martes, 7 de enero de 2014

Smell the flowers

El encuentro fue en francés.

Bueno,  en lo que me queda de mi francés.  

Empezamos a hablar no sé ni cómo.  A ella le cuesta el inglés,  así que le dije que me hablara en su lengua natal.  Puedo entenderla pero no hablarla muy bien.  Ya poco queda de mis cinco años en la Alianza Francesa hace mucho tiempo cuando soñaba con irme a estudiar Historia de Arte a París.

Pero feliz de que pude entenderla.

Marie Magdaléne tiene setenta y ocho años y una cadera rota.  Es,  sin embargo,  uno de los seres más dulces y amorosos que he conocido.  Me contó de su accidente hace tres años que la dejó inválida.  Me contó de sus aventuras por India sola- ninguno de sus hijos y nietos se aventurarían jamás con ella.  Me pidió ayuda para encontrar su próximo destino:  un ashram donde pueda refugiarse,  rezar y sanar.

Marie Magdaléne nos pidió a Ariel y a mí que la acompañáramos hoy a un Ashram.  Curiosamente estaba muy cerca de Gokulam, el barrio donde estamos.  Es el Ashram de Rama Krishna, uno de los santos más santos de India.  Llegamos al lugar y ella quería quedarse a vivir.   Pero en mi francés rudimentario le expliqué que no tenían programas de pensión.  Sólo hay pujas abiertas en las noches y una serie de conferencias en sánscrito y kannada (el dialecto local en Mysore).  Así que la exploración no tuvo mucho éxito por ese lado.

Pero sí por otros inesperados.

A su pasito lento y con su bastón,  recorrimos las instalaciones del lugar-  que en la tarde calurosa de Mysore estaba vacío.  Encontramos un salón grande y hermoso para ceremonias y uno de los jardines más lindos que he visto en mi vida, pleno de flores de loto,  marigolds y rosas.  Ariel estaba feliz.  Ella también.

Me dijo que no entendía cómo habiendo dedicado setenta y cinco años de su vida a ayudar a otros-  es maestra de yoga-,  su vida había sido truncada tan súbitamente por este accidente.  Cree que necesita encontrar un astrólogo kármico que le explique cuál es la razón de este cambio de planes.  Tiene fe en poder comprender.

Marie Magdaléne rezó con nosotros a los ángeles (todo en francés), nos contó de su familia,  de su nieta y de sus viajes por el mundo. Nos preguntó mucho por Costa Rica,  diciendo que Francia es muy frío para ella en invierno y que necesita calorcito.  La invitamos a venir a visitarnos.  La escuchamos.  Por un rato,  suspendimos nuestros planes del día para acompañar a esta anciana dulce y simpática.

Y me puse a pensar en el destino de estos cuerpos,  todos condenados a la enfermedad y la vejez.  Qué es lo que va a perdurar a pesar de los cambios que nos esperan?  Quién nos va a escuchar cuando estemos maltrechos,  adoloridos y con poca esperanza?

Y más allá de los cuerpos,  pensé en la soledad de tantos ancianos que se han vuelto prescindibles para sus seres queridos.  Que sin embargo conservan lucidez en su mente y claridad en sus palabras y sienten la vida igual que nosotros los más jóvenes...sólo que en un carro un poco desvencijado por el tiempo y sus circunstancias.

Creo que hoy tuve una de las lecciones de amor más bellas de mi vida con Marie Magdaléne.  No en vano su nombre.   Me dijo una de las cosas más certeras que he escuchado en cuanto a mi familia:

"Siete hijos?"-  
Siete chakras.

Y en su pequeña figura- que se veía todavía más pequeñita a la par de mi muchacho-, partió en su rickshaw de regreso a su casa en Mysore,  no sin antes admirar las flores del jardín.

Tal vez un poquito más acompañada.
Tal vez,  y ojalá así haya sido...un poquito más feliz.


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