jueves, 4 de junio de 2015

Práctica de Amor

Me despierto a las 2 am,  hora tica.  Aquí 5 de la mañana.  Hace frío, pero igual empiezo mi práctica.

El silencio es penetrante y repaso en mi mente los últimos acontecimientos antes de venirme a este viaje.  Tuve que cortar hilos,  soltar amarras,  confiar en el destino y hacerme a la mar.  Pero este lugar,  este país,  me llamaba a gritos y cuando alguien llama a gritos,  hay que moverse.

Siento los músculos y huesos del esfuerzo de ayer.  Con el arrullo de los mantras me muevo sin pensarlo, dando espacio a lo que es,  haciendo un esfuerzo por no quedarme pegada en dudas,  en expectativas ni resistencia.  Es un trabajo diario esto de conectarnos al amor, ir más allá de la mente y sus habladas,  dar un voto de confianza a lo que es cada segundo de esta vida.

La mía está llena de casualidades últimamente.  Coincido con un amigo de hace muchos años en esta tierra tucumana.  Es tico y hace muchos años que no lo veo ni sé nada de él.  Por la maravilla de FB,  nos damos cuenta que estamos aquí los mismos días:  él en su mundo académico,  sus convenios entre universidades y rectores.  Dirigió mi última tesis en la maestría en Derecho Ambiental.  Yo por mi parte haciendo lo que más amo.  Pero hay un hilo que nos une:  amamos este país.  Al punto de pensar en venirnos a vivir aquí.  Al punto de soltar vidas al norte y hacer nido en el sur.

Me invita a un boliche mañana en la noche y me dice que por ser su cuarta vez en este cerro,  conoce a un excelente DJ rockero argentino y que mañana toca.  Bueno,  me digo a mí misma,  va a estar interesante eso de ir a jugar a los bolos con música en español.  Tengo ganas de verlo así que me dispongo a cumplir la faena- aunque confieso,  no es mi plan ideal para la noche de viernes.

Mis amigos se ríen y me dicen que un boliche aquí es una disco!  Así que mañana,  después de mis clases,  tendré una nueva experiencia al son de la música.  Ver amigos queridos es siempre un placer y además, el alivio de la música en vez de la pesada bola me alegra.

Después de la clase que impartí hoy quedo tan llena de energía que no siento que sea ya casi mediodía.  Hora de almorzar.  Tengo un encargo de unas medias de fútbol y una camisa de la escuadra celeste para mi enano de siete años.  Más tarde,  quién sabe.  Lo que sí sé es que siento el corazón grande grande y por un rato,  mis miedos e incertidumbre se disipan.  El día soleado me invita a salir a la calle y compartir lo que todos los seres humanos necesitamos,  más que el agua y el sol, más que la comida y el sueño.

El alimento puro,  infalible y sagrado del Maestro Amor.

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