viernes, 20 de mayo de 2016

Camina

Me siento frente a la pantalla en un hermoso café de mi ciudad San José,   uno de los barrios más señoriales y antiguos.  El ambiente teñido esta mañana por la ceniza del Volcán Turrialba,  coloso que decidió despertar hace unos días.

Al igual que el volcán,  hoy me siento un poco cenicienta.

Amo mi país.  Siento que es el mejor país del mundo.  Podría decir que soy una costarricense enamorada.  He tenido el gran privilegio de conocer muchos otros lugares y sigo amando mi tierra por sus bellezas,  el mejor lugar para vivir.  Es el nido donde han nacido mis hijos,  pleno de potencia humana y naturaleza espectacular.  Habitada por seres inteligentes,  sensibles y espirituales.   Y aún en mi amor patrio también aprecio lo nuevo y lo recibo extasiada,  sabiendo que, sin embargo, nada sustituirá nunca la calidez del hogar.

Parece que la vida me lleva pronto por otros lares.  Contemplar la posibilidad de atravesar el mundo me llena de emoción.  Nunca he vivido fuera de mi Valle Central,  cómoda en lo conocido,  plácida rutina que he aprendido a disfrutar.   Sin embargo,  la vida trae lo que uno necesita y siempre recuerdo las sabias palabras de uno de mis maestros:

"Escoge siempre lo nuevo."

Sé que ahí está la evolución.  Sé que ahí está el crecimiento.  Y el crecimiento por naturaleza es incómodo.  Puedo escogerlo con aprehensión y miedo.  O puedo abrazarlo con confianza,  fe y mucha alegría.  Siempre habrá algún sacrificio de por medio y lo contemplo mientras reviso las múltiples variables de esta transición.

Pero en última instancia sé que no hay nada que necesite controlar. 

Aquí en el café que estoy todos estamos felices porque uno de nuestros ciclistas ganó hoy la legendaria maglietta rosa en el Giro de Italia.  No puedo imaginar la fuerza y valentía de este deportista.  Me inspira a salirme de lo conocido,  ejemplo clarísimo de alguien que apostó a crecer. Dejó Cartago, su provincia natal, plena de montañas,  volcanes y brumas para asomarse al mundo allá afuera y gracias a su enfoque y sacrificios personales es que hoy los ticos nos sentimos profundamente orgullosos e inspirados.

Y así pienso en tantos costarricenses que han desafiado las leyes de la comodidad y lo predecible. Amigos que en este momento surcan los cielos lejanos de esta tierra en busca de sus sueños, reafirmando compromisos personales,  sabiendo que el hogar siempre está en el corazón,  no importa la lejanía física.  Gente que le ha apostado al crecimiento,  gente valiente que nos muestra el camino a cada uno de nosotros.

Con una mezcla extraña entre nostalgia y emoción,  acompañada de la añoranza del hogar y la familia y  mezclada con esta ceniza que hoy respiramos,  me siento  dispuesta a aceptar con gozo lo que la vida me ofrece.  Sabiendo que en el camino espiritual uno pide y el Universo responde.  Sabiendo que mi petición ha sido respondida con creces aún cuando tenga que desgarrarme el corazón para poder continuar.

El camino está trazado.
Ahora sólo tengo que caminarlo.


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