miércoles, 29 de enero de 2014

Espiritualidad o conformidad?

Nuestra naturaleza humana es un caleidoscopio de emociones,  deseos,  intenciones y pensamientos mezclados que a veces se vuelve totalmente irracional  porque palpita en un universo de tejidos,  huesos y piel:  la realidad innegable de estos cuerpos.

A pesar de que se nos ha educado para preservar la cordura sobre la emocionalidad,  pueden haber mil detonantes que hagan que nuestro cuerpo adquiera el dominio completo sobre nuestros sentimientos y nuestra percepción del mundo.  Cuando nos sentimos frágiles,  emotivos,  necesitados y tristes... cuando nos sentimos amados,  reconocidos y apreciados.  Cuando la muerte toca la puerta de la casa.  Cuando el amor toca las fibras más íntimas de nuestra alma.

El cuerpo es como una antena que detecta vibraciones de todo tipo y calidad.  Es increíblemente perceptivo ante el amor,  el miedo,  los celos y la serenidad.   E igualmente preciso para prevenir el peligro- físico o emocional-,  cambiar su rumbo en caso de catástrofe o cantar viajera en caso de terremoto.

Significa esto que cada percepción que tenemos está teñida en primera instancia por este cuerpo?  En mi experiencia vital así es,  aunque he tenido que recorrer un largo camino para desembarazarme de uno y mil conceptos que me impedían ver y sentir claramente.    A todos nos enseñaron a negar las emociones y reacciones naturales y a ser "juiciosos" pasara lo que pasara.  Hemos aprendido a etiquetar a la gente,  las circunstancias y los acontecimientos de acuerdo a nuestra crianza, educación y el deber ser. Hemos perdido contacto con nuestra capacidad visceral de saber cuándo algo anda bien o mal. Nos hemos convertido en róbots  tristes que siguen un programa ajeno que alguien anónimo nos insertó.

Hemos negado el poder de nuestras percepciones en aras del orden y la cordura.  Y me pregunto entonces: puede la espiritualidad resucitar tales capacidades innatas en vez de caer en el mismo patrón cultural de acomodar todo para que calce con el statusquo?  Una espiritualidad así para mí  es la única posible.

El  papel de la espiritualidad es devolvernos el derecho humano a sentir esta vida sin filtros de por medio.

El ethos de esta vida en sociedad nos obliga a acomodarnos a la voluntad de la mayoría.  Nos pide ser duplicados exactos de un modelo inventado por alguien que no somos nosotros.  Nos pide conformidad.  Si vemos la espiritualidad como la única respuesta a todos nuestros anhelos de amor,  relación,  profundidad y felicidad,  ésta debe necesariamente convertirse en un antídoto para este veneno.  Sino,  sólo la estaríamos usando para perpetuar el patrón anquilosado en nuestro ADN por generaciones ciegas.   Generaciones que aceptaron todo sin cuestionarse.  Que bajaron la cabeza antes los dictados de alguien más porque no estaban lo suficientemente despiertos para cuestionar.

Cuál es la respuesta a esta tensión perenne que todos llevamos por dentro y que nos mantiene aprisionados?  Mi opinión personal es que nuestro cuerpo es un gendarme sabio a quién podemos confiar nuestra evolución.  Sin él estamos perdidos.  En vez de verlo sólo como un envoltorio de nuestra mente,  podemos aprender a escucharlo en su autenticidad y arcoiris emocionales sin tanto juicio.    Cada emoción tiene un efecto corporal.  Nos hace saber cuándo estamos frente a alguna contradicción o paradoja,  inevitable en las relaciones con otros arcoiris emocionales.  Nos dice también con mucha precisión cómo resolverla,  a veces sólo abrazarla. El poder de las hormonas,  las emociones y la piel nos jala en mil direcciones,  inconclusas en su mayoría por nuestro miedo heredado a perder la racionalidad a que se nos ha acostumbrado.

No será la posibilidad de aceptar que el 99% de las veces somos inauténticos la puerta de salida?  

Cuestionarnos por qué reprimimos tanto de lo que sentimos,  negándonos a dar crédito a lo que estos cuerpos (ojos, narices,  manos,  piel) nos dicen.   Insistimos en buscar una respuesta que calce con nuestro esquema mental.  Obviamente que es necesaria cierta represión para vivir en sociedad y para la salud mental de todos y el funcionamiento decente y ordenado de la sociedad...

Pero no estaremos cayendo en una falacia al pensar que podemos controlar el caos químico que somos?    Somos seres paradójicamente incoherentes.  Y una espiritualidad que no acepte esta incoherencia cae de nuevo en el patrón represivo y en la desnaturalización del ser humano.   Cuántas veces hemos construido castillos de cristal en un caso particular según nuestras ideologías en vez de escuchar a nuestros corazones. Todo intento que no siga los dictados de nuestro ser más profundo está condenado a fracasar.

Somos una fuerza cósmica,  poderosa e infinita más allá de  nuestros propios conceptos.  Fuertes y definitivamente amenazantes para esa "historia de nuestra vida" que tercamente nos empeñamos en actuar. Estamos hechos del mismo material que el cielo,  las galaxias,  los agujeros negros,  estrellas que explotan y volcanes que arden. Somos agua, aire y tierra amalgamados en estos cuerpos negados por tanto tiempo.

Otro será nuestro destino si decidimos habitarlos de nuevo.  Nuevos encuentros y paradigmas surgirán sin referencia al pasado.  Y por primera vez en mucho tiempo,  tal vez incluso en generaciones de generaciones,  podremos reconocer en otros ojos un instante de eternidad.

Abismo sin fin que surgirá de ese hoyo profundo y lleno de éxtasis que se llama un alma en un cuerpo.

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