jueves, 6 de diciembre de 2012

Compasión feroz

Dice uno de mis amigos que el valor no se desarrolla haciendo aquello en que somos buenos.  El valor se desarrolla en la selva de nuestros miedos.

Entramos con sigilo en ese lugar y nos bañamos en la oscuridad enfrentándonos a las peores pesadillas.  Si nos quedamos lo suficiente y la visitamos a menudo,  esa selva de miedo se convierte en nuestra fortaleza y podemos vivir la transformación de muchos mitos en realidad y entonces,  realmente abrirnos a todas las posibilidades que esta vida ofrece.

Todos tenemos personas en nuestras vidas que nos retan a enfrentar nuestros miedos:  agradezcámolas como si fueran oro puro.  Son los más valioso para nuestro desarrollo,  a pesar de que a veces no nos gusten mucho.

Mi práctica de yoga y otros colegas  han dejando un sabor amargo en mi boca muchas veces.  He resentido profundamente el espejo que ponen frente a mí con maestría.  No me gusta lo que veo y es más fácil echarle la culpa al otro que asumir lo que yo he sido en esos momentos.

Mis maestro Sharath me ha sostenido ese espejo innumerables veces cuando estoy en India.  Su presencia ininmutable me obliga,  necesariamente,  a verme por todo lado,  afuera y adentro.   El ha sido la piedra que ha afilado la espada de mi discernimiento.  Ahora la estoy usando para cortar las cabezas de mis miedos, dudas y desilusiones.  La gratitud que siento por los años que me ha enseñado no tiene comparación con nada,  ni siquiera con el agradecimiento que siento por mis padres por haberme traído a este mundo.  Sin su ayuda,  probablemente nunca hubiera podido escribir esto.

Sin su ayuda,  estaría todavía atrapada en el eterno devenir del samsara,  mi propio samsara de ilusiones vanas y trivialidades fatuas.  Daría vueltas entre el próximo deseo y el siguiente y como un fantasma,  anhelaría llenar el vacío interno con cosas,  relaciones o el siguiente fix.  Así viví muchos años, en el medio en que vivía  nadie podía enseñarme  algo diferente.  Fue hasta que el Yoga me encontró que supe que había vivido en un sueño y que me podía despertar.

Despertar es el proceso más fuerte y doloroso que cualquier ser humano puede intentar en este lugar.  Primero,  todo confabula a mantenernos dormidos.  Segundo, en este lugar- este mundo- la ilusión o maya es la reina.  Cualquier intento de conectarnos con la Luz va a encontrar mil obstáculos, mil oportunidades para tirar la toalla.  De la mano de nuestro deseo ardiente por la verdad y de nuestros maestros,  podemos atravesar cada uno de ellos.  La cuestión reside en no darnos por vencidos,  en buscar amigos que estén en lo mismo,  en rodearnos cada día de consciencia en nuestras acciones y en no dar el brazo a torcer.  Nunca.

Tirar la toalla sólo nos devuelve a ese lugar en que viven la mayoría de los seres humanos,  ese lugar de indulgencia, desesperación y sufrimiento constantes.  Muchas veces,  no tienen ninguna posibilidad de salir del atolladero,  otras,  no están todavía preparados.  Para aquellos que ya nos hartamos de dar vueltas en círculo,  la única respuesta es la fe.

Que todos aquellos que nos muestran de forma feroz nuestras propias limitaciones nos reafirmen esa esperanza de vivir más allá de lo falso.

Que la realidad y verdad prevalezcan siempre en nuestras vidas.




Que todos aquellos- cada vez más- que hemos pedido despertar,  veamos nuestros miedos disipados- siempre de la mano de nuestros guías,  en quienes confiamos y a quienes amamos.

San José,  6 de diciembre 2012.

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