martes, 2 de junio de 2015

Tsunami

Dos entradas en un mismo día sólo significa un deseo inmenso del alma de expresar lo inefable.

Conozco Buenos Aires de noche.  La Plaza de Mayo da pie al famoso Tortoni,  a poesía inédita en medio de música de tango y unas copas de vino.  Bueno,  media copa solamente porque mañana practico temprano.  Sin embargo,  en medio del jolgorio que es ahora este lugar,  pleno de turistas de todas las nacionalidades,  rescato la presencia de los grandes que en algún momento se tomaron una taza de café en este sitio y compartieron sus hazañas creativas rodeados de amigos artistas.

Mi amigo es poeta. Comparte conmigo su trabajo,  próximo a presentarse en un Festival de poesía internacional en Michoacán.  Curiosamente,  en el corazón sangrante de México en este momento histórico.  Sangre que mana directo del centro,   igual que siento cuando le lee a mi hemisferio derecho palabras que mi izquierdo encuentran absurdas pero que unidas se conectan a una realidad paralela que conozco y aprecio.

De pronto,  suelto el texto.  Me comparte un suceso de su infancia:  a los dos años,  caminó directo al mar.  Lo salvó alguien que consideró que un niño pequeño no merecía tal fin.  Como Alfonsina.

 Y también como Mariela a sus quince años.

Mariela ahogada.
Mariela sobreviviente.
Mariela aterrorizada por el resto de su vida hasta hoy. 

Sin entender hasta esta noche paradójica la razón de su regreso.

Siete olas gigantes intentaron ahogarme y fue hasta hoy que comprendí que el agua me amaba a un punto tal que me quería para ella misma.  No fue odio,  no fue agresión.  Fue amor del tipo tsunami,  de ese que nos deja sin aire,  de ese que nos aprieta el pecho hasta expulsar de nosotros todo lo que no se él mismo.  Tsunami que nos deja sin aliento,  sin palabras,  sin más terrores escondidos.  Comparto con mi amigo unas lágrimas de realización:  " el agua te amaba,  te amaba tanto que te quería para ella"-  y de pronto,  todo hace click.

Hay momentos en la vida en que todo se conjuga.  Todo nuestra entelequia busca un desenlace inédito a la canción de nuestra existencia.  Mi suceso personal quedó en el olvido pero todavía hoy voy al mar con respeto.  Los gritos ahogados implorando ayuda se pierden todavía en aquella vorágine de líquido potente y despiadado.  Siete gigantes que arrasaron con todo lo que creía sobre mí misma y mi propio destino.  Siete oportunidades para rezar y entregar mi alma una y otra vez a una presencia misteriosa que en este entonces no significaba nada para mí y que hora he empezado a conocer.

Recuerdo la playa de Tivives con tanto miedo que nunca más regresé.  Pero siento que después de hoy podría volver.  Podría incluso internarme en sus aguas con la confianza que tiene alguien que finalmente entendió.  Igual que podría aventurarme a las tierras indómitas del amor-tsunami que nos espera a todos los que por alguna razón y designio divino nos toca amar en este plano terrenal.

Me despido de mi amigo con prisa porque necesito venir a escribir.  Siento como si muchas vidas confluyeran aquí y ahora en este cuarto de hotel,  mis manos movidas por un dictado más inteligente que yo que me pide compartir esto.  Todos tememos al Amor:  todos hemos sentido el ahogo espantoso de un amor no correspondido,  de ese que nos revuelca despiadado y nos golpea indiferente.  Pero el agua nos ama,  independientemente de la ola con que decida mostrarse.  Y a veces las olas más inofensivas son las que llevan en su seno la semilla de la destrucción.  Otras veces aquellas que parecen más despiadadas son precisamente las que nos llevan a la orilla arrullados como a un bebé.

Buenos Aires tiene este efecto sobre mí:  me da nuevos aires y realizaciones que por alguna coincidencia extraña del destino suceden aquí y sólo aquí.  Respiro el sur y me preparo para mi práctica tempranera.  Me siento movida y muy conmocionada porque ahora sé que esa agua maldita siempre me amó.  Me hizo trizas y en mi adolescencia inconsciente quedé atrapada en un miedo que hoy,  por primera vez en muchos años,  respiró.  Al son de música de tango,  en un café habitado por espíritus poetas,  en compañía de un alma gemela artista y a los pies de Alfonsina Storni,  una de mis musas más amadas.

Como Alfonsina,  pude haber terminado muerta tantas veces tomada por mis fantasmas y miedos inconscientes.  Pero por alguna extraña razón sigo aquí y siento el llamado profundo a compartir por qué.

Destinos paralelos en un contratiempo misterioso que nos une a pesar de la cronología.

Almas gemelas en el tiempo que invitan a amar con todo este ser,  con toda esta piel en incluso,  a pesar de todo el dolor.

Porque la otra opción es sentir que no se nos ama...
y ese el unico y verdadero absurdo existencial.

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