viernes, 31 de enero de 2014

A propósito del Año Chino del Caballo

Cuando me di cuenta de que era un Caballo de Fuego en el horóscopo chino me asusté.

Sucede cada 60 años. Escuché historias de terror de que los chinos ahogaban a los pobres niños que nacían con este signo.   Que podíamos usar nuestro potencial para causar mucho bien o mucho mal y por ello, preferían evitarse el riesgo.

Mi vida se divide en dos:  creo que la primera parte podría describirse como un dar palos de ciego.  No sabía quién era,  para dónde iba.  Sólo reaccionaba, la mayoría de las veces impulsivamente y sin pensar ni sentir.

Tuve la inmensa dicha de materializar mi ego- como decía Osho- casándome en primeras nupcias con un Caballo de Fuego igual que yo.   Inmenso aprendizaje a una edad muy temprana que me ayudó a sacudirme y despertar de la modorra juvenil.

El cambio llegó cuando empecé a buscar algo,  doblada por el dolor pero no sabía muy bien qué.  Sabía que seguir hacia afuera sólo sufrimiento me iba a generar,  a mí y a los demás.

La energía del Caballo es catalítica,  activa,  poderosa.  

Sin consciencia somos un huracán para cualquiera,  especialmente para nosotros mismos.  Podemos causar mucho daño. Pero también podemos generar mucho cambio y afectar positivamente a nuestros seres más cercanos invitándolos a moverse.  Todo depende de la consciencia.

La impulsividad,  pasión, intuición y habilidad para generar cambios crea un dinamismo constante en nuestras vidas y grandes saltos hacia adelante.   Buscar en nuestras almas nos permite comunicarnos más honestamente,  desarrollar más compasión y comprensión a nivel emocional y responsabilizarnos de nuestras decisiones.

Esto ha tomado mucho tiempo.  Este símbolo es resistente,  resiliente y tal vez esta sea la única razón por la cual puedo escribir esto hoy.  Muchas veces he pensando en mandar todo a volar,  pero hay una voz interna que me grita no claudicar.

La energía del Caballo nos invita a todos a ser más intuitivos y a confiar en nuestro gut feeling.   Nada apasiona tanto a este símbolo como la libertad y claridad de visión.  Nos pide a todos realizar qué queremos de nuestras vidas,  planear los pasos hacia nuestros sueños y volar con el viento hacia mayor consciencia.

El tema personal más importante para mí en este vida ha sido el de la confianza.  Me ha costado mucho confiar.    Siempre creí que necesitaba un hombre a mi lado para ser.  Pero a través del Yoga he realizado que necesito la Gracia para ser y de ahí,  las relaciones adecuadas se manifiestan y evolucionan naturalmente,  sin ansiedad.

He aprendido a confiar en otros para apoyarme.  Estoy aprendiendo a dialogar:  el Caballo puede ponerse muy salvaje y no escucha un carajo.   He suavizado mis picos emocionales a través de mi práctica, encontrado una estabilidad que no conocía.  Por supuesto que tengo mi momentos...pero de alguna forma he logrado un a des-identificación con ellos.  Los veo venir,  los siento,  los lloro y pataleo y luego continúo.  Los episodios son cada vez más cortos, menos dramáticos.

El Yoga nos pide Verdad.  Todos tenemos un poder interno que crece a medida que crece nuestra integridad.  La solución al acertijo en mi caso ha venido de no seguir lamentándome de mis errores pasados, tomarlos como lecciones e intentar soltar los patrones nocivos.  Este Caballo interno me invita a aventurarme a un lugar donde tales patrones no tienen lugar.

La energía del Caballo es la de cabalgar a pelo,  entrando en la oscuridad para encontrar la Luz.
Nos urge a compartir lo que hemos encontrado con nuestros hermanos y hermanas. 
Nos recuerda los regalos del Amor y la importancia de balancear el trabajo con alegría y gozo.
Nuestro verdadero poder radica en recordar quién somos.

Y así voy día a día:  estoy aprendiendo a defender lo que creo,  a usar mis talentos con humildad para crear más conexión con los demás.  Estoy intentando cumplir con integridad mi misión en esta vida.  Cada día es un paso hacia adelante.  Ya no me lanzo al galope tan fácilmente-  a menos que vea a lo lejos algo que realmente amo.

Mis pasos no han perdido pasión pero son menos impulsivos.  Medito y cuando sé que tengo que correr,  no corro....vuelo.

Tal vez ser Caballo no sea tan malo después de todo.

Tal vez nacer en Costa Rica en vez de la China tenía un propósito más grande que sólo hasta ahora estoy empezando a comprender.







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