martes, 8 de mayo de 2012

Escribir a pesar de todo

Escribir a pesar de todo,  a pesar de la desesperación.
Esta frase de Marguerite Duras me inspira en esta tarde serena.

En la casa todo es silencio.  Después de la lluvia,  el ambiente se siente fresco y renovado.  Acabo de estar media hora en Viparita Karani,  la postura milagrosa que supuestamente quita canas y arrugas:  piernas a la pared.  No me interesa esa parte,  sino sólo aliviar un poco esta cabeza que me va a explotar.  Anoche pasé una noche fatal,  Matías ardiendo en calentura.

Mucho mejor ahora:   mi mente se siente más clara.

Amo  estar en el shala cuando no hay nadie.  El espacio irradia una paz profunda.  Afuera, los yiguirros celebran las gotitas de agua de este mayo que empieza con fuerza  sus aguaceros.  Agradezco tanto esta aguita.  Es como si cada gota me alimentara por dentro.  Me siento en un desierto emocional difícil de describir.

Creo que la incertidumbre es uno de los sentimientos humanos más difíciles de aceptar.  Siempre andamos corriendo,  incapaces de detenernos unos segundos y sólo sentir lo incierto que es cada día de esta vida,  cada minuto, cada segundo.   Incierto el desenlace,  incierto el final.  Inciertas las relaciones, los amores....todo.

Sin embargo,  hay una belleza profunda si nos permitimos sentir esta incertidumbre.  En ese espacio,  veo como cada cosa en mi vida es un milagro.  Desde este cuerpo que me moviliza,  la mente que me permite escribir,  las manos que se mueven en el teclado.

Theo acaba de despertarse,  veo sus ojos dulces y comprendo que este bebé es mi corazón caminando en dos piecitos.  Recuerdo hace un año que casi se nos fue por culpa de un virus intestinal.  Confrontación directa con la vida-muerte,  amor-desesperación,  Dios-nada.  Y ahora,  mientras lo visto,  cambio y doy de comer comprendo que su vida no depende en absoluto de mí,  sino de la mano que  todo lo sostiene.

Escucho los gritos,  lloros y risas de estos hombres pequeñitos en el primer piso.  Comprendo que no importa dónde esté,  mi corazón está aquí.  Es un sentimiento de profundo arraigo y certeza.  Pocos sentimientos se comparan a este de amar incondicionalmente a estos seres que vienen a través nuestro.  Para siempre.  No importa las circunstancias y los cambios.

Algo así siento cuando practico.  Mi cuerpo está  en el presente y se vuelve  canal para que mi espíritu vibre.  Cada respiración me alimenta,  me sana y contiene.  El prana se distribuye en mis células y encuentro el balance anhelado.  Tengo el privilegio de poder abrir mi alfombra todos los dias,  cuán afortunada soy.   Agua en el desierto.

Los vaivenes de la vida son constantes e inesperados.  Observo todo desde mi testigo interno,  esa parte adentro que no se inmuta con nada.  Que ve todo como una obra de teatro o una película en el cine.  Observo cuándo me identifico con el personaje y me creo la historia.  Igual que cuando vamos al cine y la película nos conmueve hasta llorar o nos emociona hasta sudar.

En toda esta crisis existencial que estoy atravesando,  la página en blanco de pronto se ha convertido en un espacio nuevo por descubrir casi a diario- igual que mi alfombra.  Siento que todos los días puedo llenarla de sentimientos,  de realizaciones y matices.  Escribir me ayuda enormemente a calmarme. Todos los matices de gris que este momento tiñen esta vida fugaz quedan plasmados en la página,  congelados en el tiempo.  Negro por un lado,  blanco muy lejos.  Grises que se entremezclan y me recuerdan la belleza de ser una con la fragilidad de esta experiencia vital.

Sé que voy a regresar una y mil veces a este momento de mi vida en el futuro.  Sé que estoy plantando las semillas de lo que viene.  Quisiera pensar que estoy a la mitad de mi vida-  y que la siguiente mitad de alguna forma es una vida nueva.  La catástrofe que arrasó con la primera mitad comienza a alejarse.  Me deja en una espacio devastado,  aterrador,  desconocido, lleno sin embargo de un sentimiento de soledad y alivio.  La lucha por sostener lo insostenible es muy cansada.  Hoy,  respiro con la plenitud de un ser que acaba de nacer.

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