domingo, 16 de diciembre de 2012

Sexto Viaje: el Patito Feo encuentra el Amor

Hoy llegaron tres yoginis al Open Studio.
Domingo de diciembre:  ajetreado,  tráfico colapsado y una sensación general de ansiedad.

Ansiedad por qué?

Todavía recuerdo mis Navidades antes del Yoga:  correr de aquí para allá alistando regalos,  preparando comidas,  conectada al sentimiento hacia afuera.  Hoy,  agradecí tanto el espacio sereno del Estudio y las compañía de estas tres mujeres valientes y enfocadas.

Domingo es día de Segunda Serie en Ashtanga Yoga.  La Serie Intermedia despierta y sana el sistema nervioso:  tiene backbends intensos y aperturas de caderas profundas,  además de inversiones muy locas.  Pero uno termina esta serie más rápidamente que la Primera y el resto del día el cuerpo se siente delicioso y la mente balanceada.

Mientras las ajusto y ayudo en las posturas difíciles,  me mente vuela a India.  En India son las 10 de la noche,  casi doce horas de diferencia.  Cuando estoy allá, la diferencia de horas se siente mucho,  sobre todo a la hora de llamar por teléfono.  Y se siente sobre todo la distancia....exactamente al otro lado del mundo.

Termino mi práctica y recibo una maravillosa noticia desde Mysore:  tres de mis amigos más queridos fueron certificados hoy.  La certificación es el grado más alto de confianza que un maestro recibe de mi escuela y es un honor y una gran responsabilidad.    Los conocí hace muchos años en India y su devoción es evidente en sus prácticas personales y en sus shalas. Me siento tan feliz por ellos!  es casi como si me hubiera sucedido a mí!!

El Yoga nos hace sensibles a los éxitos de los demás y nos permite alegrarnos por ellos.  Todo lo contrario a lo que hemos aprendido en nuestra sociedad costarricense y la Ley del Serrucho.  Me doy cuenta de que mi práctica funciona, siento el corazón grande grande y les escribo para felicitarlos con alegría y buenos deseos.

El camino en Mysore es arduo y difícil.  Sin embargo,  uno no va a la escuela para obtener nada.  Al menos yo, en este momento de mi vida,  voy porque es un placer y una dicha estar con mi maestro.  Actualmente,  las autorizaciones y certificaciones no se piden,  él las otorga si así lo siente.  Así que lo importante es seguir nuestro corazón y no pensar en los resultados.  Lo que está para uno,  llegará en el momento adecuado.-

Después de que me rapé mi pelo largo,  me sentí varios meses como el patito feo.  Mis chicos,  honestos a morir,  me decían en la cara que me veía HORRIBLE.  Sin embargo,  la práctica se sentía maravillosa,  sin estorbos,  sin nudos en el pelo,  libre y limpia.  Añoro esos días de cero vanidad  que siempre quedarán en mí.

Practiqué todo ese año diariamente,  con ferviente devoción- como es el protocolo en Ashtanga Yoga.  Sólo descansamos un día a la semana y las lunas llenas y nuevas.  Las chicas respetamos también nuestros "Ladies Holidays".  Cada día  está marcado por la práctica en la vida de un ashtangi.  Si uno no practica,  se siente cerrado y embotado.  Llega a ser tan necesario como bañarnos o lavarnos los dientes.

Terminé mi relación,  afiné mis asuntos y empaqué todo,  regresando a mi querida India en Enero del 2007,  menos pelona y  más soltera.   Ese fue un mes de retos y mucho soltar en Mysore:  cuando llegué,  el shala estaba completamente lleno- como es normal en enero y febrero- y por lo tanto,  los apartamentos y cuartos disponibles para estudiantes eran escasos. Terminé en el cuarto más simple y austero de toda mi vida:  una cama,  una mesa y una silla,  oscuro y frío más unas cuantas cucarachas.  La primera noche que dormí ahí me sentí muy sola y desamparada.  No tenía ni cobijas! No podía imaginar el giro que mi vida tomaría ese año.

La práctica en Mysore es dulce como el azúcar.  Todos los días, me levantaba a las 4 am,  caminaba en la oscuridad a mi escuela,  donde ya encontraba mucha gente esperando a que abrieran.  Cada día de práctica en mi escuela es totalmente inesperada y hermosa,  como una muerte.  A las 6:30 am,  después de dos horas de sudar desde el centro de mi ser,  ya estaba afuera tomándome mi pipa,  refrescante agua de coco india,  sintiéndome totalmente viva y feliz sin causa aparente.  Sólo sabía que ese lugar nutría cada célula de mi cuerpo y mi alma se sentía totalmente en casa.

Conocí a un excelente fotógrafo y nos dedicamos ese mes a viajar por los templos y ríos.  Tom y Nina se volvieron amigos entrañables.  Más amigos llegaron a mi vida y todos compartíamos el amor por el Ashtanga y  nuestros maestros.  Guruji había estado enfermo y  todos preocupados sabíamos que a nuestro querido maestro no le quedaba mucho tiempo en este mundo.  Sin embargo, su presencia era potente en el shala,  aunque ya casi no nos ajustaba y se sentaba en su sillón a dormitar durante las prácticas.

Poco antes de regresar,  recibí un email de Costa Rica.  Era de un antiguo amigo que había conocido en un Intensivo de Meditación cinco años atrás.  Leí el correo y me asusté, me asusté tanto que no pude contestarle.  Pero no entendía muy bien por qué. Me escribía que quería practicar conmigo,  que había algo en el Yoga que lo estaba llamando insistentemente.   Que había sabido por un amigo común que yo estaba en India y que cuando regresaba.

Regresé a San José,  releía el correo y no podía contestarlo.  Finalmente,  lo llamé.  Resultaba que él también venía saliendo de una relación larga y me dijo que me invitaba a almorzar.  Nos vimos después de 5 años y luego,  él me confesó que cuando me vio pensó que qué diablos me había pasado:   pesaba unos 10 kilos menos de cuando me conoció y el impacto fue grande.  Compartimos en el almuerzo y me contó de su deseo por el Yoga.  Le dije que por supuesto,   que viniera a practicar.  Quién diría que ese yogi en vidas pasadas,  buscador de toda una vida,  terminaría siendo mi esposo!  como bien decía mi maestro,  practica y todo llega.

Marco practicó dos veces en Namasté y luego me invitó a salir.  Bueno, en realidad,  invitó a surfear a mis hijos y de todos, fue Ariel,  el tercero,  quien insistió en ir a Limón.  Sinceramente, yo no estaba en búsqueda de una relación en ese momento y no tenía ganas de ir.  Pero Ariel insistió tanto,  se levantó temprano y con su tabla de surf vino a levantarme: "Mami,  por favor!".  Manejé hasta Limón  casi arrastrada.  Pero pasamos un día tranquilo,  Marco ayudándole a Ariel en las olas y yo conversando con su hermana.

Al final del día en la playa,  ya cruzando el Braulio Carrillo de regreso a San José,  Ariel se volvió y me dijo: "Mamita,  este fue el día más feliz de mi vida."  A sus diez años, cayó dormido en el asiento del pasajero y yo continúe manejando en la oscuridad conmovida.  Al salir del Parque Nacional,  sentí un bombazo literal en mi corazón.   Totalmente de la nada.  Comencé a llorar.  Sentía que el corazón me iba a explotar y de pronto,  de la nada,  sentí un amor absoluto por la vida y por este hombre que empezaba a conocer.

De ahí,  la historia se movió bastante rápido.  Decidimos casarnos un mes después en una ceremonia íntima con los amigos más allegados.  Quedé embarazada de Gael en Junio del 2007 y regresé a India embarazada en agosto de ese mismo año.  Totalmente sorprendida por el giro que dio mi vida en un instante, supe que tenía que regresar a India cuanto antes por mi autorización.  Sharath me la había ofrecido para el siguiente año,  pero en un año estaría con una panzota..imposible!   En medio de achaques espantosos,  preparé el viaje más duro que jamás haya hecho al shala: este bebé pedía estar en India lo antes posible.


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