martes, 31 de enero de 2012

Haz tu mejor esfuerzo

Escribo después de mi práctica.  Para los que saben un poco de Ashtanga Yoga,  el sistema está concebido en Series.  La Primera Serie,  la más importante de todas,  desintoxica cuerpo y mente de patrones inútiles.  Todo lo que pensamos y sentimos se adhiere a nuestros músculos y tejidos y después de varios años de práctica,  el cuerpo gentilmente va soltando todo.  La Segunda Serie comienza a abrir el cuerpo emocional.  Por eso es que una querida amiga de aquí en Mysore, Sistashree,  dice que cuando la gente empieza con esta Serie se vuelven muy "mean".  Todo aquello que nos dolió,  que nos tragamos porque no sabíamos cómo procesarlo o llorarlo,  todo el miedo y la ansiedad,  las pérdidas y dolor sale a la superficie.  Después de otro montón de años de hacer segunda,  iniciamos Tercera Serie y ahí estoy yo.  La Tercera Serie es lo más difícil que existe en esta tierra,  por lo menos para mí.  Son una serie de balances de brazos ininteligibles para mi pobre mente occidental.  Con razón dicen que otorga el Sthira Baga,  la fuerza de Dios.  Yo no siento la fuerza pero ni de un pequeño ratoncito.  Paso temblando toda la hora y media que estoy en el shala.  No ayuda que todavía tengo una tos que no se va,  de día y de noche.  Observo cómo mi mente busca una salida de este laberinto.  Mil excusas para no ir mañana...pero me digo:  cuánto esfuerzo para estar aquí, cuánto gente que me apoya en Costa Rica para poder venir a Mysore.  No me doy por vencida!  y me viene la lección de hoy:  hago mi mejor esfuerzo,  trato de vivir mejor mi vida.  Yo creo que cualquier esfuerzo que hacemos,  si lo ofrecemos a nuestra Deidad,  está lleno de significado. Todos podemos expresar nuestros sentimientos y amor más profundo a través de nuestras obras y   navegar cada día en nuestra pasión, devoción,  energía y excelencia.  Así,  nuestras labores no sólo inspiran a otros, sino que tienen un impacto en la vida de aquellos a nuestro alrededor. Podríamos hacer lo mismo refunfuñando,  quejándonos y maldiciendo.  Al final,  el esfuerzo es el mismo,  pero la vibración del esfuerzo no.   Podemos volvernos unos maestros en los detalles de la vida:  ayer leía un libro sobre un padre y abuelo cuya especialidad era lavar los trastos. Todas las noches después de la cena,  él se encargaba de esa labor.  Su esposa cocinaba y él decía que le ayudaba a hacer la digestión.  Mientras la familia se preparaba para acostarse, podían escuchar el ruido de los platos abajo en la cocina.  Al día siguiente,  todo amanecía pulcro,  limpio,  lleno de amor para recibir el nuevo día.  Ese mismo abuelo amaba también jardinear.  Pasaba días completos preparando la tierra,  sembrando semillitas que más adelante se convertirían en flores,  verduras y frutas. Tantos hombres,  especialmente en nuestro retardado país de tradiciones machistas,  que nunca han tocado un trasto en su vida ni plantado una flor. Y cómo una labor tan simple y pequeña transmuta en un acto de amor y solidaridad hacia los que se ama...es casi mágico.  Que todos hagamos de nuestro quehacer,  por simple e insignificante que parezca, una labor de amor.  Que cualquier sueño de grandiosidad se desmorone ante el impacto que puede tener una acción consciente,  meditada,  significativa.   Así no hay nada muy difícil.  Así hasta la Tercera Serie puede ser una ofrenda de amor.

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