jueves, 13 de diciembre de 2012

Shanti: En el cuarto viaje el dragón aguarda

Las Series en Ashtanga Yoga son mérito de yogis antiguos que experimentaban en meditaciones cómo su cuerpo tomaba formas espontáneamente y entraba en estados de trance que los movía sin esfuerzo.
Para nosotros, simples mortales, las Series son un reto al cuerpo físico, pero sobre todo a la mente.  Nuestras mentes están acostumbradas y criadas en Occidente para buscar la comodidad,  la indulgencia y el placer.  Cualquier incomodidad, por mínima que sea,  nos pone ansiosos,  desesperados y enojados.

La primera vez que vi a una amiga haciendo Ashtanga, no comprendía muy bien el movimiento de sus extremidades en el aire.  Sólo vi que flotaba sin gravedad.  Además,  estaba tan pero tan feliz.  Ella fue mi primera maestra y me inspiró a adentrarme en terreno nuevo.  Fue con ella que oí por primera vez el nombre Pattabhi Jois y la ironía es que ella no tuvo oportunidad de conocerlo.  Guruji murió hace tres años y Rebecca nunca más salió de Ohio.  La única vez en su vida que mi amiga viajó fue para venir a Costa Rica a un curso donde la conocí....increíble,  verdad?

En fin,  llegué a Mysore después de mi peregrinación en Rajastán y Sharath me invitó a empezar la Segunda Serie. La primera postura se llama El Ahorcado,  Pasasana.  Es una torsión sumamente intensa y difícil hasta para los más experimentados.  Impide respirar completamente y su intensidad asemeja las fauces de un dragón.  Después de ese portal,  todo se torna relativamente fácil,  pero pasar el portal implica ir más allá del miedo a asfixiarse.

La vida me ha puesto innumerables veces en situaciones que me asfixian.  Y yo misma las he escogido.  Todas me han enseñado,  ahora que las veo para atrás.  La mayoría con dolor profundo.  Y cuando me  encontré este dragón,  lo único que mi mente dijo fue:   "Hasta aquí llegaste",  "Siempre has intentado continuar como si nada,  pero this is it."   No puedo explicar cómo un día de los tantos en ese mes que estuve en el shala,  me vi de pronto amarrada y con los talones en el suelo.  Mi mente simplemente se detuvo y realicé,  por primera vez,  que podía ir más allá de mis propias limitaciones.  Con la ayuda y apoyo de mi maestro,  aprendí que los dragones que a todos nos esperan a la vuelta de la esquina son proyecciones de nuestros propios miedos y deficiencias,  ideas y conceptos que cargamos en la intimidad de nuestra psiquis y que generalmente no tienen mucha realidad.

Pasasana me enseñó que podía atreverme a salirme del cuadrito.  Y ese fue el inicio de mi valor.  De ahí,  el resto de la serie fue manifestándose casi sin esfuerzo. Por supuesto que todavía tiemblo antes de hacer  una Segunda Serie guiada con mi maestro,  como hacemos los domingos en India.  Es como si a uno lo atropellara un tráiler y luego le pasara por encima una locomotora! Hay algo en el conteo del vinyasa que pone mi mente en blanco y el cuerpo simplemente se mueve al compás de los números y nombres en sánscrito.  Pero después quedo totalmente nueva y la sensación es de puro éxtasis y felicidad.  El Nadi Sodhana remueve todo lo que no se parece a la luz y por un día soy un ser libre y liviano.

Ahora,  muchos años después de mis primeros coqueteos con el dragón, el Pasasana se siente cómodo.  Veo a mi alrededor y me gusta lo que veo: mi vida también se siente más cómoda.   Estoy viviendo lo que siempre anhelé:  un quehacer que amo y que ayuda a otras personas;  una familia que adoro y que me enseña todos los días el valor de compartir y dar;  posibilidades lindas de viajar por el mundo trabajando y siguiendo a mis maestros, seres muy especiales.  Pero sobre todo,  me ha permitido vivir en mi cuerpo habitándolo.  Tantos años cargué a este pobre como un estorbo.  Lo juzgaba,  castigaba con exceso de ejercicio y poca comida,  lo abusé de mil formas sobre todo con mi mente a través de juicios continuos y comparaciones.   Hoy es mi amigo y compañero y mi apoyo para poder realizar mis proyectos,  mostrar mi amor y mi amistad y  el instrumento para cumplir mis sueños.

A este vehículo de mi espíritu,  a este templo de mi alma en esta encarnación,  con su bondad y humildad me ha enseñado, día a día,  el valor de la mortalidad.  A este cuerpo que exprimo,  tuerzo,  invierto y relajo todos los días,  gracias por permitirme sentirme lo suficientemente segura para atreverme a ir más profundo.






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