domingo, 31 de marzo de 2013

De todo y de nada

La sensación antes de sentarme a escribir es bien clara.

Es como una inquietud,  como una picazón.  Me cuesta describirla, pero estoy aprendiendo a identificarla.  Viene de la nada, no la planeo.  A veces,  viene en días que son absurdamente triviales.  A veces,  surge después de vivencias profundas.  Estoy aprendiendo a seguirla,  incluso cuando abro el blog y no tengo ni idea de qué voy a escribir.

Hoy tuve un día realmente especial.  No que fuera uno de mis preferidos:  es exactamente el día del pico de mi PMS y desde temprano me sentía off en mi cuerpo. Creo que a todas las chicas nos pasa. Es algo así como andar en un traje espacial: hinchada,  dolor de cabeza,  moody, bitchy...yo name it.  Gracias a Dios vinieron unos queridos amigos a practicar temprano porque yo no lo hubiera logrado.  Las dos horas de yoga me dieron un second wind,  pero ya después de almuerzo me sentía cargada de nuevo.

Me escuché hablar:  necia,  peleona,  llena de juicios,  negativa.  Y por primera vez en mi vida,  me escuché hablar.  Y de pronto,  pude salirme del drama.  Pude sentir el malestar en el cuerpo y ya.  No le di más largas.  Lo acepté.  "Sí, me siento mal.  Soy mujer. Esto nos pasa una vez al mes."  Para peores, el día de hoy fue extraño y todo se salió de horario.  Pero fue perfecto, ahora que lo veo para atrás.

Terminamos el día al final del Valle Central,  en la Guácima,  en un atardecer espectacular entre cachorros.  Tres cachorros humanos y tres cachorros perritos.  Además de un montón de caballos.  Sería la brisa,  serían los animales,  no sé.  Pero me empecé a sentir realmente en paz, realmente feliz.
Y no tenía en realidad ninguna razón de peso.  O sí?

Por supuesto que sí!  tenía frente a mí un bellísimo atardecer,  mi familia saludable y feliz,  tres cachorros llenos de vida,  estrellas en el firmamento.  Tuve a mis pies la tierra cálida,  sobre mí los celajes y en mis pulmones el aire fresco.  De pronto,  sentí que recordaría la tarde de hoy para siempre, dentro de muchos años,  cuando ya tenga verdaderas razones para quejarme de mi bienestar físico...



Sentí que podía amar completamente este cuerpo,  este momento, este ahora.

Sin amarras de conceptos o ideas de cómo tenía que ser este día según fulano,  zutano, mengano...sólo el silencio de mi ser en contacto con el ahora.

Y también siento ahora que no tengo que preach nada.  Que quienquiera de ustedes que me esté leyendo y sepa qué estoy tratando de compartir va a sentirlo. No tengo que hablar de principios,  dar ejemplo ni sentar cátedra.  Sólo compartirles esta inexplicable  e inefable conexión que ya ustedes conocen, sienten o intuyen y que está ahí adentro sólo esperando ser descubierta.

Termino mi día escribiendo algo que todos sabemos.  Que yo pude palpar desde mi alma esta tarde de casi abril,  domingo de resurrección.

Domingo de Resurrección!!

viernes, 22 de marzo de 2013

Destino o libre albedrío

Hoy venía escuchando Radio Universidad mientras regresaba del Este,  una manejada de hora y media viernes en la tarde con lluvia.  El tráfico pesado,  la efervescencia del viernes antes de Semana Santa.  Topé con la suerte de un programa de literatura donde entrevistaban a uno de los mejores escritores costarricenses.  Formado en Alemania,  creador de numerosos libros, novelas, ensayos y cuentos,  terminaron hablando sobre el tema clásico de toda la vida:  somos víctimas del destino o creamos nuestra vida con nuestras decisiones y acciones.

El simple hecho de escuchar a alguien referirse sobre el tema  trajo al tapete la pregunta que mil y una veces me he hecho en mi mente.

Será que hay un plan trazado para cada uno de nosotros antes de nacer?

Será que la cuna en que nacemos,  la familia,  las circunstancias del entorno,  la educación y cultura alrededor determinan,  hasta cierto punto, quién somos?

O son simplemente el punto de partida y cada uno decide por dónde guía su carreta?

El tema es apasionante.  Desde el punto de vista de mi práctica espiritual,  hablamos del Tapas.  Valor.  Determinación.  Fe.  Disciplina.

Conozco un ser que tiene un corazón de oro,  realmente una buena persona.  Sin embargo,  toda la vida ha sufrido del síndrome del desenfoque.  Persona sumamente inteligente,  adolece lastimosamente del virus de la distracción. Su mente brillante le juega malas pasadas:  lo pone a elucubrar respuestas fantasiosas a dilemas simples. Le enreda la cancha.

Por eso,  mi querido maestro indio se limitaba a decir en su mal inglés: " You come,  you do."

Guruji explicaba que los occidentales podemos perdernos en las dudas,  las perspectivas,  los insights....y nada de eso sustituye el hacer.  Hacer con dirección, por supuesto.  No a lo loco improvisado.   De ahí que la guía de alguien en quién confiemos, que haya ya recorrido el camino que estamos emprendiendo, sea invaluable.  El norte que fija un maestro,  un mentor,  un pionero no tiene precio.  Nos reafirma que nosotros también podemos.

El maestro señala la puerta,  pero nos toca a nosotros entrar.  Algunas personas no se atreven a dar el paso solos.  Buscan justificaciones,  excusas,  se quedan en el dilema.  En lo que yo hago, por ejemplo, no se levantan temprano a practicar.  Comen de más.  Se acuestan tarde y se van de fiesta.  Sin juicios al respecto, pero para un yogi esto es la muerte.  Ponen doscientas mil excusas y pierden su tiempo.

Qué pereza me da la gente así.  Si uno se compromete con algo, cuál es el sentido de no hacerlo al 100%?  No lo puedo procesar muy bien en mi mente,  pero que existe gente así, existen.  Y al por mayor.

Mi maestro en India simplemente no trabaja con gente así.  Para él,  su tiempo es muy valioso y si alguien llega a quejarse,  a lamentarse o simplemente, llega tarde,  ya no trabaja más con ellos.  Su energía está concentrada en aquellos de nosotros que estamos dispuestos a dar el paso en firme con él:  a levantarnos a la hora indicada,  a llegar al shala a tiempo,  a hacer nuestra práctica con sus indicaciones y comprobar los resultados del método.

Todo esto sucede en silencio.  La transmisión del tapas sucede más allá de las palabras.  Mi maestro no es del tipo que elogia o aplaude.  Al contrario,  su silencio y a veces una ligera sonrisa valen el mundo para nosotros.  Su aprobación se comunica con una mirada,  un ajuste o simplemente,  su presencia.  Y eso vale más que mil halagos.

Este proceso de enfocarse toma paciencia y requiere tener muy claro un propósito más alto y mantenerlo aunque muchas veces se sienta incómodo.  Esto es lo crucial en la práctica del yoga.  Hay que crecer y madurar.  Al menos,  en el estilo que practico. Pero creo que eso nos cae bien a todos, especialmente los que hemos sido malcriados por una sociedad y familia que justifica la mediocridad.

En Japón tienen una palabra para esto:  giri.  Es difícil de traducir:  significa algo así como obligación o deber.   Pero si uno tiene este deber con alguien valioso,  ese deber es un honor.  He tenido el honor y suerte de encontrar la tutela de maestros de peso y estoy feliz de cumplir con cualquiera que sea la obligación que ponen en mis hombros.

Y ahí es donde agradezco mi destino y buen karma.


lunes, 18 de marzo de 2013

Remoto perdón

Hay días de días en esta vida de contracciones y expansiones.

Hoy es uno de esos días bajos.  Hace un par de semanas,  me percaté de que alguien en quien confiaba,  a quién abrí las puertas de mi casa y mi corazón, que estuvo muy cerca de mi familia y mis niños y alguien a quien incluso contemplé hacer parte de mi camino espiritual, ese alguien me defraudó.

Me defraudó inesperadamente con sus acciones y palabras.   Pero a la vez,  siento una compasión que no había sentido antes por nadie en mi vida.

Veo la inseguridad de este ser minúsculo,  sus miedos, sus temores.  La cosa escaló a un punto muy álgido y la relación se rompió en mil pedazos.  Me di cuenta de agresiones por debajo de la mesa de hacía mucho tiempo y que su traición no fue sólo material sino emocional.

Qué hacer cuando le dejan a uno el sarcasmo en el regazo?
Cuando la confianza y ayuda es pagada con este ácido que le deja a uno un sabor a hiel en la boca?

Qué hacer sino seguir las enseñanzas de mis maestros?

Paso 1:  rezar por esta persona.

Paso 2:  rezar por esta persona.

Paso 3:  seguir rezando por esta persona.

Pienso que quizá en esta vuelta de la vida me tocó a mí ser víctima y a él agresor.  Que tal vez en la ronda anterior fue al revés.  Trato de pensar que es un alivio no tenerlo cerca, pero esto no tapa el profundo dolor que siento.  Por un lado,  es el dolor de la traición.  Pero el más grande,  es el dolor de saber esta alma perdida y sin rumbo,  aunque externamente él crea que sí lo tiene.

Mis maestros aconsejan en estos casos de gente malvada y perdida  optar por la solución de la indiferencia.  La indiferencia me deja un poco a medias:  no dejo de pensar en el destino de un alma que miente,  roba,  chismea,  rompe acuerdos de honor y es desagradecida.  Creo que este ser ya cavó él mismo su propia tumba.  En yoga hablamos de Karma. Y no puedo evitar desear que fuera diferente.

Todos tenemos el potencial de ir hasta lo más bajo o de subir a las estrellas.  Es parte de nuestra humanidad.  Yo soy caballo de fuego en el horóscopo chino.  Este signo es muy interesante:   sucede sólo cada 60 años y tenemos el potencial de hacer mucho daño...o mucho bien.  Sé que en la primera parte de mi vida,  mis acciones fueron ególatras,  desconectadas y dañinas.  Muchas de ellas más por ignorancia que por genuina maldad.  La cosa es que en China no se tomaban ningún riesgo:  si el bebé era caballo de fuego de una vez lo ahogaban.  No esperaban a ver si desplegaba todo su potencial,  positivo o negativo.  Demasiado peligroso.

Este ser trae de nuevo a mi regazo la experiencia de lo oscuro,  del sufrimiento,  del estar desconectado.  Trato de verlo con objetividad,  pero el problema es que yo a esta persona la quería...y mucho.

La pregunta es qué hago con ese amor que fue pisoteado,  maltratado y golpeado?  Ese amor que en este momento grita de dolor al ver la dimensión en que un ser humano puede aislarse y dañar a otros?


Con ese dolor,  hago lo que mis maestros aconsejan:  lo ofrezco al de Arriba.  Que sea El el que decida cuál es mi papel aquí.  Perdonar en este momento va más allá de mis capacidades humanas.  Pero quién sabe,  tal vez en el futuro.  Tal vez pueda suavizar el ácido de su conducta mientras pienso en él cada mañana.  Observar como el odio y dolor se disuelven en los abrazos a mis hijos que amo.  Ofrecer la herida mientras sudo y medito en mi práctica de yoga.

Y tal vez algún día sea posible para mí perdonarlo.

Comprender que su oscuridad no es más que un síntoma de su Luz.  Desear que esa Luz prevalezca en su alma y se salve.

Se salve de sí mismo y de sus miedos.  Y tal vez,  mis oraciones de alguna forma lo inspiren a ser lo que realmente es:  un corazón lleno de Amor para todos aquellos que lo rodean.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Gracia y amabilidad

Uno de mis maestros más admirados,  el Dalai Lama,  insiste mucho en el valor de la amabilidad.

Para mí, la amabilidad es esa capacidad de todo ser humano de ser cálido y dulce con todo ser que topa en su camino, más allá de cualquier interés ulterior.

Claro,  a veces uno no tiene maestros cercanos que le modelen esta amabilidad. Yo nunca los tuve,  al contrario.   Aprendí a sentirme separada de mucha gente con distintos pretextos:  desde color de la piel hasta nivel social y educación.  Sin embargo,  como dice muy bien el dicho:  "Cuando el estudiante está listo, el maestro aparece."

Esto me sucedió el fin de semana pasado en Guatemala.

En mi sexta visita a este hermoso país,  me fui a este viaje planeando un taller de Ashtanga Yoga.  Regresé con el corazón abierto de par en par por una comunidad de maestros y estudiantes que ya comprenden,  naturalmente,  que ser un yogi va mucho más allá de contorsiones y posturas.  Topé con un grupo de estudiantes muy avanzados en el arte de la amabilidad- y me atrevería a decir que todos los chapines que topé en mi viaje me demostraron con creces esta cualidad del corazón.

En Guatemala,  la amabilidad de la gente es contagiosa.  Desde el señor del taxi,  la muchacha de la casa,  el vendedor en la calle hasta personas de un nivel social muy alto,  todos por igual insisten en sonreír y genuinamente buscar que uno se sienta acogido y querido.  Su expresividad también fue un ejemplo para mí:  desde los cálidos aplausos que recibí después de una clase hasta el humor y sonrisas que siempre estuvieron presentes en todos.

Siento que tal vez sea mi propia represión, tal vez la carencia de ejemplos similares en mi vida.   En mi propio país,  lastimosamente y por el entorno social en que me movía en aquel entonces,  llegué a sentir y pensar que era de alguna forma "superior" a mis semejantes.  Carecía de la habilidad de relacionarme con la gente en mi vida y ahora siento que,  lastimosamente,  me perdí de contactos con personas que pudieron haberme enseñado tanto.  Todo por la idea mal concebida de que existen diferencias entre los seres humanos-  de nivel social, inteligencia,  poder económico o cultura.

Todos estamos hechos del mismo material:  piel, sudor,  lágrimas y sangre.  Todos respiramos el mismo aire, compartimos esta tierra y esta agua.  Todos sufrimos,  reímos y tenemos esperanza. Todos estamos en nuestra propia búsqueda,  se vea como se vea.

Estos chapines....

Tuve en el grupo un maestro de humildad y cero poses.  Una persona muy exitosa a nivel material con un mínimo de ínfulas y pura humanidad.

Tuve una madre que sacrificó por cuatro días a su pequeña bebé de poco más de un año para asegurarse que el taller se desarrollara con fluidez y armonía y nunca perdió ni la sonrisa ni la disposición a servir.

También,  una alumna que se levantaba a las 3 am para llegar a las 5 am porque vivía en Antigua,  relativamente lejos de donde estábamos.  Era uno de sus primeros talleres de yoga.

Tuve una amorosa amiga que me colmó de regalos visibles e invisibles,  al punto de dejarme un montón en el hotel la última noche antes de irme.  Si yo estaba física y mentalmente agotada de todo el proceso, no imagino ella.  Y sin embargo,  se tomó la molestia de ir hasta allá.  Realmente me conmovió.

Esta semana de regreso en Costa Rica he constatado que a los ticos nos falta mucha calidez y humildad.  Lo he estado observando en la calle,  en el restaurante,  en el club.  Somos bastante reprimidos y me considero una de esas.

Quisiera poder aplaudir cuando el avión aterriza, pero alguien en mi pasado me dijo que era de mal gusto.

Quisiera poder expresarle a todos a mi alrededor cuánto los quiero,  pero eso se reserva para la familia y los seres más cercanos.

Estoy empezando a hacer más contacto visual con el guarda del barrio,  el muchacho en la pulpería y la mesera,  y me duele pensar que en algún momento de mi vida consideré que era simples instrumentos para mi comodidad.

Doy gracias a Dios porque siento que poco a poco voy saliendo de una amnesia dolorosa y anquilosada que de alguna forma me aisló de mi propia sociedad y que de forma errónea mi propia familia y amigos modelaron para mí.  En las montañas de otro país pude sentir la amabilidad de nuevos amigos que me abrieron su corazón apenas conociéndome. Si ellos pudieron hacer eso,  yo espero poder romper con estas cadenas internas  absurdamente heredadas y poder hacer lo mismo con la gente que quiero y también con los que apenas conozco.

Y aplaudirles sus logros,  no bajarles el piso.

Honrar sus talentos,  no envidiar sus triunfos.  No tratar de aparentar nada.  Simplemente ser quién soy.

Alegrarme porque alguien está feliz en vez de sentirme celosa.

Espero ser una tiquilla reformada por la amabilidad de estos hermanos centroamericanos.   Y de alguna forma,  un link de conexión con esa amabilidad perdida en mi propia tierra y que todos podemos recuperar.



Ahí es cuando realmente honraremos ese título de país más feliz del mundo.
Suiza Centroamericana.

viernes, 8 de marzo de 2013

Mujeres y volcanes

Desde Guatemala,  tierra llena de riqueza natural y humana, escribo estas letras.

Las montañas de este país y sus volcanes lo rodean tod o. Es verde por doquier.  La gente tiene una amabilidad contagiosa.  Me siento en casa.

Rodeada de yogis y yoguinis madrugadores comienzo mi día. En la tenue luz del alba,  el guarda nos saluda con un "vaya" muy cálido y ya varios carros esperan.  Todos entran en silencio,  creando un espacio nuevo para explorarse.  No es fácil vencer los miedos y aventurarse a algo nuevo.  Pero lo logran.  Como todos si nos proponemos algo.

Hoy leía que necesitamos más especialistas en lo imposible.  Para todos en algún momento se nos volvió imposible abrirnos de nuevo a la vida,  respirar en libertad,  sonreír con franqueza.  A todos nos ha pasado:  las garras del miedo nos aturden e impiden ver con claridad el momento presente.  Es humano.  Es normal.

Anormal es querer salirse de eso.  Aquí lo confirmo igual que en Mysore y muchos otros lugares del mundo.

Mujeres que abren espacio para que sucedan encuentros de almas.  Hombres que anhelan un cambio y rompen estigmas y cadenas.  Cada uno, en su género,  dando lo mejor que tiene.  Retumbando como volcanes llenos de lava y fuego que necesitan explotar.  Pero de una manera positiva:  hacia adentro.

La clase transcurre en silencio.  Todos están muy enfocados.  El tiempo corre rápidamente,  todos terminan y se van.  Se van a trabajos, familias,  empresas,  negocios,  amigos,  parejas,  hijos y todo el entretejido de vidas que por un rato confluye en este espacio sagrado.  Salimos al mundo y seguimos conectados.  No se termina,  al contrario,  crece.

Los volcanes en Guatemala son para mí un recordatorio de esa fuerza divina que hierve en  nuestro centro.  Que nos permite salirnos de nuestra zona segura y anhelar la máxima posibilidad en esta vida.  Las mujeres somos especialmente designadas en esta época para iniciar y sostener el despertar espiritual.  Y los hombres,  nuestro sostén para realizar nuestra labor con seguridad y desapego.

Juntos,  volcanes potentes.  Montañas que despiertan,  astros que brillan.  Juntos,  dándonos la mano para mantenernos despiertos,  no retumbar sin sentido ni explotar a lo loco.  Contenidos mutuamente, apoyándonos en este quest espiritual.  Creciendo,  abonando la tierra de las futuras generaciones que nos escogieron como guías.

Mujeres, volcanes,  hombres,  astros.  Seres espirituales teniendo una experiencia terrenal.  Cada día,  en nuestro almohadón de meditación,  en nuestro mat, en la cocina,  la casa,  la escuela.  Dondequiera que estamos,  ahí puede haber un cambio.

Siempre digo que un yogi es aquel que deja el lugar que visita mejor de lo que lo encontró.

A mí aquí en Guatemala me está pasando al revés:  me siento más viva,  más fuerte, más conectada en esta tierra de volcanes.  Anhelando llevarme un poquito de esta energía a mi querida Costa Rica.  Para que seamos más solidarios entre nuestro propio género y con el otro.



 Para que anhelemos crecer juntos y sigamos el ejemplo de esta comunidad chapina que ya está explotando de Amor.

lunes, 4 de marzo de 2013

Dulce como el azúcar

Termino mi día con un video espectacular narrado por Alan Watts.

Qué corta es la vida.  Hay que hacer lo que amamos.
No importa el dinero.

Cuántos de nosotros fuimos criados con ese miedo a no producir lo suficiente?
A cuántos se nos negó el derecho de seguir nuestros sueños en nombre de la responsabilidad y el "éxito"?

Me considero una de esas.  Toqué el piano desde los 8 años hasta los 25.  Lo toqué todos los días,  llené con creces mis 10 000 horas de maestría.  Deseaba ser pianista,  concertista para ser más exacta.  Mi maestra fue una de las mejores de este país.  Salí del colegio dispuesta a llevar mi carrera de piano- mi sueño- paralela a la de Derecho- el deber ser.

No lo logré.  La falta de apoyo en mi hogar impidió que diera la talla.  La licenciatura en Piano en la Universidad de Costa Rica era una carrera de tiempo completo, imposible llevarla con todos los bloques de primer año y Derecho.

Y me dí por vencida.
Así de fácil.
Porque de todas formas "los músicos se mueren de hambre."

I did the "right thing?"
Me gradué a los 20 años de abogada y no sabía ni dónde estaba parada.
Pero fui la abogada 4883.

Intenté ejercer.
No me gustó.
Saqué tres maestrías,  tratando de hallar algo que me moviera por dentro.

Nada.
Oficina...nope.
Litigio...guácala.
Estado...peor.
Ambiente...pasable pero le faltaba juice.

Así que colgué mi título y me fui a India.
Y ahí encontré lo que amaba.

Uno de mis maestros en la Facultad de Derecho,  Doctor que me envió con una beca a Italia,  me leía el I- Ching en las sesiones de tesis.  Yo todavía estaba muy pollita para comprender.

Pero efectivamente,  traté de hacer algo siguiendo la opinión de otros.  Por mi propia inmadurez, traté de llenar una imagen ajena de cómo tenía que ser mi vida.  Me engañé buscando éxito en una profesión en que no creía...ni creo.  Al menos,  con los paradigmas existentes.

Haz lo que amas.
Como si el dinero no importara.

Haz lo que amas porque la vida es muy corta.
Y si uno ama lo que hace,  irremediablemente va a practicarlo...todos los días.

Y llegaremos a ser tan buenos en nuestro sueño,  que después todo se irá acomodando solo.
Buenos por amor.

Hasta que probé el azúcar pude comprender su sabor.

Y sólo puedo decirles,  igual que este video maravilloso:  la vida es muy corta para desperdiciarla y el azúcar está disponible si se atreven a dar el paso.

Gracias a la Vida por este regalo de hoy.