jueves, 8 de agosto de 2013

Para amar hay que abrir los ojos

Regreso en estos días a mi pregunta existencialista de si existe o no el amor.

En este plano en que vivimos,  pleno cada día de duda, confusión,  egoísmo,  sufrimiento y desesperanza,  la pregunta es válida.

La respuesta?

Desearía que alguien me pudiera responder con un simple si o no.  Pero como el amor es algo tan sutil, tan profundo y tan sin similitudes en este lugar,  por supuesto que la respuesta no va a ser tan simple.  Necesito ir más profundo para descifrarla.

Dice una canción que el amor nos habla en acertijos y rimas.  Pero cuando nos toma nos aprieta con fuerza,  nos besa incansablemente y nos seca las lágrimas.  Sólo tenemos que cerrar los ojos para sentirlo.  Y abrir los ojos para verlo.

Un amigo cercano me aconseja que siempre que esté pasando un momento difícil,  busque lo que amo. Y qué amo?  Amo a mis hijos,  a cada uno de ellos.  Hoy el número 3 está cumpliendo 17 años.  Hace 17 años estaba yo en el infierno:  una pésima relación de pareja,  un embarazo sola,  días de dolor y sufrimiento.  A aún en medio de ese panorama tan triste,  el amor me consideró lo suficientemente merecedora para posar en mis manos aquel bebé precioso,   lleno de luz e intensidad hasta la fecha.

Aún en el fondo de la cueva,  el amor me encontró.

El amor nunca nos abandona. Somos nosotros quiénes nos cerramos a su caricia.  Aquí estoy con mi pitufo menor,  Matías,  mientras escribo.  Su carita angelical,  ojitos vivos,  sonrisa dulce es todo lo que necesito en este momento.   Aquí,  ahora, puedo sentir el abrazo del amor a través de mi bebé.

Igual que cuando abrace y felicite a mi cumpleañero más tarde.  Igual que en la clase que acabo de dar con diez hermosas almas valientes y dispuestas a darlo todo.  Igual con mi cuerpo que me llena de sensaciones de vida,  a veces placenteras,  a veces no tanto,  pero todo vida.

Qué más amo?  Amo lo que hago cada día,  lo amo con pasión. Amo a mis maestros,  cada uno de ellos un ejemplo de tenacidad y bondad.  Amo la gente que viene a mi casa a compartir lo que amo.  Amo que sean tan tercos y necios como yo para seguir rompiendo todo lo que nos aprisiona.

Así que concluyo que si estoy dispuesta a ver,  el amor está por doquier, al menos en mi propia vida.  Es la fuerza que nos mueve,  que nos invita a dar el siguiente paso.  Es la energía que mueve las hojas del árbol de mango en mi patio y que me lleva a cruzar el mar en un par de semanas para ver a mi maestro.  La misma que hace que la sangre se mueva en mí y mi corazón palpite.

Está presente siempre.

Voy a escoger sentirlo o voy a quedarme pegada en mi idea de que tal vez sea un mito?

Podría refrendar esto con mucho ejemplos:  gente ensimismada,  gente desconectada,  arribistas,  wanna be-s, mediocres,  envidiosos, desagradecidos,  adormecidos...creo que todos sufrimos una dosis mayor de la deseada de este tipo de gente diariamente y el secreto está en no permitir que empañen el espejo de nuestra percepción y nos bajen de frecuencia.

El Yoga me invita a experimentarlo todo antes de dar un veredicto.

En mis diarios experimentos con la vida y la verdad,  creo que no tengo más opción que aceptar que el amor existe.

Ja ja
Qué buena noticia.

Tal vez no como yo quisiera,  pero eso no es lo importante.
El hecho es que está por todo lado y es imposible vivir sin amor.

Y ya esta realización me da esperanza para continuar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.