viernes, 23 de agosto de 2013

Vida arruinada

Hoy vi un increíble video de uno de mis maestros donde afirma que el Yoga nos puede arruinar la vida.
Y personalmente tuve una confirmación muy clara de esto.

Dice mi querido maestro que el Yoga nos arruina la vida falsa.  Una vez que uno prueba la "miel",  se pierde el interés en muchas cosas que tal vez antes nos daban cierto placer.   Esas cosas se vuelven un débil reflejo, casi apagado,  de esa experiencia primordial.    Y específicamente me refiero a cosas materiales.

Dice muy jocosamente que el sentido de "moda"  se nos destruye:  andamos siempre a la búsqueda de ropa cómoda y zapatos que nos permitan mover los dedos de los pies.  Atrás quedaron todos  tacones y zapatos en punta y ropa incómoda que a uno le impida respirar.

Dice que le arruina a uno la profesión.  La gente nos empieza a caer muy bien,  cada ser lo vemos como un auténtico milagro.  Todos los seres vivos,  desde gente hasta animalitos, plantas y flores.  No queremos dañar a nadie. Ya no queremos tampoco pelear y nos da pereza competir.  De hecho,  las ganas son más bien de ayudar a quien podamos y de promover el éxito ajeno.

Y por último,  nos arruina la religión porque nos enseña a conectarnos directamente al origen de todas las religiones en su forma más genérica y humana.

Ok.  Muy lindo video.
Lo veo y luego decido salir y rato y aventurarme a ese famoso "TUBE" a ver qué es la cosa.

Termino montada en la línea azul Picadilly.  Todo va relativamente bien.  Las direcciones son claras y todo está muy bien señalizado.  El metro está limpio-  no como otros en que he tenido que viajar-  y se siente seguro.

Llega mi parada y salgo a un mar de gente que se empuja dentro de un gran edificio.  "Esta experiencia tengo que tenerla"- me digo a mí misma.   Me abro paso a brincos y a saltos y de pronto, un señor muy elegante en uniforme con mucha amabilidad me abre la puerta, pesadísima por cierto.  El gesto lo agradezco y decido continuar mi exploración.

Entro a la tienda más grande que he visto en mi vida ( y eso que sólo me dio la pila para conocer el primer piso:  son cinco).  Paso de departamento en departamento:  el de Luxury ítems es el más abarrotado.  Mujeres por doquier en un trance admirando y comprando bolsos.  Ok, anotado.

Cambio de departamento:  la música también cambia y se pone como la de un club bailable.  Ahora vienen los cosméticos.  Hombres y mujeres parecen avispas en un panal.  La música es realmente buena y lo hace entrar a uno en un ride.  Camino,  veo,  paso de largo.  Todos los dependientes visten de negro muy elegante.  Todos son guapos,  lindas y están sumamente arreglados. Segunda anotación.

Me dirijo al departamento de comidas:  impresionante.  Aquí sí ya la cosa se pone intensa.  Hay una sensación de glotonería en el ambiente bien pesado.  Circulo y termino comprando una  sopita miso y un arroz con vegetales y algas.  No sucumbo a la magia de la pasticceria,  la intoxicación de los vinos ni los olores de los quesos.  Es demasiado para mis sentidos. Las filas son gigantes.

Dentro de todo el caos,  el ruido, la música, la gente empujando,  la ansiedad y el despilfarro,  rescato una vitrina llena de las flores más bellas que he visto en mucho tiempo:  girasoles,  rosas y lirios.  Me acerco a ellas y su silencio se siente como un oasis.  Aún en medio de este lugar tan intenso,  la belleza encuentra una forma de mostrarse y dar quietud.

Doy más vueltas tratando de encontrar la salida y no hay forma de salir.  Tengo que pasar varias veces por el mismo sitio hasta que finalmente doy con el baño.  Recobro el aliento.  Me lavo la cara.  Guau,  esto es intenso.  Mujeres de todas las edades, razas y formas se juntan en el toilet con centenares de bolsas:  Hérmes,  Gucci,  Louis Vuitton,  Dior.   Siento que observo todo como desde una nave espacial.  Y me lanzo con toda la fuerza a encontrar la salida de este lugar.  YA.

Termino saliendo por detrás y tengo que dar un vueltón para volver al Underground.  Pero ya puedo respirar.  Por las muchas puertas  sigue entrando gente por montones.  Es todo un espectáculo.  Las vitrinas inmensas,  el lujo material en su máximo expresión.  Y me doy cuenta de que me siento ajena, indiferente.

Uy,  mi maestro tenía razón.

Hace unos años,  Mariela hubiera salido con unas veinte bolsas y con una gran sonrisa de oreja a oreja. La alegría habría durando una semana a lo más y luego,  la vieja soledad que  había sido tapada- nuevamente- con una curita volvería a la superficie.   Alivios temporales para un problema profundo.  Panacea de marcas para una tristeza sin fondo.

Pero aquí estoy,  mientras escribo totalmente feliz con mi sopita y mi arroz.  He de confesar que me llamaron mucho la atención un par de anteojos Dolce & Gabbana.  Pero cuando vi el precio hasta que me reí!  Pensé que valen cuanto menos medio tiquete a Mysore.  Y me siento colmada de saber que estoy aquí por una razón diferente a la que tenía para vivir en ese entonces.

Constato,  con dulce alegría,  que sí:  el Yoga nos puede arruinar la vida.
No tengo la menor duda.

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