domingo, 11 de enero de 2015

Caballos de Fuego

Me siento a escribir temblando...literalmente.

La Serie Intermedia guiada por mi maestro es el pico de la semana.   Todos los maestros nos reunimos a sufrir...ja ja

Digo sufrir porque sus cuentas no se parecen ni remotamente a las mías.  Cuando uno practica en casa hay una parte que se pone floja,  que cuenta más lento,  se distrae,  se pierde en la mente.  Cuando estamos con él hay que estar con la atención tan alerta,  tan aguda,  que uno no tiene más opción que estar totalmente en el ahora,  en el presente.  Es casi mágico:  es como caminar por el filo de un abismo y saber que nos podemos desbarrancar en cualquier instante si perdemos el hilo.

Al mismo tiempo es una vivencia mágica.  Sentir la potencia del Prana que viene de su voz y penetra todas las capas de mis ser es una llamada a despertar.  La voz de todos los maestros detrás suyo que siguen estando presentes.  Sentir la fuerza de la vida correr por mis venas y el sudor en mis músculos es para mí un éxtasis.  Será por eso que los hatha yoguis amamos la práctica de asana:  porque nos pone en contacto directo con esa energía en nuestros cuerpos.

Tengo que confesar que más o menos a la mitad de la práctica mi mente tiró la toalla.  Pero tuve la providencia de tener a un colega que admiro y aprecio a mi derecha que me jaló hasta el final.  Es una práctica también de camaradería y apoyo y todos nos sostenemos mutuamente en esta intensidad que me recuerda a una manada de caballos corriendo a máxima velocidad y a la vez,  serenos y pausados en sus movimientos,  casi como en cámara lenta.

Mientras esperaba hoy en las gradas para entrar leía sobre la importancia de tener una finalidad en la vida.  Había un maestro chino que curaba milagrosamente a la gente,  pero antes de que le contaran sus síntomas les preguntaba:  "Cuál es la finalidad de tu vida?"  Si la persona no sabía,  no podía ayudarle.  Sólo con esa respuesta podía realmente curarse.

Mientras practicaba hoy con Sharath me hacía yo misma esa pregunta.  Hace muchos años me hice la siguiente interrogante en un taller de bionergética en medio de un bosque en Costa Rica:

"Adónde está el amor?"

Recuerdo que en esa época de mi vida tenía un escepticismo gigante a encontrar algo de valor en esta vida de sufrimiento.  Estaba bastante cerrada.  A través de mi práctica de yoga la finalidad de mi vida ha mutado y me dí cuenta hoy,  mientras recorríamos con mi maestro los retos de cada postura en la Serie Dos,  que esta frase ha evolucionado. Para sanar,  es necesario saber qué deseamos verdaderamente.

A qué aspiras en lo más profundo de ti mismo@?

Aquí una breve historia sufí,  citada por Jodorowsky,  corrobora todo esto:

Un turista que visita una cantera donde trabajan arduamente dos obreros dando cortes cada uno a un pedazo de roca,  pregunta al primero de ellos:

"Qué hace usted?"

Recibe una respuesta airada:  "Acaso no lo ve?  Me han ordenado tallar esta maldita roca para convertirla en un ridículo cubo!"

Pregunta lo mismo al segundo obrero y éste,  con una sonrisa plácida,  le responde: 

" Me han contratado para que talle la primera piedra de una hermosa mezquita."

La piedra es el símbolo de nuestra vida.
Si no concebimos su finalidad,  enfermamos.

Mi práctica me recuerda que soy un canal de una energía más grande.  Si mi cuerpo está limpio y mi mente tranquila puedo ser un conductor de Amor más eficiente.  Para eso es la práctica,  más allá de la forma externa.

Me rehago esta pregunta aquí en Mysore,  hoy 12 de enero,  a ocho días de mi cumpleaños.





Y tendría que decir que la finalidad de mi vida en este momento es ser un canal del Amor en todos los sentidos y poder compartirlo con todos.  Sé que el Amor es lo único que realmente vale la pena compartir en esta vida.

Y todo lo que no sea Amor en el sentido más profundo de la palabra,  lo despido en el camino con una sonrisa y mucha gratitud.

Pero paso.

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