miércoles, 6 de enero de 2016

Quinto Viaje: el pelo se va


Amanezco feliz de irme a practicar.

Me toca esperar casi una hora.  Entre entradas y salidas,  Sharath se acerca al vestíbulo donde esperamos y bromea con nosotros.  Alguien abrió la ventana:  

"Bikram Yoga!- nos dice con una sonrisa.  El ambiente se relaja.  Después llega una mamá con dos bebitas,  una de ellas en brazos.

De inmediato las recibe con cariño y bromea con la pequeña que ya camina:   "Where is your pass?"  La toma en brazos y la sienta en su silla,  recordándonos a todos la inocencia a que aspiramos.

Su humanidad y dulzura me abren el corazón.  

"One more!"- dice con su voz fuerte y potente y me manda a la esquina de la salida del baño de hombres.  Un spot no muy cómodo.  Sé que innumerables pies masculinos pisarán esta mañana mi mat.  Así que me rindo a la beatitud del ahora.

Sé que estamos todos en su mente.  Cuando llegan los backbends finales uno de los asistentes me ayuda, bajo el ojo cuidadoso del Boss.   Mi asistente intenta llevarme demasiado profundo y de inmediato recibe una reprimenda.  "Not yet"- le dice,  sabiendo que es apenas mi primera semana.  

Me siento cuidada hasta el infinito. A pesar del tumulto,  a pesar del gentío.  Sé que todos estamos en él y él en nosotros.  

Y me devuelvo en el tiempo.  Hoy toca el Quinto Viaje.

Quinto viaje: el pelo se va


Llegué a India renegando de mi suerte de ser madre soltera de cuatro muchachos.  India me devolvió la fe en mi familia y en el amor.  Pero para que esto sucediera pasaron muchos años.  Tuve que encontrar ese lugar interno que cada día se torna más profundo, más hacia adentro.  Pero no es fácil realizar que uno se ha equivocado. Desde los primeros contactos con ese lugar el resto de mi vida comenzó a alinearse, no sin resistencia y miedo,  pero con la convicción total de que era imperativo hacer cambios.

En mi quinto viaje tomé la fuerza para terminar una relación posterior a mi primer matrimonio que necesitaba terminar.  La segunda serie me fue llevando a ese lugar interno donde uno ya conoce la respuesta...pero a veces toma un tiempo dar el paso.  Después de este viaje,  tuve el coraje de dejar ir y ahora viendo hacia atrás, veo que era exactamente lo que necesitaba hacer para continuar.

Durante ese mes en Mysore,  conocí nuevos amigos que también estaban,  al igual que yo, luchando con el Pinchu Mayurasana,  el Karandavasana y las 7 paradas finales de cabeza de la Segunda Serie.   Pero más allá de eso,  estaban buscando un espacio personal en medio de sus vidas ajetreadas como padres y madres de familia y sus trabajos y quehaceres.

Una de mis amigas, Tara,  tenía una bebé preciosa:  Marianne.  La admiré muchísimo por llevar a India una criatura de un año y medio,  pero fue una alegría conocerla e incluso hacer de niñera para ella y Jason,  el papá. Esta mami  tenía una práctica impecable y ahí supe que una mujer puede seguir practicando Ashtanga incluso a través del embarazo y postparto.

Fueron días de tranquilidad,  Kirtan,   música y paseos.  Practicábamos a las 4:30 am,  luego íbamos en scooter a las afueras de Mysore,  a los ríos, los pueblos vecinos y los templos. Todos ellos tenían familias,  algunos de ellos estaban dolorosamente separados de sus esposas e hijos y lloraban su ausencia.  Vi a estos yogis y yoginis modernos,  dejando sus hogares,  sus trabajos, viajando con tanta devoción al otro lado del mundo, llenos de anhelo y deseo por algo más.   Me inspiraron y lo siguen haciendo.

Fue un tiempo de reflexión profunda sobre mi propia vida y el nuevo rumbo que estaba tomando. Preguntarnos con quién queremos compartirnos el día a día es una de esas preguntas vitales que necesita una respuesta honesta desde lo más profundo del corazón.

Regresé a Costa Rica a poner los puntos sobre las íes.  Todavía me faltaba un pedazo del trayecto de terminar esa relación y tuve momentos de duda y desasosiego.  Sin embargo,  mi práctica constante me continuaba mostrando el camino:  esto del Yoga se volvía cada día más central.

Solté la relación con la fe de que si alguien tenía que aparecer y comprender mi camino,  Dios proveería.

Me rapé la cabeza.  Dice un querido amigo que el pelo carga todas las emociones.  Bueno,  creo que es cierto.  Mi pelo, que siempre había usado largo,  cayó y con él cayeron mil cargas y pasado. A mi entonces pareja se le terminó de parar el pelo...literalmente.   Creo que estaba más apegado a mi pelo que yo.  Pero en fin,  este acto marcó un antes y un después.





Una etapa marcada por el anhelo de libertad,  las ansias de Dios y de paz interna.

Una nueva etapa nacía y mi propósito amado era que todo fuera congruente con mi práctica y mi intención.  Lo viejo fue cayendo,  un bloque a la vez, igual que mi cabello.

Y de pronto,  me vi sola en una espacio sin limitaciones.
Todo era posible.

Empezaba a escribir mi propia historia.

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