miércoles, 8 de enero de 2014

You relax

El día empieza temprano.  Afuera,  los primeros rayos de sol iluminan el cielo.  Las cobijas se sienten calientitas cuando suena el despertador.

Un día más en Mysore.

Llego al shala veinte minutos antes de la hora asignada- shala time.  No cabe un alma.  Somos varios esperando en el vestíbulo en silencio.  Son tantas las veces que he estado aquí acuclillada y todavía no deja de sorprenderme ver a la gente practicando.  Cada uno me enseña algo,  me inspira un poco más. Hay gente de todas las edades- aquí con Sharath no tan jóvenes como donde Saraswati-.  Todos los niveles juntos- pero no hay principiantes.

Cuando uno se registra lo primero que le preguntan es "Who is your teacher?".   Ya desde ahí se sabe si la persona es un principiante o no.  A todos los beginners y sin maestro los mandan donde Saraswati.  Aquí se quedan los que saben cómo se come Marichyasana D.

Espero y espero casi por una hora.  El tiempo se pasa rápido y mi mente vuela a Costa Rica.  Pienso en mis estudiantes que estarán pronto aquí.  El Boss parece muy estricto y lo es.  Pero hay una parte suya que le he visto pocas veces y que sale muy de vez en cuando.  No anticipé que hoy sería uno de esos días.

"One more!"-  llama con vos apremiante.

Uno tiene que entrar decidido,  estar listo a mostrar su tarjeta en el momento y no dudar.  Algunos entran un poco perdidos,  se tropiezan entre la gente.  La energía es muy intensa: es como entrar al vórtex mismo del Yoga en el mundo en este momento.  No sé cómo explicarlo.  Hay que dar paso firme,  sin titubeos.  Y cuando le pregunten a uno algo,  contestar con voz fuerte y decidida.  También hay que estar listo a que lo llamen por su nombre,  muy presentes en el momento.  Definitivamente, aquí no es un lugar para gente medio dormida- no importa que sean las 4 de la mañana.

"You! Mariaaaaa!!"-esa soy yo.
No hay forma de que diga Mariela y ya sé que aquí me llamo así.

Entro y el calor me recibe con bondad.  Todos sudan y sudan y sudan.  La medicina está en acción.  No se escucha nada más que la respiración y algunas palabras de Sharath en el cuarto.  Los asistentes están en absoluto silencio y presencia.  Los estudiantes en su propia alfombra.  Nadie está divagando hacia ningún lado.  Aquí hay que estar pilas o de inmediato el ojo del águila te encuentra.

Muchos vienen a India por ser un lugar exótico y lejano que ofrece palacios,  monumentos y elefantes decorados.  No he dicho que no sea hermoso- lo es y lo he hecho varias veces.  Pero lo que  me trae de vuelta cada año es este maestro mío,  cubierto de piel de lobo pero con corazón de oveja.  Este maestro que está durmiendo tres horas diarias durante este high season y que todos los días se levanta a las una de la mañana y abre el chinamo a las cuatro para trabajar seguido hasta la una de la tarde y luego enseñar de nuevo.  Este maestro que levanta y levanta y levanta gente como yo de los arcos y que nos pasa,  a cada uno de nosotros por igual,   un chorro gigante de energía.  El mismo que te regaña si te equivocaste en la secuencia o agregaste una postura sin que te dijera.

Así que concluyo que soy un poco masoquista.  
Como dice una querida amiga:  aquí en Mysore estamos todos locos.  
De remate.

En fin,  dejo mi alfombra en el lugar asignado por él y me voy al baño.  Me cambio,  alisto y regreso al shala.  Hoy es todavía suave:  sigue la semana de Primera Serie.  Todo fluye sin contratiempos.  Cuando llego al cierre,  inexorablemente lo encuentro parado frente a mí.  Tiene la habilidad de tele-transportarse en el shala de un extremo a otro en segundos-  seguro parte de los siddhis o super-poderes yoguis.  Me ayuda en el backbend más extremo...pero antes de entrar me dice suavemente:

"Relax,  María.  You relax".

En todos estos años de estudiar con él es la primera vez que me dice algo tan certero.  Mi cuerpo sigue la instrucción como por arte de magia y con facilidad mis manos van adonde no habían estado antes y se quedan ahí pegadas,  sin esfuerzo.  Esto a pesar de que hoy andaba con un short corto y normalmente me resbalaría por el sudor copioso.   Mi columna se dobla como una cobra y ya no es mía:  está viva.  Se dobla sin esfuerzo,  sin dolor.  Me quedo en ese lugar de relajación por unos segundos y el koan funciona:  la mente se silencia.


"Act without any final goal."
" Do your best at whatever holds you back."
"Seek not perfection,  but authenticity."
"Discover the inexhaustible in the silence of the ego."
"Abandon all expectations."

Con sus manos le dice a mi cuerpo todo esto en no sé qué idioma y a través de la simple palabra RELAX.

Salgo del shala y mi mente sigue en blanco.  Los acontecimientos del día no inmutan ese lugar interno.  Me encuentro de nuevo a Marie Magdalene:  la pobre lleva un buen rato tratando de cruzar una calle muy transitada sin éxito.  Me lanzo sin pensarlo a ayudarle y de pronto,  los carros, motos y rickshaws se detienen.  Todo cambia de ritmo: estamos en media calle y no hay nadie.  Como en el Matrix.

Por todo es que sigo viniendo tan lejos.
Porque aquí suceden cosas que ni yo misma puedo luego creerme. 

Espero que algún día alguien me ayude también a mí a cruzar esa calle.  En esta India alocada,  impredecible  e inexplicablemente perfecta.



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