domingo, 25 de agosto de 2013

Fearless

Casi no puedo dormir.

Me preocupa no despertarme a tiempo.  Creo que esa es la peor pesadilla de un ashtangi:  que el despertador no suene!

Londres amanece de nuevo tapado y lluvioso.  Me alisto,  estoy con un hambre terrible.  Empaco una manzana,   un banano y unas almendras para después de la práctica.   Como decía Siddharta,  si uno sabe hacer sólo tres cosas en la vida todo es posible:  meditar,  ayunar y esperar.

Ayuno o morir de indigestión en la práctica.  Check.

Llego al venue y empiezo a ver caras conocidas.  Adentro,  se escucha la voz de mi maestro guiando Primera Serie.  Me asomo por una rendija:  el lugar está totalmente lleno.  Es un centro,  una especie de teatro de piso de madera,  parece bastante viejo.  Me registro y espero el cambio de guardia.

Todo bien hasta el momento.  Me siento tranquila y confiada.  He hecho esto muchísimas veces, por qué tendría que tener miedo?  Me acomodo en una cómoda tercera fila,  nadie quiere ponerse en la primera frente al Boss.  Gabriel, un amigo italiano,  le dice a otro maestro que avancen y se acomodan de primeros.  Ya casi empezamos.

Justo un segundo antes de cambiar la invocación,  Sharath me llama:  "Mariela,  come here!".  La peste,  me llamó a mí.  Me acomoda exactamente frente a él,  tan cerca que cuando canta puedo escuchar su respiración.  Empiezo a temblar.

Tener encima el ojo de mi maestro se siente como un láser que me atraviesa el corazón.  Comienzo a respirar,  a tratar de calmarme.  Es como si de pronto estuviera totalmente desnuda frente a todo el cuarto.  Pero qué me está pasando?

El conteo de la serie va fluyendo sin mayores contratiempos.  Se avecina esa postura que odio, bueno,
más bien que mi hombro derecho odia.  Han sido seis meses-  desde que regresé de India-  que he convivido con este maestro-hombro,  día a día,  noche a noche.  Finalmente,  tuve que tomar un break de mi práctica y está relativamente contento.  Sin embargo, la sola posibilidad de entrar en esa postura que odia me causa un revuelo mental.  Y si me lesiono de nuevo?  Y si no tengo la fuerza?  

Atrapada en estos comentarios mentales,  me doy cuenta de que ya estoy arriba.  Mi cuerpo sigue la voz de mi maestro sin importarle lo que piense mi cabeza.  Oh oh.  Estoy arriba y ahora tengo que bajar.  No me da tiempo siquiera recapitular:  Naua,  JUMP BACK!  Y caigo como nunca he caído antes,  directamente sobre mi barbilla en vez de sobre las manos.  El miedo me atrapó,  perdí el control.   Las cuentas continúan y me doy cuenta que estoy temblando como un conejo.  Por suerte viene un pequeño descanso.

Me quedo totalmente quieta en mi alfombra boca abajo,  cierro los ojos y se me llenan de lágrimas.  Puedo literalmente ver ondas de miedo que salen de mi cuerpo,  que se van.    Mientras tanto,  mi maestro ajusta gente por todo el cuarto y yo me observo ahí tirada,  mi cuerpo tembloroso y agradecido por haberle dado en el clavo. La barbilla palpita del dolor.  Mmmmm....estoy no se va a ver bien.

Pasa el trago amargo. El resto piece of cake.  Hasta que llegan los backbends y de pronto me veo con las manos en mis muslos y mi maestro frente a mí.  Sucedió.  Aquí estoy.   A esa que le tenía pánico.  Estoy respirando.  Estoy viva.  El está cerca.  Todo está bien.  Y dentro de todas las yoginis de hoy,  me tuvo que escoger precisamente a mí:  la que acaba de tener un ataque de pánico, tiene el hombro desbaratado y parece conejito.  Salgo del backbend renovada y confiada.  Sobreviví.  El miedo no existe.

A pesar de mi linda chichota en la barbilla-  como dice un amigo,  una raya más para esta tigresa-,  tengo que decir que la experiencia de hoy no la cambiaría por nada.  Me dio justo en el punto en todo sentido.  He vivido muerta del susto toda mi vida y a pesar del miedo,  he osado asomarme al otro lado. Hoy sentí que ese miedo viejo,  inmovilizante,  ya curtido por el tiempo,  se movió de mi cuerpo y se salió.   Me siento liviana,  feliz y agradecida.

Agradecida con mi Guru porque sin su presencia mi hombro hubiera seguido reinando.  Feliz porque estuve dudando varios días si me aventuraba a uno de los Carnavales más locos de Londres que sucede ahora en la tarde.  Liviana porque los miedos nos atan y detienen frente a la vida y nos dicen muchas mentiras.

Así que a bañarme para irme a Notting Hill.  No sé qué voy a encontrarme,  pero sí sé que estoy lista para lo que venga.

No es casualidad,  pero sale el sol en Londres.

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