jueves, 7 de enero de 2016

Sétimo Viaje: realmente quiero hacer esto?

Supimos de mi embarazo y estábamos totalmente en éxtasis.


Gabriel, mi hijo menor de la primera camada,  tenía ya casi 10 años.  Sin embargo,  mi cuerpo reconoció inmediatamente los primeros síntomas:  náuseas,  mareos y vómitos empezaron a manifestarse.  No pensamos quedar tan rápido,  pero ese es uno de los efectos del Ashtanga:  lo pone a uno muy fértil.  

En nuestras divagaciones enamoradas no estábamos pensando muy claro: incluso consideramos el nombre Maitreya para el bebé!  Maitreya es la próxima encarnación del Buda,  pero el nombre era terrible.

En medio de este panorama,  la primera reacción de mi cuerpo fue,  sin embargo, de pánico:  

" Y ahora qué iba a hacer? y si no podía practicar?  
Cómo abandonar mi oasis,  mi santuario, mi mat?".

Creo que esta fue la lección más grande que mi bebé Gael me dio:  me obligó a soltar mi alfombra.  Los primeros tres meses fueron tan intensos que recuerdo que a veces no podía levantarme de la cama y todo daba vueltas.  En el mat,  intentaba hacer un par de posturas y caía al niño totalmente descompuesta.

En este estado tan penoso, decidí sin embargo regresar a India.  Sacando fuerzas de no sé dónde, me despedí en ese estado tan frágil de mi esposo e hijos y tomé de nuevo los tres aviones al otro lado del mundo.  El viaje fue simplemente una pesadilla.  Una vez en India,  el cambio de horas y jet lag aumentaron sustancialmente las náuseas y vómitos: se pusieron tan intensos que cuando llegué no pude aparecerme en el shala por tres días.  

En estos días me estuve cuestionando seriamente si me había vuelto loca:  qué hacía aquí tan lejos de mi familia,  de mi esposo que extrañaba horriblemente y volviéndome al revés unas 10 veces al día sin ningún apoyo?  

Era esto lo que realmente quería hacer?

Gael me enseñó a empezar de nuevo.  Les dije a mis maestros que estaba embarazada y aunque ya tenía 3 meses y casi no se me notaba,  Sharath me puso a practicar con su mamá,  Saraswati. Adiós a mis posturas avanzadas de Tercera Serie.  A empezar de nuevo,  lento,  con muchas variaciones.  Y aún así,  era difícil porque el cuarto seguía girando y estaba bajando de peso peligrosamente.  Después de practicar,  caminaba por las calles de Gokulam,  las vacas aparecían en technicolor,  los niños y sus risas sonaban distantes y el cielo de India parecía una cúpula. Estaba inmersa en mi propia  película surrealista:  llegaba a mi cuarto- esta vez  por dicha un apartamento muy acogedor en la casa de una familia india-  y dormía todo el día.  Me levantaba sólo para vomitar.

Marco llegó después de dos semanas.  Recuerdo que eran las 3 de la mañana cuando escuché el motor diesel del taxi que lo traía de Bangalore.  Fue el sonido más dulce para mis oídos.  Nos abrazamos,  lloramos,  felices de estar de nuevo juntos y yo un poco menos asustada.  El mes transcurrió más sereno con la compañía de mi esposo.  Practicábamos temprano y luego íbamos por nuestra pipa de rigor.  Guru,  el vendedor de pipas,  nos recibía con su sonrisa amplia en el Coconut Stand.  De ahí,  las caminatas eran un regalo,  los paseos en rickshaw por la ciudad una aventura y simplemente,  andar juntos de la mano lo mejor de lo mejor.

Al finalizar el mes,  recibí mi autorización.  Fue uno de los días más felices de mi vida!  Decidimos irnos a celebrar fuera de Mysore y el destino fue Tiruvanamalai.  Allí habitó el santo más santo de India,  Ramana Maharshi.  Esta montaña sagrada está a unas 10 horas en tren de Mysore y a otras 3 en bus.  Aunque el viaje fue pesado,  estar en ese lugar fue un regalo a todos los niveles. Agradecida con mi vida,  caminé por aquella montaña que todavía alberga la vibración de ese ser de luz.  Encontramos un baba,  un santo,  que nos hizo una ceremonia para el bebé y nos dio muchas bendiciones. Comimos una ceniza bendita y recibimos todos los parabienes para este ser que estaba en mi vientre.

De Tiruvanamalai nos fuimos a Goa,  al otro extremo del continente hacia el oeste.  El mar Arábigo nos recibió con su calidez,  encontramos caracolitos de todas las formas y colores posibles  en sus playas y disfrutamos del sol y la calidez de su gente.   Me sentí mucho mejor en la playa,  con el abrazo de mi marido y la sensación de haber cumplido con mi sueño.

Un día, mientras caminaba por las calles,  topé con una hermosa mujer india que vendía textiles.  Ya el bebé comenzaba a notarse y me echó todas las bendiciones habidas y por haber.  Me dijo:  "If you ask for Krishna,  you get Krishna."  Y hasta la fecha,  su premonición es totalmente cierta.   Dicen el Bhagavad Gita,  una de las obras más importantes en la literatura de este país, que el alma que nace en un hogar de yogis es la más avanzada y sabia de todas.

Gael nació 6 meses después en una piscina de agua calientita.  Fue un parto intenso y hermoso. Ya va a cumplir 8 años y pasa preguntándome sobre India y el Yoga.  Ama estar presente en las clases y me pide continuamente que lo lleve de regreso.  Señala India en el mapa con mucha familiaridad y ninguno de nosotros se lo enseñó.  Es naturalmente vegetariano:  nunca quiso comer carne de ningún tipo.

Este bebé que estuvo conmigo en los momentos difíciles,  este bebé que me enseñó la humildad de empezar de nuevo y de no aferrarme a nada en el exterior.  Esta es una práctica interna y sus frutos no se ven con los ojos.

Gracias Gael por enseñarme que los obstáculos encienden aún más nuestras pasiones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.