jueves, 19 de enero de 2012

Nada se compara

Día de "mal de patria".  Todo muy bien hasta que empiezo a leer los mensajes de FB por el cumpleaños.  Cada  uno de los que me escribieron me encienden una lucecita en el corazón.  Después me pongo a ver fotos de los chicos en la compu...y me entran las ganas terribles de regresar.  Marco se devuelve la próxima semana y desearía con todo mi corazón irme con él.  Amo estar aquí,  pero ya no es igual que antes.  Antes,  añoraba India cada año como un escape de mi realidad.  Ahora,  sé que este es un momento pasajero y que anhelo regresar.  Creo que ha sido un proceso de madurez en esto del yoga.  Mucha gente vive sus prácticas como un escape de sus vidas:  no están con quién quieren estar,  no están haciendo lo que tienen que hacer. Me dijo un querido amigo una vez, Benjy,  que la bendición más grande que podemos tener en la vida es saber exactamente cómo podemos servir.  Yo sé que ya yo lo encontré:  todas las razones de mi existencia toman sentido cuando pienso en mis queridos hijos.  Los siete.  Cada uno de ellos me hace querer ser mejor persona.  Cada uno me inspira distintas emociones:  honor,  juego,  intensidad y pasión,  inteligencia,  sensibilidad,  ternura y valentía.  Cada uno me impulsa a hacer bien lo que hago y a desarrollar todo mi potencial en esta vida.  Me han enseñado a diario y por ya varios años:  el valor de la paciencia,  la inocencia y dulzura,  el servicio desinteresado.  Ellos han sido mis maestros,   aún incluso antes de que encontrara mi camino.  Me lo siguen reafirmando día a día.  Los observo en sus vidas,  explorando y creciendo,  y me inspiran a vivir mi vida a través de siete lentes de hermosos colores.  A veces, cuando me siento débil,  pienso en Hernán y en su decisión de irse a Alemania a estudiar.  Me admiro ante su fortaleza de enfrentar una cultura nueva,  soltar lo conocido y aventurarse sin miedo.  Cuando me siento muy rígida,  recuerdo la risa de Adri y todo se aliviana. Cuando estoy sudando en medio de mi práctica en el shala,  tomo de Ariel su empuje y fuerza de alma.  Cuando no estoy muy segura sobre qué decisión tomar,  recuerdo la capacidad de análisis de Gabri y su serenidad interna.  Si me siento sola,  recuerdo a Gael haciéndome cariño en la espalda antes de dormirse-cuando debería ser al revés.  Y los ojitos de Theo me abren de par en par por dentro,  sobre todo cuando recuerdo las que pasamos juntos en su nacimiento. Me enseñó a apreciar tanto la vida al estar tan cerca de la muerte. Y finalmente,  Matías me enseña a diario el amor incondicional,  la fuerza de venir al mundo con la certeza que el Amor es lo único que vale la pena,  pensando sólo en darlo y no en recibirlo.  Mientras escribo esto,  lloro sobre el teclado añorándolos profundamente.  Sólo quedan 18 días aquí pero parecen tantos.  El hogar me llama,  el sol del yoga,  el Surya...saber que este camino es el de regreso a lo que amamos,  para poder sentir más plenamente y así,  genuinamente,  poder regresar al hogar...


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