sábado, 4 de enero de 2014

A la novena es la vencida

Dicen que a uno le llegan las cosas cuando está listo.

Pues me tomó nueve viajes a este lejano país para descubrir los baños de aceite de castor.  Hoy tuve una de las experiencias más hermosas en este maravilloso país que no deja de sorprenderme.  

Hoy recibí una tonelada de amor.

Las tres hermanas- o Three Sisters-,  son una leyenda en Mysore.  Una de ellas estudió catorce años con Guruji en el viejo shala de Laxshmipuram.  Las otras dos son unos personajes.  Me recibieron en su casa- para mí una de las más hermosas que he visto en esto lugar,  puro indian style-,  y me explicaron lo que iba a suceder.

Guruji recomendaba los baños de aceite de castor para todos los ashtangis una vez por semana en el día de descanso. Cuando uno hace esta práctica,  genera mucho calor y a veces se queda en el cuerpo. El aceite lo saca.

En el día del baño de aceite hay que llevarla suave.  Nada de práctica,  ni baile, ni mucho relajo.  Tranquilos.  Recibí la explicación de una hermosa mujer muy fuerte y asertiva en un perfecto inglés indio,  rodeada por sus otras dos hermanas.

Empezó la ceremonia.  Toda la ropa afuera.  Me quedé con un taparrabos muy interesante y me acostaron en un plástico en el piso.  Luego,  agarradas del techo,  entre dos de ellas se me treparon encima!  Todo el masaje lo hacen con los pies.  Tengo que decir que es uno de los masajes más intensos que he recibido- y eso que me dijeron que hoy iba suave por ser mi primera vez.

Mientras sucedía conversamos un montón.  Una de ellas- la ashtangi-,  acaba de tener gemelos.  Los bebés se oían adentro haciendo ruiditos.  Estaba preocupada por cuándo podía recuperar su práctica.  Después de catorce años con Guruji la extrañaba.  Me contó que él la mandó a enseñar a China y Singapur por varios años y que tiene su shala a la par de su casa.  Pero con los gemelitos todavía no está full de regreso.  Casi se caen cuando les dije que yo tenía 7!

Empezaron a interrogarme sobre mi edad,  la edad de cada uno, cada parto...ja ja
creo que no me creyeron...

Me dijeron que me habían calculado máximo 35.

"35 es que estoy yo- me decía a mí misma-, aquí tirada en el piso muerta de frío con estas dos indias caminando en mi espalda!" (en Costa Rica,  estar 35 es estar completamente loco).

Pero después de un buen rato de conversar con ellas, la verdad es que empecé a sentir una camaradería inusual.  Cuatro mujeres en esa casa (la mamá y las tres hijas) más dos bebés de seis meses.  Recordé cuando por unos años estuve yo así,  con mis cuatro chicos mayores pequeños...y tan sola.  Cómo me hubiera gustado tener a mis hermanas y a mi mamá viviendo en la misma casa,  apoyando,  acompañandome.  Creo que esto del sistema india de vivir en familias extendidas no es tan malo como creí.

Hablamos también de lo importante de tener hombres buena gente- buenas parejas y buenos papás- dentro de la casa.  Y que sino mejor solas!  No comprendían cómo en América las mujeres se atreven a tener hijos solas, sin pareja o de bancos de esperma.  En India se las comerían vivas- a ellas y a los niños!- me decían.  La gente no pararía de hablar.

Y acordamos lo injusto del "qué dirán".  De cómo vivir la vida genuinamente implica también ser diferente.  Sentí por un instante que podía contar con estas mujeres,  trabajadoras, inteligentes, madres,  tías y abuelas.  La camaradería entre mujeres es tan rara en nuestros países occidentales-  siempre estamos viendo cómo competir una con la otras y peor si hay hombres de por medio.

La hermandad entre mujeres es algo tan importante y sanador.  Los hombres no pueden darnos esa sensación de conexión y amistad entre seres del mismo género.  Así que al fin el masaje de aceite de castor fue mucho más de lo que andaba buscando: alivio para mis músculos cansados.  Fue un masaje para mi alma con mujeres amables y amorosas.

La ceremonia terminó con la entrada al cuarto de uno de los gemelitos, Vishnu. Uno de los bebés más adorables que he visto en mi vida.  Estaban muy preocupadas porque el papá no está presente en sus vidas:  creo que las dejé un poco más tranquilas diciendo que este bebé se notaba que estaba recibiendo todo el Amor del mundo y que con ese amor crecería fuerte y sano, igual que su hermano.

Y me fui de esa pequeña casa que otros considerarían un tugurio pero que yo veo como un palacio de Amor.  Me fui con el corazón lleno en la mañana en Mysore fría y asoleada y una sonrisa grande en los labios.

 Feliz de conocer nuevas hermanas y de compartir con ellas lo importante de la vida- que es lo mismo,  estemos donde estemos.

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