sábado, 1 de febrero de 2014

Dreams come true

Ultimo sábado en Mysore.

El atardecer cálido me sorprende entre maletas y equipaje por hacer.

Las memorias de estas semanas por aquí se arremolinan en mi corazón.  Es difícil explicar con palabras la dimensión de la transformación que sucede en el shala,  con los amigos,  en el coconut stand.  Es hasta que uno va de regreso en el avión que comienza a realizar que India,  cada vez- no importan cuántas- le llega a uno al corazón y se lo vuelve al revés.

La experiencia ha sido intensamente hermosa.  Primero,  el sueño de traer a mi hijo Ariel ha colmado mi copa:  ha cumplido con creces y esfuerzo la tarea diaria de levantarse a las 6 am (un milagro para un adolescente de 17 años),  alistarse, tomar su scooty e irse a practicar solo.  Practicamos a horas diferentes y en shalas distintos.  Pero el enfoque aquí es contagioso. Tanto que él y su amigo Félix de Australia de 15 años no han faltado a casi ninguna práctica.

Ha tenido la disciplina y coraje de aventurarse a las calles indias con su guitarra en la espalda y su scooter y buscar entre las callejuelas a su maestro de música.  Hasta tuvo un pequeño accidente en las calles caóticas llenas de vacas,  rickshaws y buses monstruosamente alocados.  Un talento a flor de piel que ha visto su amanecer por estos lados.   Una visión nueva de la música como camino espiritual en sí mismo,  pleno de esfuerzo,  dedicación y devoción y de la mano segura de un maestro serio y comprometido en su propio camino.

Mi viaje personal ha sido bendecido con una amiga querida.  Compartimos maternidad,  profesiones y sueños.  Obtuvo su autorización en este viaje, después de numerosos esfuerzos desde Australia hasta Mysore por más de diez años.  Es un ser jovial y generoso en todos los sentidos.  Aquí cada persona tiene detrás una historia que inspira y conmueve.  A veces creemos que estamos solos con nuestros rollos, obstáculos y miedos: pero uno viene aquí y se da cuenta que el shala está lleno y que cada uno de esos seres fuera de lo común han vencido las voces dentro de su cabeza que les dijeron que no podían.

Y pudieron.

Para colmar todavía más la copa,  este lunes llegan a Mysore dos queridas estudiantes y amigas. Cada una atravesando el mundo para encontrar un sueño:  salirse del molde,  romper esquemas viejos, saborear de nuevo su libertad interna.   Su práctica constante las ha preparado,  calmado y sostenido en medio del general:

"Estás loca!! Pero cómo se te ocurre? India? Ahí todo el mundo es pobrísimo y enfermo.  Y además es suciiiiiísimo!!"

Ja ja

Tantas veces que he escuchado esas palabras provenientes del miedo ajeno. Y he aprendido a verlas con compasión y como manifestación de una vida que tal vez no tuvo las oportunidades de vivir con todo.   Por aquí dicen que es Karma.  Pero sé que esas proyecciones  no tienen nada que ver con mi realidad y más bien me inspiran un deseo profundo de que ellos también lo logren en la siguiente ronda.

Cuál es la receta para cumplir un sueño?  Mientras reviso las publicaciones de una revista que hemos venido pensando por varios meses y que hace dos días salió al aire mientras estoy aquí en Mysore lo confirmo:  una dosis grande de audacia,  pasión,  esfuerzo,  talento, destreza, técnica,  compromiso, disciplina,  fe, intención, enfoque y mucho amor.  Y cómo hace uno para que todo eso le llegue?  Imposible uno solito.  Sola mis miedos me vencen,  me doblegan,  las dudas me aturden y me quedo hecha un puño...

De la mano de mis maestros siento que sí puedo.

Es como cuando uno se enamora y siente que puede lograr cualquier cosa.  El miedo se va,  de pronto la vida brilla y nos vemos mutuamente en todo nuestro potencial.  El otro es un ser perfecto que brilla en su mayor esplendor.  El maestro nos refleja esta posibilidad: nos indica el camino que él o ella han recorrido y sobrepasado.  Nos habla de seguir adelante, de no rendirnos ante los mil y un obstáculos que vamos a enfrentar.  Cree en nosotros,  nos invita a soñar en grande.

Despertar es lo más difícil que hay y todo en este mundo se confabula para mantenernos adormecidos: pensando eternamente en el próximo placer- que pronto termina-, y sigue el ciclo interminable: deseo y frustración.

Cuando comprendemos que este ciclo eterno del samsara- así lo llamamos en Yoga- es un espejismo,  nuestra mente atrapada en mil quimeras imaginarias que no van con quién somos,  ese es el día que el Maestro aparece.  Aparece de las maneras más increíbles y extrañas:  a veces ni lo notamos y siempre lo hemos tenido cerca.  De pronto, nuestros ojos se abren y lo podemos ver,  lo podemos apreciar y ahí es que todo cambia.

Y no se trata sólo de encontrarlo sino de sostenernos con ellos,  muchos años.  En los momentos difíciles,  su ejemplo de vida nos iluminará el camino.  Aunque se equivoque- como es posible en todo ser humano,  su capacidad de recuperarse, su resiliencia y fe en su propio maestro lo hará continuar y esto nos hablará de las capacidades que ha encontrado con su práctica,  algo real y aplicable a la vida diaria y a los mil y un problemas que como seres humanos del siglo XXI todos tenemos.

A ese vacío que todos sentimos cuando todavía no hemos encontrado el sendero.  Ese sendero que nos llevará inevitablemente al último día de nuestra vida:  el día en que tengamos que soltar.

Soltaremos con terror o soltaremos en paz.  Inevitablemente soltaremos y en esos instantes llegarán a nosotros todas las realizaciones que buscamos en vida.

O sentiremos el miedo de nos saber qué viene.

Y sí, mi sueño es soltar en amor,  en gratitud,  en alegría.  Soltar recordando a mi querida India,  a mis maestros amorosos- tal vez no en gestos sino en acciones-,  a mis amigos,  a mis seres queridos.  Soltar sabiendo que viví con todo, que no dejé de hacer nada que amaba,  que pude compartir todo el amor de mi corazón,  que no me dejé nada adentro.

Si ese día es mañana,  estoy lista.  




Y si es mañana o dentro de cincuenta años es igual.

Mientras tanto,  los sueños es posible realizarlos.  
De eso sí puedo dar testimonio.


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