martes, 20 de octubre de 2015

Brahma Muhurta o la hora sagrada

Regreso a Costa Rica con el corazón lleno de amor.  Y el amor...trae amor.

Me encuentro con tres estudiantes nuevos en el shala.  Es muy interesante lo que dicen en India que la energía del maestro y el estudiante están marcadas desde muchos años antes de nacer.  Existe un acuerdo kármico con nuestros maestros y maestras, uno muy antiguo que tal vez no recordamos con la mente terrenal. Pero tener el regalo de su presencia en nuestras vidas sólo cosas buenas y positivas trae.

Recibí a estos estudiantes para que aprendieran y son más bien ellos quienes me están enseñando tanto.  Veo en sus ojos las ansias de aprender,  el deseo y la humildad para preguntar, interesarse, estudiar.  Ir más allá de lo que su mente les dice,  no darse por vencidos.  Después de meses o años de practicar algunos pierden ese brillo,  esa intensidad.  Creen que "saben",  creen que pueden incluso disertar sobre el asunto.  El yoga es una práctica muy íntima y privada:  no hay nada que discutir con nadie al respecto.  Tal vez de filosofía sí hay más espacio para la discusión y el intercambio verbal, pero no en las prácticas.  Las prácticas son tan personales y tal vez sea sólo nuestro maestro quien debería escuchar sobre ellas.

Ahora parece que todo el mundo "sabe" de yoga.  Cualquiera va a la India una vez y el resto aquí creen que se iluminó.  Ir a la India vale un tiquete de avión y algún riesgo de enfermarse pero no garantiza el despertar.  Al contrario,  algunos vuelven todavía más tapados pensando que ahora sí están listos y pueden guiar a otros.  Toma muchos viajes al Oriente con un maestro serio para empezar a distinguir lo falso de lo verdadero.  Los viajes de turismo son sólo la primera exploración. El viaje externo lo hace cualquiera pero comprometerse con un maestro  muy pocos.  Regresar las veces que sea necesario todavía menos.

O lo hacés o no lo hacés,  decía Yoda a Luke.  No hay medias tintas.  Esto me lo dijo un yogi avanzado,  principiante por cierto,  el domingo pasado en Managua.

Los principiantes son otra historia.  Llegan sin expectativas y todo es nuevo.  Escuchan, dan su máximo esfuerzo.  La mente de principiante no tiene sustituto en el proceso de aprendizaje. Hasta mi maestro Guruji decía que los demás le llamaban Guru,  pero que él era y sería siempre un simple estudiante.  Siempre dispuesto a aprender,  siempre listo a maravillarse.

He pasado un día muy contenta sintiendo cada vez más que mi labor consiste en ofrecer un espacio más allá de las palabras y la técnica.  Un portal para que el que sea realmente serio se explore.  Y la seriedad no tiene nada que ver con los años de práctica o las asanas de fotografía.  Eso puede estar pero no garantiza ningún profundidad.  Tantos yogis de foto cuyas vidas son caóticas.  Tantos fotógrafos que no distinguen una payasada de un momento de conexión.  El mundo se entusiasma cada día más con esta práctica y temo por su integridad.  Pero sé que mi maestro me protege de todo lo que pueda confundirme, incluidas compañías mediocres y amistades vanas.

Mis tres estudiantes nuevos vienen mañana temprano.  La primera prueba para venir a este espacio es la hora.  Si están dispuestos a levantarse a las 4 am para estar aquí a las 5,  son de los nuestros.  La gente que empieza desde ahí a poner excusas-  esa ni llega o se van rápido.  Hay espíritus que no se dan por vencidos:  para ellos es este manjar.

Me duermo a las 9 am todos los días para levantarme temprano.  Mañana sé que tres almas más se unen a las filas de los que anhelamos un cambio real a través del yoga.  Gente normal y corriente con vidas ordinarias:  y lo extraordinario viene cuando todos entramos en ese espacio sin tiempo y  sin palabras.  Un espacio que de alguna manera refleja nuestro profundo deseo por verdad.

Brahma Muhurta amada:  la hora de las prácticas espirituales en India,  la hora de honrar al que ES.  Llegar a la alfombra,  nuestro territorios, nuestras vidas y día a día,  con paciencia y devoción,  ir preparando nuestro corazón.

Para que cuando llegue el dulce instante de transcender...
tengamos un lugar conocido y seguro por dentro desde donde podamos soltar en paz y gratitud.




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