lunes, 7 de noviembre de 2016

Hay amores

Hay amores que no cambian por el transcurso del tiempo. Que se sostienen inmóviles, congelados,  prístinos a pesar de las distancias en el espacio.

Hay amores que no sufren menoscabo,  que irradian su luz indiferentes a las decisiones mentales de las personas.  Amores que intentan no manifestarse y que terminan llenando todo.  Sostén de vidas completas,  puentes inamovibles en medio del diario vivir.

Estos amores son difíciles de aprehender por estas mentes poco dóciles.  Nos han taladrado que hay una "forma" específica de amar a los demás y por más que lo intentamos estas etiquetas influyen nuestros sentimientos.

Acabamos creyendo que un "ex" significa pasado y no futuro,   sea amigo,  pareja o colega.

Algunos seres merecen un espacio permanente en nuestro corazón,  sin fecha de expiración.  Otros merecen un desahucio completo y saber cuál es cuál es,  en mi opinión,  lo que hace la diferencia en nuestra vida.

Cuando hemos amado,  seguimos amando hasta el final.  Cuando no hemos amado,  la vida arrasa con eso superficial y mediocre.  Pero no creo que en virtud de convenciones,  intentando acoplarnos a reglas externas podamos extirpar de nuestro corazón a aquel o aquella que ha tenido un impacto mayor en nuestras vidas.

Es simplemente imposible.

La vida me invita a contemplar esta ecuación en estos días de angustia por la enfermedad de un ser querido.   Su presencia es núcleo en mi vida familiar.  Sentir la posibilidad de su ausencia me congela por dentro y veo como una parte mía ha asumido que es un ser inmortal,  intocable y perpetuo.  Así nos pasa a todos,  atrapados por rutinas y planes que no tienen nada que ver con el desenvolvimiento de esta vida efímera y fugaz.

Hasta el día que realizamos que la vida es tan absurdamente corta para el Amor.

Corro al hospital,  cambio horarios, cancelo citas,  me enfoco en lo importante.  Y me prometo no olvidarme de celebrar cada minuto de su vida.  Imágenes y memorias del pasado empiezan a recorrerme sin querer, sin llamarlas...

Y comprendo que el privilegio de amar a alguien  no depende de vivir en la misma casa,  comer juntos las comidas o usar un anillo en el dedo.

Depende sólo de la métrica incomprensible,  mística y misteriosa de estos corazones.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.