lunes, 11 de enero de 2016

Décimo viaje: la vida es nueva

En el año 2012 viví la revolución más grande de mi vida.


Comencé a cuestionarme todo.  A observarme con atención,  a realizar si cada cosa era lo que necesitaba en mi dharma.  

A finales de año,  Marco y yo partimos a India en el que sería nuestro último viaje juntos.  Fuimos de nuevo al norte y terminamos en Mysore.  Yo con Sharath y Marco con Saraswati.  En total practicó cuatro viajes con ella y todavía la llama su maestra. 

La recuerda siempre con cariño y devoción.

Marco regresó a Costa Rica y yo me quedé en India con mi práctica que cada día se ponía más intensa.  La Tercera Serie está hecha para darnos una fuerza nueva que no viene del ego:  una fuerza que nace de la más profunda humildad.  Sus posturas y secuencia son tan brutales que sentía que me arrancaban los brazos y lloraba de impotencia y de dolor en el shala.  En mi torpeza inicial mi mente sólo me decía que no era posible para mí,  que mis muñecas no eran los suficientemente fuertes,  que mis bandhas estaban desaparecidos por los embarazos y que todo era una locura.

Llegaba al apartamento partida en dos,  algunos días simplemente a llorar.  Otros a meditar y entender qué diablos me estaba pasando.  Me sentía partida, escindida.  Una parte anhelando con tanto deseo verme con sinceridad y otra parte aterrorizada ante lo que veía.  

Mi alma anticipaba un rompimiento muy grande de estructuras:    una muerte.   

Cada día salía del shala sorprendida de estar en una pieza.  Cada día me cuestionaba si era cuerdo regresar.  Así pasé un mes.  Además sintiendo mi corazón partido ante las demandas de mi camino y las responsabilidades de esposa.  Sintiéndome siempre que no daba la talla.  Sintiendo que no podía con tanto.

Los acontecimientos del siguiente año a mi regreso a San José se encargaron por sí solos de darme respuestas.  Lo que estaba sólido permaneció:  lo que no simplemente se fue.  Guruji decía que la práctica nos da el regalo de limpiar nuestras vidas de lo que no va con nuestro camino espiritual y de atraer como un imán lo que sí necesitamos para avanzar.

Así que me dejé despojar- con bastante resistencia.  En un momento luché por regresar a lo conocido, a lo cómodo.  Por sostener mi estructura que ya estaba resquebrabajada.  La estructura caía cada día un poco más y yo observaba como todo el entorno me pedía a gritos volver a ser la de "antes".

Pero ya era demasiado tarde.

El camino estaba trazado y la decisión tomada desde nuestros espíritus.  Mi ego tuvo serios problemas en alinearse pero la práctica diaria se encargó finalmente de acomodar todo. 

La entrega había sucedido y ahora sólo tenía que vivir con las consecuencias.





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