miércoles, 27 de enero de 2016

Narnia

Terminan mis días en Mysore.

Han sido interminables los obstáculos que he enfrentado en mi camino para poder regresar a India tantas veces.  Como madre no tengo el lujo de venir y quedarme tres meses o más:  un mes es el límite para mi corazón.  Ya va más de uno y siento la ausencia devastadora de mi familia carcomiéndome las entrañas.

Cuento los días y las horas para abrazar a mis retoños.

Pero como la vida es una paradoja y por más que intentemos explicarla siempre nos quedamos cortos, a través de estos viajes he podido encontrarme.   He podido escucharme con claridad:  después de cada práctica mi mente está  serena y mi cuerpo no estorba.  Mis emociones están tranquilas y puedo contemplar las opciones que la vida ofrece en este momento desde mi centro.  Y siempre digo que lo que viene a mí aparece en sincronía perfecta con el siguiente paso.

Me muevo sólo cuando hay una pulsión certera en mi corazón.  Como un imán que me atrae.  Así decía Guruji del maestro:  por más que intentemos no seguir su energía,  está ahí potente y nos jala. En estos años he aprendido a no resistirme:  creo que esa ha sido la enseñanza más importante.  He aprendido a escuchar la fuerza de esta pulsión sintiéndola por debajo de todos los razonamientos, probabilidades, cálculos y bla bla bla...

Y cuando regreso a Mysore tengo instantes tan sublimes y perfectos.  Destellos generosos en mi búsqueda.  Confirmaciones simples y profundas al intercambiar una mirada mientras camino de regreso del shala a mi apartamento cada mañana.

Sonidos,  olores,  imágenes,  brisa,  rayitos de sol...

No sé si es que el lenguaje del alma se exprese así.  Sólo sé que toda esta confluencia de sensaciones y sentimientos me hacen decantar en un espacio mío y sólo mío que necesito para sobrevivir durante los próximos meses,  rodeada del día a día,  del rastro a veces pesado y monótono de esta vida humana per se.  

Mysore se sostiene en mi mente y corazón como una especie de Narnia a lo cual añoro regresar.

Tengo tres días más para cerrar apartamento, empacar, despedirme, darlo todo en mi práctica y decirle hasta pronto a mi maestro.  Me siento profundamente honrada de haber cruzado cables energéticos con este ser que admiro y que me ha movido como nadie en mi vida.  Yo misma no hubiera hecho sola ni una milésima del cambio.  Me hubiera rendido a mis dudas,  a mis miedos, a mis inseguridades perennes.

Hubiera continuado apegada a una idea externa de lo que tiene que ser este rayo fugaz y violento llamado vida y que como un milagro tengo en mis manos en este momento.

Me preparo con gratitud infinita,  lágrimas y anhelos.  Me preparo para el reencuentro con aquellos que amo,  abrazos cálidos,  palabras dulces.  Me preparo para un grupo de estudiantes ávidos de afianzar sus propios sueños,  amarrar cabos sueltos y lanzarse con fe hacia esa pulsión sagrada, imposible de colmar con todo aquello que no sea verdad.

Mysore en cada poro,  la atmósfera de ese shala- espacio suspendido entre planos,  la energía apabullante y sólida que gira alrededor de alguien inspirado,  entregado,  dispuesto y amable,  lleno de devoción por aquello en que cree con fervor.

Mi corazón deja un pedazo en India,  otro más.  Y el resto vuela con esperanza,  con fuerza y alas reconstruidas a reencontrarse con su destino.




Costa Rica de mi corazón:  vuelo hacia vos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.