viernes, 25 de enero de 2013

Vasant- Primavera




Termino hoy viernes, ultimo día de la semana ashtangi, en un concierto de saroj y tabla, instrumentos indios magistralmente tocados por dos músicos espectaculares: un alemán y un indio respectivamente.

El sonido de las ragas al atardecer acaricia las cuerdas de este instrumento de sonidos exóticos, lleno de la vibración multicolor del caleidoscopio indio. La tabla y el saroj se comunican rompiendo el silencio, como dos amantes que se confían sus más intimos secretos.

Pienso en esta tierra llamada India. Mutilada en dos en uno de las particiones más violentas de la historia, donde hermanos se volvieron contra hermanos, reflexiono sobre su resilencia- esa capacidad de sobreponernos a las desgracias y seguir adelante.

Pakistán entro en el mapa desangrando en dos el estado del Punjab, al norte. El 15 de agosto seria una fecha trágica para muchas familias. Despojadas de sus tierras y pertenencias, afrontaron la disyuntiva de huir al nuevo Hindustán- tierra de hindúes y siks- o morir en manos de sus hermanos musulmanes. La Partición dejó este país sangrante, con millones de muertos, perdidos y refugiados.

Imagino ser una niña pequeña en una estación de tren atiborrada de gente. No hay espacio para nada, tengo que hacer mis necesidades primarias en el suelo, entre muchas más. Huele a podredumbre, heces y orina. Las miradas de mis padres están llenas de tristeza y desolación. Abandonaron todas sus pertenencias, sólo me conservaron a mí. Tengo hambre y sed, hace demasiado calor a pesar de que es más de la medianoche.

El pito del tren que nos llevará a lugar seguro se escucha a lo lejos. Inmediatamente, la estación entra en pánico. Todos se levantan y aprieto fuerte la mano de mi madre. El tren se avecina, no puedo verlo pero si escucharlo. Me aferro a la mano segura, hay gritos y desesperación por todo lado.  Los gritos ensordecedores me aturden. Veo  el techo del tren repleto de gente.  Y siento el empuje y sofocación de la muchedumbre.

Mi madre llama a mi padre pero ya no lo veo. Todos buscan una entrada en cualquier vagón, mi madre no me suelta. No hay forma de acercarnos y de pronto, suelta mi mano.  Escucho sus gritos: "Vasant!! Vasant!!!" Siento el vacío de la soledad: el hueco instantáneo de mi muerte. Dejo de escuchar el ruido desgarrador del miedo y mi consciencia deja mi cuerpo pisoteada por la multitud.~

El saroj se apacigua y regreso al concierto. La raga que termina es la raga de la Luna.  Regreso a este cuerpo, a esta vida. Siento una paz hermosa  mientras regreso al apartamento, la luna casi llena me acompaña.  Paz de saberme de nuevo en esta tierra,  inmersa en esta India moderna pero sin olvidar la otra.

Esa donde aprendí el desgarro de la separación. Esa que me enseño cuán intensas pueden ser las experiencias en este mundo.

Esa que continúa llamando mi alma con insistencia para que nunca olvide la fragilidad de estar en este cuerpo. 

La absoluta, impermanente y sublime experiencia de esta encarnación.

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