viernes, 4 de noviembre de 2016

Fuera camaleones

Amo la gente real:  esa que te da la cara sin máscaras,  que te dice las cosas como las siente y que no necesita escudarse de su propia sinceridad.

Siempre en un contexto de amor y respeto por supuesto.

Hoy hicimos un ejercicio de honestidad en el estudio y recibí increíbles testimonios,  algunos muy íntimos,  como si realmente pudiera leer la mente de las personas.  El espacio que se crea cuando podemos ser reales es muy valioso:  es un espacio de crecimiento mutuo en cualquier relación.  Sé dónde estás y te respeto y puedo valorar mis acciones de acuerdo a tu realidad.  No me hago ideas ni imagino cosas que no están sucediendo.

Esto para mí es el máximo regalo en este momento de mi vida.

Me he percatado que a menudo me relacionaba con los demás desde una imagen de esa persona y viceversa.  Se construía un relación falseada,  muy charming al principio pero que se sentía hueca por dentro.   Tener un "careo"- como decimos los abogados,  requiere de mucha confianza entre las partes para poder seguir amando al otro aunque lo que diga nos sorprenda.  La verdad es que las almas siempre saben la verdad- por más que te "pelen el diente",  uno sabe cuando alguien vibracionalmente está alineado con uno y cuando no.

Tantos que hablan a espaldas de los demás.

Mi regla de oro en estos días es intentar no decir nada de alguien a menos que sea algo positivo y constructivo.  Imagino que la persona está presente:  lo que digo podría escucharlo sin problemas. Todo lo que llega a mí en forma de chismes rebota.  Escuchar a alguien que nos llega con comentarios y opiniones sobre una tercera persona es dar pie a la oscuridad.  Observar cómo nuestras palabras pueden herir o salvar:  todo un estudio de svadyaya en estos días para mí.

Pues bien,  hoy recibí sendos correos llenos de verdades y me siento tan feliz.  Siento que tengo interlocutores lo suficientemente valientes y grandes por dentro para dar la cara y reconocer lo que sienten.  Siento que gente así vale su peso en oro.  Seres cuya integridad se manifiesta en acciones concretas,  en realizaciones profundas y sin temor a rectificar.  La honestidad nos permite también aclarar malentendidos y tiende las raíces de relaciones duraderas y fuertes.

Tengo que decir que la mayoría de aquellos que hoy en día forman mi círculo más cercano son personas así.  Aquellos que todavía insisten en dar varias caras se están quedando en el camino. Tengo poca tolerancia en estos días para  camaleones.  Los camaleones viven un infierno,  como lo viví cuando creía que tenía que ser yo misma una versión distinta para cada ser que encontraba en el camino,  tratando de adaptarme y agradar a los demás.  Hoy sé bien quién soy,   qué anhelo,  por qué late mi corazón y esta vibración me está trayendo muchas experiencias nuevas y gente valiosa.

Ser reales tiene una consecuencia:  nos relajamos.  Ya no existe la tensión de sostener lo insostenible ni el estrés de andar con pies de plomo.  Quién nos ama nos conoce y nos acepta y lo mismo hacemos nosotros por ellos.  Hay una complicidad,  una amistad de corazón a corazón y nada de lo que haga el otro puede cambiar eso.


Y nada sustituye el profundo respeto que esto me trae por ese otr@.




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