,  transparentes.  Otras,  personas realmente cerradas a nivel mental y emocional.  Miedo a toneladas, orgullo por doquier.  Pocos están listos para verse,  pero mi esperanza nunca se pierde en cada una de las almas que cruzan mi puerta.

 Hasta que se pierde.

Tengo un ejemplo muy cercano de alguien que durante cinco años fue mi estudiante.  Una persona muy callada y estudiosa,  tenía una práctica hermosa de asana y un compromiso muy grande.  La vi transitar por Namasté  todo este tiempo con su sonrisa a medias en los labios y siempre sentí que algo no andaba bien.  Sin embargo,  una de las instrucciones principales que nos enseñan a los maestros es que cada persona tiene su proceso y que si a uno no le piden ayuda,  uno no dice nada.  Cada ser tiene sus cargas y en la alfombra todo empieza a aflojarse.  Detonará cuando sea el momento.

Esta persona nunca me pidió consejo y siempre la sentí lejana, como si no estuviera ahí.  Sin embargo,  en el último año pude empezar a vislumbrar atisbos más evidentes de sus dolencias emocionales.  Un ser muy hermoso físicamente cuyas cicatrices no se veían a simple vista.  Tomó cinco años de contacto con su alfombra para que el yoga empezara a hacer su parte.

Tuvimos una clase maestra y por equis razón injustificada,  esta persona llegó tarde.  Su altanería e insolencia al reclamarle un hecho tan grave para un maestro de yoga-  dicen que dejar tirada una clase o llegar tarde equivale a dejar a un pequeñito en el kinder abandonado,  así de serio- fue muy esclarecedora para mí.  Fue algo así como ver una víbora salir de su madriguera de cinco años que intentaba morderme.  Al punto que tuvo que retirarse del grupo ese día de lo descompensada que estaba.

Nos enseñan en este trabajo que nada de estas reacciones nos las tenemos que tomar personalmente.  Los maestros actuamos como espejo de la gente y muchos hacen transferencias y contratransferencias de papá,  mamá, hermano, tío,  abuelo, etc. que no tenemos ni idea.  Así que recibí este regalo tratando de mantenerme ecuánime y con cierta alegría de que finalmente el cascarón se estuviera quebrando.

Ante semejante despliegue de emociones,  pude constatar que esa cara angelical escondía un dolor profundo y lacerante ante cualquiera que pudiese manchar o retar su ser inmaculado- esa construcción en la que había invertido tanto tiempo y energía.  Me vi sentada frente a alguien que probablemente desde pequeña tuvo que llenar moldes de padres y tutores y se convirtió en alguien que no era realmente.  Llamarle la atención- como me correspondía en mi rol de guía en el camino de la enseñanza- sólo sirvió para echar sal a la herida.

Por arte de magia y  en vez de explorar con madurez y seriedad el evento de desencajamiento tan obvio y doloroso para todos los que lo presenciamos,   lo cual requiere una dosis inmensa de humildad - esta persona inmediatamente reasumió su máscara de años y la vi recomponerse como si nada hubiera sucedido.  Yo sí supe que había sucedido muchísimo y hubiera sido increíble que lo hubiera aprovechado para liberarse.  En mi interior, comprendí  que esta dosis de realidad era una píldora que todavía no estaba lista para tragar.

Esa dosis de realidad la he aprendido de mis maestros por muchos años,  después de llorar,  maldecir y soltar esas mismas máscaras que me aprisionaron tanto tiempo y que yo misma me encargué de alimentar para "caer bien y pertenecer". Para buscar el amor de otros,   para sentirme aceptada y amada.  Tuve tanto miedo de no ser querida por quién yo era en verdad y trabajé con tanto ahínco para que nadie viera mi dolor y mi furia.  Era una muñequita perfecta en mi mundo de fantasía.

Exactamente igual que esta yogini.

Doy gracias infinitas a Dios porque mis maestros extirparon mucha de esa energía que se me iba absurdamente en sostener una imagen falsa.  Fue un trabajo difícil aprender a verme y amarme con todos mis defectos e inseguridades.  De hecho, mi relación de pareja actual nació en uno de estos procesos de prácticamente morir a quién uno fue y abrirse al Ser Verdadero.  Por eso,  con mi esposo puedo ser quién soy y sé que él también ha hecho ese trabajo infinitamente doloroso de soltar expectativas externas y máscaras acartonadas.

La estudiante en cuestión decidió dejar el Estudio.  Fue demasiado evidente que este camino de realidad  reflejado en mí no era para ella.  A veces creo que soy como uno de esos maestros zen que despiertan al estudiante dándole con un bastón en la cabeza o tirándolo por una ventana..ja ja

Me duele por ella y también por todos aquellos que viven ahí afuera en el mundo viviendo una vida que no es la suya.  Que pretenden ser abogados,  psicólogos,  banqueros y tapar con un título todas sus inseguridades- igual que lo hice yo hace muchos años antes de iniciar mi camino espiritual.  La veo buscando una relación de pareja que le aplaque su sentimiento de soledad y aferrarse a ella como náufrago en una tormenta.  Pretender que el dolor no está y que todo está "bien".  La veo como me vi yo misma por mucho tiempo buscando aprobación en compañeros, amigos,  progenitores  para sentirse  "mejor" persona y aplacar cualquier opinión de rechazo.

Anticipo un futuro de muchas decisiones erradas si continúa escogiendo no verse.  He estado ahí. Y me duele que pierda el tiempo alimentando una imagen de lo que quiere ser por encima de lo que ES,  incluso usando su camino espiritual como placebo.

Qué historia tan triste:   cuerpos hermosos a la vista,  pero muertos por dentro.  Un corazón que no se acepta-  en peso,  constitución,  color de piel,  destrezas y torpezas, miedos e inseguridades, etc, etc- es un corazón que todavía no entiende que el Ser Verdadero está por encima de todos esos detalles.  Un ser que todavía se identifica con el grosor de unos muslos,  la dimensión de una pancita o las canas en la cabeza.  O con el miedo al qué dirán,  aprehensión ante decisiones propias o terror a retar el status quo.

Un ser más que todavía no ha decidido despertar.

Oro por ella y le deseo luz y valentía en su camino.  Para que no se quede viviendo en un cuadrito.  Para que finalmente conquiste ese miedo que la está matando y que sólo desventuras puede traer en su vida.

Y oro también por mis maestros porque puedo ver el camino avanzado y verme en ella como era yo hace 20 años:  el esfuerzo- tapas- no ha sido en vano.  El ardiente deseo por la transformación ha sido generoso conmigo.  Y sin la amorosa y a veces despiadada guía de mis maestros- que muchas veces sentí  me abofeteaban con el suero amargo de la Verdad- no estaría escribiendo estas letras esta tarde de junio.  Sintiendo una paz y serenidad internas y tanta gratitud por todo lo sucedido en mi vida.

Una mente enfocada se requiere de forma imprescindible para no claudicar en este empresa de vernos.  Nuestras mentes fluctúan entre el cuestionamiento y ser olvidadizos.  Nos cuentan historias y tratan de justificar nuestras carencias.  Nos ponen trampas y tontamente recaemos en ellas.

Hasta que realizamos que no hay tiempo que perder y que la única forma de vivir la vida en todo su esplendor es despertando.  Aunque lloremos lágrimas de sangre.  Aunque se nos caiga nuestro castillo de cristal  y la imagen de princesita y nos veamos desnudos, descalzos y descalzas y con frío en medio de la nada.

Ahí es que nos daremos cuenta de que la Nada es el Todo.


lunes, 3 de junio de 2013

El oro nunca pierde su valor

Aunque otras cosas pierden su valor con el tiempo,  el oro permanece siempre igual.

Hoy me siento a escribir confundida y decepcionada.  Siempre duele cuando personas que hemos considerado cercanas deciden actuar desde sus instintos más básicos y se llevan en banda los ideales  que creíamos compartir.  Todo es útil:  todo sirve para que yo misma me observe y ponga en contexto estas acciones a la luz de las enseñanzas de mis maestros.

Sigo meditando sobre las cualidades que mis maestros  otorgan a los guerreros.

Dice el maestro que las cualidades del guerrero son como filamentos de oro en la marejada de la vida.  Muchos pretenden ser guerreros:  imitan,  copian,  roban.  Sin embargo,  esas cualidades ficticias son puro oropel:  un baño de brillo que se lava fácilmente,   fantasías colectivas sin más ánimo que camuflar cúmulos de complejos y deficiencias.

Como reacciona un guerrero ante la presencia de seres tan bajos?

El guerrero es manso y a la vez,  vibrante y energético.  Mantiene un buen humor incondicional que deriva de una disciplina constante.  Para el guerrero,  la disciplina no es una demanda, sino un placer.   Su mente se sostiene en ese deleite que no es causado por ninguna cosa.  Y desde ese lugar,  sus acciones son siempre bellas y dignas.

Recuerdo una vez más que la vida se encarga de poner en su lugar a todo aquel que simule,  engañe y mienta.  Lo he visto ya innumerables veces:  gente que actúa mal termina mal.  Pero más que esa gente,  me preocupan los pobres inocentes que terminen en manos de un tal guerrero ficticio.  Sé que son almas que todavía no han desarrollado la virtud del discernimiento.  Sé también que es fácil ser presa de neófitos en el mundo espiritual hoy en día:  hay demasiada sed por la verdad y por respuestas reales al paradigma humano. Vivimos en tensión constante y nuestra sociedad nos crea necesidades nuevas todos los días.  Simplificarse requiere disciplina y compromiso y eso es muy difícil para muchos.  La gente busca guía.  De hecho,  sin guía estamos perdidos.  Ojalá la verdadera,  no la pseudo-new age-prefabricada.

En medio de toda la marejada vital,  el guerrero se sostiene sin dudas- a pesar de todo.

A pesar de las traiciones,  de los desengaños.  A pesar de la tristeza y la decepción.  Sin embargo,  aquí el peligro es la duda primordial:  que el guerrero llegue a dudar de sí mismo.   Y esto sucede fácilmente cuando la mente y el cuerpo se desincronizan.  Ahí es que esa  duda puede penetrar y manifestarse como ansiedad,  celos y arrogancia.





Caer en la duda implica descender a niveles bajos de consciencia:  descender al nivel de la supervivencia y sacrificar los ideales en nombre de los instintos más primarios.  Desde ese lugar oscuro, la mente se nubla con la mentalidad de la pobreza y la escasez y se experimenta un constante miedo al hambruna física y emocional.  Puede incluso llegarse a estados de paranoia y tormento.

La claridad del guerrero y el enfoque en su práctica lo propulsa a los niveles más altos de consciencia.  Lejos de vibraciones pedestres puede fácilmente discernir  sobre qué aceptar y qué no aceptar.  El mundo lo tienta con ofertas seductoras e ilusas,  lo distrae a través de lobos envueltos en pieles de oveja que no cesan de aturdirlo,   pero de la mano de sus guías siempre logra serenarse y poner distancia a lo que sea que lo aleje de la intención de su corazón.  Logra mantener su alegría y se libra de la opacidad de la confusión.  

El cuerpo y la mente sincronizados.

El cuerpo y la mente sincronizados regalan un estado interno que es a la vez humilde y elevado.

Mmmmm.....suena muy hermoso.  Y sé por experiencia propia que la integridad que siento cuando estoy conectada  es la sincronización  que me permite  seguir avanzando.

Continúo mi día un poco más tranquila después de esta reflexión.  Sé que mis maestros me protegen a muchos niveles y que a veces se adelantan a mi propio criterio limpiando mi camino.  Confío en que siempre me están cuidando y que al igual que aquel padre o madre que separa a sus hijos de malas compañías,  mueven las piezas en mi vida y erradican cualquier nicho de negatividad.

Aunque yo no lo comprenda muy bien.

Pero de una cosa sí estoy segura:  muchas cosas pierden su valor, pero el oro permanecerá siempre igual.-