viernes, 13 de mayo de 2016

En expansión

Termino mi largo día en un café orgánico de ensueño con una bolsa de Kale chips y un té Sencha acompañado de un quiche de vegetales.

La mejor cena para una yogini hambrienta.

Hoy empezamos muy temprano:  3 am hora de Costa Rica.  El estudio nos esperaba todavía a oscuras,  los suaves celajes de la mañana anunciando la salida del sol.  Llegamos,  acomodamos nuestros mats... todo tranquilo y normal.

Y en eso aparecieron alrededor de cuarenta yogis,  una ola de ojitos perdidos y  miradas sorprendidas aventurándose a lo desconocido entre curiosidad y miedo.  Media hora después el cuarto ardía, totalmente empapado,  gemidos aquí y allá que venían de las esquinas y una sensación general de incredulidad mezclada con éxtasis.

De verdad que a algunos nos gustan los experiencias extremas.

El yoga que hago no lo considero un deporte,  sino un arte.  El arte de estar presente.  El arte de respetarnos lo suficiente para tomar decisiones coherentes y transparentes.  El arte de movernos por la vida a pesar del miedo.  Mis maestros hablan que la alineación correcta nos sana:  no es sólo colocar el cuerpo en las posturas ya de por sí intensas y demandantes de unas series imposibles con la inteligencia suficiente para no dañar nuestros huesos y músculos...

Es sobre todo y ante todo el arte de escoger en esta vida desde el Amor y la fe.

Escoger desde el Amor implica un megasalto de fe.  Sí,  hay muchas posibilidades de resbalarnos. Pero qué es la vida sino un impulso natural de avanzar,  de atesorar cada día con la intención de ser la mejor versión de nosotros mismos que podamos y de apostarle a la incertidumbre?  Entre más me adentro en ella,  más segura me siento.  Porque sé que la única variable con que cuento es ese trinomio  amor-extasis-dolor que acompaña toda experiencia humana.  No hay,  en esta vida, ninguna decisión garantizada o segura.  Hay intentos honestos de adentrarnos un poco más cada día en nuestra psiquis y seguir las corazonadas.

Hoy aquí en Panamá agradezco enormemente haberlo hecho.  La compañía genuina de  seres extraordinarios en su enfoque y dedicación me lo confirman, tanto aquí como en mi país y el resto del mundo.  Se están abriendo espacios nuevos de mucho crecimiento.  Enseñar es mi pasión porque aprendo enormemente de mis estudiantes y las verdades que juntos dilucidamos me llenan de nuevas perspectivas y refuerzan mis bases.  Recuerdo a través suyo mis primeros pasos en este arte,  que como en todos,  retan la mente y ponen a prueba los músculos internos:   el de la paciencia y la resiliencia.

Mi alimento diario ha sido por muchos años mi práctica de yoga,  India y todas sus consecuencias. La medicina ha hecho su efecto.  Se abren nuevos horizontes en mi vida que nunca hubiera podido anticipar y confío en que cada uno de ellos es una dirección de crecimiento y una oportunidad que tengo que tomar.  Atrás van quedando las dudas y los porqués.  El Universo responde al pedido sincero de un buscador y hace muchos años me hice una pregunta:

"Adónde está el Amor?"

Y el Amor me ha respondido de una y mil formas.  Es aquí,  en este atardecer panameño,  con un rissotto divino con guandú y palmito y un gazpacho picante como acompañantes que realizo que la vida es un sucesión de acontecimientos milagrosos y que cada uno de ellos ha contribuido a que yo esté aquí hoy:

con el alma plena,  inspirada,  serena y muy enamorada de mi vida.  Cada una de las bendiciones de mis maestros hechas realidad sin prisas pero en el tiempo perfecto,   como la precisión de un reloj suizo  que sabe exactamente cuando estoy lista para lo que viene.

Y parece que sabe y entiende que el Amor sólo se expande,  al infinito y en directa proporción al tamaño de mi fe.




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