lunes, 28 de enero de 2013

Gozo

He tenido varios episodios extraños aquí en Mysore.

Episodios de alegría incontenible que vienen de la nada.  Hoy iba caminando por la calle y simplemente me puse a pegar brincos!  No me pude contener.  Sentí que el alma me explotaba en el cuerpo,  que no me cabía.

Han pasado cosas tan lindas mientras he estado aquí.  La gente aquí en Mysore es tan dulce y amable.  Cada mañana,  mi rickshaw driver me reconforta:  es puntual,  es muy educado y además,  silencioso.  Normalmente,  los choferes lo dejan a uno colgado,  no son muy chispas y además,  ponen el radio a todo volumen y hablan por celular mientras manejan.  Con todos los obstáculos en el camino- vacas, otros vehículos,  perros y chanchos entre otros- es un verdadero suicidio.  Pero Loki,  son su amabilidad y su silencio,  me hace sentir segura.

Compartir estos días con Rocío han sido muy importantes.  Después de estar varias veces sola por estos lados,  aprecio inmensamente la buena compañía.  Hoy estábamos vacilando que nos acostamos con las gallinas y que nunca salimos de noche.  Pero qué bien compartir las levantadas temprano para ir al shala,   la comida india con todos sus matices,  las lavadas de ropa en nuestra super- lavadora y sobre todo, el amor a esta tierra.

He conocido gente hermosa,  entre ellos una familia de italianos y su bebé Leo.  Cada vez que nos vemos, admiro la luz de este bebé precioso, su energía y su curiosidad por el mundo.  Sus padres decidieron venirse varios meses a India y me parece la aventura más loca y perfecta del mundo.  Cansados de una vida predecible y aburrida en Torino, decidieron apostarle  a este país lleno de sorpresas.  Los admiro y respeto.

La luna llena aquí ve amarilla a cierta hora del día.   Hoy de nuevo se fue la luz- parte ya de nuestra rutina diaria.  Sin embargo,  no la extrañamos para nada porque nos permite ver con más claridad la belleza de Chandra- sánscrito para luna- y darnos cuenta que toda esa electricidad a veces nos impide ver las estrellas y la belleza de los astros.

Hoy en la práctica de Segunda Serie guiada,  tuve el gran honor de que mi maestro me ajustara.  En medio del sudor, el corazón a punto de salirse y un temblor generalizado en todo mi cuerpo,  se paró junto a mí y supe que tenía que rendirme.  Totalmente.  Con facilidad y sin ningún dolor,  me ayudó a entrar en un backbend que no experimento muy seguido.  Todavía siento los efectos,  fue simplemente indescriptible.

En fin, podría seguir.

Sin embargo,  el gozo que he sentido no ha tenido que ver específicamente con ninguna de estas vivencias.

Es sólo el gozo de estar viva y respirar.  Viene de la nada y al mismo tiempo,  está conectado con todo. Veo al perrito en el techo y me dan ganas de llorar.  Le apreto la pancita a Leo el bebé y pienso en mis propios bebés que me esperan en casa.  Veo la luna y extraño el olor amado de mi esposo.  Comprendo que todo está conectado.

Hoy siento como si la vida fuera un tapiz de esos tan coloridos que hay por acá y cada uno de nosotros,  cada detalle de este mundo es una hebra.  Hoy ese tapiz me envolvió y me hizo sentir calientita,  segura y absolutamente feliz.  Cada hebra,  cada hilo es importante.  Si faltara uno solo,  no se sostendría el tejido.  Son importantes incluso los hilos no tan perfectos:  la basura en la calle,  el mendigo sin piernas que espera fuera del shala,  la añoranza que siento cada día por mi familia.

Todo se complementa,  todo coexiste.

Y en esa multiplicidad de colores,  tengo el privilegio de moverme,  ver,  oler,  escuchar y hablar.

De sentir este cuerpo-vehículo son sus  sensaciones, emociones y pensamientos.  Todos comprimidos en esta piel que necesita para su sobrevivencia ese tapiz que la envuelve siempre pero que hoy se volvió mágicamente perceptible.

Y así la vida es un poco menos sola,  un poco menos dura.


Más amiga.  Más cercana.

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