martes, 6 de enero de 2015

Los seis venenos

Vengo regresando del shala.  Me toca una semana de Primera Serie.  No importa cuál serie estemos trabajando,  la primera semana es para calentar motores.  Llego temblando.  No por ser la primera de las seis series significa que sea fácil:  al contrario, para mí contiene todos los elementos más importantes para sanarnos.  La respiración,  el vinyasa,  el drishti.  También la intención que más tarde crecerá en devoción.  Todo está contenido en el Yoga Chikitsa.

La práctica transcurre sin novedades  a pesar de la multitud de gente.  Como me toca temprano no es tan terrible,  pero a medida que pasan las horas y comienzan a llegar los nuevos (los que están aquí en Mysore por primera vez) el panorama se pone un poco intenso.  Me cuesta salir,  el vestíbulo está totalmente taqueado.  No distingo caras,  me cuesta despedirme de mi maestro porque alguien me golpea la pierna y otro se tropieza con mi mat.  Estoy aprendiendo la destreza de moverme entre tantos cuerpos, un tema que no era relevante aquí hace unos años.

Así dijo una vez mi maestro:  cuando algo es puro,  toma algunos años en arrancar.  Pero cuando arranca, explota.  Eso es lo que está sucediendo ahora con el Ashtanga Yoga tradicional del KPJAYI aquí en Mysore, India.

Este sistema de yoga tiene como propósito sanarnos.  A veces, ni nosotros mismos sabemos qué tenemos que sanar.  Sólo sabemos que nos sentimos muy mal,  tristes,  negativos,  desanimados.  Me pasó por mucho tiempo:  no sabía qué hacer con mi vida.  Traté en una profesión que no me gustaba, estudié mucho y ni así encontré mi nicho.  No era mi camino.  Pero incluso cuando encontré el yoga- o más bien diría,  el yoga me encontró a mí,  comenzaron a salir más interrogantes y más inquietudes por muchos años.

Ahora  entiendo que mi práctica sólo ha estado haciendo lo que estaba diseñada para hacer:  extirpar de mi corazón los seis venenos. Gurují decía que esta purificación interna son capas que rodean el corazón espiritual que se ve empañado por estas seis sombras.  Dios está siempre en nuestro corazón y eventualmente podremos verlo en todo lado.

Ellas son:  Kama (deseo),  Krodha (ira),  Moha (ilusión),  Lobha (avaricia),  Matsarya (envidia) y Mada (pereza).  Cuando practicamos este sistema de yoga con gran diligencia y dedicación por un largo período de tiempo,  el calor que generamos quema estas impurezas y permite que la luz de nuestra naturaleza interna brille.

Muchos empiezan la práctica pero pocos se sostienen.  La mente se rinde fácilmente, pone excusas,  inventa motivos,  esparce chismes y al final,  el único perjudicado es uno mismo.  Es fácil rendirse cuando el cuerpo duele,  hay que levantarse temprano,  no se puede salir tarde,  no es buena idea irse de fiesta e intoxicar el cuerpo con sustancias.  No podemos encontrar indulgencia en la comida tampoco.  Es también predecible tener otras prioridades en la vida:  irse de vacaciones,  comprarse ropa nueva,  cambiar el juego de muebles o adquirir un carro más lujoso.    Hablar del maestro y echarle la culpa es también típico:  es más fácil siempre culpar a otro en vez de asumir la responsabilidad por nuestra alma y su desarrollo.  Al final,  insisto: el único perjudicado es aquel que se sale del camino.   Sea este o cualquier otro.

Mi maestro tiene muchos críticos.  Es un maestro estricto que no le soba a uno la leva.  Ahora en el mundo del yoga hay tanta gente que se deshace en cumplidos,  que lisonjea al estudiante con intereses personales y se ufanan de tener mucha gente en su clase y sentirse famosos.  Mi maestro no.  Aquí el que viene tiene que adaptarse.  Ahora que llegué a registrarme me sonrío rápidamente y se puso a hablar por teléfono mientras hacía mi papeleo.  Nada de socializar.  A lo que vinimos.  Pero sé que su mirada atenta se sabe mi práctica de memoria,  entiende lo que estoy pasando en mi vida y sabe también lo que vine a enfrentar.

En yoga hay tanto que sucede invisible y siento que eso es lo más importante.  El Ashtanga tiene mala fama porque lastimosamente mucha gente en el mundo lo quiere enseñar sin prepararse adecuadamente.  Creen que se trata de proezas físicas y no tienen el apoyo y la bendición de los Gurúes.  Lo que he entendido a través de mi propio desarrollo personal es que yo sin ellos me caigo como una piedra y no soy nada sino un humilde instrumento de su Gracia.  Mi maestro es inteligente y no fuerza a nadie a hacer nada que le haga daño.  Da modificaciones y variaciones si el estudiante está pasando alguna transformación física.  No es para nada violento, al contrario, paciente y amoroso y para él lo importante es el deseo de la persona de hacer su práctica y transformarse.

He visto practicantes de todas las edades en el shala.  Hoy tenía a la par a un señor de unos sesenta y cinco años haciendo segunda serie.  En uno de los backbends se cayó, pero aún así  siguió dándolo todo.  Le ayudaron a entrar en Kapotasana,  una postura extrema para la columna.  Respiraba muy fuerte pero lo logró.  Su actitud y disposición eran admirables y sé que por eso estaba ahí,  practicando conmigo y mucha más gente del mundo que nos tocó entrar este mes.

A muchos nos les tocó entrar.  A muchos otros nunca les tocará.  Otros vinieron una vez y no regresarán más.  Otros ni siquiera saben que esto existe.  Por eso,  Guruji hablaba de karma.  Algunas almas tenemos una sed profunda por la verdad,  otras más bien por objetos materiales y comodidades superfluas.  Otros sed de conflicto.  Pero lo importante es que todos estamos en camino.  Todos estamos evolucionando a nuestro ritmo. Por eso uno no puede juzgar nunca el camino de otro:  sólo esa alma sabe lo que necesita y los que tienen oídos que oigan, como decía el gran maestro de maestros,  Jesús.

La próxima semana empieza mi calvario:  segunda y tercera series juntas.  La segunda serie abre el cuerpo emocional,  así que desde ya me estoy preparando a llorar de día y de noche.  La tercera serie masacra los brazos y alegra el corazón y en teoría,  me toca una postura que amo y temo al mismo tiempo: la postura que conquista el miedo a la muerte,  gandha berundasana.

No sé qué va a suceder,  sólo sé que estoy viviendo un día a la vez.  Hoy que regresaba del shala después de hablar con amigos,  después de saludar gente linda que no veo hace tiempo,  me preguntaban que cómo hacía con mis niños,  qué cómo tenía tantos hijos con este cuerpito.  Mi respuesta:  la Gracia.  Ni yo misma sé cómo ha sucedido.  Lo único que sé es que tengo ángeles de muchas clases a mi alrededor que han hecho la diferencia:  gente amorosa y comprometida que me han ayudado a criarlos,  a cuidarlos y quererlos.  Yo sóla no hubiera podido.  Pero los padres han estado muy presentes,  las familias también.  Mujeres amorosas y muy queridas me han metido el hombro por años y confío en ellas como mi propia familia.  He tenido tantos ángeles que también me han apoyado a mí, mi pasión y mi sueño.  Y lo más importante,  he podido compartir lo que he encontrado con mucha gente en Costa Rica y el mundo,  gente que ahora comprenden por qué les insistí tanto en que practicaran.

El camino es difícil y vendrán muchas oportunidades de dejarlo.  No claudiques. No te rindas.  Yo soy una muestra tal vez sólo de eso:  de un nivel muy alto de terquedad.  Sé que si no hago esto no me voy  sentir nunca satisfecha.  Sé que si Dios me puso a estos maestros al frente es porque sabe que sí puedo.  Si me dio tantos hijos,  también sabe por qué.  Cuántas mujeres que anhelan ser madres y nunca lo serán.  Cuántos que desean hacer esta práctica y tienen alguna discapacidad que se los impide o simplemente no les toca conocerla en esta vida.

Si Dios nos da el instrumento,  tenemos que usarlo.  Si nos da los medios y el discernimiento para escoger sabiamente,   hay que apostarle.  Es su forma de decirnos:  podes!  Sólo tenemos que agarrarnos duro y no escuchar esos venenos falsos.  Y el instrumento es el deseo.  Si podes caminar,  podes hacerlo. Si tenés un corazón,  usálo para amar y no para atacar a otros.   Porque lo que somos está por encima de cualquier miseria.  Porque ya es hora de desidentificarse con lo falso.

Lo que somos es una parte pura llena de Dios,  absolutamente fuerte y en un anhelo constante por regresar al origen.  Es perfecto y maravilloso y están en nosotros y en todo el resto del mundo.  Cuando practicamos nos damos cuenta que TODO ES DIOS.




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