Terminan mis días en Mysore.
Han sido interminables los obstáculos que he enfrentado en mi camino para poder regresar a India tantas veces. Como madre no tengo el lujo de venir y quedarme tres meses o más: un mes es el límite para mi corazón. Ya va más de uno y siento la ausencia devastadora de mi familia carcomiéndome las entrañas.
Cuento los días y las horas para abrazar a mis retoños.
Pero como la vida es una paradoja y por más que intentemos explicarla siempre nos quedamos cortos, a través de estos viajes he podido encontrarme. He podido escucharme con claridad: después de cada práctica mi mente está serena y mi cuerpo no estorba. Mis emociones están tranquilas y puedo contemplar las opciones que la vida ofrece en este momento desde mi centro. Y siempre digo que lo que viene a mí aparece en sincronía perfecta con el siguiente paso.
Me muevo sólo cuando hay una pulsión certera en mi corazón. Como un imán que me atrae. Así decía Guruji del maestro: por más que intentemos no seguir su energía, está ahí potente y nos jala. En estos años he aprendido a no resistirme: creo que esa ha sido la enseñanza más importante. He aprendido a escuchar la fuerza de esta pulsión sintiéndola por debajo de todos los razonamientos, probabilidades, cálculos y bla bla bla...
Y cuando regreso a Mysore tengo instantes tan sublimes y perfectos. Destellos generosos en mi búsqueda. Confirmaciones simples y profundas al intercambiar una mirada mientras camino de regreso del shala a mi apartamento cada mañana.
Sonidos, olores, imágenes, brisa, rayitos de sol...
No sé si es que el lenguaje del alma se exprese así. Sólo sé que toda esta confluencia de sensaciones y sentimientos me hacen decantar en un espacio mío y sólo mío que necesito para sobrevivir durante los próximos meses, rodeada del día a día, del rastro a veces pesado y monótono de esta vida humana per se.
Mysore se sostiene en mi mente y corazón como una especie de Narnia a lo cual añoro regresar.
Tengo tres días más para cerrar apartamento, empacar, despedirme, darlo todo en mi práctica y decirle hasta pronto a mi maestro. Me siento profundamente honrada de haber cruzado cables energéticos con este ser que admiro y que me ha movido como nadie en mi vida. Yo misma no hubiera hecho sola ni una milésima del cambio. Me hubiera rendido a mis dudas, a mis miedos, a mis inseguridades perennes.
Hubiera continuado apegada a una idea externa de lo que tiene que ser este rayo fugaz y violento llamado vida y que como un milagro tengo en mis manos en este momento.
Me preparo con gratitud infinita, lágrimas y anhelos. Me preparo para el reencuentro con aquellos que amo, abrazos cálidos, palabras dulces. Me preparo para un grupo de estudiantes ávidos de afianzar sus propios sueños, amarrar cabos sueltos y lanzarse con fe hacia esa pulsión sagrada, imposible de colmar con todo aquello que no sea verdad.
Mysore en cada poro, la atmósfera de ese shala- espacio suspendido entre planos, la energía apabullante y sólida que gira alrededor de alguien inspirado, entregado, dispuesto y amable, lleno de devoción por aquello en que cree con fervor.
Mi corazón deja un pedazo en India, otro más. Y el resto vuela con esperanza, con fuerza y alas reconstruidas a reencontrarse con su destino.
Costa Rica de mi corazón: vuelo hacia vos.
Han sido interminables los obstáculos que he enfrentado en mi camino para poder regresar a India tantas veces. Como madre no tengo el lujo de venir y quedarme tres meses o más: un mes es el límite para mi corazón. Ya va más de uno y siento la ausencia devastadora de mi familia carcomiéndome las entrañas.
Cuento los días y las horas para abrazar a mis retoños.
Pero como la vida es una paradoja y por más que intentemos explicarla siempre nos quedamos cortos, a través de estos viajes he podido encontrarme. He podido escucharme con claridad: después de cada práctica mi mente está serena y mi cuerpo no estorba. Mis emociones están tranquilas y puedo contemplar las opciones que la vida ofrece en este momento desde mi centro. Y siempre digo que lo que viene a mí aparece en sincronía perfecta con el siguiente paso.
Me muevo sólo cuando hay una pulsión certera en mi corazón. Como un imán que me atrae. Así decía Guruji del maestro: por más que intentemos no seguir su energía, está ahí potente y nos jala. En estos años he aprendido a no resistirme: creo que esa ha sido la enseñanza más importante. He aprendido a escuchar la fuerza de esta pulsión sintiéndola por debajo de todos los razonamientos, probabilidades, cálculos y bla bla bla...
Y cuando regreso a Mysore tengo instantes tan sublimes y perfectos. Destellos generosos en mi búsqueda. Confirmaciones simples y profundas al intercambiar una mirada mientras camino de regreso del shala a mi apartamento cada mañana.
Sonidos, olores, imágenes, brisa, rayitos de sol...
No sé si es que el lenguaje del alma se exprese así. Sólo sé que toda esta confluencia de sensaciones y sentimientos me hacen decantar en un espacio mío y sólo mío que necesito para sobrevivir durante los próximos meses, rodeada del día a día, del rastro a veces pesado y monótono de esta vida humana per se.
Mysore se sostiene en mi mente y corazón como una especie de Narnia a lo cual añoro regresar.
Tengo tres días más para cerrar apartamento, empacar, despedirme, darlo todo en mi práctica y decirle hasta pronto a mi maestro. Me siento profundamente honrada de haber cruzado cables energéticos con este ser que admiro y que me ha movido como nadie en mi vida. Yo misma no hubiera hecho sola ni una milésima del cambio. Me hubiera rendido a mis dudas, a mis miedos, a mis inseguridades perennes.
Hubiera continuado apegada a una idea externa de lo que tiene que ser este rayo fugaz y violento llamado vida y que como un milagro tengo en mis manos en este momento.
Me preparo con gratitud infinita, lágrimas y anhelos. Me preparo para el reencuentro con aquellos que amo, abrazos cálidos, palabras dulces. Me preparo para un grupo de estudiantes ávidos de afianzar sus propios sueños, amarrar cabos sueltos y lanzarse con fe hacia esa pulsión sagrada, imposible de colmar con todo aquello que no sea verdad.
Mysore en cada poro, la atmósfera de ese shala- espacio suspendido entre planos, la energía apabullante y sólida que gira alrededor de alguien inspirado, entregado, dispuesto y amable, lleno de devoción por aquello en que cree con fervor.
Mi corazón deja un pedazo en India, otro más. Y el resto vuela con esperanza, con fuerza y alas reconstruidas a reencontrarse con su destino.
Costa Rica de mi corazón: vuelo hacia vos.
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