viernes, 23 de agosto de 2013

Bloody great

El viaje es pesado.  Duermo apenas un poco.  El avión toca tierra después de muchas horas y salgo sintiéndome mareada y perdida.

Me pregunto y cuestiono cientos de veces para qué estoy aquí.  Una ciudad nueva,  tan grande y caótica.  El calorcito de mi casa lo cambié por esto?  Y para peores,  el taxi no aparece.  Mientras recorro el aeropuerto de un lado a otro,  de pronto veo mi nombre en un rótulo y una sonrisa blanca en una cordial cara negra.  "I´m Jimmy!",  me dice este grenadino que llegó a Londres a sus 25 años y que ya lleva 16 viviendo aquí.  "My legs hurt a lot",  me cuenta mientras conversamos.   Terminamos hablando de una amiga suya que hace Yoga y me hace muchas preguntas mientras avanzamos.  "You certainly don´t look like you have seven children,  I should definitely take that Yoga!"  Se despide con otra sonrisa y finalmente estoy en el hotel.

El día transcurre casi como en un sueño.  Es de noche y madrugada en Costa Rica,  mi cuerpo se siente raro.  En medio de este trip,  de alguna manera logro comprar mi famosa "Oyster" (el bendito pass del bus y metro que todos me dicen pero yo no entiendo nada) y hacer mi primer viaje en bus para encontrar el shala de Hamish.  Logro mi odisea y colapso.  El despertador suena 5:30 am.

Por diez minutos me cuestiono si voy donde Hamish o no,  aún cuando Hamish es uno de los maestros certificados más reconocidos en el UK.

  "La cama está deliciosa...estoy muy jet- laggeada.  Tengo hambre...!"

Salto de la cama y en diez minutos estoy caminando a tomar mi autobús.  Sí,  esos de dos pisos color rojo.  Es tan temprano que sólo yo voy.  Me siento arriba en la primera fila y es una sensación muy loca ver todo desde esa panorámica.  Estoy emocionada.  Llego al shala:  es una puerta blanca con un pequeñísimo rótulo que dice Dharma Shala.  Entro y Hamish me recibe con una sonrisa.  Estoy en casa.  Sólo se escucha el sonido de la respiración.  Mi corazón sonríe.

Al otro lado del mundo,  en una calle perdida en Londres,  encuentro el mismo-exacto-perfecto espacio que conozco tan bien.  El maestro se mueve amable y presente.  Recibo uno de los mejores ajustes en backbends que he recibido jamás...y luego caigo en ese espacio de ser y no ser....a lo puro Shakespeare.

Salgo del shala absolutamente feliz.  Leáse bien:  ABSOLUTAMENTE.   El sol de la mañana está saliendo,  los londinenses se apresuran a sus trabajos.  La ciudad despierta y yo voy caminando-flotando-sonriendo- casi llorando.  No lo entiendo muy bien,  pero sé que hay una magia de apoyo emocional inmensa en un cuarto estilo Mysore.  A Hamish lo he visto en India,  saludado,  pero estar con él en el shala es un regalo a todo nivel.  No importa cómo uno llegue sintiéndose,  siempre sale sintiéndose mejor. Me siento cercana al maestro,  al resto de los ingleses y extranjeros que practicaron hoy.  Y casi ni intercambiamos palabras.

Hay una complicidad,  una comprensión,  una pasión compartida que hace que en cualquier parte del mundo que estemos- no importa adónde-,  si encontramos un ashtangi de los de verdad, encontramos eso.  Y eso es,  ya me acordé,  lo que me trajo hasta aquí.

A todos nos pasa que nos perdemos en el aquí y el ahora y nos desconectamos del panorama más grande.   Chop the wood,  carry the water.  Entiendo totalmente la metáfora de estar presentes.  Pero a la vez,  estar presentes con el horizonte abierto,  con nuestro camino que avanza paso a paso hacia un propósito claro.  Y en Yoga es la capacidad de hacer lo que hagamos lo mejor que podamos.

Pienso en Arjuna y su disyuntiva de cumplir con quién es o negarse.  Ese héroe mítico,  personaje principal del libro más importante de la literatura india,  el Bhagavad Gita.   Si pienso en un Arjuna moderno,  probablemente hubiera tenido la misma resistencia que tuve a venir a este viaje,  tomar esos aviones,  aceptar la intensidad de esta ciudad.  La misma de ir a comprar el Oyster a una estación caótica,  perderse un par de veces en las calles hasta encontrar el bus o no levantarse esta mañana de las cobijas.  Pero todo parece ínfimo y sin importancia ante ese instante en que sale del shala y el sol le da en la cara.

Faltan dos días de ver a mi maestro y ya siento los mares de gente que vienen a verlo de todo el Reino Unido  y de todo el resto de Europa.  Cientos de amigos que no conozco pero que sí conozco:  todos compartimos un amor común.  Y dicen que para conocer a alguien lo único que uno necesita fijarse es en lo que ama...y ahí está la respuesta.

Los que aman el dinero...
Los que aman el jolgorio...
Los que aman las armas...
Los que aman la violencia...

Son seres de otra especie.

Los que amamos la simpleza de la vida.
Los que amamos nuestra conexión vital con Dios.
Los que amamos a los que aman esto también.
Los que amamos el silencio.

Somos todo un capítulo aparte.

Hoy compartí mi respiración en un cuarto lleno de ingleses.
y fue realmente BLOODY great.

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