lunes, 12 de agosto de 2013

Mujeres diamantes

Definitivamente,  la selva me encanta.

Dos días en el Caribe hacen maravillas.  La jungla y su ritmo,  el Wolaba,  el perezoso que se mueve por la vida en "slow-down-mama-mood"....me traigo del mar y la arena esta invitación interna a retomar esta semana,  este lunes desde ese lugar.  Un nuevo experimento.

Y esto sucede en un día,  una semana que parece ser inmensamente intensa.  Hoy operan a mi hija de las cuatro cordales:  cuatro muelas del juicio para afuera de una vez.  Hoy tenemos una graduación de un año de práctica en la noche, una fiesta.  Hoy también regresa al Estudio una estudiante que acaba de estar con Sharath.

Tres mujeres,  todas ellas fuertes y determinadas.

Mi hija se opera y en 8 días se va a estudiar a Canadá por muchos años.  Ha sido un proceso interno de mucha fuerza y enfoque lograr la beca,  la visa,  la despedida de su novio.  Su arte la llama y por ningún motivo va a claudicar.  Está su vida en juego,  su alma.

Mis dos estudiantes que hoy son homenajeadas son ambas tranquilas y serenas en apariencia,  pero con un volcán y truenos por dentro.  Sólo si conectamos con esa luminosidad interna que deshace todos los miedos puedo uno sostenerse en esta práctica de yoga sin tirar la toalla.  Es demasiado difícil.  Pero cada vez que graduamos en el Estudio a un estudiante de 1 año de práctica ininterrumpida- y eso que no hemos llegado ni a veinte durante doce años-  reconfirmo la fe en que aunque seamos pocos,  algunos de nosotros estamos genuinamente locos por Dios y por la Luz y podemos sobrepasar madrugadas,  dolores físicos y sobre todo, resistencia mental si contamos con el apoyo de nuestros maestros y amigos.

La primera estudiante llegó a mi casa por una serie de acontecimientos que yo llamaría "serendipity".  Esa sensación de que la vida trae a alguien en las circunstancias más peculiares y ese alguien realmente merece recibir este regalo.  Su devoción y enfoque,  en medio de una vida de médico sumamente dedicada,  han terminado por expandirse al punto lindo de que su esposo también está ahora practicando.  No siempre sucede esto y está bien, pero cuando uno en la pareja jala al otro para que también se lance al vacío hay una transformación muy poderosa que sucede, no sólo a nivel individual, sino a nivel de relación.  Estos dos yoguis son un ejemplo a seguir.

La segunda acaba de regresar de Europa de estar con mi maestro.  Le decía que la sensación es de un "antes" y un "después":  la vida antes de Sharath, la vida después de Sharath.  Y no es ni siquiera Sharath,  aunque sí es él también:  es ver la gente que llega y el amor que abren sus alfombras,  los maestros que lo recibieron con la devoción que prepararon todo.  El momento de hacer la práctica es la culminación de un montón de trabajo,  no sólo en el país en cuestión,  sino en las vidas personales de toda esta gente.  Muchos viajes a India,  mucha perseverancia,  lesiones de por medio,  presión interna e ideas falsas que hay que quemar en el fuego de la respiración.

Y todos nos sentimos muchas veces así:  listos para tirar la toalla.  Cuando me pasa,  me ayuda muchísimo recordar gente como estas tres mujeres que hoy son protagonistas de mi día.  Gente diferente,  gente que no se da por vencida fácilmente.  Mujeres con temple,  con luz y ovarios.  Mujeres que dejan lo amado para buscar un sueño sin ningún tipo de seguridad,  más que el llamado imperioso de sus entrañas.

Y cualquier mujer u hombre que pueda conectarse con ese lugar tiene el éxito garantizado. No es un éxito externo, no tiene que verse de ninguna forma.  Es el éxito de ser consecuente con lo que somos,  con quién somos.  Si no tenemos ni idea de quién somos, cómo dar un paso en alguna dirección?  Pero la maravilla del Yoga es que nos va pelando de todo lo falso y queda el diamante puro que sólo quiere brillar.  Y desde ese lugar,  aunque sea desde la posibilidad de ese lugar,  damos pasos de gigantes que ni nosotros mismos nos creemos.

Escribo esto una semana antes de mi propio paso de gigante al otro lado del mar en busca de la mirada de mi maestro y su sonrisa.  Para eso,  tengo que superar mil y un obstáculos mentales que me frenan. Pero ya me voy convenciendo de que no tengo que hacerles caso: siempre se aparecen a estas alturas del partido e intentan sabotearme la jugada.  Voy tranquila, como el perezoso de ayer:  un movimiento a la vez,  sin preocuparme del próximo. Y sé que voy a estar bien,  adonde quiera que esté.

Sé que estas tres mujeres ya dieron el primer paso hacia su diamante y que cada día van a sentirlo más cerca.  Y ojalá que muchos más sigan el llamado a pesar de las dudas,  porque no hay otra forma de vivir la vida que valga la pena.


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