viernes, 5 de junio de 2015

El que tenga oídos...

Anoche lloré mucho.  Siento el corazón muy muy abierto. No sé si esta tierra norte de Argentina,  el cerro allá atrás que me sostiene mientras duermo,  no sé si son los estudiantes que he encontrado por acá tan entregados,  tan conmovedores.  No sé qué es y sí sé qué  al mismo tiempo.

Me llegan en esta apertura tres circunstancias vitales que coinciden:

límites
límites
límites

Me sorprendo de nuevo dando de más a gente que no lo aprecia,  esperando de más en personas que tienen su propia agenda,  lidiando con gente que no está enfocada,  que se escuda,  se esconde.  Esto me causa mucho enojo,  sobre todo hacia mí misma.

Here i go again...

Comparto con un amigo muy cercano mi desazón.  Cómo quisiera que todos sintieran como yo esa premura del final:  que no se anduvieran por las ramas,  que sepan y entiendan que estamos montados en el Titanic,  que esto se termina en cualquier momento,  que la muerte está a la vuelta de la esquina!  En vez de inventarse todo tipo de artelugios para no practicar,  no amar,  no entregarse,  no hacer de cada día una aventura maravillosa como si fuera el último dia.

Coincidimos en que él siente parecido.  Tantos que llegan y tan pocos que se sostienen.  Tantos que lo anhelan pero no tienen la fortaleza mental de sostenerse.

Por eso lloraba anoche.  Porque no sé por qué designios del destino,  mi vida me bendice a cada rato con presencias reales,  de las de a de veras:  esa gente que no duda en tomar un bus prácticamente de noche en medio de la madrugada para ir a practicar.

Y están los que se quejan porque no tienen carro...

Estamos los  que nos mandamos a la aventura del amor porque lo sentimos,  aunque salgamos mal parados después...

en vez de aquellos que se refugian en sus conceptos para no abrir el corazón.

Será que somos dos tipos distintos de seres humanos?  Los que sentimos la urgencia y los que están todavía dormidos? Quisiera sonarles una alarma de bomberos en las orejas,  darles unos buenos garrotazos para que se despavilen tipo maestro ZEN:  para que no dejen pasar un día más en ese letargo,  en esa inercia.  Quieren el resultado pero no quieren el trabajo duro.

Quieren el amor sin entregarse,  las posturas sin practicar y por sí mismos,  la iluminación sin el deseo intenso.

Cómo se come esta gente?  Me desespero.  Y lloro más.  Porque tristemente,  decía una de mis maestras queridas,  son la mayoría.  Somos un puñado que anhelamos a Dios y al Amor con todo nuestro ser y como dice Krisna en el el Gita,  de cien hombre sólo uno encuentra a Dios.  Y el que lo encuentra es un bicho raro:  el resto se pierde en los dominios de la mente,   en las distracciones mundanas  (llámense comida,  relaciones,  dinero),  en el querer ser yogi pero pero de paquete nada más.

Qué puedo hacer ante esta realidad que me toca muy de cerca y que me duele?  Sólo se me ocurre poner límites.  Pienso en mi maestro:  qué haría él en mi caso?  Sé por experiencia que acepta a la gente pero luego la observa.  Y después decide si los acepta de nuevo en la escuela o no.  No trabaja con nadie que no esté dispuesto a verse con crudeza.  No trabaja con egos que se creen yoguis muy yoguis y si lo hace,  les pone rápidamente el pie encima para bajarlos.  Y la mayoría de la gente se va.  No aguanta su mano dura.  Y es una mano dura para despertarnos a todos.

Porque ya es tiempo.

Me alegra ver como en mi vida Dios saca a toda la gente que de alguna forma,  con su energía o actitud,  me atrasan y quitan energía.   Uno hace su práctica y luego le toca poner límites:  decidir a quien conserva cerca y a quien no.  

O la gente misma se aleja y yo sólo puedo agradecer.  

Dejo atrás mis lágrimas,  otro poco más que agregar a todas las que he vertido en el pasado por este mismo tema.  Me lavo la cara,  pongo música, me visto.  Hoy estoy invitada a un almuerzo,  todo el grupo se puso de acuerdo para compartir la comida,  la conversación pero sobre todo la amistad.   En la noche doy una charla sobre este yoga intenso que me ha transformado a todo nivel.   Sólo puedo agradecer el imán que es para almas lindas,  listas,  que no se andan por las ramas.  Sólo puedo agradecer estar aquí en este Sur que cada día me enamora más.

Y allá en Costa Rica,  en mi hogar,  pedir que lleguen a mí todos aquellos que estén listos para ser totales.

Ni más ni menos: TOTALES.








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