sábado, 2 de enero de 2016

Segundo Viaje: continuación

Me remonto a esa terraza en la casa de Guruji en Mysore hace más de 10 años:  Guruji,  en su inocencia y amor profundo por sus estudiantes, me pasó al seno de su hogar con la máxima naturalidad.  Adentro,  conocí a Saraswati,  su hija,  a su nieta y hermana de Sharath, Sharmila y a sus niños pequeños.  Estaban tendiendo la ropa. Hablaban en un idioma muy rápido, después supe que se llama Kannada, su dialecto.  Habían niños jugando, risas y el ambiente era muy relajado. Conocí a mi maestro en su palacio de abuelo,  padre y rodeado de quiénes amaba.  

Desde ahí me cautivó.

El Ashtanga Yoga es una práctica diseñada para los householders, decía él.  Todos aquellos que tenemos obligaciones y responsabilidades con nuestras familias,  trabajos y anhelamos seguir un camino espiritual, pero no nos es posible renunciar e irnos a los Himalayas,  para nosotros se creó este Yoga.  En medio de nuestro ajetreo diario,  nuestras preocupaciones y cosas que no salen bien en la diaria rutina,  esta práctica se abre como un lago sereno,  nuestro espacio de recuperación y progreso íntimo.

A veces,  en medio del desgaste de  la rutina y el día a día,  anhelo estar muy lejos de todo lo que me rodea. Pero luego,  siento el abrazo de uno de mis hijos,  sus ojos vivaces y llenos de preguntas propias-que algún día tendrán que contestar ellos mismos.  Me llena tanto poder estar cerca de ellos y de alguna manera, mostrarles que hay algo más que el ascenso social,  los apellidos y el consumismo.  Me alegra saber que tienen una madre diferente que no se parece a ninguna en su escuela,  empezando por los tatuajes.

Guruji,   aún con toda su amabilidad y bondad,  no pudo interceder por mí ante Sharath esa misma tarde. Llegué a las 3 como se me dijo y hablé con él.  Le conté que tenía muchas ganas de practicar, pero que sólo me quedaba una semana y tenía que regresar a Costa Rica.  Tenía, además,  que viajar de regreso a Delhi en el norte de donde salía el avión.

La respuesta de Sharath fue corta y contundente:  "One month, you practice.  Only one month."  Salí de la oficina del shala llorando. Recuerdo que las lágrimas me impedían ver.  "Tan cerca y tan lejos",  "tan cerca y tan lejos",  me repetía a mí misma maldiciendo mi suerte.  Ahí estaba el shala,  los maestros,  el azúcar...y yo no podía probarlo.

Fui a un restaurant en el centro de Mysore que tenía una terraza abierta al atardecer.  Desde ahí,  maldije mi suerte.  "Si no tuviera hijos, podría quedarme."  Lloraba y me embargó una tristeza muy profunda ante mi destino.  Sabía que ahí en Mysore había algo muy grande para mi alma,  sin embargo,  no podía quedarme un mes más.

Quién iba a saber que regresaría muchas veces más a este lugar que amo?  Que saborearía el azúcar una y mil veces,  como sigo haciéndolo cada día de mi vida. Que hoy me reiría de mi drama tan grande y que finalmente comprendería que todo estaba diseñando perfectamente para lo que tenía que aprender.

Primero y sobre todo,  que mi familia es el tesoro más grande.  Que nunca fueron obstáculo,  era yo la que no podía todavía apreciar su belleza y valor en mi evolución.

Segundo,  que cuando uno está listo el maestro aparece. Y cuando aparece,  todo se confabula para que uno esté cerca de ellos.  Se lleva cualquier limitación de nuestras mentes pequeñitas y con su Gracia, abre el camino para el contacto.

Tercero, y sobre todo,  ese día aprendí de nuevo a soltar.  A soltar con dolor lacerante,  pero no tuve más remedio que tomar ese tren de tres días de regreso al norte,  después tres aviones más de regreso a San José y en medio de todo el torbellino vital,  abrazar a quiénes amo con fe en que algún día regresaría.

La lección más grande que podía darme mi maestro,  la Sétima Serie como él decía-mi familia-  me la ofreció a la pura entrada de nuestra relación.  Ahora todo toma sentido y veo la perfección de nuestro encuentro en ese momento. 

Regresé a Costa Rica,  seguí practicando sola.  Me caía,  me lesionaba,  me sentía desmotivada pero logré,  a brincos y a saltos,  montar mi primera serie.  El siguiente viaje- un año después- estaría lleno de enseñanzas, una vez más, como sólo India puede brindar.



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