lunes, 30 de mayo de 2016

TODO

He enseñado lo que amo por ya casi quince años.

Mi vida era muy diferente entonces.  Todavía me creía la historia de que los títulos y maestrías nos dan identidad y de alguna forma nos protegen contra la vida.   El yoga me ayudó a salirme del paradigma,  del sistema,  del Matrix.  Gracias a mis maestros es que hoy estoy aquí en Los Angeles de nuevo,  lista para unirme a un grupo de practicantes dedicados,  todos ellos seres humanos que admiro y me inspiran a muchos niveles,  desde el más humano hasta el más espiritual.

Mi camino ha tenido retos, pero no hay imposibles dice Alicia.  Los imposibles nublan las mentes promedios,  llenas de excusas y sentido de inferioridad. Todos podemos alcanzar lo que sea si nos lo proponemos con la suficiente seriedad.  Estar con mi maestro puede ser considerado un imposible para muchos.  No es fácil ir a India muchas veces,  dejar atrás familia,  crear los recursos año tras año y luego pasar por el fuego de mi escuela en Mysore.  Nada fácil.  Creo que si vuelvo la mirada atrás sé que sólo ha sido posible para mí por la fe en mis guías.

 Si ellos ven algo en mí debe ser que hay algo- me dije mucho tiempo. Y alistaba de nuevo el equipaje.

Hoy me convenzo que era yo misma la que todavía no me podía ver.

El potencial infinito que somos se ve nutrido o desperdiciado.  Tantos estudiantes increíbles que han pasado por mis manos,  gente tan valiosa y con tantas cualidades que han dejado tirada la toalla, escudándose en mil falsedades y bla bla bla.  Muchos han viajado a la Meca y luego abandonan.  Se auto-sabotean,  se cierran ellos mismos las puertas.  Me da mucha tristeza pero a la vez me ayuda a verlo claramente para no hacerlo NUNCA.  La única cualidad que tengo es no darme por vencida. Y ahí agradezco la luz de mis maestros que con su ejemplo predican más que muchas palabras bonitas sin acciones que las confirmen.

Tantos yogis de papel,  tantas habladas y fotos vacías- perdónenme pero así es.  Cuando estoy con mi Guru sé que no es por ahí la jugada.  El yoga está creciendo tanto y tantos se siguen aprovechando, dicen verdades a medias,  esconden lo que realmente buscamos todos:  la conexión profunda con quién somos.  El maestro de verdad apunta con certeza al blanco,  no se anda por las ramas.  Nos despoja de las protecciones adquiridas,  nos cambia la forma de pensar y percibir el mundo.  Nos dice sabiamente que no hay imposibles si hay suficiente deseo en nuestro corazón por la verdad.

Y todo lo demás son cuentos inventados.

Mi deseo sigue siendo el mismo desde que me ofrecí a la Energía para que me usara como bien necesitara:  topar con almas serias,  intensas,  deseosas de moverse.   El deseo ardiente por la verdad la verdad nos trae muchos problemas a nivel humano:  nos enfrenta a apegos,  nos pide soltarnos de todo aquello que nos limita.  El camino espiritual no es para los débiles de corazón:  sé que el mío ha sido perfecto.  Sé que he crecido,  sé que he madurado.  Sé también que he limpiado mi paleta de relaciones,  sé que las oportunidades perfectas vienen solas y que no tengo que andar por la vida quejándome de nada cuando lo tengo TODO.  Sé que la abundancia y la prosperidad son la naturaleza de mi ser y por tanto,  eso es lo que manifiesto.  Sé que las dudas son pasajeras y que todo lo que siempre he anhelado sigue llegando y más amor está en camino.

Sé todo esto porque a pesar de los sacrificios personales, a pesar de que nos piden entregarlo todo-absolutamente todo,  a cambio nos dan TODO.  El verdadero TODO.  No el todo a medias,  no el todo con condiciones.  No ese "todo" que buscamos torpemente en el otro y que nunca va a poder ofrecerlo completo.  El todo es aquello que es siempre,  que nunca se opaca.  Que irradiamos desde que llegamos a este planeta y que nunca muere.

Sí,  yo quiero TODO.  Todo lo esencial,  todo lo importante.  Toda la conexión,  toda la esencia vital. No puedo conformarme con menos porque ya he probado el néctar.  Y el néctar es sólo para algunos pocos,  aquellos lo suficientemente tercos y necios que no nos damos por vencidos a la primera, ni a la segunda,  ni nunca.

Para los que creemos que hay una forma de vivir la vida que nos deje con una sonrisa en los labios siempre.  Para que cuando exhalemos finalmente podamos irnos con esa satisfacción completa,  perenne, eterna que todos merecemos.




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