miércoles, 25 de noviembre de 2015

Buenos Aires...siempre tan susceptible

Buenos Aires.

En el avión entro en una disertación profunda sobre el significado de mi vida en este momento mientras contemplo un atardecer por encima de las nubes.  Me sorprendo de la forma en que me está funcionando la cabeza y los efectos de mi práctica espiritual:  la revolución que ha sido en mi vida a todos los niveles.

Entiendo que mi mente ya no es la misma mente que una vez me poseyó.  Antes partía de una supuesta simbiosis entre el mundo y lo que ella era.  Como si los pensamientos sólo pudieran existir en función del mundo externo.  Yo misma nunca lo noté hasta ahora.

Es un misterio para mí  cómo sucedió esta evolución.  Evolución la llamo porque me hace percibir la vida de una forma totalmente nueva.   Evolución porque siento que de hecho estoy viviendo por primera vez.  Antes mi mente era como un velo, como una niebla que todo lo interpretaba y filtraba-  "esto duele,  esto es feo,  esto es placentero,  aquel me gusta,  esta me desespera" y esto me impedía realmente saber qué estaba sucediendo en cada momento.

La percepción estaba oscurecida por ignorancia,  apego,  odio y mucho miedo.

Sigo con miedo?  Claro que sí.  Anoche no dormí nada porque mi bello Gael se enfermó.  Pasé una noche de mucha preocupación y ansiedad,  vísperas de viaje,  revisándolo a cada momento.  Mi amor por mis hijos es uno de mis apegos más frontales y su bienestar es el mío propio.  

O como anoche,  mi propia pesadilla.

En esos momentos de tanta angustia por alguien que amo me identifico totalmente con la experiencia de turno.  No puedo discernir,  sólo siento y actúo lo más coherentemente que pueda.  Pero en el día a día mi mente se ha vuelto un instrumento de navegación cada vez más útil.  Como estoy tranquila,  como estoy en calma la mayor parte del tiempo-  con los ups and downs de vivir confinada en un cuerpo humano de mujer-,  ahora mi mente puede darse el lujo de pensar en frases largas con pocas interrupciones.  Las interrupciones son muy agradecidas porque vienen de actividades y gente que quiero,  que aprecio y respeto.  Gente que hace una diferencia en mi vida y que tienen un espacio importante. Pero luego retorno a la frase,  a la creación, al proyecto.  Y todo se desarrolla en un continuum de armonía muy relajado.

Así que mi vida transcurre desde un lugar nuevo.  Esta práctica ha expurgado parte de ese velo,  esa niebla.  Si no fuera por esta transmutación ni siquiera podría escribir al respecto.  

Y leo en mi libro de filosofía:

“El propósito del yoga es eliminar el control que lo material tiene sobre el espíritu humano para redescubrir a través de la práctica introspectiva el punto inmóvil que mueve al mundo...”


Antes lo material me tenía a su merced.  Me refiero a que mis pensamientos sobre la materialidad dominaban mi consciencia.  Ahora también,  por supuesto,  que mis pensamientos tienen que ver con  mi mundo- pero ya no me identifico con ellos.   Sé que la tranquilidad de mi espíritu,  gracias a Dios más frecuente,  me permite tomar acción con potencia,  sin detenerme a pedirle permanencia a un universo impermanente.  Tomo cada experiencia,  encuentro y viaje como una exquisita forma de reinventarme yo misma, de compartirme y de crear. 

El panorama no ha cambiado:  esencialmente el mundo sigue igual.  Pero este enigma de quién soy parece tener un poco más de sentido para mí.   Sé que me he liberado aunque sea un poco del identificarme constante con los fenómenos transitorios,  fenómenos que me hacían sufrir cuando trataba de aprehenderlos.  Estoy sintiendo esa integridad que tiene ser más que poseer,  dar más que exigir y disfrutar cada instante en vez de reclamar.  

La explosión de energía que siento por dentro a menudo la he aprendido a canalizar hacia lo que amo.  La filosofía habla de toda la energía que los yogis acumulamos en nuestra contemplación diaria, disciplina y control.  Esto nos da una flexibilidad de consciencia que abre la mente a nuevas realidades.   No me interesa el universo chamánico aunque sus poderes estén dentro de la capacidad que mi camino promete:  son distracciones del sentido primordial de esta práctica milenaria,  sea  
la libertad espiritual. 

Estoy dando pasos pequeños hacia esa observadora omnisciente de mi propia vida.

Será que sólo podemos realizar nuestra propia humanidad cuando estamos en paz?
Y desde ahí preguntarnos qué es lo esencial?

Sé que he dado muchas vueltas en vidas diversas en este mundo  y sé también que en esta he tenido el gran privilegio de aprender a ir hacia adentro lo suficiente como para atisbar un débil destello de mi propia chispa vital.  Eso me basta para darlo todo.  El caos mental parece hoy un mal sueño y este estado de calma potente me está haciendo re-enamorarme de mi vida. 

Todo lo falso cayendo poco a poco.
Una perspectiva fresca  tiñendo mis días. 

Y es como si caminara por primera vez en un bosque.  Lo hice hace poco con dos amigos queridos.  El bosque era el bosque nuboso de mi país y no había regresado desde que tenía veinte años.  Podía escuchar sonidos nuevos,  pisar terrenos quebrados y escuchar el río y su canto.  Y aún no logré identificar las especies de plantas,  ni de pájaros ni los animales con exactitud.  Pero me quedó una sensación de profunda alegría de visitar este lugar sagrado.  El olor de este lugar todavía lo llevo por dentro con añoranza.  
  
Y como ese bosque yo también me estoy conociendo mejor cada día,  desnudando capa a capa la simpleza profunda de mi ser verdadero.  Hace muchos años leí unas letras que no comprendí en ese entonces. Esta maestra hablaba de una vida fresca,  de soltar la auto-defensa constante y la tristeza de las decepciones.  De cómo estar presente a nuestra bondad innata y a la de los demás.  Hablaba de abrir el corazón al punto de sentir la ternura,  la alegría y la pena sin cerrarnos. 

Y describía una mente que abraza todo sin excluir nada,  reconociendo que estamos hechos de lo mismo y que está en nosotros poder observar,  escuchar y responder a cada momento con el máximo de compasión posible.  

Leí esas letras como entré en ese bosque: sabiendo que eran ciertas pero sin comprender los detalles. Y hoy, aquí en el Sur,   muchos años después,  comienzan poco a poco a tener sentido.  Comienzan a iluminarse como se ilumina esa luciérnaga que por un instante,  en medio de la oscuridad,  se siente parte de todo.


domingo, 22 de noviembre de 2015

Cachorra de Loba

Tuve una hermosa niña entre seis varones.

A mi niña le tocó crecer entre carritos,  juegos de video y bastantes golpes.  Igual que a mí convivir bajo un mismo techo con mucha testosterona.  Aprendí de mis machos que el contacto físico es importante (a pesar de que a veces se veía realmente violento);  que no hacen falta muchas palabras- que valen más las acciones y también aprendí a través de su ternura,  suavidad y corazones grandes que los hombres pueden ser buena compañía.

Aprendí de toda esta energía yang el poder de la presencia masculina y por contraste,  aprendí mucho sobre mi propia energía femenina.  Como punto de origen de esta alquimia sagrada que tuvo por resultado esta camada de varones, pude definir mucho mejor mi propio ser.  No hay casualidades en estos encuentros kármicos y estoy profundamente agradecida por los ocho hombres-concepto que he tenido en mi vida:

Adrián
Hernán
Ariel
Gabriel
Marco
Gael
Theo
Matías

En medio de toda esta vorágine de masculinidad,  carritos,  bicicletas,  tablas de surf,  caballos, fincas,  tractores,  escaladas,  montañas,  guitarras,  cellos,  pianos y mil y un gadget más...ahí estuvo siempre mi rosa,  mi aliada energética,  pequeña en tamaño en un principio pero grande en fuerza y conexión desde que vino al mundo.

Adriana llegó a mí sorpresivamente porque en esa época los ultrasonidos eran poco confiables.  Así que decidimos esperar.   Yo ya estaba lista para otro hombre porque todos me decían que mi panza era picuda como la de mi primogénito.  Sin embargo,  al escuchar la voz de mi querido médico don Israel:  "Es una niña!" y las carcajadas del papá mientras gritaba:  "La pegamos!!" me hizo sentir algo tan tierno y tan profundo en un lugar nuevo dentro de mi corazón...

y al mismo tiempo me confrontó con mi propia mujer,  mi propia feminidad.
Algo que al inicio sentí muy amenazante.

Al inicio me costó mucho encontrar algo adentro mío- auténticamente mío-, que transmitirle.  Me revisé y me dí cuenta que por muchos años sólo quise ser un hombre.  Las mujeres me daban lástima. Tenía cerca mujeres desempoderadas,  apéndices de hombres que nunca las valoraron,  las abusaron y lo peor a mis ojos, ellas lo permitieron.   La vida intentó ponerme en sus zapatos y con un grito ahogado tuve que rehusarme.  El castillo de naipes que otras mujeres intentaron colocar sobre mis hombros cayó gracias a que había encontrado un sendero.  Sendero que transito desde mis veintiocho años y que no ha traído más que bendiciones a mi vida.

Durante todos esos años de batalla conmigo misma,  intentando encontrar una identidad separada de las generaciones pasadas,  me cuestioné seriamente si no hubiera sido más fácil someterme:  para mí  (y por lo tanto, para ella).  Veo a muchas de mis contemporáneas y comprendo que definitivamente el camino de un matrimonio de veinticinco años a la espalda no era el mío.  El crecimiento que he tenido en estos años no lo cambio por nada.  Y sé que le he mostrado a mi hija una forma distinta de ser mujer,  lejos de las expectativas sociales y familiares,  pionera en mi vida y ella en la suya y con el Amor como estandarte:  el Amor Incondicional.  No la idea desvencijada de amor que nos han vendido a todas las mujeres entre historias de principes y sapos.

Ser servidoras del Amor Incondicional implica olvidarse de toda la ideología externa.  Significa pisar la incertidumbre a cada momento a cambio de un respiro de libertad.  Cuando lo has probado es difícil conformarse con menos.  Es imposible limitarse a cuatro paredes,  a un país,  a un lugar.  Ser ciudadanas del mundo implica abrir de par en par las alas,  por más que duela romper con lo obvio, por dura que parezca la soledad creativa.  Implica no dejarse de nadie,  ser consecuente.  Darlo todo a cambio de empinar la subida sin garantías de nada al final.  Pero el esfuerzo consciente de ser todo lo que uno es en cada momento,  de no darse por vencidas ni actuar desde el miedo es lo que distingue, en mi visión de loba,  lo que es una mujer auténtica  en estos tiempos de cambio.

Las mujeres lobas,  las que protegemos con nuestra vida nuestra camada,  obra,  misión,   propósito, esas son la nueva generación que esta emergiendo.  En medio de un mundo que se hunde en violencia y desesperación,  en un miedo oscuro a la escasez y el hambre,  cada mujer puede traer esperanza.  Cada mujer despierta,  nada más y nada menos.  Aquellas que todavía sienten seguridad en cuatro paredes no están destinadas a la misión.  Y aunque desearía un despertar masivo,  sé que el despertar de unas cuantas tendrá y está teniendo efectos masivos en cada familia,  comunidad y país.

Soy una loba y no siempre lo supe.  Quise ser la princesa,  la esposa,  la segunda a bordo.  Lo intenté. Pero la valentía que viene de un corazón rebelde no es un plato apetitoso para muchos.  Lo he aceptado y entendido con mucha gratitud.  Quienes nos vean en todo nuestro esplendor tienen que ser ellos mismos seres despiertos,  seres profundamente sabios que que no titubeen,  que no se acobarden ni reclamen atenciones egoístas.  Ya los tiempos de hombres necesitados y posesivos pasó de moda. Tienen que amarnos lo suficiente para permitirnos desplegar nuestras alas y que esto no afecte su propia seguridad vital.  Y estos seres,  a través del encuentro con la Loba,  a su vez conocerán verdades propias que ni ellos mismos anticiparon encontrar.

Mi cachorra está hoy de cumpleaños.  La observo y sólo puedo agradecer el camino recorrido.  Es todo lo que yo no fui a su edad:  un ser despierto,  lista a dar la lucha donde sea,  llena de gracia y valentía.  Plena por dentro y en un proceso muy hermoso de plenitud con su arte y el mundo.  No es tímida ni apocada.  Tiene miedo pero el miedo se convierte sólo en algo que usa como motor.  Carece de hipocresía ante lo importante,  da pasos firmes hacia su Ser Completo.

Y eso, más que cualquier otra cosa,  es lo único que humildemente puedo modelarle.

Feliz Día mi oscura presencia en este mar de luz,  Adriana.  
Pozo sin fondo,  mar salvaje,  selva tupida,  corazón errante. 

Creación perfecta de mi vientre:  tu responsabilidad es gigante pero tus cualidades infinitas.






jueves, 19 de noviembre de 2015

No más quejas

Preparo maletas para Argentina.  Nunca creí que el Sur me entusiasmaría de esta manera.  Anticipo la reunión con amigos queridos de la Patagonia,  Buenos Aires y Tucumán.   En mi tercer viaje a esta tierra del fuego y sé que me iré de una forma y volveré totalmente transformada.

Son días difíciles para el mundo entero.  Nos encontramos al pie de un abismo que nos pide ser serios hasta la médula en nuestra intención.  Ya no se puede dar más tiempo:   el despertar es imperativo si queremos de alguna manera compensar la ola de violencia y desconcierto.  Tantos seres sufriendo en estos momentos la pérdida de seres queridos,  hogares,  miembros de sus cuerpos,  vidas completas arrasadas.  

Ahora sí es cierto que no hay tiempo que perder.

Me siento conmovida de recibir todos los días mensajes de gente de todo el mundo que me dice:  

"Vi un video tuyo,  quiero ir a practicar!"-

No nos conocemos de esta vida pero sé que sí de otras.  La bendición es que a pesar de todo el caos podemos comunicarnos mucho más fácilmente a través de la tecnología.    Ya no hay fronteras:  todos estamos a un click de cualquier país,  amistades y familia.  El despertar espiritual es una realidad y cada vez somos más los que escogemos estar presentes.

Lo cierto es que,  a pesar del dolor y la confusión,  el Amor lo siento cada día más.  Siento que los actos diarios de generosidad y amabilidad le ganan a las bombas y los disparos.  Siento que no podemos descartar que darle campo al carro del frente en la pista pase desapercibido.  O la llamada a alguien que amamos y no vemos hace tiempo.  O la celebración de gente que queremos.  Todo cuenta.  Todo es importante.  Somos cada vez más quiénes anhelamos un mundo más pacífico y consciente.  Y la única forma de hacerlo es empezar por nuestras vidas anónimas y llenas de potencial.

Asi que hoy,  hacé que tu día cuente.  Comunicáte desde tu corazón.   Dale algo al alguien que no lo espera.  Compartite y dejá por un rato de lado las quejas y el pobrecit@ yo.  Poné en acción tu pasión. Todos tenemos en nuestro plato la oportunidad perfecta para despertar.  Algunos de nosotros la hemos visto muy difícil, otras la están viendo imposible.  Enfermedad,  muerte,  desaparición de seres amados,  guerra.

Dondequiera que estemos es posible respirar.  Y la respiración es la conexión constante con nuestro espíritu,  más allá de cualquier religión.  El contacto personal e íntimo con la fuerza de vida es posible diariamente sin etiquetas,  sin nombres,  sin separación.

Vivo en un país lleno de paz,  naturaleza y aunque pequeño en tamaño,  es grande,  inmenso en el corazón de su gente.  Costa Rica es un paraíso y me tocó nacer en este lugar de la tierra.  Siento que no es en vano que los ticos tengamos en este momento la responsabilidad ineludible de abrir nuestra tierra y corazones a los más necesitados.  Como a ese grupo de cubanos que nos han dado la lección de vida más hermosa al venir a nuestras tierras y ver cómo nos dan,  cómo ayudan y trabajan con cariño y agradecimiento.  

Si cada uno de nosotros pensáramos en qué podemos dar,  no importa la circunstancia en que estemos, incluso si estamos postrados en una cama con cáncer,  estoy segura que nuestra vida cambiaría.  Y cambiaríamos también la vida de los demás,  sobre todo los que tenemos más cerca.   Incluso si no tenemos un país,  es posible hacerlo si así lo escogemos.   Porque de la queja a la gratitud hay un pensamiento de por medio.  Podemos vegetar en esta vida quejándonos por nuestra realidad o podemos ser,  no importa adónde estemos,  una chispita de luz.

Hasta que tengamos vida y respiración podemos compartir Amor.
Para eso sólo hacen falta ganas.






lunes, 16 de noviembre de 2015

Entrada 500: de la violencia a la paz

Empecé a escribir este blog hace unos tres años en medio de una de esas tormentas tan predecibles que implica estar vivos.

Fue un momento lleno de potencial (ahora que lo veo para atrás).  Me encontré en una situación que me pidió todo...literalmente todo.

Me pidió que cuestionara mi vida por completo.  Que pusiera los puntos sobre las íes sobre mis pensamientos,  mis sentimientos,  mis sueños y mis proyectos personales.  Que realmente sintiera adónde estaba mi corazón y fuera valiente. 

En extremo valiente y determinada.

Darle espacio a esa voz interna que nos pide salirnos de lo "correcto"  da mucho miedo.  Lo "correcto"  ha sido inventado por gente invisible.  Se trata generalmente de voces dentro de nuestra cabeza que hemos masticado desde pequeños.  Nos han manipulado a niveles extraordinarios,  al igual que a todas las generaciones que nos precedieron. 

Despertar a este condicionamiento puede ser extremadamente doloroso.  Lo fue para mí.  En mi caso particular implicó echar por la borda muchas expectativas ajenas sobre quién era yo,  cómo tenía que comportarme y relacionarme y con quién. 

A quién podía amar y a quién definitivamente no.  

Asomarme a la posibilidad de una escogencia personal fue como asomarme a un abismo.  Me cayeron encima gente que consideraba amiga y familia- hasta que rompí,  con lágrimas y  mucho dolor,  con cada uno de sus conceptos.  Fui mordida en el alma por amistades que no eran tales y sufrí en carne propia lo que probablemente las brujas de hace años sintieron al ser quemadas vivas.

Pero sobreviví.  
Y lo mejor de todo:  perdoné.

Empecé a escribir porque necesitaba vaciarme.  A lo largo de estos tres años he aprendido tanto sobre el bendito condicionamiento y de cómo el arte que practico termina desmoronándolo desde la raíz.

Mi vida falsa se me cayó en mil pedazos.  Ideas respecto a mí misma y cómo tenía que ser,  verme, amar,  amamantar,  dar a luz,  criar hijos,  desempeñar mi quehacer e incluso rezar se fueron por la borda.  Quedé en cero.  Y ese cero se sintió durante mucho tiempo ajeno,  extraño,  desconocido.

Hoy,  tres años y pico después,  quinientas entradas en este blog después,  un anillo de matrimonio en el mar,  un corazón deshecho y vuelto a reconstruir,  escribo con la alegría y decisión de una nueva Mariela.  Yo misma no me reconozco.  Nunca creí tener el potencial de hacer lo que hago hoy:  no sólo en mis viajes y grupos por el mundo,  sino en mi práctica diaria de yoga.  No el asana diaria,  no.  De eso hay tanto y los del Cirque du Soleil nos superan a todos.  Me refiero a mi percepción de la vida:  hoy por hoy sé que me siento en paz.  La paz es una promesa de mi disciplina y hace tres años dudé seriamente que lo fuera.  Ahogada por apegos sentí que me despellejaban viva gente que amé y que duramente me dio la espalda.  Pero dieron la espalda a un ser que nunca fue-  hoy sé que la Mariela de hace tres años renqueaba diariamente en un esfuerzo titánico por ser alguien que no era en verdad. 

Por agradar en vez de vibrar.  Por cuadrar en vez de descollar.

Me identifico totalmente con Jaz y con Laura,  esas chicas que le apostaron al Amor más puro y tuvieron los ovarios de ser quiénes son y honrar su camino, por difícil y empinado que sea.   Mi tema es distinto pero el corazón el mismo.  La vida es muy corta para vivirla al son de voces ajenas.  Hay que tener la fuerza de ser uno mismo con todo.  Porque en cualquier momento la vida nos sorprende con una bomba- como lo hizo en mi vida. 

O el avión se cae... o hay disparos anónimos en un concierto.   O el carro se estrella.  
No hay donde esconderse.

Sé que mientras tenga vida la usaré para decirle a quiénes quieran escuchar que no hay tiempo que perder.  Estamos aquí sin ninguna garantía y la vida mejor vivida es aquella que es consecuente con nuestro corazón.  No hay más excusas,  más miedos.  O te lanzás o te refugiás y negás.  Y para dar este tipo de salto cuántico del "deber ser"  al "YO SOY"  se ocupa buena estrella y la guía de alguien al quién le importemos lo suficiente como para decirnos nuestras verdades.

He tenido la guía de seres extraordinarios que ya saben distinguir entre lo falso y lo verdadero.  Será por osmosis pero algo he comprendido en los últimos quince años de trabajo interno.  El camino sólo empieza y me considero una principante en todo sentido.  Pero sé que hoy por hoy mi vida es más honesta.  Más simple,  menos barullo.  Pero la compañia que tengo cerca es gente de corazón generoso.  Gente que anhela como yo la Verdad.  Somos la compañía de aquellos que más frecuentamos:  antes se me acercaban muchos curiosos.   Será que yo misma no tenía mi energía bien puesta. 

Hoy en un instante puedo sentir si alguien es bien o es mal. 

Y dentro de esta seguridad de saberme una pieza,  de sentir cada paso que doy como mío,  de escucharme con sinceridad y poner límites claros a aquellos que insisten en juzgarme y criticarme-  y siempre intentando compasión:   observo.  Observo como la vida fluye sin miedo,  sin anticipación ni rencores.  Observo que soy un libro abierto y que ella se encarga de escribir cada página con maestría.   Me siento un instrumento dócil del Shakti que insiste en ponerme en compañías maravillosas,  no sólo en mi país sino más allá de mis fronteras. 

Y comprendo que todo lo que viví hasta ahora era sólo la forma perfecta en que Dios me ayudó a materializar mis debilidades.   Mostrándomelas con perfección en el espejo de mis compañías pasadas,  relaciones pasadas,  vidas pasadas.    Mostrándomelas crudamente para que pudiera dejar de escogerlas. Estoy hecha de este material terrestre,  barro y agua,   plantas y cielo que somos todos.   Con un alma que anhela,  con un espíritu indomable, con una fe inquebrantable en esta vida porque sí. 

A todos nos conmueve la violencia que se vive en este momento en el mundo.  Nos preguntamos cómo podemos contribuir. 

Qué tal empezando por la paz en nuestras mentes,  en nuestros corazones?  Qué tal dejando de lado cualquier separación con otro ser- que no existe de todas formas?  Qué tal siendo tan nosotros o nosotras que no tengamos que sentirnos inseguros ante nada ni nadie?  Qué tal amando con todas nuestras fuerzas y dando hasta vaciarnos?

Yo sé que es posible.  Lo he vivido en carne propia.
Y el que no lo crea que me siga...y le prometo mostrarle humildemente cómo se hace.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Ornitorrincos legales en la Costa Rica del siglo 21

Regreso de México con el alma incendiada.  México siempre me ha resonado como la patria que escogió Chavela y a la cual amó indescriptiblemente- al punto de renunciar a su propia nacionalidad costarricense.
"
Pero Chavela,  usted no es que es costarricense?

"No"-  "soy mexicana". 

 Pero su acta de nacimiento dice que usted nació en San josé...

"Pues los mexicanos nacemos donde nos da la rechingada gana!"

Siempre me pregunté las razones de su deserción y hoy mi país atraviesa una situación muy absurda a nivel legal que me la recuerda.   El caso típico de cuando la ley se interpone con la justicia a  la vista gorda de todos. 

Escribo esto en medio de una situación legal compleja de dos seres que decidieron unirse por amor y a quienes ahora la "Ley" amenaza con encarcelar.  El absurdo de los egos conservadores y anacrónicos puede llevar a distorsiones semejantes.  Como abogada que soy sé que la Ley tiene como fundamento y entelequia armonizar la vida en sociedad,   no condenar y juzgar inocentes.  La mampara de la ley en las manos equivocadas puede crear semejantes ornitorrincos legales:   bombas de tiempo en manos de una clase dominante que abusa de su statu-quo y que es al mismo tiempo anticuada y moralista.

Todos buscamos ser consecuentes.  Todos intentamos apostarle a nuestro corazón.  Es la única forma de vivir una vida como Dios manda.  Como lo hicieron en su época Chavela Vargas y Eunice Odio,  apedreadas a ojos públicos en sus vidas personales por gente miope en sensibilidad.   Huyeron a México despedidas por una sociedad hipócrita y de doble moral que usaba y sigue usando la religión como pantalla. 

Ojalá más personas despertemos a la realidad de que estamos aquí para ayudarnos mutualmente,  no para condenar a nadie.  La Ley se está quedando muy corta ante el despertar de la humanidad. 

Todos estamos en la misma situación: unos pocos años que pueden ser un homenaje al miedo o al Amor.  Y ninguno de nosotros es mejor que nadie- y los que así lo pregonen son los peores de todos.

Yo digo que le apostemos a la única respuesta. 

Yo digo que dejemos de juzgar y demonizar acciones amorosas por no comprenderlas.  Que cada ser encuentre la felicidad verdadera y la libertad a su manera,  con apoyo y seguridad.

Y un Estado democrático debería garantizar este derecho mínimo- o sino la Costa Rica que sueño es sólo un artículo de revista...

y no debería llamarse tal.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Amigos del alma

Recibo un mensaje de un amigo en Costa Rica.  Alguien a quién aprecio muchísimo desde hace más de diez años.  Dicen que el primer requisito para el amor es la amistad:  esa amistad que nos permite ser nosotros mismos,  perdonarnos nuestros errores mutuos y apoyarnos en el camino con todos sus bemoles.

Mi amigo es alguien así para mí.  Es un alma vieja.  Tuvo la gran dicha de poner un pie en India a muy temprana edad y es alguien que es muy sabio a pesar de sus pocos años.  Tiene el don de la sabiduría y es alguien de pocas palabras.  Pero sé que nunca me va a decir una mentira,  tampoco se va a andar por las ramas.  Cuando le pido consejo es muy directo,  a veces un poco crudo.  Pero aprecio su honestidad como el oro puro.

Rodearnos de gente así nos ayuda a despertar.  He podido compartir con él procesos espirituales muy fuertes que han roto año tras año tanto condicionamiento.  Me he sentido acompañada en momentos de crisis,   en los ups and downs de la vida y espero haber podido hacer un poco lo mismo por él.  Sé que estamos todos a merced de algo que no entendemos muy bien-  llámese el samsara hala hala.  A veces nos sentimos cómodos en él,  a veces nos trata bien.  Otras nos da una bofetada en la cara que arde, especialmente cuando creemos que hay algo seguro.  En todos estos cambios constantes que implica intentar vivir la vida despiertos,  las amistades reales e incondicionales son indispensables. Especialmente si estamos en la búsqueda,  no necesitamos gente que nos cuente historias o que nos meta en sus dramas:  ocupamos seres que nos alienten,  nos motiven con sus ejemplos de vida y nos tiendan la mano cuando mordemos el polvo.

Que no nos suelten la mano.

Siento un gran cariño por este ser que siento regresó a mi vida de otras.  Probablemente fuimos amigos en India en algún lugar de los Himalayas.  Es alguien de una profundidad rara,  un ser servicial y muy fuerte.  Tiene el don del sexto sentido y sus palabras me han guiado en momentos de duda-  aunque creo que nunca se lo he dicho.  Pero sí sé que es una presencia genuina y desde este DF frío y lluvioso es hasta hoy que me estoy dando cuenta.

A veces es necesario alejarse para tomar perspectiva.
Y se siente tan bien ese reconocimiento en el otro.




martes, 3 de noviembre de 2015

Liviana de equipaje

Empaqué mucho más de lo que necesitaba en este viaje.

Será por temor al frío pero traje dos maletas repletas de ropa:  suéters,  ropa interior larga,  medias al por mayor,  abrigos,  botas.  Y me sucedió algo tan gracioso que no voy a olvidar nunca.

El apartamento donde nos íbamos a quedar sufrió una mudanza a última hora.  Así que anduvimos como judíos errantes por varios lugares mientras el nuevo quedaba listo.  Dejé mi gran maleta en el shala y durante los últimos seis días me dediqué a viajar muy liviana de equipaje.  Me di cuenta que no me hacía falta toda esa ropa:  con un salveque pequeño me la jugué perfectamente.  Pude ver que más allá del frío había algo que me pesaba.   Y en las entradas y salidas del shala veía mi gran maleta negra,  un poco sola y abandonada y sintiéndose un tanto prescindible.

La verdad es que me la pasé muy bien sin ella.  Pesaba demasiado.

Y  hoy nos dieron nuestra nueva casa:  hermosa,  ordenada con ese orden que se siente después de la mudanza.  El paso del apartamento viejo a este es radical:  se nota que Enrique,  nuestro amigo,  se deshizo de muchas cosas también.  El apartamento se siente fresco y se respira un aire nuevo.  Todo está más liviano.

Yo también.

Así que este viaje me hizo cuestionarme la necesidad de cargar tanto a hombros.  Será que después de varios días enferma y ya un poco mejor también me siento como una pluma.  Serán tantos antibióticos seguidos.  O la tercera serie de esta mañana que me costó más que un parto.  No sé. Sí sé que la vida puede sentirse pesada cuando cargamos más de lo que nos corresponde:  como mi maleta negra también he cargado con el deber inventado por mí misma de que soy responsable de los sentimientos ajenos,  de las vidas de otros y hasta del bienestar de personas que ni siquiera conozco.

Aquí en DF he aprendido que puedo vivir mi vida con una pequeña mochila en la espalda,  un buen abrigo y ser totalmente feliz.  En vez de acumular objetos por miedo a perderlos,  puedo compartirlos y regalarlos,  sabiendo que mi felicidad no depende para nada de las cosas materiales.  Si están,  las disfruto con gratitud.  Si no están,  no las extraño.  Será que estoy comprendiendo un poco a las saddhus en India que viven sólo con un cuenco donde recogen algo de comer para su día.  Duermen a la luz de las estrellas,  se bañan en las aguas sagradas del Ganges y confían en que hay una Fuerza que los cuida como nos cuida a todos.

Mi mente occidental creció con la idea artificial de que las "cosas"  podían aplacar ese hueco interno que no sabía cómo llamar,  que no tenía idea cómo explicar.  Las cosas están ahí para todos nosotros en el momento en que las necesitamos,  esa es la abundancia del Universo.  Pero no podrán nunca sustituir nuestra Conexión.  Hay muchas vías para fortalecerla y creo que a todos nos llega la que necesitamos.

Atardece en DF y ya desempaqué mi gran maleta.  Ordené mi ropa con gratitud mientras bailaba con mi música favorita.  Agradecí cada prenda: tantas por Dios.  Y me preparo a ir a la cama temprano como todos los días,  con un poco menos de tos. Mau salió a comprar agua,  a arreglarle la llanta a la moto y hacer copias de las llaves.  Todo listo para los días que quedan por acá. Sabiendo que ya México me marcó con su bienvenida imprevista.  Y que cada uno de nosotros escoge si hace de los cambios de planes una tragedia o una oportunidad para escuchar.






domingo, 1 de noviembre de 2015

Día de Muertos

Amanece en DF.

Escucho los cantos de los pajaritos por encima de los techos de Colonia Roma.  Descanso de domingo en un pequeño rincón de esta ciudad:  un lugar lleno de gracia,  detalles  y amor.

Ayer casi me devuelvo a Costa Rica.  La tos de hace un mes empezó a hacer mella y empecé a irme en un hueco sin fondo.  Después de calmarme con ayuda de mis amigos y recibir la visita de un médico amigo,  decidí quedarme.

Algo en la responsabilidad de un maestro que nos impide soltar tan fácil.  

Amanezco y lo primero que hago es buscar una alfombra.  Mi amiga tiene un bello petate cubierto con uno de esos sarapes coloridos mexicanos,  no sé si así se dice.  Hago mi primera serie muy lenta,  la medicina indicada para sanarme y que mi cuerpo reconoce con gozo,  a pesar de la incomodidad respiratoria.  Voy con consciencia y sin prisas,  conectada con todos en el shala aunque no esté hoy fisicamente.

Día de Muertos en DF:  de inmediato siento a Guruji cerca.  De todos mis muertos y con mi abuelita materna,  este es el que más extraño de todos.

Después de practicar mi mente está serena.  El cuerpo no muy bien todavía.

"Necesitas descansar"- me dice Alejandro, mi médico,  después que le cuento de los últimos dos meses,  fascinantes y agotadores que he tenido entre intensivos en Costa Rica, Nicaragua y ahora México.  Pronto Argentina.

"Es tal la pasión que siento por lo que hago"-  le digo,  "que no me siento nunca cansada". 

Obviamente,  mi cuerpo no opina lo mismo.  Me receta un sin fin de medicinas y me exige un día en cama.

Accedo a darme un día de descanso total en casa.   A regañadientes tengo que decir.  Hoy empezaba mi trabajo a las 9 am.   Diana y Clo preparan un altar en el shala para celebrar este Día de fiesta tan importante:  dulces, velas,  calaveras y flores adornan la foto de Guruji.  Veo todo por whatsapp.

Me encanta.  Me encanta celebrar la Muerte con la Vida.   Quisiera que mi cuerpo pudiera seguir al pie de la letra el ritmo de mi alma.  Pero sé que le debo paciencia.  Así que hoy descanso.  Mientras releo en español una hermosa novela de Jhumpa Lahiri,  mi escritora india preferida que me encuentro por acá, comprendo que todo lo que sucede es lo mejor que podría suceder.  El cariño de mis amigos en medio de todo esto,  sus cuidados y amor me hacen sentir bien aún a pesar del malestar físico y del estar lejos de casa.

Y sueño con estar bien para ver pronto a la Catrina,  comerme la torta de muertos y celebrar en el shala con el Vande Gurunam.  Sin olvidarme  que hoy la Vida me presta un día nuevo para vivirlo y que puedo,  con alegría,  celebrar a todos los Muertos,  pequeños y grandes.  Presencias perennes amorosas que nos rodean a todos y nos confortan en el ir y venir de estas vidas inciertas.

Pero que a pesar de la incertidumbre son bellas más allá de cualquier cosa.