jueves, 8 de enero de 2015

Sat-Cit-Ananda

Estoy en mis días de luna.  Ayer fui a practicar e inexplicablemente,  cuando estaba tomándome la pipa de rigor a la salida del shala,  perdí el equilibrio y me fue contra la pila de cocos de mi amigo el pipa-wallah:  decenas de cocos cayeron a la calle en medio de un escándalo y me dije por dentro: "mmmm.....ya viene."

El día anterior me sentí también un poco "fuera".  Los días de luna son un umbral entre este mundo de dualidad y nuestra sabiduría como Devis.  Sentía que estaba presente pero mi consciencia ya había despegado a otro lugar.  Caminaba como en el aire y en una se me olvidó que aquí el tráfico es por la izquierda y casi me levanta una moto.

Así que mejor me vine a encuevar.

Anoche cerré el día con tres amigas queridas (una de ellas tiene tres añitos), una deliciosa sopa de verduras con arroz que me recordó a mi querida abuela y una película de caricaturas de Ganesha.  En este umbral siento que puedo apreciar la bendición y pureza de lo simple,  de lo pequeño y milagroso.  Las risas de la bebé llenaban el cuarto mientras compartíamos y sentí un anhelo profundo de trasladarme a mi hogar por unos instantes y abrazar a mis seres amados,  sin dejar de disfrutar el inmenso regalo de esta reunión de mujeres.




 En estos días de luna, el corazón femenino se siente un poco más abierto y sensible y por eso se advierte a los compañeros de vida la necesidad de andar con más cuidado si nos tienen cerca.  Soñé toda la noche con mis relaciones con retos:  aquellas que de alguna forma me han ayudado a ir profundo en la enseñanza humana del perdón.  Realizaciones importantes mientras dormía,  una de ellas estar en silencio.  El silencio tiene todas las respuestas,  ese lugar no contaminado por la mente y sus expectativas.

Los días de luna nos limpian y nos ayudan a soltar todos los sentimientos y emociones acumulados durante el mes.  Estos cuerpos de mujeres son sabios y sólo hay que dejarlos ser y funcionar.  Hice una práctica restaurativa,  lenta y pausada con mi música favorita.  Encontré esa unión de la inhalación y la exhalación que no es más que una metáfora de todas mis relaciones:  para estar realmente presente necesito suspender por unos instantes mi identificación conmigo misma y lograr una disolución en el otro,  en sus perspectivas,  sentimientos y anhelos.  Tengo que estar en mi centro para poder experimentarte.  Y es a través de esa conexión que me defino yo misma y aprendo más sobre quién soy más allá de mis propias contemplaciones.

Por más asanas que domine,  sé que soy una principiante en el arte de la relación.  Lo sé porque cada ser que topo me obliga maravillosamente a suspender mi propia mente y ego,  eso con que me identifico y me he identificado por años y debo inevitablemente regresar al inicio.  Soltar todas mis teorías, juicios y conceptos para poder realmente conectar en el momento presente.

Radica ahí para mí en este momento la esencia pura del yoga:  si estoy dominada por mis puntos de vista experimento la separación,  el miedo y el sufrimiento.  Pero comprendo que hay una interpenetración de cada aspecto del otro en mí y viceversa.  Por eso Guruji decía:  "Ver el atman en todos".  Estoy separada y al mismo tiempo íntimamente conectada a todo y esto sucede simultáneamente.

Entiendo ahora por qué esto del yoga es una transmisión de maestro a estudiante.  Sucede cuando dos esencias se encuentran y en ese encuentro kármico se revela la esencia de todas las relaciones.  Y para que suceda esa epifanía ninguno de los participantes tiene que ser perfecto:  sólo tienen que saber crear y disolver espacios sagrados.

Una relación auténtica implica por definición la unión de los opuestos.   Consiste en un proceso continuo de soltar nuestra alharaca mental y escuchar al otro.  En la medida en que estoy relajada y receptiva y no sienta que tengo que imponer mis puntos de vista a nadie más,  en esa medida es que puedo recibirte.  Esta posibilidad de observar cuando nuestras propios errores los transferimos al otro es también para mí una clara indicación de que estamos construyendo algo nuevo.   Sino,  una relación se vuelve un intercambio de monólogos que nunca se topan.  Un delirio acompañado que no crea nada nuevo.

Al igual que en algunos momentos en nuestro camino del yoga,  hay relaciones que nos dejan secos,  lavados por dentro.  Sentimos que hemos perdido el norte y que existe un abismo infranqueable entre nosotros y eso que todos buscamos,  el Amor.  Sentimos que no queremos intentarlo de nuevo,  que no hay nada que pueda construir ese puente entre nosotros y la verdad.  Es en este punto mágico que se nos ofrece la oportunidad de intentarlo todo de nuevo,  desde cero, y recordar de dónde venía nuestro deseo de conexión y por qué.

Estos momentos de transición son una invitación abierta a morar en el instante presente,  ese que nuestra práctica de yoga nos ha enseñado a habitar.  Una invitación a sentir cada célula de nuestro cuerpo,  observar el patrón de pensamiento,  que es el patrón mismo de nuestros egos y entrar, una vez más,  en el tejido mítico de Indra,  cada hilo adornado con una joya inefable que refleja todas las demás.

Pongo atención a este instante,  a este día,  a mi cuerpo que se limpia,  a los sonidos en el ambiente,  el movimiento de mis dedos en el teclado y mi respiración.  Realizo que todo lo que he sido,  soy y seré está presente aquí ahora,  igual que todas las almas que he reconocido y reconoceré en esta vida.  Siento mi experiencia presente descansar en los hilos inconmesurables del ahora,  en esta vasta red que llamo mi vida.

Y se me revela el contexto de todo seguido de un sentimiento de relajación y pertenencia totales.  Sé que todo lo que amo está siendo cuidado.  Ya nada depende de este mi ego voluble ni nunca ha dependido.  Todo está amparado por un profundo sustrato de amor y a este momento me han traído mis prácticas,  sin anticiparlo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.